Una muestra ingeniosa en un museo que ya por su diseño es un escenario espectacular en sí mismo
El jueves 18 se inauguró en la Colección de Arte Amalia Lacroze Fortabat, bajo la curaduría de Rodrigo Alonso, una muestra para la que sólo tengo conceptos positivos por lo ingeniosa y por la envergadura de la propuesta: “Berni y las representaciones argentinas en la Bienal de Venecia”. En el museo de Puerto Madero diseñado por el arquitecto uruguayo Rafael Viñoly, la exposición concentra en un piso todos los envíos, todos los artistas y sus obras que participaron de distintas ediciones de la bienal de Venecia a lo largo de la historia. Visitarla es una gran oportunidad por dos razones: porque permite sentirse un poco en la Bienal más importante del mundo a través de las obras que más tienen que ver con nuestra identidad y porque en la exposición italiana se presentan y se presentaron los mejores artistas del país, por lo cual verlos juntos es apreciar en una sola secuencia lo más notable del arte local.
Los ojos de Graciela Sacco y las luces de Catalinas detrás
Se pasa de Antonio Berni – quien fue el primer argentino en ganar un premio de la Bienal en 1955 – con su collage de Ramona Montiel al arte geométrico de Julio Le Parc – quien fue el segundo y último argentino en ganar en la Bienal en 1966 – y después a las interferencias urbanas, las instalaciones, el arte video y artistas como Graciela Sacco, Adrián Villar Rojas, Dino Bruzzone, Marta Minujín, Clorindo Testa y Luis Felipe Noé, entre otros. Es decir, muchas y distintas expresiones que reflejan la evolución del arte argentino en el siglo XX y XXI. De hecho, al empezar a caminar la muestra lo primero son cuadros más clásicos, en una dimensión, y a medida que avanzás – y avanza el tiempo – todo se vuelve más rupturista, moderno, experimental. Es como un viaje en el tiempo y en el espacio: algo mágico.
«Visitar la muestra es una gran oportunidad por dos razones: porque permite sentirse un poco en la Bienal más importante del mundo y porque en la exposición italiana se presentan y se presentaron los mejores artistas del país, por lo cual verlos juntos es apreciar en una sola secuencia lo más notable del arte local.»
Asimismo, es una muestra que tiene otro aspecto muy interesante y notable para el visitante: que lo que se expone son las obras que marcaron un antes y un después en la vida de los artistas. ¿Por qué? Porque la Bienal de Venecia es la exposición más importante del mundo, sin nada que se le acerque, y todo artista que participe de ella, se vuelve mucho más popular, se súper prestigia y su obra se valoriza de manera inédita. Sus carreras artísticas dan un giro abismal y se dispara su proyección internacional. Tan es así que hay artistas que cuando se enteran que fueron seleccionados para participar sacan de la venta a sus creaciones porque saben cuanto van a subir sus precios pos Venecia.
Recorrer la muestra es un viaje en el tiempo y el espacio
El propio Antonio Berni no era tan conocido antes de su participación en la bienal de bienales. Para él, el premio fue como ganarse un Óscar. El rosarino solía decir que había obras para puchero y otras para museo. Las primeras eran las que le podía pedir alguien por encargo – “retrateme a mi tía” –, básicamente, obras para comer. Las de museo son las otras, las que tienen una inspiración más genuina, como las que hizo para la Bienal. La imagen que dio Berni del país en el país fue cruda, auténtica, porque decidió presentar a su personaje Ramona Montiel, la contracara de Juanito Laguna, también de origen pobre pero deslumbrada por las luces de la gran ciudad y dedicada a la prostitución. Estaba, de alguna manera, mostrándole a Europa el tercer mundo. ¡Y también fue como que Ramona hubiera viajado a Venecia! Su sueño tan esquivo del éxito, cumplido. Ella, se puede suponer, habría querido ser una Barbie, estar en el centro de occidente y lo hizo.
Para Julio Le Parc, como para Antonio Berni, participar (y ganar) la Bienal de Venecia fue la gran bisagra de su carrera
«El propio Antonio Berni no era tan conocido antes de su participación en la bienal de bienales. Para él, el premio fue como ganarse un Óscar»
En el caso de Le Parc, el otro argentino premiado que está en el Fortabat, la divisoria de aguas que le significó Venecia en su carrera fue todavía mayor. Antes era muy poco conocido, un mendocino que vivía en París becado por el gobierno francés y que estaba metido en el op-art (arte que hace uso de ilusiones ópticas). En el país su técnica geométrica no era muy bienvenida, pensaban que estaba totalmente loco, porque en ese momento había mucha pintura de sierras, valles, paisajes, mucho más tradicional. ¿Cuánto vale un Le Parc ahora? Puede costar trescientos mil dólares. Venecia tuvo que ver con eso.
Algo genial de la muestra es que cuando entrás tenés una escalera llena de ojitos. Son los ojos que en 2001 Graciela Sacco colocó por toda la ciudad de los canales, sobre muros, columnas, pasajes. Casi treinta mil ojos. Su obra se llamó “Esperando a los bárbaros”. El recorrido de la muestra en el Fortabat concluye también con los ojos de Sacco. Se empieza y se termina con una toma del espacio. Ojos que ven a los que llegan, ojos que observan a los que se van.
Una de las preguntas de la muestra es ¿Cómo se representa a un país?, reproduce las tensiones entre dos criterios de selección enfrentados: el que sostiene que ésta debe plasmar el imaginario y los valores de la nación, y el que considera que debe “hablar” el lenguaje internacional del resto de los países del mundo.
También se plantea otro conflicto: ¿Es la Bienal de Venecia un espacio para impulsar a los artistas jóvenes o para homenajear a los consagrados? Es una muy buena pregunta porque al principio la Bienal era más para homenajear a los consagrados y después fue cambiando.
La idea de Rodrigo Alonso más acertada no podía ser. El Fortabat se despertó, dio un gran paso. ¡Chapeau!
(Sobre Florencia Giordana Braun: directora de la galería Rolf– Posadas 1583 – , productora de contenidos artísticos y Licenciada en relaciones públicas especializada en gestión cultural internacional)
fotos: prensa Museo Fortabat