Un viaje a Tegui Superuco y Villavicencio junto a Narda Lepes, Germán Martitegui y Mauro Colagreco

Juan Minujín y Narda Lepes. 

 

Un viaje a Tegui Superuco y Villavicencio junto a Narda Lepes, Germán Martitegui y Mauro Colagreco.

No nos contaron mucho. Querían que nos sorprendamos al llegar. Sabíamos que, por 45 días, Mendoza alojaba a uno de los mejores restaurantes de Buenos Aires. También sabíamos que el único chef argentino con tres estrellas Michelin viajaba al mismo lugar para presentar, junto a otros dos maestros de la cocina, su nueva co-creación. Sabíamos que degustaríamos un menú sublime y que recorreríamos un lugar que une naturaleza e historia. Las expectativas eran altas. Pero la experiencia lo superó todo.

“Es un lugar mágico”, comentó Mauro Colagreco en la entrada de Tegui SuperUco, el pop-up gastronómico más ambicioso de la Argentina. Junto a él se encontraban Germán Martitegui y Narda Lepes, dándonos la bienvenida. Junto a Villavicencio, los célebres cocineros presentaron las nuevas aguas de Autor, inspiradas en la esencia de la Reserva Natural Villavicencio…»

Llegamos a Valle del Uco alrededor de las 18 hs. Así como el buen escritor introduce al lector lentamente en el mundo que quiere que viva, la bodega biodinámica de los hermanos Michelini, a los pies de la cordillera, anticipaba el comienzo de una cena espectacular.

Pisos de piedra, plantas silvestres, viñedos y un deck de madera. Un edificio imponente  se alzaba en el centro del escenario y, de fondo, el horizonte delimitado por la cordillera expresaba cierto sentido de infinito.

“Es un lugar mágico”, comentó Mauro Colagreco en la entrada de Tegui SuperUco, el pop-up gastronómico más ambicioso de la Argentina. Junto a él se encontraban Germán Martitegui y Narda Lepes, dándonos la bienvenida. Junto a Villavicencio, los célebres cocineros presentaron las nuevas aguas de Autor, inspiradas en la esencia de la Reserva Natural Villavicencio, un lugar prodigioso que al día siguiente visitaríamos. Entre bromas y miradas cómplices que dejaban en evidencia su amistad, estas tres leyendas dieron por comenzada la Avant Premiere.

“Está todo el tiempo seleccionando uvitas chiquititas”, agregó Narda, riéndose. Y continuó: “En todas las culturas hay algo así. Los colombianos les dicen agüitas; les agregan pepino, limón, ananá, o cáscaras de otras frutas. Nosotros viajamos mucho y nos sorprende. Tiene que ver también con no tirar. Y el sabor es mucho más sutil…»

¿Cómo fue el proceso hasta encontrar la receta perfecta? Según Narda, una aventura. Luego de un período de investigación, reconociendo hierbas y flores autóctonas, cada uno probó diversas combinaciones de agua y frutas hasta encontrar la alquimia perfecta.Vas caminando por la Reserva y expulsás aromas a cada paso”, confesó con entusiasmo la querida cocinera, quien eligió el blend de Rosa Mosqueta con Pomelo y obtuvo un resultado de notas florales y de vino rosado. Su entusiasmo a lo largo del discurso dejaba entrever que la piedra de toque en una gran chef será siempre su capacidad de asombro.  

El sol poco a poco se escondía entre las montañas, invitándonos a todos los felices comensales a la mesa. Juan Minujín, Malena Villa, Violeta Urtizberea y Carla Moure se encontraban entre los invitados. Un menú de once pasos se desplegó ante nosotros; desgustamos productos locales y frescos (algunos, incluso, recolectados por el propio Martitegui), maridados con los vinos más innovadores de la región, mientras el cielo se teñía de violeta. A cada bocado, una sorpresa. Y claro que la atmósfera contribuía a la idea de estar cenando en las puertas del paraíso. De pronto comprendí que el chef defiende su concepción del mundo a través de sus creaciones. Y conectarse con el misterio de ese lugar amplificaba nuestros sentidos.

«Un menú de once pasos se desplegó ante nosotros; desgustamos productos locales y frescos (algunos, incluso, recolectados por el propio Martitegui), maridados con los vinos más innovadores de la región, mientras el cielo se teñía de violeta. A cada bocado, una sorpresa…»

En estos tiempos que corren, en los que manejamos un sentido muy superficial de la vida, y por ende de nuestros placeres, encontrar un lugar especial que nos convoque a saborear platos en silencio, digiriendo enigmas sobre nuestros gustos, ya es valioso. Pero crear un kairós y resignificar el ritual de sentarnos alrededor de una mesa es un acto digno de admiración. Así es como se despierta la pasión por lo vital. Así es como nos unimos a través de la comida.

Ante semejante escenario, le pregunté al anfitrión que es lo que más disfruta de su oficio. “Ver disfrutar a la gente”, respondió Martitegui. “Me gusta mucho hacer que descubran cosas que no conocen o que prueben algo por primera vez, ¡incluso aquello que creían que no les gustaba!”, añadió. “Últimamente me divierten las historias detrás de la comida: de dónde viene, por qué, cómo lo juntamos, qué hicimos con esto, quién es el productor, cómo se llama… Me parece que cuando entendés el contexto y la pasión detrás, le das otro valor”.

«Al día siguiente nos dirigimos a la frondosa reserva Villavicencio. Su herencia natural está marcada por hitos tan extraordinarios como haber sido el lugar de descanso de San Martín y sus filas antes de emprender el cruce de los Andes. También estuvo allí el naturalista Charles Darwin…»

Sin dudas, cada uno de los platos de este hechicero gastronómico es portador de una historia. Porque Tegui, como pocos, comprendió la importancia de custodiar ese legado.

Al día siguiente nos dirigimos a la frondosa reserva Villavicencio. Su herencia natural está marcada por hitos tan extraordinarios como haber sido el lugar de descanso de San Martín y sus filas antes de emprender el cruce de los Andes. El naturalista inglés Charles Darwin también descubrió allí el bosque de araucarias fósiles y sumó el hallazgo a sus crónicas, que luego serían parte de su memorable obra “El Origen de las Especies”.

Luego de una visita al icónico hotel, declarado Monumento Histórico Nacional, caminamos hacia un brunch en medio de sus jardines. En unos sillones de mimbres, sacados de algún cuento, nos sentamos con Tegui y Narda para preguntarles acerca del proceso de inspiración para la creación de las Aguas Villavicencio de Autor, ideales para lo que ellos denominaron  “las deshoras”.

“Hace un tiempo que estoy rodeado de uvas porque vengo a Mendoza muy seguido y era el ingrediente indicado para usar”, confesó Tegui quien optó la combinación de fuerza aromática de la hierbabuena con la fruta icónica de Mendoza.“Soy casi un experto en uvas. Me parecía súper original y estoy contento con el resultado”, señaló.

«Por su parte, Mauro Colagreco eligió combinar el Té Marcela y la Manzana. ¿Recomendación? Su obra maestra es perfecta para tomarla por la tarde, bien fría, con una tapas o picada especial (¡Quesos y  frutos secos pueden acompañar muy bien!)…»

“Está todo el tiempo seleccionando uvitas chiquititas”, agregó Narda, riéndose. Y continuó: “En todas las culturas hay algo así. Los colombianos les dicen agüitas; les agregan pepino, limón, ananá, o cáscaras de otras frutas. Nosotros viajamos mucho y nos sorprende. Tiene que ver también con no tirar. Y el sabor es mucho más sutil”.

Por su parte, Mauro Colagreco eligió combinar el Té Marcela y la Manzana. ¿Recomendación? Su obra maestra es perfecta para tomarla por la tarde, bien fría, con una tapas o picada especial (¡Quesos y  frutos secos pueden acompañar muy bien!)

Sedientos de una última travesía, abordamos una enorme 4×4 para recorrer la Reserva con una dósis perfecta de adrenalina y disfrute. A través del Camino de Caracoles, avistamos cóndores y guanacos. Nos detuvimos en la cima para contemplar juntos el solemne paisaje. Aquella sensación de lo inusual, lo intrigante y lo secreto que nos había acompañado en la estrellada noche previa volvió a invadirnos. De algo podíamos estar seguros: El mayor lujo hoy en día es el silencio.