En noviembre se inaugura al público un nuevo museo en medio del campo con un formato y una dimensión única en Argentina. Sus jardines de especies nativas forman un paisaje con distintos tonos de verde que parece una pintura más. Visitas guiadas, una residencia para artistas que ya funciona, muestras diferentes todo el año, gastronomía y vinos tope de gama: un punto imperdible para pasar, como mínimo, un día de verano excepcional.
Cancelado: obra de Javier Bernasconi que impacta en medio del recorrido.
Treinta y cinco hectáreas de pampa, senderos y jardines con el arte argentino más zarpado (desde Luis Felipe Noé hasta Luciana Lamothe): una visita al recién inaugurado Museo Campo de Cañuelas. Por Nicole Giser para MALEVA.
Kilómetro 95 de la ruta 6, Cañuelas. La combi llega y las autoridades del Museo Campo reciben a sus invitados en un día cálido y de nubes, que por momentos se intercalan con un sol que se asoma ansioso. Dos chicas con cascos de un dorado hedonista saludan, dan aguas frías y mapas para ubicarse en lo que es un predio de 35 hectáreas.
Al cabo de un rato, presentación y cafés, comienza el recorrido guiado de la jornada por Evelyn Marquez. La primera obra en la que se detiene es una mariposa monumental de hierro, de la que cuelgan clavos que parecen llorar como sauces. Fue inspirada en la naturaleza misionera, de donde es oriundo su autor Andrés Paredes, quien produce y exhibe desde hace tiempo y alrededor del mundo, estas representaciones de mariposas. También lo hace con cigarras y libélulas porque, aseguró en más de una oportunidad, son ejemplos de la revolución y la transformación.
«Kilómetro 95 de la ruta 6, Cañuelas. La combi llega y las autoridades del Museo Campo reciben a sus invitados en un día cálido y de nubes, que por momentos se intercalan con un sol que se asoma ansioso. Dos chicas con cascos de un dorado hedonista saludan, dan aguas frías y mapas para ubicarse en lo que es un predio de 35 hectáreas…»
Y no es el único interesado en dicha trama: sólo un poco más adelante, caminando por un sendero de piedras de dos kilómetros a cielo abierto que serpentea por 20 distintas obras de gran escala, se encuentra una pieza de Luciana Lamothe. Elegida este año para representar a Argentina en nada menos que, la Bienal de Venecia, Lamothe exhibe acá una obra que está adentro, en una sala cubierta del sol por cortinas que le permiten deslumbrar. Hacia el centro del espacio, hay una canoa que cuelga, despegada del piso, y de su interior irradian el lugar unos tubos de neón en direcciones desordenadas. Fiel a su estilo, que también aborda el concepto de transformación cuestionando tanto lo constructivo como lo destructivo, este trabajo de la artista impacta porque deconstruye la edificación hegemónica de una sala de arte. Sala que, por lo general, es iluminada por luces que se instalan en el techo.
Afuera, alrededor del sendero hay bancos de color madera que combinan con la calidez del lugar, e invitan a sentarse, detenerse y contemplar las obras que están en frente. A esta caminata la abraza un paisaje de distintos tonos de verde que trazan como en una pintura, los árboles nativos. La obra que se le encargó al tucumano Gabriel Chaile, por su parte, es una casita de ladrillo a la que se puede ingresar. Inspiró al artista un verso de la biblia que dice algo así como que si se le hace un mal a alguien, la maldad volverá 70 veces. Por eso la obra se llama 70 veces 7, y cada ladrillo que sostiene a la casita está 7 veces perforado de una manera tan bella que también parece pictórica.
Hay una cabeza gigante estrellada al piso que en su lateral izquierdo advierte “Cancelado”, y da nombre así a la pieza de Javier Bernasconi. Más adelante, la obra que el museo le comisionó al legendario Yuyo Noé, quien se instaló allí para crearla, se titula Compleja esperanza. Tiene forma de raíz de árbol, como una representación de algo que nace y crece, y está llena de colores que son dados por las distintas materialidades que la componen: bronce, madera, acero y pintura, entre otras. Está a propósito, según cuenta la guía, instalada junto a un árbol que fue partido por un rayo y permanece caído en el museo, como estableciendo una conversación existencial con la creación de Noé.
«Sólo un poco más adelante, caminando por un sendero de piedras de dos kilómetros a cielo abierto que serpentea por 20 distintas obras de gran escala, se encuentra una pieza de Luciana Lamothe. Elegida este año para representar a Argentina en nada menos que, la Bienal de Venecia…»
A unos pasos está El atajo, un laberinto gigante que hizo José Luis Landet que da la sensación de estar entrando a una pintura de Mondrian. A la pieza también se puede ingresar pero sólo de a tres personas a la vez, para cruzar ese interior cuadriculado y tentador.
El sendero concluye en Pejerreina, obra de Adriana Bustos que tiene una sala propia en el museo a la que rodean unos árboles selváticos que parecen introducirse desde los vidrios. Inspirada en los bestiarios medievales, esta pieza de arcilla cruda es la representación de una sirena que está boca arriba, como encontrada en una misteriosa montañita de arena oscura. Un video completa la instalación haciendo del paisaje de fondo, es el registro del lago en la jungla misionera. La Pejerreina de Bustos es la versión femenina e inquietante de este pescado, el Pejerrey, que es muy común en dicha zona. Los ruidos de los pájaros del entorno se integran a la instalación.
Dedicado a generar experiencias en la fusión de arte, gastronomía y naturaleza, el Museo Campo Cañuelas abrirá una vez por mes todos los meses para ofrecer al público un excepcional “Día de Campo”. Su apertura oficial será el 17 de noviembre.
Al museo lo fundaron y dirigen los coleccionistas Ricardo Cadenas y Alicia Teruel. Cadenas también dirige la Fundación Tres Pinos, organización dedicada a promover el arte desde 2006, cuya colección está a la vista en este museo. Los Cadenas son los creadores del museo Marco de La Boca, del Museo de la Ilustración Gráfica (que cuenta con más de 10 mil obras de humor gráfico, historieta, ilustración y animación), de algunas residencias para artistas y de un sello editorial de libros de arte, entre otras cosas.
«Hay una cabeza gigante estrellada al piso que en su lateral izquierdo advierte “Cancelado”, y da nombre así a la pieza de Javier Bernasconi. Más adelante, la obra que el museo le comisionó al legendario Yuyo Noé, quien se instaló allí para crearla, se titula Compleja esperanza. Tiene forma de raíz de árbol, como una representación de algo que nace y crece…»
El paisajismo del museo es obra de Ernestina Anchorena y la curaduría artística, de Eva Grinstein. Hay arte contemporáneo en exteriores y también en interiores: en un edificio hacia el centro del lugar, hay salas especialmente diseñadas para la exhibición de muestras distintas todo el año. Obras de León Ferrari, Fabián Burgos, Alfredo Dufour, Josefina Robirrosa y otros grandes artistas argentinos. Y hay espacio de bar en el cual se disfruta de una serie de delicias.
El almuerzo empezó con unos macarons de queso azul y siguió con bocaditos de queso brie frito, miel y sésamo. Desde croquetas de risotto, ají y cilantro, hasta unos inolvidables dumplings de cordero, pasando por empanadas exquisitas de carne asada, una entraña que se deshacía en la boca sobre textura de maíz y brie, y flat iron steak sobre espuma de papa y maracuyá. Hacia el final, una inolvidable milanesa cortada en trocitos con fideos tipo cacio e pepe. Después de varios cortes de carne de primera, todavía faltaba el postre: una torta de lima y frutos rojos esponjosa, dulce y fresca para dar aire al paladar. De los vinos estuvo a cargo Oria Toscana, el proyecto del enólogo Roberto Cipresso con más de 35 años en el oficio.
En la nave principal, dentro de este edificio, hay actualmente tres exposiciones para ver: pinturas y esculturas de Juan Stoppani que se complementan con una experiencia inmersiva de visualización en 3D; una muestra con obras de nada menos que Marta Minujin, Pablo Suárez, Marcia Schvartz y Fabián Burgos entre otros célebres; y una del Museo de la Ilustración Gráfica, que es otro destacado proyecto desarrollado por la Fundación Tres Pinos junto al especialista Hugo Maradei.
El museo también guarda un espacio de residencia para artistas, tanto nacionales como extranjeros, con cuatro dormitorios y dos talleres que brinda la oportunidad de crear inmerso en este entorno natural idílico. Allí, ahora, se pueden ver trabajos en proceso de los integrantes de los Talleres Maturín, actuales residentes.
Las entradas para disfrutar del Día de Campo de noviembre, ya están disponibles para adquirir desde la web del museo o desde Eventbrite. Todos los meses se organizarán en el espacio visitas guiadas.
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Fotos: son todas gentileza para Prensa de Museo Campo de Cañuelas.