Nos dimos cuenta de que la primavera nos divide en dos: los que se meten horas en el gimnasio mirándose al espejo con el apoyo del aire acondicionado y los que salen a correr por las calles y avenidas de Buenos Aires a la nochecita (otro día haremos alguna mención a la creciente rivalidad entre los fanáticos de los entrenamientos rudos tipo crossfit y los más espirituales del yoga). El hit del trote es sin duda Av. del Libertador entre el Museo de Bellas Artes y el Hipódromo de Palermo. Pero también hay otro lugar que se convirtió en un fenómeno: la Costanera de Vicente López. Cada vez más gente la frecuenta, y muchos – en verdad es más “muchas en rollers” que muchos – lo hacen después del trabajo. ¿O no conocieron a nadie que en las últimas semanas no les haya contado que anduvo por ahí? Es como nuestro sueño californiano suburbano. O al menos el único lugar de la Ciudad (por ciudad obviamente no nos referimos sólo a la autónoma) disfrutable en serio, en que no le damos la espalda al río y envidiamos a los montevideanos.
«Nos dimos cuenta de que la primavera nos divide en dos: los que se meten horas en el gimnasio mirándose al espejo con el apoyo del aire acondicionado y los que salen a correr por las calles y avenidas de Buenos Aires a la nochecita (otro día haremos alguna mención a la creciente rivalidad entre los fanáticos de los entrenamientos rudos tipo crossfit y los más espirituales del yoga). El hit del trote es sin duda Av. del Libertador entre el Museo de Bellas Artes y el Hipódromo de Palermo.»
Hablando de río, lo que más diferencia a los zonanortenses de los porteños (o los de “Capital” como les diría un zonanortense) es el río. Micro tesis: el río más accesible pudo haber sosegado el carácter de los de allende de la General Paz.
Esta segunda rapsodia, este arrebato de apuntes sobre la linda vida, va a ser más breve que la primera. Algunas rapsodias tendrán diez párrafos, otras dos, son impulsivas. Y esta va a tener una fuerte impronta foodie y va a estar dedicada – más que nada – a lo que fue la tercera edición de Masticar. Unos números que nos parecen geniales: se vendieron diez mil aperitivos, 1500 kilos de langostinos y…9000 kilos de ostras. ¡Qué paladares bonvivants! Masticar 2014 fue un éxito (y nuestra nota con los 10 platos y productos imperdibles también) con más de 110.000 personas que pasaron por el Dorrego. De los cuatro días de placeres nos quedó el sabor del Chorichang de Calle Manduque (un dumpling gigante relleno con chorizo y cubierto de chimi churri asiático) preparado por Yago Márquez y Antonio Soriano, la perfección del carpaccio de trucha cítrico en BASA y los helados de Guilab que con nitrógeno líquido se preparaban in situ para cada comensal. No nos vamos a olvidar tampoco de los chefs sirviendo sin parar (era más fácil encontrarlos en sus puestos que choluleando por ahí), desde Fernando Trocca a Pablo Massey.
«No podemos dejar de destacar algo que parecía mentira pero era real, de carne y hueso: la presencia del legendario Francis Mallmann en su puesto de Tierra de Fuegos. Piel de gallina para muchos que lo descubrieron. Sentadito en una silla, mirando a un punto fijo poético, con sombrero, entre el humo de sus parrillas. Genio.»
Nuestro momento preferido, a pesar de que nos quedamos con ganas de algunos platos que ya se habían terminado, fue el cierre de domingo desde las 7 de la tarde donde corría aire de fin de fiesta y euforia por parte de los que no se querían quedar sin probar. En cambio el sábado a la tarde no entraba un alfiler. Señal del éxito y repercusión de la feria. Y señal de que puede que en el futuro se termine optando por una ubicación más amplia.
No podemos dejar de destacar algo que parecía mentira pero era real, de carne y hueso: la presencia del legendario Francis Mallmann en su puesto de Tierra de Fuegos. Piel de gallina para muchos que lo descubrieron. Sentadito en una silla, mirando a un punto fijo poético, con sombrero, entre el humo de sus parrillas. Genio. En este MASTICAR nos pareció la gloria el Mercado. En las otras ediciones no les habíamos prestado tanta atención. Cayetana Vidal Buzzi nos escribió una nota muy acertada sobre los diez productos más llamativos. Esos que no encontrás fácil ni en el súper, ni en el chino, ni en una tienda de delicatessens valentiniana. A nosotros nos pudo mucho la presencia marina de la Patagonia. Y notamos que a la gente también le llamaban mucho la atención las algas de las Grutas y los cristales de sal patagónicos. Asimismo, llegamos a la conclusión de que uno de las mejores maneras de recorrer Masticar es con una botellita individual de vino. El año que viene, si hacemos una nota que explique por dónde empezar y por dónde cerrar una visita a Masticar, el primer dato va a ser ese: apenas entren vayan a buscar a su compañera tinta, blanca o rosada.
«¿Pasaron por Luis María Campos y Gorostiaga de noche últimamente? Entonces seguro vieron a la barranca de la Abadía de San Benito intervenida con la obra de Desiree de Ridder, espacio número 2 de Casa FOA (a leer nuestra nota nocturna). Sus Palomas Blancas en el Jardín Oscuro se ven desde los autos y colectivos asomándose en las hiedras y yuyos salvajes. Las vamos a extrañar cuando se vayan al final de la expo.»
Fuera de Masticar, pero en Palermo, queremos mencionar en esta rapsodia a un clásico: la Cabrera. Nada nuevo ni loco ni extraño: sólo queremos reafirmar que en La Cabrera la pasás muy bien. Estuvimos cenando el jueves a la noche y disfrutamos desde los platitos con todo tipo de salsa y ensaladita hasta los chupetines después del café. Consejo: no dejar de pedir las mollejas, carnosas y a punto. La carta no tiene novedades, pero el servicio es el impecable de siempre. Se merece ser la parrilla argentina en los 50best.
Estuvimos maleveando también en la Sparkling Night en el Hotel Panamericano. 35 bodegas presentaron doscientos tipos distintos de espumantes. Los de la bodega Rossell Boher estuvieron muy bien, y a juzgar por la cola que se formaba para degustarlos, también la gente se dio cuenta de que eran una gran opción. Además en estos eventos siempre se da la mezcla promotoras – enólogos. Y no es lo mismo, claramente. En Rossel Boher, la atención estaba a cargo del enólogo Alejandro Martínez, todo un señor enólogo que pese al tumulto, no se salía del rol y le dedicaba a cada uno de los presentes una amena explicación.
Para terminar ¿Pasaron por Luis María Campos y Gorostiaga de noche últimamente? Entonces seguro vieron a la barranca de la Abadía de San Benito intervenida con la obra de Desiree de Ridder, espacio número 2 de Casa FOA (a leer nuestra nota nocturna) Sus Palomas Blancas en el Jardín Oscuro se ven desde los autos y colectivos asomándose en las hiedras y yuyos salvajes. Las vamos a extrañar cuando se vayan al final de la expo.
Fotos: Paula Eleod y foto destacada Mass-Masticar