Un vínculo íntimo que se renueva: el arte y la gastronomía, de la mano en Buenos Aires / Cuatro nuevas coordenadas para anotarse

Desde un restaurante con tremenda arquitectura (y una vajilla espectacular), hasta el nuevísimo café de una galería de arte/¿De qué tantas maneras pueden convivir el arte y la gastronomía?/Bonus: un nuevo espacio en Retiro que encanta porque no encaja en ninguna definición.

En Comité 357, la nueva joyita de Retiro, convive el arte, el diseño, la poesía, los vinos, las picadas y ahora el café en un espacio imposible de definir.

Un vínculo íntimo que se renueva: el arte y la gastronomía, de la mano en Buenos Aires / Cuatro nuevas coordenadas para anotarse. Por Camila Pomar Noacco para MALEVA.

Tarde de otoño. Llueve más de lo apacible. Me dispongo en el sofá, con copa en mano y manta sobre el regazo. Hacia el frente, posan mis dos últimas lecturas: Fisiología de los bulevares de París, de Honoré de Balzac, y Fisiología del gusto, de Jean Anthelme Brillat-Savarin. El primero, sátira perspicaz, analiza el microcosmos urbano de la París haussmanniana, iluminando las costumbres, comportamientos y aspiraciones de sus personajes, aquellos aristócratas, burgueses y artistas bohemios en tensión entre la tradición y la modernidad. El segundo, contempla una colección de reflexiones, anécdotas y observaciones dedicadas, sin más, a la comida, la cocina, las formas y el placer del comer y el beber.

«Entre páginas y memorias, pienso en esas idas y vueltas. Arte y gastronomía. Puntos de conexión. Nexos arraigados, íntimos, a la historia porteña. Los artistas del grupo Florida, congregados en la antigua Richmond. En las antípodas, el grupo Boedo, nucleado en el Café Japonés. Indirectamente, las vanguardias del ’20 y el ’30 dieron a Buenos Aires una marcada conjunción entre entornos culinarios y creatividad artística. Ahora me pregunto: ¿hay lugares donde gastronomía y arte se estén fundiendo al unísono?…»

Recuerdo entonces una nota de Alicia de Arteaga, cuyas líneas disponían el modo en que la cocina y el arte detentan una trayectoria en común, desde los bodegones flamencos hasta la servilleta que Da Vinci supo poner en la mesa: “la cocina y el arte se alimentan mutuamente. Arcimboldo fue capaz en el siglo XVI de dibujar rostros y rasgos con zanahorias, apios, zapallitos y berenjenas (…). Mondongo, integrado por artistas argentinos contemporáneos, conquistó la tapa de la influyente revista británica Wallpaper luego de ganar fama con sus retratos hechos de galletitas y cuerpos de ciervo fileteado, salmón ahumado y lonjas de jamón ibérico”.

Entre páginas y memorias, pienso en esas idas y vueltas. Arte y gastronomía. Puntos de conexión. Nexos arraigados, íntimos, a la historia porteña. Los artistas del grupo Florida, congregados en la antigua Richmond. En las antípodas, el grupo Boedo, nucleado en el Café Japonés. Indirectamente, las vanguardias del ’20 y el ’30 dieron a Buenos Aires una marcada conjunción entre entornos culinarios y creatividad artística. Ahora me pregunto: ¿hay lugares donde gastronomía y arte se estén fundiendo en 2024 al unísono? A continuación, la respuesta en cuatro opciones.  

1) Corriente: la antigua fábrica de dulce de leche donde ningún detalle estético está librado al azar/ Ferrari 384 – Villa Crespo.

«Alzado en lo que alguna vez fue una fábrica de dulce de leche, su estética industrial inspirada en el LLoyd’s Building y el Centro Pompidou de Richard Rogers resguarda una proyección carente de todo azar. Desde la carta hasta la estructura del espacio, instalaciones, mobiliario, luminaria, vajilla, arreglos florales y música, el diseño fue planeado con celo…»

Integral, minucioso y ecléctico. Corriente, a las órdenes del arquitecto Juan Manuel Peyregne, ebulle en los márgenes de Villa Crespo. El restaurante, motivado por los bares de vinos de Melbourne y el minimalista Lyle’s de Londres, se erige como la obra de arte total propuesta por Victor Horta. En él, platos, sorbos, ambientación, servicio y convidados, se unen una búsqueda dualista de complejidad y simpleza.

Alzado en lo que alguna vez fue una fábrica de dulce de leche, su estética industrial inspirada en el LLoyd’s Building y el Centro Pompidou de Richard Rogers resguarda una proyección carente de todo azar. Desde la carta hasta la estructura del espacio, instalaciones, mobiliario, luminaria, vajilla, arreglos florales y música, el diseño fue planeado con celo. La consigna decorativa, al igual que el menú con sus ingredientes, pretendió el resalte de texturas y la predominancia de un material: el metal. Dominado por una paleta neutra, la frialdad se rompe con acentos de color visibles en los detalles de algunos de los muebles, los bouquetes salvajes, alguna vajilla antigua adquirida en un anticuario del barrio y dos grandes cuadros de la artista digital Daiana Tarica, éstos últimos, pixelaciones de objetos cotidianos llevados hasta el dimorfismo, consiguiendo un efecto global idéntico al restaurante, donde lo macro de la percepción lejana se fragmenta en un sinfín de pormenores desde la cercanía.

La cocina, en la que los chefs argentinos, venezolanos, colombianos y norteamericanos se comunican en inglés, se nutre del aporte singular de cada miembro. Variada y atrevida, resulta una vanitas rectora del paso del tiempo. Alterada según los ofrecimientos de la temporada, las bases clásicas reposan en las ostras y el jamón de pato, las pastas ahora con tintes asiáticos, un seso suave y delicado coronado con papas pay y el célebre crocante de almendras y pistachos relleno con crema pastelera de ananá y ganache de chocolate blanco. Aunque con la adición de tragos de autor, exploraciones botánicas al son del Museo de Ciencias Naturales vecino, la cava sigue siendo el fuerte. La selección de bodegas chicas, a las que viajan para conocer, incluye opciones nacionales y extranjeras. ¿El preferido? El Marlborough Sun Pinot Noir, traído de Nueva Zelanda.

2) Isla Flotante Comidas: el punto de encuentro con aires nostálgicos que conquistó los corazones (y paladares) de los artistas/ Dr. Luis Beláustegui 396 – Paternal.

Cool. Cool como el espíritu que hizo a FOOD, el restaurante dirigido por Carol Goodden, Tina Girouard y Gordon Matta-Clark en el SoHo de New York. Isla Flotante Comidas, lleva en su sangre la esencia de ser un espacio de encuentro, una intervención empresarial y artística dentro del entorno urbano, donde artistas y voluptuosos han de dedicarse a la reunión y el disfrute.

Su obrador, Nani Lamarque. Artista devenido en galerista por accidente. Él quería que su socio, Leopold José María Mones Cazón, abriera una galería y lo representase. Por entonces, Nani era un artista joven y sin saberlo muy bien, con sus amigos, estaba participando en Barrio Joven de arteBA. Leopold, ingeniero agrónomo y coleccionista, había comprado una obra suya a largas cuotas, cuotas acompañadas de vino. Poco después, Isla Flotante -una casa chorizo en pleno Recoleta, habitada por amigos artistas, plantas tropicales y mucha obra- participaba de Scope Art Show en Miami. La situación se había vuelto seria, y Nani propuso a Leopold ser director.

Irrumpida la pandemia, y con las ferias puestas en suspenso, el flujo inquieto persistía y un nuevo brío comenzó a surgir. Nuevamente, Nani y sus amigos hacían de las suyas. La galería se expandía. Isla Flotante Comidas abría sus puertas, en el límite entre Paternal, Villa Crespo y Caballito.

Entre su pintoresquismo costumbrista y plena contemporaneidad, el resultado podría ser síntoma de lo metamoderno de Robin Van Den Akker. IFC recupera la esquina en la que alguna vez funcionó Los Bohemios, un bodegón al mando de españoles, donde los trabajadores de la zona pasaban a por tapas y partidas de naipes tras su jornada laboral.

Refaccionado en los ’90, tras ser adquirido por los vecinos, la cantina llega a nuestros días equilibrando la relación entre los techos de ladrillo y botellas de aperitivos de sus orígenes, los pisos de cerámica marmolada y mobiliario de finales de siglo, y el aroma a la cocina, variable según capricho de los cocineros, pero con platos persistentes, como sus hamburguesas, sus buñuelos de espinaca con pasas de uva, salsa verde y sal cítrica, sus sandwiches de tortilla de papas con espinacas a la crema gratinadas y cebollas fritas, su flan de dulce de leche y su isla flotante. Al conjunto, se suman dos obras dispares: una foto de Roberto Jacoby, dedicada a las vallas de un concierto de Virus, y un paisaje rural de 1930, anónimo.

3) COMITÉ 357: con atmósfera europea, el nuevo espacio no convencional donde todo convive/ Tres Sargentos 357 – Retiro.

«Por dentro, un aura de arte povera, con pisos de cemento, muros de ladrillo, cañerías vistas, “algo de Jannis Kounellis”, como alguno dejó oír. Copas. Charcuterie. Música. Café de prensa francesa. Pastelería de Dudú Atelier. Hay un escape de lo convencional. Es un wine club y café, pero también un centro donde todo converge, arte, poesía y diseño…»

Allí, en el epicentro de la ciudad, Comité 357. Atmósfera europea, como todo en Retiro. Escenografía perfecta. Por fuera, calle empedrada, conversaciones de vereda, edificación de inicios de siglo XX y una planta baja con vidriera de cristal amplia, iluminada por una araña de caireles y velas encendidas, aún inscripta en blanco con la leyenda “Lumi Hnos.” y una cursiva delicada, que anuncia la programación vigente.

Por dentro, un aura de arte povera, con pisos de cemento, muros de ladrillo, cañerías vistas, “algo de Jannis Kounellis”, como alguno dejó oír. Copas. Charcuterie. Música. Café de prensa francesa. Pastelería de Dudú Atelier. Hay un escape de lo convencional. Es un wine club y café, pero también un centro donde todo converge, arte, poesía y diseño, brotando en un colectivismo que remite a la relacionalidad de Nicolas Bourriaud.

Todo convive. La curaduría de cada simposio reúne a un grupo de artistas y diseñadores para abogar, en este caso, la creación desde el momento primo, de la expresión de los materiales, de lo que Louis Kahn izó al escribir “Cuando se diseña con ladrillo se debe preguntar al ladrillo qué quiere ser. Y el ladrillo dirá: ‘Yo quiero un arco.’ (…) Eso es conocer el orden, conocerla naturaleza, es conocer qué puedo hacer y respetarlo”.

4) Toy Café: el nuevo encuentro cara a cara entre el arte y el café/  Ángel Justiniano Carranza 2003 – Palermo.

Intersección Carranza y Nicaragua. Cierre de lista, Toy Café. Propuesto por Diego Martín Díaz y Lucrecia Taravilse, figuras del mundo financiero, el nuevo cafetero se incorpora al circuito Palermo Hollywood transformando en experiencia el acto mundano de tomar café. 

Con impronta lúdica e infantil, su frescura se une al brillo neo-pop de la Wosco Art Gallery, faena de Paula e Ivana Woscoboinik, hermanas super-agentes, congregadas a la misión de ser galeristas, artistas y coleccionistas, todo ello, al fin de impulsar el arte joven en su variante físico y NFT.

Ubicado en la planta baja del local, una barra de mármol de silestone da la bienvenida mientras el colorido de las obras salpica los muros y un conjunto de sillas escolares y mesas galvanizadas invitan a elegir entre la dulzura del café en grano traído de Bolivia y el sabor intenso del café filtrado de Etiopía y Colombia, la manteca de los laminados y el infalible avocado toast.

Junto a la carta, un catálogo dedicado a la muestra del momento. Al pie de mesa, las curadoras. Completan el plan todo un programa de actividades, desde talleres de curaduría hasta clases de cerámica y pintura, de catas de vino a degustaciones de café.

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Las fotos: son todas gentileza de prensa de los lugares mencionados.