Cuando estaba a punto de cumplir 28 años, Vanessa Bell pensó que necesitaba dar un volantazo a su vida. Ese impulso que suele venir detrás de la premisa que reza “si no lo hago ahora, no lo hago más” cobró forma de mudanza hacia un nuevo continente: renunció a su trabajo de oficina en el NHS (el servicio de salud pública británico) armó valijas y se instaló Buenos Aires. Aunque había nacido en París y había vivido en Inglaterra hasta entonces, esta no era una ciudad del todo ajena para ella: desde chica la había recorrido casi todos los años con su mamá argentina. De ahí que ella, que hace siete años volvió para instalarse en el hemisferio materno, no se considere solamente bilingüe sino también bicultural. En la mesa de luz de su cuarto de niña, Roald Dahl siempre convivió con María Elena Walsh; y el acento argentino que desliza en cada respuesta de su charla con MALEVA tiene pocas marcas que delaten su educación extranjera.
«Una de las grandes cosas que me apenan de Buenos Aires es que siempre la mirada está puesta en el afuera, en la idea de que afuera es mejor. ¡Look in your backyard! Semana a semana me encuentro con turistas que conocen Berlín, Londres, Nueva York y se vuelven locos con todo lo que tiene para ofrecer esta ciudad.»
En un principio el objetivo fue dar clases de inglés, y Vanessa se formó como profesora de idiomas, pero el destino, o quién sabe qué otra fuerza misteriosa, tenía otros planes para ella. Al poco tiempo de llegada comenzó a colaborar con el equipo porteño de Time out, que preparaba por entonces el guide book de Buenos Aires. Los editores de Wallpaper, una de las revistas de diseño y tendencias más inquietas e influyentes de este mundo, llegaron a ella y comenzaron a pedirle algunas notas. Después vinieron Icon, Dwell, Monocle. Y así, casi sin darse cuenta, Vanessa se convirtió en una referente del lifestyle porteño para el universo angloparlante. “Por esa misma época, mi amiga Christina, la chef de Cocina Sunae, llevaba adelante BA Local, una agencia de recorridas para extranjeros, y me pidió que la cubriera en algunos paseos”, recuerda Vanessa. “Me di cuenta de que era algo que se me daba bien y empecé a organizar salidas propias, cada vez menos apuntadas al clásico turista que busca cueros y más enfocadas en el mundo creativo”. Hace tres años nació Creme de la creme, un servicio de compras y tours a medida que ya sacó a pasear por la ciudad a arquitectos neozelandeses, artistas neoyorquinos, galeristas ingleses y hasta al equipo de comunicación de Barack Obama, en su visita a la Argentina.
Ningún tour de Vanessa es igual al anterior. Antes de llegar a la ciudad, sus clientes contestan un cuestionario que la ayuda a entender qué es lo que suelen buscar como viajeros en general y cuáles son sus expectativas respecto de Buenos Aires en particular. “En los últimos tres años armé recorridos de todo tipo: con foco en las galerías de arte más innovadoras, en los mejores lugares para comprar decoración de interiores, visitas a los showrooms más originales. Hago scouting permanente, trato de estar al tanto de todo lo que pasa en la ciudad”. Pero lo que la vuelve tan singular son, sin dudas, sus recorridas arquitectónicas, curadas especialmente para cada viajero y, en la mayoría de los casos, lejanísimas geográfica y conceptualmente de Caminito y la Casa Rosada: en su lógica y la de su público, las casas más originales de Liniers tienen más chances que cualquier lugar común porteño.
“Trato de buscar lo menos conocido, información siempre nueva que sorprenda hasta a los más conocedores. ¿Sabías que el edificio del Colegio de Escribanos fue construido por Clorindo Testa en los 80? Me encanta descubrir y ayudar a descubrir edificios un poco escondidos, incluso obras menos consagradas de arquitectos clave”, explica. “Hace no mucho, llevé a una pareja neozelandesa a visitar los mejores lobbies y murales de lobbies en Once, y quedaron fascinados. Detecto lo más elegante, lo antiguo, lo moderno, lo bizarro de la Capital y alrededores y me encanta compartirlo”. Cada vez que sale a caminar para encontrar nuevas locaciones con las que sorprender viajeros, Vanessa saca fotos que sube a su cuidada cuenta de Instagram, @cremedelacremeba. Y lo mágico es que, en cada actualización, no sólo cautiva turistas sino que también ayuda a los locales a resignificar la ciudad. “Me gusta que un turista me cuente que quedó sorprendido por mis tours, pero cuando un porteño me dice que a través de mis fotos lo ayudé a mirar de otra manera un barrio, ¡siento que vale doble!”, se entusiasma.
¿Cuáles son los lugares comunes sobre Buenos AIres que más te gusta ayudar a destruir?
Creo que hay que cortar con el cliché de la París de Sudamérica. Buenos Aires es especial en sí misma, no como copia de otra ciudad. Hay tanto modernismo, posmodernismo, yuxtaposiciones de viejo y nuevo que da para asombrarse durante semanas. A mí el mishmash de la ciudad me resulta súper atractivo, pero mucha gente acá lo ve feo, lo desprecia.
Despreciar lo propio es una actitud bastante porteña…
Sí, una de las grandes cosas que me apenan de Buenos Aires es que siempre la mirada está puesta en el afuera, en la idea de que afuera es mejor. ¡Look in your backyard! Hay tantas cosas para ver acá que los extranjeros valoran. Semana a semana me encuentro con turistas que conocen Berlín, Londres, Nueva York y se vuelven locos con todo lo que tiene para ofrecer esta ciudad.
¿Qué es lo que, por lo general, más les llama la atención?
Los rastros de la Buenos Aires que alguna vez existió, en la que se construía como en Europa, y el faded glamour que destila la ciudad: ese espíritu chic y la pulcritud que ahora están un poco en decadencia. Ese tipo de contrastes.
¿Qué consejos le darías a alguien que planea pasear turistas por la ciudad?
Lo primero que hay que meterse en la cabeza es que no hay que subestimar a los viajeros. La gente que viaja mucho en general no busca lujo y perfección, sino conocer la verdadera escena local. Por eso, antes de mandarlos a Puerto Madero a comer un argentinian steak en un ambiente que pueden palpar en cualquier lugar del mundo, conviene hacerlos conocer los bodegones y las parrillas que a nosotros los locales nos encantan. Eso aplica a todo: si es desconocido y original, mejor. Para todo lo demás existen las guías turísticas y las recomendaciones del concierge.
Con el mismo espíritu distinguido de sus tours, Vanessa dio a conocer la semana pasada una nueva aventura que la tiene como emprendedora y protagonista: Bread + Butter. Junto a Isidoro Dillon, chef del genial y fugaz Söder, Vanessa creó este pop-up de comida nórdica y británica en locaciones increíbles y ocultas de la ciudad. ¿Te interesó la propuesta? Andá haciendo tu reserva para las próximas semanas, porque los lugares vuelan.
“Constantemente estoy descubriendo secretos de la ciudad, lugares escondidos, a puertas cerradas, desde perlas arquitectónicas a locales y showrooms. Este es un galpón de muebles con cita previa, especializando en muebles art deco y mid-century donde me gusta llevar a mis clientes que buscan hallazgos de interiorismo. ¡Es un sueño!”.
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“No suelo sacar muchas selfies, pero me divierte retratarme en los espejos de locales antiguos o los vidrios de algún edificio interesante. Tengo una fascinación para la tipografía vieja escuela, pintado a mano, de los locales de antaño, como el de esta tintorería japonesa en Palermo. Me encantó, especialmente, el contraste del rojo y el marrón”.
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“Montecastro, Buenos Aires. Un hallazgo en una de mis caminatas semanales por barrios poco conocidos de la ciudad. Siempre que voy a descubrir casas nuevas, lo hago acompañada por mi amigo Luis: se convirtió en nuestro ritual de fin de semana. Cada uno retrata cosas diferentes, cada cual con su fetiche. Eso hace todo más divertido aún”.
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“Mural en la entrada de un edificio del barrio de Belgrano, creado por Rodolfo Bardi, un artista argentino que trabajó muchísimo en la década del 60 y 70. Vale la pena conocerlo”.
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“Un tour de compras, hace un tiempo. Mi clienta, la chica de la foto, y su marido viven en Mónaco y me contrataron para ir de compras, conocer arte, moda y diseño en la ciudad. ¡todo le quedaba pintado!”.