Gin con artistas: Catalina Ruiz desde su onírico atelier en el campo de Pilar / De politóloga a no imaginar un solo día sin pintar

Nació para ser artista pero lo descubrió mientras estudiaba Ciencias Políticas, y desde su primer cuadro no puede pasar un día sin pintar/Nos recibió en su increíble taller, en medio del campo de Pilar, donde va a alojar su próxima muestra, la que mejor la representa/Hablamos de cómo es para ella ser artista, de la transformación en su estilo, de su proceso creativo, de sus crisis como una constante y de su relación con su madre también artista.

A pesar de ser hija de una artista, no pintó hasta que se lo propuso una coach vocacional durante la facultad. Una vez que arrancó, no paró.

Gin con artistas: Catalina Ruiz desde su onírico atelier en el campo de Pilar/ De politóloga a no imaginar un solo día sin pintar. Por Lenchu Rodríguez Traverso. Fotos: Marina González Mazza. 

En el interior de Pilar, camino de tierra hacia adentro, en una zona de campo donde los caballos caminan con tranquilidad y libertad, descansa el atelier de Catalina Ruiz – @catalinapinturas -. Detrás de su casa de familia, te recibe una construcción rectangular simple, con ventanales inmensos en dos de sus paredes y un techo de chapa a dos aguas, rodeada de verde, de flores, y rincones escondidos de descanso y contemplación. Su taller es su oasis, el espacio donde sucede aquel trance inexplicable que la ayuda a volcarse completamente en sus cuadros. Se construyó en el 2020, y fue su refugio pandémico, aquel que la inspiró a pintar 368 cuadros (sí, más de uno por día) y la terminó de disparar como artista

Cata es de esas personas que, apenas las escuchás hablar, confirmás que nació para ser artista. Por eso sorprende enterarse que su primera experiencia con el arte plástico apareció recién durante la facultad, mientras se encontraba estudiando ciencias políticas, después de haber odiado el primer semestre en diseño de indumentaria. Cuando pintó sus primeros cuadros, y dejó explotar todo lo que tenía contenido adentro, entendió por qué le estaba costando tanto encontrar un rumbo: era por ahí y por ningún otro lugar. 

De pintar decenas de murales para marcas, que empezaron siendo su caballito de batalla, pasó a enfocar su tiempo y su creatividad en series propias, que le dan mayor libertad para expresar su esencia y que la acercan a su gran sueño: convertirse en una artista consagrada. Nos recibió con el taller repleto de obras nuevas que van a formar parte de su próxima exposición y, entre copas de gin tonic, se sentó con MALEVA a contarnos de su historia, su experiencia y sus emociones como artista.

¿Qué proyectos estás armando para este año? 

Estoy armando una muestra que va a ser en mayo. La idea es que sea en el taller. Va a tener una instalación de 15 capas; cuatro de ellas van a ser para novias, y las va a hacer una diseñadora que se llama Marina Suarez. Después van a haber otras 11 que serán para cualquiera. Pero una vez que se vendan todas no voy a hacer más. Es algo, recontra chiquito. Me agotan un poco las cosas que están en todos lados y siento que es algo que podría ser propenso a eso. 

Después estoy trabajando en siete obras que tienen collage de lienzo, papel y bordado. Y estoy preparando una colección de lienzos, van a ser 20 o 25 y van a ir superpuestos. Es divertido que sea acá porque ya el espacio te da algo distinto, ¿viste? El patio lo arman, hay marcas que ponen barras, y está bárbaro, es muy divertido el plan. Esa muestra es el proyecto más artístico del 2023.

Este vamos a lanzar los empapelados, algo que estoy haciendo con una socia peruana que también es artista. Todos parten de una obra de arte, algo que me parece que no está tan visto, versus los empapelados clásicos que son de ilustración. Yo quiero que estos sean obra de arte, que tengan la soltura de una obra.

«De pronto tenés momentos que la re mil sentís y momentos donde no la estás sintiendo tanto pero yo sigo, pinto, necesito pintar, me es una terapia. Lo necesito hacer todos los días. Yo me voy de viaje y al día 15 ya quiero volver, quiero pintar…»

No hiciste una carrera en Bellas Artes, contame de eso.

No, soy politóloga, nada que ver. Estudié medio año de diseño de indumentaria en la UBA pero odiaba todas las materias que eran de diseño. Iba a dibujo técnico y era como ponerme en un centro de tortura. En realidad yo era artista, no era diseñadora, y a un artista no lo podés poner en un esquema de diseñador donde tiene que estar todo el día midiendo con la regla, o ¡copiando! Decía: ¿qué hago acá? Es como que te ordenan todo y te sacan del espacio de delirarla. En cambio el arte es infinito, empezás a pintar y no hay límites.

Entonces no duré nada. Me di cuenta que me gustaban materias como antropología y pensé que claramente lo mío eran las ciencias sociales porque estas materias no me estresaban. Así me fui a Ciencias Políticas que tenía mucho de ciencias sociales y cultura general, era una carrera súper abierta en ese sentido. Al año: crisis. Qué hago acá, qué aburrido, tenía un bajón por hacer todos los días algo que no me movía. Arranqué un coach vocacional y fue lo mejor que pude hacer, porque me guió en entender por qué tomo las decisiones que tomo y fue la primera persona que me dijo: vos tenés que hacer algo con las manos. Yo no pintaba, yo nunca había pintado, pero en mi casa se pintaba así que me mandé. 

¿O sea que habías tenido cero acercamiento con el arte hasta ese entonces?

Cero. Ese fin de semana fui al taller de mamá y pinté 4 cuadros porque me agarró una compulsión (claramente algo me faltaba) todo con una técnica que ni sabía que tenía. Arranqué a pintar y nunca paré. 

¿Terminaste la carrera de Ciencias Políticas o la abandonaste por el arte?

Empecé a pintar y a trabajar de eso pero mientras cursaba. También vivir del arte es muy difícil y hay que desmitificarlo: a mi me va súper bien hoy pero yo en ese momento no tenía ni idea, me mandé y me daba mucho miedo en lo que me estaba metiendo. Terminé la carrera por un deber ser y por una cuestión de más seguridad. Yo ahí no sabía que me quería dedicar al arte, por más de que sabía que me encantaba pintar. Pero ya el segundo y el tercer año los hice pensando: este va a ser mi trabajo y esta va a ser mi pasión. Metiéndole “seguros” a la vida…

«La coach fue la primera persona que me dijo: vos tenés que hacer algo con las manos. Yo no pintaba, yo nunca había pintado, pero en mi casa se pintaba así que me mandé. Ese fin de semana pinté cuatro cuadros. Arranqué a pintar y nunca paré…»

¿Y ejerciste como politóloga o no llegaste?

Al tercer año de facultad dije: antes de recibirme quiero hacer una experiencia de trabajo de política para tener algo en el currículum. De vuelta buscando seguros. Trabajé en una ONG que se llama Red de Innovación Local. Trabajábamos haciendo talleres de innovación para la gente de los municipios. Eran lo más porque mi jefa me decía que vaya a la oficina con mi cartuchera de marcadores y con la computadora. Entonces hacía las dos cosas: tenía una pata de cranear proyectos y programas de innovación y otra re artística donde hacía afiches, o ilustraba las charlas. Era muy creativo, tenía mucho sentido del humor y muy divertido.

Cuando empecé a trabajar ahí, a la par me empezaron a llover trabajos de arte. Hasta que en un momento me di cuenta que me gustaba mucho más el arte, me daba mucho más a nivel plata también y pensé: ¿qué hago acá? No me la estoy jugando por hacer lo que me da seguridad. Entonces renuncié después de un año y medio y me largué a hacer pintura: estudiaba y tenía un taller en el centro donde daba clases dos veces por semana y después el resto de la semana hacía cuadros y muchos murales. Eran mi caballito de batalla. 

¿Estudiaste algo después relacionado con el arte o fue todo full autodidacta?

Hice talleres, pero poquísimos. Tenía mucha técnica por el taller de mamá e hice uno de óleos, uno de acuarela y tinta china en Barcelona y después en Londres un programa tipo clínica de arte que se llamaba “Painting the next step”.

¿Cómo te encontraste siendo artista en la pandemia?

La pandemia fue lo mejor que me pudo pasar, porque tenía todo el tiempo del mundo para pintar y la gente estaba en su casa viendo sus paredes blancas. El año de la pandemia hice 368 cuadros por encargo, fue un disparate. Este atelier lo construí en dos meses durante la pandemia y me vine a trabajar acá. Fue un año de mucho crecimiento, tuve que contratar a una persona con la que trabajé 2 años y medio y estuvo bárbaro. Él era administrador de empresas entonces me servía mucho para la mecánica: hago muchos cuadros, se venden, la logística, se mandan… 360 cuadros hay que mandarlos y cobrarlos, y yo estaba full pintando. Yo en la pandemia estuve siempre en pijama, no veía a nadie, tipo freak, ¿entendés? Trabajaba 10, 12 horas por días y fines de semana, todo de corrido.

«La pandemia fue lo mejor que me pudo pasar, porque tenía todo el tiempo del mundo para pintar y la gente estaba en su casa viendo sus paredes blancas. El año de la pandemia hice 368 cuadros por encargo, fue un disparate…»

¿Hasta cuándo sostuviste ese ritmo?

Después de ese año dije: esto está buenísimo pero quiero hacer cada vez menos y que valgan más y empezar a jugar la del arte. Cada vez me fui más hacia el lado de que quiero hacerme una artista consagrada y para eso necesito empezar a hacer más series y dejar de hacer tanto cuadro por encargo.

¿Quién te ayuda ahora?

Ahí apareció Martu Fasciani, que me empezó a acompañar desde un lugar más creativo y a empoderarme más desde todo lo artístico. La idea es que Martu haga todo lo que está de fondo para que yo pueda ejecutar mis ideas, porque en ese momento no tenía tiempo y ahora tampoco. Quiero hacer una capa y Martu averigua todo sobre géneros, sobre tinturas y me trae: vamos a hacerlo con esto, con esto y esta persona la va a confeccionar. Me hace las fotos, sube las cosas a Instagram, para la muestra ella arregla cómo va a estar el taller, cómo va a estar tal cuadro colgado, con qué alambre, todo eso que lleva mucho tiempo. En el arte necesitás un 100 de tu persona porque sino no sale. No puedo estar haciéndome la capa y pensando en cómo la voy a colgar porque me voy a llevar parte de la creatividad a eso. El rol de Martu me suma mil.

¿Y los números quién los maneja?

Estoy vendiendo mucho más caro. Vendés más caro, vendés menos y no tenés tanta logística. Cambió mucho el circo. Hoy vendo un cuadro en lo que antes vendía cinco entonces el tiempo que le tenés que dedicar a los números es mucho menos. Lo hacemos entre Martu y yo.

¿Tu idea entonces es llegar a hacer cero cuadros por encargo?

Quiero hacer encargos porque necesito las dos cosas, sino me vuelvo loca. Si estuviera haciendo todo el día cuadros donde tengo que descubrir, indagar, darle la vuelta… no puedo. El encargo te da eso de que es un camino que ya trazaste y, si bien te da resultados distintos siempre, porque nunca son exactos, ya sabés a dónde vas, sabés que eso resulta y que estética y artísticamente funciona. Siempre tiene un desafío, es menos, pero siempre tiene un desafío.

«En un momento me di cuenta que me gustaba mucho más el arte, me daba mucho más a nivel plata también y pensé: ¿qué hago acá? No me la estoy jugando por hacer lo que me da seguridad…»

¿Qué te pasa, qué sentís en el momento que estás creando?

Cuando estoy enfocada, que no es todo el día pero capaz son 4 horas por día, estoy en trance. Por eso es muy importante el espacio, necesitás estar aislado del mundo. Yo no podría estar en un taller con más gente. Es como un poco autista el mundo de la pintura pero es como que me enfoco y me fui. A mi me pasa que a veces hay amigas que me dicen “te visito y te charlo mientras” y yo les digo, sí pero corto de pintar y charlemos porque no puedo hacer todo. De hecho no escucho música. Cuando hago murales en casas de gente me preguntan si no pongo música y no sé si suena menos artista porque la gente se flashea que vos estás en una nube de… ¡no! Si estoy enfocada y hay música no la estoy escuchando, para mi es un ruido. Me molesta.

¿Te gusta más trabajar sola o con alguien?

Me gusta el equilibrio. Me gusta trabajar sola, lo re necesito – si yo no trabajo sola lo siento, me siento invadida -, pero me gusta trabajar con gente porque es muy rico el intercambio. Vos trabajás con alguien y es como hacer un curso intensivo con el mejor artista del mundo, porque es poner lo tuyo a merced del otro y ver qué sale de los dos. Eso hicimos en Siembra y en Marina con Martu Elisa. Y fue un juego. Lo arrancamos así, viendo qué sale, y salió increíble.

¿Qué se siente compartir esta pasión con tu madre?

Está re bueno. Yo si lo pienso hoy, capaz no me hubiera animado al arte antes porque era algo de mamá. Y viste cuando sos chica, algo de tu mamá es de tu mamá y te parece lo menos. Pero hoy me encanta, es un espacio que compartimos y nos comunicamos en eso: ella tiene su rol, yo tengo el mío y nos encontramos ahí de formas que no nos encontramos en otros lugares de la vida. Las dos tenemos nuestros tiempos y en el proceso nos entendemos mucho, entonces se termina el mural y tuviste una charla re linda, sin buscarla. Con mamá lo que más hago son murales.

Una anécdota graciosa es que yo en el colegio cuando era chica creía que no pintaba. Cuando tenía 3 o 4 años la citaron a mamá muy preocupados porque pensaron que era autista o que tenía algún problema porque estaba siempre pintando y repetía con el pincel “apoyo, presiono, levanto”, sentada en una mesa todo el día, sin conectar con la gente. Y mamá en ese momento a sus alumnas les enseñaba una técnica para pintar flores donde repetía eso. Claramente siempre estuvo ahí, adentro mío.

Por eso me resulta tan raro que lo hayas descubierto tan tarde…

Sí, pero son esas cosas que capaz tenés que liberarte por otros lados y aparecen de verdad. Nunca lo viví como “es algo de mamá” porque realmente fue muy mío también. Yo creo que tengo varias cosas de mamá con lo que pinto – sobre todo con la naturaleza y en la estética tenemos cosas parecidas -, pero las dos hacemos nuestro propio estilo muy fuerte, nuestra pincelada es muy distinta. Está muy claro cuando algo lo hizo mamá y cuando algo lo hice yo. Por eso también funciona. Si hacemos árboles mamá va a hacer siempre el tronco y yo voy a hacer siempre las hojas. Y tiene también que ver con la personalidad, yo soy más desorganizada y ella es más madre, más estructurada, sigue una receta. Para mí es imposible. Yo voy y la siento.

«Es muy importante el espacio, necesitás estar aislado del mundo. Yo no podría estar en un taller con más gente. Es como un poco autista el mundo de la pintura pero es como que me enfoco y me fui…»

¿Cómo sentís que fue cambiando tu estilo de artista?

Me pasa con la gente que me compró mis primeros cuadros que les diría: “ay qué ganas de que tengas uno de ahora”. Es re lindo que haya gente que los tenga pero sí, cambió mucho, cambié mucho. Tengo cuadros de antes que me gustan más y otros que no me disgustan pero que me hacen pensar qué buena evolución hice. Me siento o muy durita o muy dulce, le faltaba una vuelta de tuerca a la parte más misteriosa del arte. Y hoy sí siento que estoy en una esencia que es más propia. La serie de cuadros de mi próxima muestra siento que es un resumen de todo lo que fui haciendo y de todo lo que soy, está ahí

¿Tuviste algún momento de crisis?

Crisis siempre, constante. Me pasa que hago un cuadro donde me gusta mucho una partecita y quiero seguir en esa línea pero fue algo que salió en el momento y no vuelve a salir. El arte tiene esto de que tenés que estar todo el tiempo en esa búsqueda. Después frustraciones, miles. Creo que es la constante en el artista. Llegás a algo que te gusta, después miles que no te gustan, después volvés con algo que sí, eso desde ya desde lo artístico. Y después está la clásica crisis: si hacés cosas que se venden súper o cosas que son buenas artísticamente. Es una dicotomía enorme: ¿estoy creciendo como artista o estoy creciendo como vendedora de arte? Si te vas muy al lado del artista pensás; voy a ser una bohemia que va a vivir del aire. Y, de pronto, si te fuiste muy a lo económico pensás; qué embole no estoy haciendo nada artístico copado.

Vos, de alguna forma, al punto que estás llegando ahora y al que querés llegar – el ser artista consagrada – te da más libertad para hacer lo que quieras, porque a la gente le gusta cómo sos y te lo va a bancar igual.

Si, y eso fue algo que se fue construyendo con los años. En el 2020 cuando hice todos esos cuadros no me pasaba, hoy sí, lo disfruto, lo vivo de otra forma y es mucho más relajado en ese sentido, hay muchas cosas que ya las fui trascendiendo y ya pasaron. Es una constante el estar siempre haciendo algo nuevo, y esa es una crisis enorme; el pensar “esto ya lo mostré”. También Martu me ayuda muchísimo, se ocupa de muchas cosas para que yo pueda estar haciendo cosas nuevas todo el tiempo porque flasheo una idea y la puede bajar a tierra y yo voy a pintarla.

¿Te pasa a veces que estás en una, no conectás y no querés hacer nada?

No me pasa de no querer hacer nada porque necesito hacer algo siempre. No tengo ese vacío, pero sí capaz hago cosas que no tienen tanto sentido para mí, tengo momentos más llanos, donde hago cuadros o encargos y no la estoy sintiendo tanto. De pronto tenés momentos que la re mil sentís y momentos donde no la estás sintiendo tanto pero yo sigo, pinto, necesito pintar, me es una terapia. Lo necesito hacer todos los días. Yo me voy de viaje y al día 15 ya quiero volver, quiero pintar

«Hoy sí siento que estoy en una esencia que es más propia. La serie de cuadros de mi próxima muestra siento que es un resumen de todo lo que fui haciendo y de todo lo que soy, está ahí…»

¿Qué es para vos ser artista?

Ser artista es volcar tu esencia en algo plástico. Y la esencia no cambia pero sí el contexto va cambiando, eso te va transformando y eso hace que tus cuadros vayan cambiando también. Yo me doy cuenta que los momentos de mi vida están muy marcados por lo que pinté. Y yo sí nunca pinté copiando algo o intentando hacer algo, siempre fue más como una expresión. Las flores, que fue lo primero que hice y que estoy siempre trabajando, son mi medio de expresión. La gente me pregunta, ¿qué flor pintás? Y la verdad que ninguna, la fui transformando y hoy no sé que es. Es mi expresión.

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En MALEVA hacemos fotos y videos para nuestras coberturas y notas con los equipos de MOTOROLA Edge 30, Moto g200 5G, Moto g52 y moto g41.