ADOLFO SUAYA: COMER, BEBER, VIAJAR / DE BUENOS AIRES A CALIFORNIA (Y VICEVERSA) / ENTREVISTA / POR DELFINA KRÜSEMANN

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Sus emprendimientos gastronómicos son un hit en Estados Unidos

 
 

ADOLFO SUAYA: COMER, BEBER, VIAJAR / DE BUENOS AIRES A CALIFORNIA (Y VICEVERSA) / ENTREVISTA / POR DELFINA KRÜSEMANN / FOTOS: LUZ SORIA.

Es un día primaveral y ultra caluroso en Buenos Aires, de esos que tardaron en llegar pero ahora sofocan la ciudad. Adolfo Suaya, de impecable outfit blanco, sombrero y anteojos negros, no parece inmutarse. Es que hace casi 30 años que este argentino (que ya cumplió los 54) vive en Los Angeles, la ciudad más soleada de Estados Unidos. Para allá partió con la ilusión de consagrarse en el cine, aunque por suerte para los amantes de la carne encontró el éxito como el alma máter de Gaucho Grill, un restó parrilla que abrió en 1986 y rápidamente conquistó el paladar de los angelinos – y también de famosos como Julia Roberts, quien en una época iba religiosamente una vez por semana.
Gaucho Grill se convirtió en una cadena que llegó a tener 14 locales, pero para Adolfo, inquieto y con una energía desbordante, transformarse en un capo gastronómico no fue suficiente. Así fue como también dio vida a otros hot spots de la ciudad, como Dolce, Bella Cucina, Lodge, Boho, Bar Deluxe y Osaka; para algunos de estos emprendimientos, tuvo de partners nada menos que a celebridades como el rockero Tommy Lee y el actor Bruce Willis. ¿Contento? Sí, pero satisfecho jamás.
Hoy, Adolfo se encuentra enfocado en otras dos nuevas facetas: la de conductor de televisión (está por estrenar la quinta temporada de Latin American Foodie, por Sun Channel, programa que lo lleva de viaje por todo el continente en busca de los mejores platos, ya sea en bares top o mercados callejeros) y, sobre todo, la de emprendedor hotelero. Una pasión que comenzó una década atrás con Casa Suaya, su hotel boutique en San Ignacio, y que este año se reconfirmó con la apertura del esperado Hotel Clásico, en Palermo. La cita con MALEVA es precisamente en uno de los salones privados de este coqueto edificio. Ahí, en un clima intimista y de distensión total, Adolfo reflexiona sobre su vida en Estados Unidos, lo que le produce regresar a Argentina y todos los deseos y objetivos que le quedan por cumplir.
¿Cómo es tu nueva vida en Nueva York, después de más de 20 años en Los Angeles?
¡Bueno, en realidad ¡me acabo de mudar de vuelta a Los Angeles! (risas) Estuve en Nueva York dos años pero, francamente, no soporté el frío. No puedo entender cómo hace la gente para vivir ahí y salir a la calle con 15 grados bajo cero. ¡He llegado a estar una semana sin salir a la calle! Así que me volví a Los Ángeles.
¡Ah, entonces sos definitivamente un hombre West Coast!
 
Igual, nunca voy a dejar Nueva York. Siempre voy a tener un lugar para mí ahí porque, si querés estar a tiro con el mundo, tenés que visitarla al menos cinco días al año. Y cada vez que voy se me revienta el cerebro, me quedo pensando: “¿Cómo puede ser que exista una ciudad así?”. Nueva York no para de crear cosas nuevas, todo lo último de lo último en el mundo está ahí. Y si vos vivís allá y no estás permanentemente creando, morís.
Pero de todas maneras, preferís la costa Oeste como hogar permanente.
Los Angeles para mí es maravillosa, y eso que viví en varios lugares del mundo: París, Rio de Janeiro, Italia. Ahora que volví, me di cuenta de que es realmente increíble. Claro que tiene sus defectos, como por ejemplo que es bastante solitaria. Como todo se hace en auto, tenés poco contacto con la gente; en eso es muy diferente a Buenos Aires, Nueva York, Tokio, París, Barcelona. Pero si querés estar tranquilo, es “el” lugar. Sí, hay rush hour, pero dura solo una hora a la mañana y otra a la tarde. En cambio, en otras como Buenos Aires o Nueva York, el rush hour dura todo el día, es una locura.

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Para Suaya el paso al negocio hotelero es algo natural en un restaurateur como él

«Gaucho Grill se convirtió en una cadena que llegó a tener 14 locales, pero para Adolfo, inquieto y con una energía desbordante, transformarse en un capo gastronómico no fue suficiente. Así fue como también dio vida a otros hot spots de la ciudad, como Dolce, Bella Cucina, Lodge, Boho, Bar Deluxe y Osaka; para algunos de estos emprendimientos, tuvo de partners nada menos que a celebridades como el rockero Tommy Lee y el actor Bruce Willis.»

 
¿Nunca te pesó el arraigo a Buenos Aires?
Honestamente, no extraño nada. Cuando me fui, sí extrañaba el asado argentino, y en parte por eso puse una parrilla que se transformó en el éxito que fue Gaucho Grill. Pero con el tiempo fui dejando de comer asado también. Aunque, cuando vengo para Argentina, como asado casi todos los días. Al final la carne me tira.  Y bueno, algo tiene que ver también con que tengo un departamento en Palermo Hollywood y es imposible huir del asado cuando hay una parrilla en cada cuadra (risas). El aroma a bife asado es irresistible. Pero amo también la comida japonesa, china, india. ¡Hasta soy un experto en cocina coreana! Al principio me costó que me gustara pero me esforcé y ahora la disfruto muchísimo.
¿Por qué quisiste hacer ese esfuerzo?
Hay más de un millón de coreanos en Los Angeles, es la segunda ciudad en el mundo con mayor población coreana. Si no comés coreano, casi que no sos de Los Angeles (risas).
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«Si vas a Los Angeles, tenés que comer sushi todos los días. Hay miles de sushi bars y los precios son super accesibles. Lo mismo aplica para la comida china y tailandesa, en definitiva, para la cocina asiática en general. Y si vas a Nueva York, por supuesto comida italiana, que está por todos lados, y de paso intentá descubrir las coordenadas de algún bar speakeasy.»

 
Se ve que mucho te pasa por la comida.
¡Es que soy un enfermo por ella! No por la cantidad, sino por la cultura alrededor de ella. Para mí, sin dudas la cocina es lo más importante de un país, porque une a la gente. Por eso, cuando viajás es fundamental que pruebes lo que ellos comen. Aunque no te guste, tenés que abrirte y experimentarlo. En nuestro caso, el asado es ejemplar: en Argentina la carne a la parrilla no es una comida, es una religión. Y la forma de hacerla es casi una cuestión política: a fuego lento, a fuego máximo; servido en trozos grandes o chicos; acompañado de una picada previa o no… Realmente vivimos el asado de una manera muy fuerte.
Siguiendo esa misma lógica, ¿qué recomendarías probar en Estados Unidos?
Si vas a Los Angeles, tenés que comer sushi todos los días. Hay miles de sushi bars y los precios son super accesibles. Lo mismo aplica para la comida china y tailandesa, en definitiva, para la cocina asiática en general. Y si vas a Nueva York, por supuesto comida italiana, que está por todos lados, y de paso intentá descubrir las coordenadas de algún bar speakeasy. Esa es la última moda allá, que no es como se hacen acá, que son mega bares llenos de gente que todos saben que existen. Allá, tenés bares ocultos que son quizás una sola habitación y con una sola mesa para cuatro personas.
¿Sos de pensar que desde la cocina se puede impulsar una revolución?
Sí, claro. Yo creo que acá Francis Mallmann está volviendo al pasado con la comida, porque lo único que le importa es la materia prima y el resto es muy sencillo. Me gusta eso.

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En plena entrevista con MALEVA

«Argentina se está volviendo cosmopolita. Hace tiempo que había una nueva inmigración, pero eran pocos de cada lugar y no hacían influencia. En cambio, en estos últimos cuatro o cinco años, veo que realmente hay comunidades de bolivianos, chinos, coreanos, colombianos, peruanos. Los peruanos son algo impresionante, ya tienen hijos que son 100% argentinos. Y de los chinos ni hablar, ¡hasta te hablan de política! Te aseguro que a China no se vuelven más. Ya está, son de acá.»

 
Dijiste hace un rato que no extrañás nada, pero ahora hablás del pasado como un valor.
Es verdad. Cambié mucho con la edad. No soy nostálgico, nunca lo fui. Tampoco soy un tipo amoroso ni apegado a las cosas, pero de repente ahora trato de volver siempre a lo antiguo. No me interesa tanto esta moda por el futuro, por lo nuevo, por la innovación constante. Este tema de innovar todo el tiempo en los tragos, la comida, ya me está volviendo loco. La gente ya no sabe qué inventar. ¡Pido un vodka y tardan 15 minutos en traerlo porque están con la pincita armando no sé qué cosa con una hoja de bambú! Es demasiado.
¿Cómo te sentís cuando volvés a Buenos Aires, una ciudad que suele estar ligada a la nostalgia?
Yo nací en el barrio de Flores y esta vez, para el programa que estamos filmando, me fui a comer a un lugar de empanadas árabes que está abierto hace ¡cien años! Fue alucinante reencontrarme con esos sabores y aromas maravillosos mezcla de pan turco y carne, que me hicieron acordar a los domingos cuando era chico. Y ahí sí me agarró una cosa rara de nostalgia. Es loco, porque siempre fui un tipo que valoraba lo nuevo. De hecho, soy fanático del sushi y me la paso buscando el mejor sushi bar de cada ciudad a la que voy. Acá, me gusta mucho M Palermo (N. de la R.: en El Salvador 5783).
¿Qué más te sorprende cada vez que venís?
Que Argentina se está volviendo cosmopolita. Hace tiempo que había una nueva inmigración, pero eran pocos de cada lugar y no hacían influencia. En cambio, en estos últimos cuatro o cinco años, veo que realmente hay comunidades de bolivianos, chinos, coreanos, colombianos, peruanos. Los peruanos son algo impresionante, ya tienen hijos que son 100% argentinos. Y de los chinos ni hablar, ¡hasta te hablan de política! Te aseguro que a China no se vuelven más. Ya está, son de acá.

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Suaya se fue hace treinta años a California buscando el sueño de ser actor

 

«Si me preguntan cómo me llamaría ahora, diría que soy hotelero porque es lo que más consume mi tiempo. Todo empezó hace diez años, cuando me hice una casa en San Ignacio, Uruguay, que al final se transformó en Casa Suaya. Y ahora, otra vez de casi casualidad, puse un hotel en Buenos Aires, el Clásico, en Palermo. Admito que en este momento la hotelería me gusta más que la gastronomía.»

 
Contame de Hotel Clásico que, además de ser tu primer emprendimiento en el país, es también la confirmación de que te estás convirtiendo en un empresario hotelero, ¿no?
Tal cual, la realidad es esa. Si me preguntan cómo me llamaría ahora, diría que soy hotelero porque es lo que más consume mi tiempo. Todo empezó hace diez años, cuando me hice una casa en San Ignacio, Uruguay, que al final se transformó en Casa Suaya. Y ahora, otra vez de casi casualidad, puse un hotel en Buenos Aires. Admito que en este momento la hotelería me gusta más que la gastronomía. Quizás porque estoy más grande, y siento que es casi orgánico para mí pasar de la cocina a esto, porque la gastronomía es fatal. Es 24-7, es decir, no tiene un descanso, no tiene piedad. La hotelería es un poquito más relajada, no tan personal. Si la gente no viene lo único que tenés que hacer es cerrar la puerta de la habitación y listo.
¿Con qué idea en mente creaste Hotel Clásico?
Quise traer el barrio de Recoleta a Palermo. Disfruté mucho el proceso de crearlo, me tomé todo el tiempo del mundo para cada detalle, desde los pisos de madera reciclada en forma de flecha hasta los vitraux de colores originales. Fueron tres años de trabajo, y en un momento estaba listo, con todos los cuartos terminados, pero yo no lo quería abrir porque sentía que Argentina estaba re mal, entonces prefería dejar el hotel cerrado a que no viniera nadie. Por suerte al final inauguramos y nos está yendo muy bien.
¿No te dio un poco de vértigo hacer negocios acá?

Me gusta esto de volver a Argentina y hacer cosas en mi país. Creo que está bueno el timing también. Porque cuando las cosas van demasiado bien, hay mucha más presión y velocidad. Yo en este caso pude tomarme el tiempo que quise para cada detalle, lo que seguramente en otro momento más de auge económico me habría salido una fortuna. Y cuando vuelva la buena racha, a mí me va a encontrar ya bien armado y preparado.

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«Me encanta el barrio de Palermo, es donde más cómodo me siento en Buenos Aires»

«Ahora ya estoy metido en mi tercer hotel que va a inaugurarse en Los Angeles, mucho más grande que los dos anteriores. También va a profundizarse mucho más esta idea de la vuelta a lo antiguo, porque va a ser un hotel como de 1910, ambientado en la época de la Ley Seca.»

 
¿En qué otros proyectos estás trabajando?
Ahora ya estoy metido en mi tercer hotel que va a inaugurarse en Los Angeles, mucho más grande que los dos anteriores. También va a profundizarse mucho más esta idea de la vuelta a lo antiguo, porque va a ser un hotel como de 1910, ambientado en la época de la Ley Seca. Para eso, adquirí un edificio muy antiguo, el legendario Hillview de Los Angeles, construido en 1914, y lo voy a reciclar inspirándome en el glamour de la época dorada de Hollywood, de Charles Chaplin a Marilyn Monroe. Esos tiempos en los que los aspirantes a actores llegaban a la ciudad y las calles eran de tierra, y no tenían dónde dormir ni comer… Es alucinante, el edificio en sí tiene muchísima historia.
El cine siempre fue una pasión tuya.
¡Claro, si llegué a Estados Unidos con el sueño de ser actor! Hice algunas películas que también produje, pero me fue excelentemente para el orto (risas).
Otra de tus aficiones parece ser son los viajes. 
Me gusta el avión porque ahí no tengo teléfono; para mí, que soy bastante energético y estoy siempre conectado, es genial porque es mi momento de bajar varios cambios. Y menos mal que la paso bien, porque tengo seis millones de millas (risas). Pero la gran mayoría acumuladas por viajar entre Estados Unidos y Argentina. Del mundo siento que si no conozco nada, estoy super atrasado. Ahora quiero ir a Abu Dhabi. Me encanta viajar. Con Latin American Foodie lo hago bastante por la región, y disfruto mucho haciendo ese programa porque viajo, como, chupo y me divierto. En fin, la linda vida.

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La entrevista se realizó en el hotel Clásico, su exquisito nuevo hotel en Buenos Aires

«Del mundo siento que si no conozco nada, estoy super atrasado. Ahora quiero ir a Abu Dhabi. Me encanta viajar. Con Latin American Foodie lo hago bastante por la región, y disfruto mucho haciendo ese programa porque viajo, como, chupo y me divierto. En fin, la linda vida.»

 
¿Qué tipo de viajero sos?
Un rompepelotas total. Analizo todo antes de viajar, me da mucha ansiedad no saber algo. ¿Viste cuando llegás a un aeropuerto que no conocés y no sabés si la mejor opción es tomarte un taxi, un colectivo o el tren? Bueno, con esa cuestión me vuelvo loco. Cada ciudad tiene su sistema, sus formas. Si te equivocás, morís. Si en Tokio te tomás un remis, todo mal, ¡porque del aeropuerto a la ciudad tenés dos horas! Sí o sí te tenés que tomar el tren, si no sos un tarado. Y además me gusta quedarme en el barrio donde me tengo que quedar.
¿Cómo es eso?
Para mí, cada persona tiene su barrio en cada ciudad del mundo. Si te equivocás al elegir dónde quedarte, vas a sufrir porque ese lugar no era para vos. Esto no tiene que ver con el nivel adquisitivo, sino con una cuestión de a dónde pertenece tu alma, es decir, donde te sentís cómodo. Yo por ejemplo en Puerto Madero no sabría qué hacer, me sentiría como Gulliver en Liliput, pero al revés (risas). Me parece que el viento me afectaría, que el sombrero se me volaría, no sé, no es para mí. En Buenos Aires, me siento cómodo en Palermo Hollywood. En Los Angeles, West Hollywood es mi barrio. Por eso, para mí, encontrar “mi Palermo” en Tokio, Bangkok o Madrid es clave.