Además de vistas sublimes y lujo gastronómico, este emblemático hotel ofrece, para la temporada de verano, una amplia gama de actividades al aire libre
Construido originalmente en 1938, asolado por un incendio al año siguiente y renacido de las cenizas en 1940, el hotel Llao Llao ha transitado destinos oscuros – como su caída en desgracia progresiva hasta su cierre en 1979 – para reabrir en 1993 buscando respetar la estampa de lujo rústico que lo hizo famoso en sus orígenes. Y hoy, convertido en un resort con campo de golf incluido, hace gala de una serie de hechizos para mantener al visitante atrapado en una permanente y bienvenida sorpresa. ¿Cuáles? Leé:
La sensación impacta de lleno al visitante al ingresar al hotel, recorrer sus instalaciones y llegar a la habitación asignada: no hay ventana que no oficie como marco de una postal de apacible hermosura patagónica.
Tanto el diseño del ala más antigua del hotel -la Bustillo, casco original del establecimiento- como la del ala Moreno, erigida como ampliación en el 2007, permiten apreciar diferentes fragmentos del paisaje que abraza al Llao Llao, cuyos colores y detalles regalan una perspectiva diferente dependiendo de la época del año.
El Winter Garden – con paredes vidriadas que ofrecen una relajante vista hacia el parque y, más allá, al lago Nahuel Huapi y las montañas – es el escenario para el servicio de almuerzo buffet del hotel, que no está incluido en la tarifa pero que vale la pena probar… y volver a probar.
Una selección de entradas, que incluye charcuterías de ciervo y jabalí típica de la Patagonia, conservas caseras, quesos, salmón curado y ensaladas frescas (altamente recomendable la de cous cous azafranado con langostinos), se da la mano con dos platos calientes que rotan día a día y que ofrecen una opción con carne y otra de pasta. Para cerrar, dulzuras variadas que van desde el éxtasis chocolatoso a la liviandad frutal.
Nadar con una cadena montañosa proyectada como fondo casi cinematográfico no es cosa de todos los días. Mucho menos si la piscina en cuestión porta diseño “infinity”, es decir, ese en el cual los bordes se unen con el ambiente sin solución de continuidad.
El agua, por supuesto, está climatizada todo el año brindando en temporada invernal la posibilidad de una experiencia surrealista: bañarse al aire libre en agua cálida mientras cae la nieve.
De todas formas, el que quiera refugiarse por completo también tiene su espacio, ya que una gran sección de la piscina permanece techada, incluyendo al jacuzzi y a un siempre atento servicio de bar.
El Winter Garden no es el único espacio gastronómico del hotel. El restaurante Patagonia, disponible tanto para el almuerzo como para la cena, tiene servicio a la carta con una fuerte impronta regional: productos como las setas, el ciervo, el cordero, la trucha y las carnes ahumadas desfilan por su carta en platos contundentes que no dejan de lado el vuelo imaginativo.
Hay también un suculento goulash con spätzle, la trucha sale jugosa con manteca noisette, marinada en cítricos y vegetales asados, y algunas entradas bien valen como principales (el huevo termal sobre combinado de hongos, y chips de papines y boniatos es una gran elección).
A la mañana, mientras tanto, el servicio de desayuno -incluido en el precio de la habitación- despliega una oferta que no deja rincón sin explorar. A las clásicas opciones de pastelería, los panes caseros, las frutas de estación y aditivos de estilo americano -encabezados por huevos revueltos y panceta- se suman dos espacios de sello propio: un despacho de waffles con múltiples toppings, y otro de omelettes con relleno a elección.
Y para las aventuras nocturnas, el Lobby Bar expide desde su barra de mármol verde cócteles clásicos y propios mientras el piano colorea el aire con melodías de jazz o algún buen tango.
La ubicación del Llao Llao sobre la costa del lago Moreno inaugura, en temporada de verano, la senda para que los huéspedes expriman todas las posibilidades de la marina.
Kayak, canotaje, stand-up paddle -donde se navega parado sobre una tabla de surf y guiándose con remo- windsurf y pesca con mosca, se vuelven aún más disfrutables bajo la mezcla de sol y aire refrescante típica de los meses cálidos en Bariloche.
Los que vengan con confianza en su puntería, por su parte, tienen a mano arcos y flechas para ensayar frente al blanco e instructores para mejorar sus habilidades.
Pero sin duda, la actividad al aire libre que ningún visitante debería perderse es la caminata con guía al cerrito Llao Llao, cuya base se ubica a pocos kilómetros del hotel. De intensidad media, el trekking por sus senderos trae a los ojos algunas de las mejores vistas de la zona, con los lagos Nahuel Huapi y Moreno, además de los cerros López y Millaqueo, desplegando su imponencia desde algunas de las curvas.
Recientemente, el hotel Llao Llao elaboró una alianza estratégica con la aerolína low-cost FlyBondi con la idea ampliar las posibilidades de acceso.
Así, buscan promocionar las temporadas en las que el hotel presenta tarifas más accesibles para que, combinándolas con un pasaje económico, la ecuación monetaria esté más a mano del bolsillo promedio.
Para más información, se puede consultar la web oficial del hotel: www.llaollao.com
Fotos: Natalia Torres y gentileza hotel Llao Llao.