#DEFRENTE / “¿POR QUÉ LA EXPERIENCIA ENDEAVOR TIENE CADA VEZ MÁS MAGIA Y MÍSTICA?” / POR DELFINA KRÜSEMANN

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Marcos Galperín, el gran rockstar de Experiencia Endeavor

#DEFRENTE / “¿POR QUÉ LA EXPERIENCIA ENDEAVOR TIENE CADA VEZ MÁS MAGIA Y MÍSTICA?” / POR DELFINA KRÜSEMANN

Fui a mi primera Experiencia Endeavor en 2013, cuando recién empezaba a entender qué era eso de ser un “emprendedor de alto impacto” y de repente startups como Satellogic o Etermax empezaban a estar en boca de todos – ¿se acuerdan del lanzamiento del nanosatélite Capitán Beto al espacio, o de cuando todos nos volvimos locos por la app estilo Carrera de Mente, “Preguntados”? Solo por estos dos hitos, diría que 2013 fue un gran año para los emprendedores argentinos: Satellogic era la prueba de que, si queríamos, podíamos ser tanto o más innovadores que la NASA; “Preguntados” llegó a ser la app más descargada del mundo en iPhone en 2015, superando a gigantes como Twitter, Facebook e Instagram.
Pero mucho más estaba pasando y estaba por pasar: el 17 de julio de 2014, por ejemplo, Globant tocó la campanita en Wall Street, marcando la llegada del segundo unicornio nacional a las grandes ligas (“unicornio”: dícese de esas startups que rápidamente llegan a estar valuadas en más de US$ 1.000 millones). El primero había sido, en 2007, MercadoLibre, que ahora, hace tres días nomás, anunció que logró entrar a las top 100 del Nasdaq, la segunda gran bolsa de Nueva York (y, por ende, del mundo), ocupando el lugar que dejó vacante de nada menos que Yahoo!
Pero volvamos a 2013. Me acuerdo de La Rural llena de asistentes (1.900, para ser exactos; en la del martes pasado, ya eran casi tres mil), del auditorio colmado para escuchar a los distintos oradores y de una “rigurosa etiqueta” en la vestimenta del público: camisa y saco, pero ninguna corbata. Claro que lo que más me quedó grabado fue la emoción y la adrenalina que se sentía en el ambiente. Por cliché que suene, es muy especial la energía que se palpita cuando tanta gente con sueños e ideas se congrega en un mismo espacio para compartir experiencias, mostrar lo que los apasiona y, también, hacer catarsis sobre sus errores y fracasos. Cuando se trata de negocios y empresas que realmente se originaron en el corazón de las personas, siempre hay algo de magia y mística.
En 2014, el evento se trasladó a La Usina del Arte y con la mudanza llegaron varias sorpresas, como por ejemplo el “speed networking”, una dinámica igualita a una de esos encuentros de solos y solas en las que la gente va rotando de mesa en mesa para conocerse, solo que acá son emprendedores e inversores los que buscan a su media naranja. Ahí aprendí cómo es eso de andar por la vida “pitcheando por un sueño” (pitch: llámese al speech que todo emprendedor tiene listo y mil veces ensayado para convencer a un inversor de poner plata en su proyecto). Por esta época, también, el concepto “emprendedor” ya había agarrado vuelo y se puso de moda ser uno de ellos. Y así, los speakers del evento, esos que ya habían triunfado en el largo y muchas veces tortuoso camino, de repente nos parecían algo así como dioses bajados del Olimpo para contarnos todos los secretos de su éxito. Algo similar pasaba ya hace rato en Silicon Valley, en donde los genios techies como Mark Zuckerberg eran recibidos como rockstars cuando daban una conferencia. Igual, tanto en California como en Buenos Aires, el mantra de ellos era el mismo: perseverar, perseverar, perseverar.
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«Por cliché que suene, es muy especial la energía que se palpita cuando tanta gente con sueños e ideas se congrega en un mismo espacio para compartir experiencias, mostrar lo que los apasiona y, también, hacer catarsis sobre sus errores y fracasos. Cuando se trata de negocios y empresas que realmente se originaron en el corazón de las personas, siempre hay algo de magia y mística.»

 
Para 2015, Guibert Englebienne y Luciano Nícora redoblaron la apuesta y nos descolocaron a todos cuando decidieron hacer, en vez de una presentación clásica, una charla realmente íntima frente a cientos de personas, vasos de whisky en mano – eran las dos de la tarde, y ellos juran que la bebida era ficticia, pero yo tengo mis serias dudas: ¡dijeron demasiadas verdades! Ese año, las estrellas invitadas fueron el belga Alain Coumont, creador de la cadena Le Pain Quotidien, y el brasilero Marcio Kumruian, alma máter de Netshoes; sin embargo, a mí me conquistó otro acento: el cordobés de David Ruda, el hombre detrás del fenómeno de Tarjeta Naranja. No solo la historia de la empresa es alucinante, sino que además Ruda logró que nos abrazáramos entre desconocidos y nos paráramos en los asientos del auditorio en una especie de euforia emprendedora colectiva. No estábamos bajo ninguna sustancia, lo juro: era simplemente el efecto imparable de un carisma arrollador, como si de nuestro Steve Jobs gaucho y campechano se tratara.
De 2016, lo que más recuerdo es su variedad de historias: por el mismo escenario, en menos de 90 minutos, pasaron la emprendedora social jujeña Rosario Quispe, la cofundadora de Rapsodia Josefina Helguera, y el artista israelí que experimenta con música y tecnología Matan Berkowitz. O sea: emprendimientos para todos los gustos.
El martes pasado, en su edición 2017, la Experiencia volvió a hacer lo que mejor sabe: ser un espacio de inspiración y networking. No pude quedarme todo lo que me habría gustado como otros años, porque por estos días en Forbes estamos muy abocados a lo que será nuestro primer gran evento de emprendedores, 30 Promesas. Pero ver la presentación del ingeniero chileno André Sougarret (líder del rescate de los 33 mineros siete años atrás, quien explicó qué lecciones de management sacó de semejante hazaña) y compartir la fila del buffet a la hora del almuerzo con Marcos Galperín (para los cholulos: el fundador de MercadoLibre, que este año entró al ranking Forbes de los más ricos del mundo, se pidió unos sencillos ñoquis de papa con crema) me recordó por qué creo que este evento logra convocar a lo mejor del espíritu emprendedor argentino.
Fotos: gentileza Endeavor Argentina

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