En la ciudad más austral del mundo, la naturaleza es el escenario ideal para un viaje de disfrute
De todos los destinos argentinos, Ushuaia es el del nombre más fantasioso. Hablar de ella es pensar en los confines de la tierra, en aventura y en exploradores. Allí, por la Tierra del Fuego, donde después solo queda la Antártida, la naturaleza hace de las suyas. Montañas, glaciares, cocina de producto (probé centolla, merluza negra, pulpo y mejillones), pistas con nieve asegurada y cerveza artesanal. Una historia curiosa en un territorio misterioso. Sí, por su ubicación extrema todo lo que sucede acá, adquiere otra dimensión. Destino expat, meca de viajeros y fetiche de europeos. Muchos de los pocos que llegan se quieren quedar.
Y sí, algunas veces necesitamos alejarnos y resetear, y la ciudad más austral del mundo tiene el plan perfecto para que eso suceda. Un destino en auge para irse a esquiar con amigos o para escaparse en un “solo trip”, durante cualquier momento del año. Acá, cinco situaciones y coordenadas que lo comprueban:
Aquí el welcome cocktail es un chocolate caliente, para ponerse a tono en seguida con el paraíso cozy que es este hotel de madera y piedras nativas. Después, a medida que pase el día — que en invierno tarda en llegar, así que el bonus track es ver el amanecer sin tener que madrugar, mientras desayunás fuerte frente a una ventana enmarcada de nieve — ya es momento de catar un buen tinto patagónico en el jardín de invierno (con mantitas de lana) o algún cóctel con calafate, el fruto rojo local, en el Wine Bar. Sí, frente a la chimenea. En el Spa del fin del mundo se pueden pasar horas, entre el hidro del deck, la piscina in-out y los masajes.
Abrió cuando no había nada en la zona, ni una de las cabañas que hoy forman el barrio cerrado en el que se encuentra el hotel. Su llegada también impulsó el desarrollo de la ciudad hacia este lado, el barrio más nuevo de Ushuaia que crece hacia el Monte Susana con condominios de amenities. La locación es todo en este resort: tiene una bajada directa a la Bahía y una vista panorámica en todo momento a los picos de los Andes. En algunos casos, ubicarse en plena naturaleza significa resignar conexión, pero en este está todo muy bien pensado. Ofrecen traslados a la ciudad y transfer a Cerro Castor (a 33km del hotel). Lo más práctico es sacar un pack con todo resuelto: in-out aeropuerto, shuttles, cena de bienvenida en su restaurante gourmet Reinamora (genial el pulpo al ajillo) y tres noches de hospedaje. También, se pueden pedir los medios para que, al llegar a la montaña, solo tengas que esquiar. Volver de la jornada es disfrutar de este Small Luxury Hotel of the World.
Jorge Monópoli hace una cocina fueguina investigativa —casi molecular— de kilómetro cero, con productos de cercanía que muchas veces él mismo sale a buscar (como hongos silvestres y algas). “Puedo hacerlo porque tengo un restaurante de esta escala” dice sobre su petite, Kalma. El menú degustación es para los que vienen con ansias de probar: “hay erizos, aparecen espumas, hay unos aires, un gel, y mucho de recolección. El bosque está lleno de hierbas, flores que no se consumen porque no se conocen. Por eso, también tengo el proyecto Cocina Nómada”. Este último, un ciclo de gastronomía y difusión que este año recibió a la gran China Müller como chef invitada en Kaupé. En este oasis gourmet sobre una colina, todo comienza con láminas de merluza negra con emulsión de naranja y oliva con sal de calamar que preparan acá mismo. Luego, llega el ceviche de vieiras. Y la merluza negra en papillote. Así es el menú degustación maridado con blancos y espumante, un paseo por la increíble materia prima acuática. “Al ceviche no le ponemos mucho, queremos que aparezca el producto”, describe Ernesto Vivian, que también elabora los helados. Me traen uno de mandarina con chocolate venezolano 85% y cardamomo para terminar.
Cerveza del fin del mundo en una casa típica fueguina —declarada patrimonio cultural de la ciudad— con más de 30 variedades. Así es Casa Olmos. En Ushuaia, el pulpo está hasta en la sopa y en los murales de este bar.
Una vuelta por el centro pide una parada anti-freezing por un té patagónico en Tante Sara. Volver a casa con las manos vacías de unos chocolates de Laguna Negra (donde también se consiguen delicatessen regionales) es casi un insulto. Por estas calles están los hoteles céntricos, de todas las categorías, de hostel a apart.
La magia del cordero está en el asador, con el fuego vivo. En Cerro Castor, Morada del Águila lo hace muy bien, al after-ski también. Garibaldi, Chez Manu y Volver completan la lista de imperdibles foodie. “Cuando venís a Ushuaia tenés la certeza de que vas a comer bien”, confirma Ernesto.
“Es el área de captura de la centolla, frente al chileno Puerto Williams, donde se utilizan canastas a 70 metros de profundidad”, explica Ernesto. A 70 kilómetros de Ushuaia, este pueblo de pescadores – en el que están abriendo nuevos emprendimientos -, toma relevancia con su “ruta de la centolla” y un par de restaurantes pequeños que la sirven. “También son muy buenos los mejillones. A veces se consiguen anchoas, sardinas y hay un criadero de truchas. Es una zona que se ha puesto muy interesante”, lanza Ernesto. Los domingos, Puerto Pirata (al que le dicen el rancho de Diana) explota. También Oveja Verde, con cordero a la estaca y tortas caseras. Eso sí, es para ir después del invierno por el acceso.
Imposible llegar hasta aquí y no ir al mal llamado “Faro del fin del mundo” – suele ser confundido con el de la novela de Julio Verne -. La manera diferente para acercarse más a este ícono y a la colonia de aves y lobos marinos que nos encontramos en el camino, es contratar una embarcación exclusiva: Akawaia. Después de caminar por el hielo en la desolada isla Bridges (imprescindible llevar calzado adecuado), te esperan con una cerveza fueguina. La roja de Beagle no puede más.
Los Cauquenes es un destino en sí mismo, aunque tienen una división de bespoke experiences para huéspedes, que combinan en itinerarios únicos. Yo elegí la visita a la fábrica de cerveza artesanal en una localidad vecina donde también se pasea en canoas, como hacían los yamanas. Lo primero que vieron los europeos al llegar a estas costas fueron sus fogatas, que mantenían prendidas para cocinar y para calentarse (porque iban desnudos). Se sabe que se relacionaban en forma íntegra y efectiva con un medio ambiente que nosotros consideramos hostil. Todo es relativo.El comienzo, o el fin del mundo.
Latam tiene vuelo directo desde Aeroparque a primera hora, lo que permite aprovechar el día de llegada en Ushuaia. Son tres horas y media (sí, lo mismo que tardamos a Río de Janeiro). De verdad es lejos, aunque sea en Argentina.
Ropa adecuada es la clave para pasarla bien y disfrutar. Ni lo dudes, vale la pena invertir en The North Face: dura toda la vida y encima tiene garantía.
GALERÍA
Fotos: gentileza lugares mencionados y Carolina Cerimedo
