UN OASIS EN LA CIUDAD: ASÓ ES EL NUEVO POLO FOODIE DEL ROSEDAL. LOS IMPERDIBLES. POR VICKY GUAZZONE DI PASSALACQUA.
Muchos lo recordarán: en los ’90, el Paseo de la Infanta era un recorrido obligado para chicos y grandes. Con una enorme calesita en el centro, los arcos de las vías del tren congregaban bares, pubs, discotecas y restaurantes varios, haciendo a un paseo que siempre solía estar lleno de gente. Pero todo cambió de repente, cuando un terrible accidente, el 5 de febrero de 1996, terminó con la vida de una chiquita de 7 años. Desde entonces, fueron muchos años de clausura y abandono. Incluso aunque el paseo fue rebautizado en homenaje a la niña, Marcela Iglesias, no logró levantar cabeza ni atraer nuevos inversores. Pero a partir del 2012, y luego de renovada la concesión de su explotación, los cambios comenzaron a notarse.
Del lado de las vías que da hacia el Hipódromo, el primer local en instalarse fue un McDonald’s que, dado el gran espacio, hasta pudo poner unas cómodas mesas de madera afuera. Y por delante, se creó la Plaza de la Shoá, que aporta verde y parquización, replicando el otro lado. Inaugurada hace tres años, en ese momento el Gobierno de la Ciudad explicó que esperaba que el complejo se convirtiera en una suerte de espejo del paseo existente en el barrio judío de Berlín, en el entorno de la Plaza Alexander, donde en arcos ferroviarios hay bares y restaurantes con mesas dentro y fuera. Hoy, con el espectro mucho más completo, la intención parece más que encaminada. A continuación, un recorrido por las nuevas apuestas de este paseo, cuyo mayor encanto es estar en medio del verde de los Bosques de Palermo, a pasos del lago del Rosedal.
Se sabe: donde Starbucks pone el ojo, pone la bala. O al menos así sucede en nuestro país. Por eso, que haya abierto un local en el renovado Paseo de la Infanta habla mucho del éxito que le augura a la zona. Con techo abovedado y amplios sillones, así como varias mesas en el exterior con sombrillas, este es uno de los locales en los que da gusto quedarse leyendo, trabajando o simplemente mirando a la gente pasar mientras uno degusta su café en versión alta, grande o venti. Para los que optan por chusmear, la mezcla de público es interesante: desde corredores que paran a recompensarse post entrenamiento a grupos de adolescentes y hombres de negocios en reunión, todos encuentran su pedido ideal y coinciden en degustarlo mirando el verde alrededor.
Sin tantos locales como Starbucks, pero también con características símil Rey Midas, dado que todo lo que toca lo convierte en suceso, la chef Jessica Lekerman es otra de las que apostó por este paseo updateado. Lo hizo con Möoi Rosedal, y le asegura a MALEVA que le parece una ubicación más que estratégica: “Para los días de la semana es de fácil acceso y punto intermedio entre varios barrios, lo que propicia el encuentro. Además, encontrás estacionamiento enseguida”. También menciona que está inmerso en un pulmón verde único en la ciudad, que hace que la movida saludable que ella tan bien interpreta en su menú ya esté de por sí recorriendo la zona, en plan de entrenamiento, y seguramente se deje tentar. Y por supuesto, todos aquellos que eligen este punto como paseo de fin de semana también llegan a sus puertas y se interesan por la propuesta. Aprovechando la inspiración exterior, este Möoi combina los bellos toques de decoración chic de Jessica siempre presentes con detalles del arte de Lucila Domínguez, experta en la temática botánica. “Además, en todas las ciudades del mundo hay propuestas gastronómicas alrededor de los parques. Londres, París, Nueva York y Madrid son solo algunos ejemplos”, termina de incentivar la chef.
Si 2015 fue el año de las hamburgueserías, 2014 fue el de los crêpes. Frescos, livianos, muy sabrosos y con posibilidad de hacer mil variedades de rellenos diferentes, muchísimos locales fueron surgiendo bajo esta temática francesa. Y en ese plan llegó al Paseo de la Infanta Santa Crepa. “Vimos un lugar en la ciudad que no te hace sentir en la ciudad. Un espacio verde entre tanto edificio, tránsito y locura”, describe Federico Iocco, uno de los socios. Así, sus opciones saladas (como el Leñador, con lomo, champignones, panceta y papas a la crema, o el Frankfurt, con salchicha alemana, cebolla, mostaza y cheddar, entre otros) y dulces (como los de Nutella con frutilla y almendras y los de dulce Oreo) pueden acompañarse con una gran variedad de jugos frescos y también vino o cerveza. Abiertos desde noviembre, el público que han visto pasar los hace proyectar muy buenos años: “Este proyecto es mucho más ambicioso que el anterior en cuanto a la oferta y nivel de los restaurantes, y hay mucha gente joven con empuje que quiere convertirlo en un polo gastronómico muy interesante. Si el Gobierno de la Ciudad acompaña en las pequeñas acciones que habría que concretar, podría ser un paraíso en vez de un polo”, cierra Fernando Mata, otro de los socios fundadores.
Por fuera de las grandes cadenas, una pequeña revolución heladera está comenzando a hacerse sentir. Es la de los locales boutique, con menos sucursales y escala de producto, pero sumo cuidado y dedicación por la materia prima y el proceso de fabricación artesanal. Entre ellas se inscribe Lucca. Decidido a diferenciarse a partir de ciertos sabores, resaltan en su listado la crema jazmín, la crema de naranja y calabaza, el Pepipó (combinado de crema y dulce con Pepitos, merengue, y dulce repostero) y su línea de helados de cabra, con Vainicabra, Chococabra y Cabra Gourmet (con castañas de cajú y maderitas confitadas). Derivado de una familia de gastronómicos y habiendo comenzado primero haciendo helados para el restaurant familiar, su dueño, Esteban Zenker, finalmente decidió lanzarse hace unos años con el primer local en Coghlan. Por estos días, su local cercano al Rosedal, el cuarto del emprendimiento, lo está acercando a un nuevo y muy tentado público.
Canchero, distendido, amigable. Así es Coronita, el bar del Paseo de la Infanta que se presenta como “californiano”, y que seduce con su impronta de luces de colores, sillas de madera y cocina a la vista, en un espíritu muy surfer (y efectivamente con reminiscencias de California). “Nuestra propuesta es muy clara: crear un espacio relajado, con onda, música y muy buena comida. Queremos generar la sensación de estar lejos de la ciudad aún estando en ella”, describe Gastón Muschietti, uno de los socios fundadores. Su música tranquila es ideal para deleitarse con alguna de sus pizzas de autor y elegir algún trago de su carta, sea con amigos en sus mesas de afuera o adentro o incluso solo, sentado en la barra y disfrutando el paisaje de los bosques. Su clima amable hace que la experiencia no sea incómoda, si no todo lo contrario, y se convierta en un lugar donde conversar con desconocidos sea una parte vital más del programa.
Pero aunque se habla de polo gastronómico, tampoco puede olvidarse que el circuito en el cual se encuentra inserto es uno de los pulmones más grandes de la ciudad, donde cientos se congregan a hacer deporte a diario. Aprovechando ese impulso, Crossfit Tropa abrió sus puertas en uno de los arcos del Paseo. Con un lobo como logo y apelando a “unirse a la manada”, este centro se diferencia de otros por su salón pleno de luz, con techo de ladrillo a la vista y ventanales que siguen la curvatura del puente y permiten distraerse con la vista mientras se está sufriendo en el WOD (Workout Of the Day), o inspirarse con la enorme frase de una de las paredes, que reza “We don’t train for a change, we train for revolution” (no entrenamos por un cambio, entrenamos por una revolución). Muy en línea con las opciones de comida saludable que lo rodean, los deportistas que ejercitan en Tropa también suelen verse pidiendo un jugo o crêpe en Santa Crepa o algún plato liviano y bien proteico en Möoi, en una suerte de circuito que se retroalimenta y funciona a la perfección.
Fotos: gentileza lugares mencionados