Entrevista a la familia del Barco Amarillo: sabiduría marinera para «capear el temporal» del Coronavirus

Desde hace dos años que decidieron zarpar de Buenos Aires y viven navegando/La epidemia los encontró en su velero en Angra dos Reis/En una conversación con MALEVA nos cuentan cómo se puede aplicar filosofía náutica a esta crisis surrealista/¿Cómo ser paciente en la convivencia en un espacio chico? ¿Cómo enfrentarse a lo imprevisible? ¿Cómo no caer en la ansiedad?

La familia del Barco Amarillo no duda de que está en un gran lugar para «capear el temporal» del Coronavirus

Entrevista a la familia del Barco Amarillo: sabiduría marinera para «capear el temporal» del Coronavirus. Por Santiago Eneas Casanello.

La epidemia de Coronavirus tiene un poder: congelar situaciones. Si vivís en un departamento de dos ambientes, con vista a una medianera, y con una pareja con la que te llevás mal, te congelaste ahí. Pero así como hay mil realidades, la cuarentena puede «poner en pausa» mil historias distintas. Una que no tiene nada de común (y sí, mucho de sol, viento y libertad) es la de Juan Manuel Gordal y Constanza Coll. Él es psicólogo, y ella periodista. Ambos son navegantes y hace dos años tuvieron el valor de convertir en su realidad de todos los días, lo que para muchos parecería un sueño utópico: renunciar a sus trabajos, levantar anclas y vivir en el mar. La epidemia los encontró flotando con su velero, sobre el mar turquesa de Ilha Grande, en una bahía de Angra Dos Reis. Allí, junto a Ulises, su hijo de cuatro años – que tiene una vida marinera desde que nacio en la aventura – , Lula su perra, y un hijo por llegar que crece en la panza de Coni, se sienten «en el lugar más seguro posible» para atravesar la locura que vive el planeta. Aún pueden seguir navegando y con la isla cerrada, recorren playas desiertas «donde hacemos yoga y UIlises puede jugar», recogen el agua de las cascadas naturales y Juan pesca con arpón. Es una existencia muy simple, en la que aseguran que disfrutan de rutinas sencillas como lavar la ropa a mano. Como navegantes, además, pueden darnos varias lecciones a aquellos que nunca enfrentamos lo que para ellos es costumbre: convivir en espacios reducidos, enfrentarse a lo imprevisible, controlar la ansiedad, establecer rutinas cuando el encierro aprieta. 

¿Qué consejos de navegantes le darían a tanta gente que por primera vez tiene que permanecer en un mismo espacio, y en general pequeño?

Juan Manuel: nosotros nos dimos cuenta navegando que todos tenemos nuestras cosas. A mí a veces me brota mal caracter. Coni pierde la paciencia. Todos tenemos nuestras debilidades. Pero nos dimos cuenta en un momento dado, que es injusto brotarse contra el otro porque en una situación de aislamiento, el otro sólo nos tiene a nosotros. Por eso no podés perder la paciencia ni ser agresivo. En una situación normal uno puede salir, suele descargar afuera. Pero encerrado no podés. Por eso nos dimos cuenta que es injusto que el otro cargue con nuestro mal humor. 

La navegación también implica desarrollar estrategias que combinen el largo plazo, como ir hacia un determinado puerto, con el corto e imprevisto como que te agarre una tormenta. Si la epidemia de Coronavirus fuera algo así como una tormenta imprevista. ¿Cuál es la actitud mental y práctica para atravesarla?

Es cierto. En la náutica hay tanto objetivos a largo plazo como a corto plazo. Y eso sin dudas es un entrenamiento para el Coronavirus. Si queremos navegar hasta Buzios, no sólo tenemos que estudiar cómo es la navegación y la entrada al puerto, sino también todos los puertos alternativos porque al estar determinados por el medio ambiente, no siempre podemos predecir lo que va a ocurrir en el transcurso de 48 horas. Si las condiciones cambian, tenemos que tener la plasticidad para cambiar el plan original de largo plazo. Con esta pandemia lo vivimos de una forma muy particular porque Coni está embarazada y sabemos que como Coni tuvo a Ulises con cesárea queremos un hospital con neonatología para reducir los riesgos, pero por lo que pasa el escenario cambia todo el tiempo. La clínica de Angra que teníamos prevista ahora solo atiende en exclusivo  pacientes con Coronavirus, entonces tenemos que buscar un plan B, y si es necesario un plan C. Lo que aprendimos con la náutica es que no hay que forzar la realidad. Si tenés un pronóstico de mal tiempo, no hay que forzarlo y pensar «no va a llegar». El mar no se domina. Y en este caso la realidad tampoco. No nos queda más que adaptarnos con la mejor cintura posible.

«Y acá va una frase náutica: la paciencia es la virtud del buen marino. Siempre vas a poder cruzar determinado mar o llegar a determinado puerto. Siempre van a estar ahí. Sólo hay que esperar las condiciones propicias para hacerlo. Más temprano que tarde todo va a pasar. Lo que hoy nos preocupa, y nos da pena y ansiedad, va a pasar…»

Tienen un hijo chico y estás embarazada Coni. ¿Esta situación les da temor o por el contrario sienten que están en uno de los lugares más seguros para pasar la crisis?

Pensamos que es el lugar idóneo para tener a nuestro segundo hijo porque nos sentimos muy cómodos, seguros y felices en el contexto del barco. Para que nos contagiemos el mundo tiene que estar muy contagiado, el virus llegar a Ilha Grande, y después nadar hasta nuestro barco (risas). Creo que estamos muy bien aislados. Pero además es el lugar perfecto porque tenemos el mar que es como una piscina inmensa para nadar, navegar, mirar. Y como no está prohibido navegar, podemos desembarcar en playas vacías porque la isla está cerrada. 

Ustedes decidieron hace ya algunos años, jugársela por la libertad y alejarse de la «rueda de hamster» de las vidas típicas en la ciudad. ¿Creen que esta epidemia, con su trauma y algunas lecciones positivas que traerá, puede llevar a más gente a replantearse el rol monótono y de insatisfacción que tiene?

Juan Manuel: todas las grandes crisis por lo general llevan a la gente a emprender, como los chefs y demás emprendedores que después de la crisis de 2001 abrieron restaurantes que fueron un éxito. La necesidad logra que nos pongamos creativos. Porque frente a la pérdida de algunas garantías como sueldo, jubilación, prepaga, no te queda otra. Tenés que inventar cosas nuevas. Pero a su vez, cuando pase la epidemia, no sé porque la gente va a romper con las facilidades y comodidades de la ciudad, si no lo hizo antes. Cuando ya sabían que el horizonte estaba más lejos que las paredes de su oficina, y que sus hijos los esperaban para jugar en sus casas. No hace falta una pandemia para ver eso. Además, cuando uno decide un cambio profundo, se lanza a una vida sin garantías y nadie te garantiza que te vaya a salir bien. Se arranca con una apuesta, y sobre una pérdida, como en el poker. Y  no sé cuantos están dispuestos a hacer ese sacrificio. 

«Creo que estamos muy bien aislados. Pero además es el lugar perfecto porque tenemos el mar que es como una piscina inmensa para nadar, navegar, mirar. Y como no está prohibido navegar, podemos desembarcar en playas vacías porque la isla está cerrada…»

Tuvieron que inventar una rutina particular a nivel pareja y personal. ¿Cuáles son los rituales y actividades que crearon para pasarla bien?

No sé si diría que tenemos una rutina. Es al revés. Tratamos de evitar los horarios, pero hacemos una lista mental de lo que vamos a hacer cada día. Hoy viajamos. Cuando fondeamos pensamos qué hacer con Ulises. Porque él crece y pide diferentes cosas. Por ejemplo, hacemos «home schooling», y tanto Juan como yo le damos clases. Para que aprenda a tener paciencia. A sentarse. Le enseñamos las letras, los números, los animales. Si el barco pide, tenemos que responderle con mantenimiento. Cuando hay sol hacemos una serie de cosas, cuando llueve otras. Tratamos de darnos tiempo para estar juntos y charlar. Una hora para desayunar, otra para almorzar, para cenar, para cocinar. Pero disfrutamos mucho de las cosas simples de la vida. Como lavar a mano la ropa. Hasta eso disfrutamos. 

¿Cómo se combate, según su experiencia, la ansiedad en un espacio chico, cuando a veces no podés ir más lejos?

Juan Manuel: depende mucho. Cuando hay sol, el espacio del velero no es nada reducido porque tenemos playa, tenemos el mar, podemos pescar. Hacer mil cosas. Cuando llueve es otra cosa, ahí si se reduce todo porque tenés que estar todo el día adentro. En Bahía tuvimos veinte días de lluvia de corrido. Lo ´más importante en esos caso es, sí, tener alguna rutina. Que no te tire estar en la cama todo el día viento películas. Porque si hacés eso, al final te das cuenta de que te duele la cabeza, que te sentís mal, que no hiciste nada productivo. Que no compartiste nada con el otro y termina siendo peor. Cuando la cosa viene dura, es importante armarte una rutina. En Bahía nos bajamos una aplicación para hacer ejercicio físico. A la mañana nos poníamos una alarma y hacíamos ejercicios, después hacíamos con «Uli» actividades, luego cocinábamos y luego, con otra alarma nos poníamos a hacer de nuevo una rutina física hasta que se hacía de noche y podíamos relajar con una peli. Hay que mantenerse ocupado para calmar la ansiedad. Y acá va una frase náutica: la paciencia es la virtud del buen marino. Siempre vas a poder cruzar determinado mar o llegar a determinado puerto. Siempre van a estar ahí. Sólo hay que esperar las condiciones propicias para hacerlo. Más temprano que tarde todo va a pasar. Lo que hoy nos preocupa, y nos da pena y ansiedad, va a pasar. Mientras hay que obrar con cuidado y cautela. Y lo que postergamos, ya lo vamos a poder retomar. Porque sino, la peor tormenta puede ser la que se te desate por dentro. Paciencia. 

¿Algún otro consejo náutico que pueda servir para este tiempo surrealista y crítico? 

Coni: sí, que a veces, no hay que tomar decisiones salvo que sean imprescindibles en serio. Porque las condiciones cambian día a día y te podés arrepentir. Todavía no decidimos donde va a nacer nuestro hijo porque no todo está dicho aún. Puede que sea una postura un poco budista, pero creemos que las cosas se van a ir resolviendo solas, y solo el cielo se va despejando. 

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