Creó su marca – Caverasachi & Co – a los dieciséis años y hoy, además de su local, provee pastelería a más de 30 restaurantes de la ciudad/El error de tipeo que la llevó a explotar en redes/Sobre su paso por “El Gran Premio de la Cocina”/¿Cómo ve la escena gastro joven en este momento?/El doble filo de las redes sociales.
Laminados, tortas, cookies y chipá en el mostrador de Caversaschi y Co. sobre la calle Nicaragua.
«Conmigo tranqui es nunca»: con Chiara Caversaschi, desde su local en Palermo que es pura tentación. Por Tamara Tornello. Fotos: Alexis García Sánchez (Alesso) para MALEVA.
Estoy sentada con Chiara Caversaschi en una mesa de su café ubicado en calle Nicaragua en pleno Palermo. La gente llega y la saluda. “Qué celebrity, te maquillaste y todo”, dice una mujer que nota que le estaba haciendo una entrevista. La joven cocinera y pastelera contesta: “lo di todo, hasta lástima” y nos hace reír a las dos. En esa simple oración resume su esencia y describe cómo vive: le gusta hacer reír y está dispuesta a dejar todo en lo que se refiere a su trabajo. Y bien lo hace, porque lo que comenzó hace ya varios años como un emprendimiento que vendía tortas a través de Facebook, hoy se convirtió en un negocio con tres aristas que se complementan entre sí: el restaurante, el centro de producción que provee a más de 30 cafés y restaurantes de la Ciudad y la sección de eventos sociales.
Chiara tiene 28 años y es de Lanús. Creó Caversaschi & Co. cuando tenía dieciséis y, si bien supo que lo que hiciera en un futuro se convertiría en compañía, no dejó nada librado al azar. Su empuje, pasión y extrema obsesión por los detalles hicieron que su mostrador de laminados y pastelería llame la atención y se distinga en el ambiente gastronómico. Ahora, ¿cómo empezó todo esto?
“Empecé haciendo un catering para los cumpleaños de mis primos. Iba a estudiar periodismo deportivo, nada que ver, pero como me gustaba cocinar al final me metí a hacer la Licenciatura en Gastronomía. Hacía tortas por pedido y vendía por Facebook a conocidos. Por el IAG conseguí una pasantía con Martín Berasategui y me fui seis meses a vivir a San Sebastián. Fue una experiencia súper enriquecedora. A los 6 meses volví a Argentina y empecé a trabajar en un restaurante ubicado en el centro donde fui jefa de cocina durante dos años», detalla Chiara.
«Un día, en lugar de crear una pauta publicitaria de $1.200 en Instagram, creó una de $12.000 que le dio diez veces más visibilidad de la que buscaba. Y gracias a ese inesperado error, lo mismo pasó con los clientes: se multiplicaron instantáneamente y tuvo que pedir rescate a sus amigas…»
La pandemia y un error de tipeo hicieron que el destino diera un giro inesperado. Con el afán de rebuscárselas para seguir trabajando y manteniéndose en una época complicada para la mayoría, Chiara empezó a vender desayunos para regalar de manera online. Un día, en lugar de crear una pauta publicitaria de $1.200 en Instagram, creó una de $12.000 que le dio diez veces más visibilidad de la que buscaba. Y gracias a ese inesperado error, lo mismo pasó con los clientes: se multiplicaron instantáneamente y tuvo que pedir rescate a sus amigas para que la ayudaran a llegar a tiempo con las entregas.
“El año anterior ya había estado en un programa en la tele, ‘El Gran Premio de la Cocina’. Fue mi primera aparición en televisión y me dio cierta visibilidad. Estar en TV me gusta y no me gusta a la vez. Me gusta porque soy muy personaje y no me gusta porque te exponés un montón. Yo había terminado tercera o cuarta y me volvieron a llamar en pandemia para hacer un repechaje con los mejores”, agregó.
Chiara era conocida por hacer drip cakes. Empezó a dar workshops y clases y, durante un workshop de pastelería de otoño, conectó el buen recibimiento que tenían aquellos encuentros con la idea de tener un local propio: “Le comenté mi idea a una amiga y ese mismo día fuimos a la inmobiliaria. Hicimos todo a pulmón. Yo tenía muchos elementos ya comprados en mi casa, lo que me jugó a favor, y ella puso el capital. Me quedé sola en el proyecto y de a poquito el local empezó muy bien”.
Un tiempo después aparecieron Agustín y Gastón, creadores de Clorindo, quienes se asociaron a Caversaschi y Co. Junto a ellos decidió abrir un centro de producción propio en Villa Crespo – en donde hoy trabajan quince personas – para desarrollar su arista mayorista y así poder abastecer a más locales. También decidieron ampliar el local que, gracias a la alta demanda, les había quedado chico. “Quería que fuera un lugar más cómodo y más estético. La parte de la cocina, de platos salados, me gustaba mucho pero no podíamos desarrollarla porque no había mucho espacio y el mobiliario no era cómodo».
«Chiara no vende nada que no le guste comer. “Las papas fritas transmiten felicidad”, comentó entre risas. Y sí. ¿A quién no? Después de probar papas fritas en un restaurante de Colegiales dijo: “estas papas me hacen feliz. Quiero generar eso”. Y lo logró…»
Chiara no vende nada que no le guste comer. “Las papas fritas transmiten felicidad”, comentó entre risas. Y sí. ¿A quién no? Después de probar papas fritas en un restaurante de Colegiales dijo: “estas papas me hacen feliz. Quiero generar eso”. Y lo logró. Por estadísticas de ventas, Chiara confiesa que los baos con huevos revueltos son furor. La carta se divide en desayunos, almuerzos, sandwichería y guarniciones y algunos de los platos destacados son el chivito uruguayo en ciabatta y el wrap estilo curry thai con crema agria.
Hoy en día Caversaschi & Co. provee al café del primer piso del Malba, Clorindo, Casa Dingo, Tona Café, Nice Coffe, Stop and Coffe, Ibu Almacén, Kike Café, entre otros. Además, también realiza un hojaldre exclusivo para Casa Cavia. Si hay un café con el que le gustaría trabajar es Shelter Coffee. Más allá de la carta habitual del café, Chiara crea junto a su equipo distintas fechas especiales – que comunica de manera espontánea en redes sociales – en donde propone platos que están fuera del menú: “Parri en la vereda”, “Brunch”, “Sándwiches de milanesa”.
Mientras conversábamos acerca del presente del rubro gastronómico y su boom en redes sociales en los últimos cuatro años Chiara demostró creer que plataformas como Instagram y TikTok son un arma de doble filo: “En el mundo gastronómico las redes le dan mucha visibilidad a chicos que nunca trabajaron en relación de dependencia. Por ejemplo, descubren que hacen buenos laminados, venden en su casa y en locales, pero nunca trabajaron para otros entonces cuando salís de ahí el choque es muy grande. No saben cómo se maneja un negocio. En redes parece todo simple y después la caída es abrupta si los resultados no son como los esperabas. Hoy en día subís un TikTok, se te vuelve viral y parece que con eso ya está. Hay mucha gente que es buena pero después no sabe lidiar con el shock y la frustración”.
«En redes parece todo simple y después la caída es abrupta si los resultados no son como los esperabas. Hoy en día subís un TikTok, se te vuelve viral y parece que con eso ya está. Hay mucha gente que es buena pero después no sabe lidiar con el shock y la frustración..»
“Yo soy muy sensible. Lloro por todo, es mi estado natural. Lloro en el trabajo, lloro con mi equipo. Me considero muy humana. También tengo una parte que nunca frena y es intensa. Si tengo que decirte, hay una tercera Chiara también que es un personaje muy gracioso. Mis amigas en un momento me regalaron un curso para hacer standup porque soy muy zarpada y me gusta hacer reír. Ojo, también sé estar tranquila y mirar una película o leer un libro. Soy muy random, sé un poco de todo porque me gusta. De todos mis vínculos quiero aprender algo, si no, me aburro o no me interesa. Conmigo tranqui es nunca”.
“Si me tuviera que definir diría que soy Benjamin Button. Yo nací vieja. Tengo muchos más años de los que realmente tengo”, agrega en su auto descripción.
Chiara es así. Simpática, espontánea, generosa y divertida. Le gusta acercarse a la gente, charlar y acompañar –especialmente a turistas– en sus visitas a Buenos Aires. Ya sea a quienes visitan su restaurante o a los que se cruza por la ciudad.
Sobre escena gastronómica joven del momento.
«Algunas personas dicen que los jóvenes no nos tomamos la gastronomía en serio o es todo medio un show y para mí hay gente que labura muy bien. Además, el mundo gastronómico es chico y creo que hay que ser solidario y respetuoso con todos”, agrega.»
“Me parece que hay muchos lugares que hacen cosas buenas y gente joven muy talentosa, como por ejemplo, los chicos de Mad Pasta o Piccolina Café. Algunas personas dicen que los jóvenes no nos tomamos la gastronomía en serio o es todo medio un show y para mí hay gente que labura muy bien. Además, el mundo gastronómico es chico y creo que hay que ser solidario y respetuoso con todos”, agrega.
En lo que refiere al futuro, Chiara confiesa que en su compañía está atravesando cambios a corto y mediano plazo que se basan en una reformulación de equipo y en aceitar las bases del centro de producción que abrió hace nada más que dos meses. Además, agregó que le gustaría que la marca tenga el hype que se merece y coqueteó con la idea futura de abrir algo en el exterior.
Con menos de treinta años, un largo camino recorrido y un futuro prometedor, Chiara Caversaschi nos cautivó, no solo con los sabores de sus creaciones, sino también con su personalidad despojada y transparente. No se la nota muy preocupada por el qué dirán ni por vender algo snob que no la representa. Está enfocada, es trabajadora y es honesta. Alrededor suyo no hay espejitos de colores. Ni en sus redes, ni en su local. Su marca es su principal objetivo y también, como ella confiesa, su principal representación. ¿Lo que la aqueja? la vida fuera de Caversaschi y Co.
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