A 2200 metros sobre el nivel del mar, construída en el medio de un lago porque así lo mandaron los dioses, en una valle donde la nube de smog llegó un día para quedarse, la Ciudad de México -que este año estrenó nombre y dejó de ser el Distrito Federal, como consecuencia de una reforma política importante- alberga a más de 20 millones de habitantes lo que la convierte en la décima ciudad más poblada del mundo, después de Tokio, Delhi, Jakarta, Seúl, Karachi, Manila, Bombay, Cantón y Shangai, según un informe publicado por la ONU este año.
En menos palabras: es simplemente gigante. En una ciudad tan cosmopolita y al mismo tiempo tan latinoamericana, con ofertas culturales y gastronómicas de todos los tipos, lo que siempre está a la vuelta de la esquina es la imagen de su artista más guerrera, la más sensible y provocadora, la sufrida, la distinta. Es Frida Kahlo quien, más allá del furor turístico del que se aprovechan algunos comerciantes, se hace notar en cada barrio de una ciudad donde la gran mayoría permanece anónima.
Frida Kahlo nació pocos años antes de la Revolución Mexicana, el 6 de julio de 1907 en el pueblo de Coyoacán en las afueras de la Ciudad de México. Cuando tenía seis años tuvo la enfermedad de poliomelitis que le dejó secuelas físicas para el resto de su vida. A los 18 años sufrió un accidente de tránsito que la dejó al borde de la muerte y fue durante su larga recuperación que comenzó a pintar como una forma de distracción. Sus padres le consiguieron un atril que se adaptaba a la cama donde permanecía postrada y le colocaron un espejo en lo alto y paralelo a su cuerpo para que pudiera pintarse a sí misma. “Pinto autorretratos porque estoy gran parte de mi tiempo sola y porque soy la persona a quien mejor conozco”, solía decir Frida.
Aunque su espíritu, su presencia y su herencia esté en la ciudad donde nació, la realidad es que hay pocas obras famosas de Frida en colecciones públicas de México y del mundo. La mayoría se encuentran en colecciones privadas mexicanas mientras que las menos se vendieron y siguen vendiendo por todo el mundo: en el año 2000 su autorretrato “El tiempo vuela” se subastó por más de cinco millones de dólares y en 2006 “Raíces” se vendió en cinco millones y medio. Famosos como Madonna también tienen obra suya. Llama la atención que muy pocas se encuentran en espacios públicos alrededor del mundo aunque, tratándose de una artista que murió joven y que pasó tantos años en cama, su obra no se destaca por lo prolífico sino por lo profundo y por su calidad.
Entonces, ¿dónde ver obras de Frida Kahlo por el mundo? Empezando por Buenos Aires, el Museo Malba tiene su “Autoretrato con chango y loro”. El MoMA de Nueva York tiene la obra “Mis abuelos, mis padres y yo”, “Fulang Chang y yo” y “Autorretrato con pelo cortado”. En Ciudad de México, el Museo Dolores Olmedo tiene la mayor colección de Frida Kahlo del mundo entre las que se destacan “La columna rota”, “Hospital Henry Ford”, “Unos cuantos piquetitos” y “Mi nana y yo”. También hay obras en el Museo de Arte Moderno de San Francisco, en el National Museum of Women in the Arts en Washington, el Phoenix Art Museum en Arizona y el Musée National d’Art Moderne de París.
Más allá de las obras en sí, y porque Frida-persona es inseparable de Frida-artista, en esta nota en especial desde su ciudad natal, te mostramos los 7 lugares donde encontrar la huella de Frida en la Ciudad de México.
En 2010, con motivo del bicentenario de la historia de México, el Banco Central lanzó el nuevo diseño de los billetes de 500 pesos (alrededor de 30 dólares) con las figuras de Diego Rivera y Frida Kahlo en el frente y dorso respectivamente. Lo interesante es que ambas imágenes son autorretratos de los propios artistas y además, el diseño es parte de una serie de billetes que conmemora la Revolución Mexicana de 1910. Así, al cambiar plata o comprar algo, podemos tener, aunque sea por un rato, un autorretrato de Frida en nuestra billetera.
Desde remeras hasta cajas de fósforos, todo es Frida en la feria de los sábados de la Plaza San Ángel. En un barrio de calles adoquinadas, lindas casas y muchos árboles centenarios, todos los fines de semana se monta una feria de artesanías y arte donde se puede encontrar desde tejidos típicos, trabajos en madera, accesorios de plata, cerámicas y talabartería y el infaltable puesto de “todo-Frida”. Ahí hay remeras estampadas, cajitas para guardar de todo, collares con fotos de Frida, mochilas estampadas con una Frida hecha caricatura, cajas de fósforos, llaveros, bolsos, pins, imanes para la heladera, mousepads, ceniceros. Algunos más kitsch que otros, algo lindo siempre se encuentra.
En el Centro Histórico de la Ciudad de México todo tiene su historia. Hay edificios que se están hundiendo cada año algunos centímetros, por causa del suelo que en realidad es pantanoso. Hay confiterías en edificios completamente cubiertos por azulejos portugueses. Hay un vitral inmenso en el patio de un edificio antiguo que funcionaba como un hospicio solo para mujeres. Está el Palacio de Correos, la Plaza del Zócalo, la Catedral y el imponente Palacio de Bellas Artes. Entre tanta historia y tradición, hay una callecita de una cuadra o dos, detrás del Palacio de Correos, donde intelectuales y apasionados bibliófilos venden libros usados a precios increíbles. Ahí también, en algunas cajas sobre las mesas de caballetes, venden por solo 10 pesos mexicanos (si regateás quizás incluso menos) postales de Frida Kahlo desde la clásica con sus vestidos y turbantes hasta fotos desconocidas de Frida en el desierto mexicano o en su casa de Coyoacán. Joyitas inesperadas en el trajín de la ciudad.
Ubicada en la calle Londres número 247, la Casa Azul es una antigua casona con patios y jardines internos que vió nacer y morir a la artista mexicana. La casa fue construida por su padre, Guillermo Kahlo, y fue donde Diego y Frida vivieron luego de casarse. Cuatro años después de la muerte de Frida, el espacio tomó la forma de casa-museo y hoy en día es el lugar en la ciudad donde se pueden ver obras de ambos artistas así como también exposiciones temporarias de arte contemporáneo. Además, es el lugar donde imaginar los romances, las peleas, las reconciliaciones, los encuentros y desencuentros entre ambos artistas. El museo reproduce los distintos ambientes de la casa tal como estaban en la época en la que estaba habitada. Así, por ejemplo, en el dormitorio de Frida se puede ver su cama, sus almohadones bordados, sus juguetes. En el estudio están sus pinturas y caballetes, en la cocina sus cacharros y ollas de barro. En su versión original, los muros de la casa familiar estaban pintados en un color rosa viejo. No fue hasta que Diego y Frida se mudaron juntos allí que la casa adoptó el color azul eléctrico que aún conserva. Parte de la colección permanente de la Casa Azul es la obra de Frida “Viva la Vida” que fue uno de los últimos cuadros que pintó, cuando su estado de salud ya estaba muy deteriorado y que tiene una mezcla de tristeza y ánimo muy especial.
En un oasis verde a media hora de la ciudad se encuentra el Museo Dolores Olmedo, que alberga la colección más grande del mundo de obras de los artistas mexicanos con 145 obras de Rivera y 27 de Kahlo entre las que se encuentra el famoso“Autorretrato con changuito”. El museo se encuentra dentro de una casa quinta del siglo diecisiete, donde se respira aire limpio y se puede dar un paseo por sus enormes jardines. Dolores Olmedo fue la gran mecenas de Diego Rivera. Amantes quizás solo al principio, Dolores fue una gran impulsora del trabajo de Rivera y por consecuencia también del de Frida -aunque eran rivales declaradas por el amor de Diego. Hay algo en esos jardines con pavos reales, en esa tranquilidad y silencio fuera de la ciudad, que también transporta a la imaginación a líos amorosos, encuentros y desencuentros, celos, todo como parte de una gran película de pasión y amor.
(¡Spoiler alert! Para los que todavía no vieron la película de Frida). La escena que es quizás la más dramática de la película Frida se filmó en las Casas Gemelas donde los artistas tenían sus estudios y donde vivieron cuando volvieron de Estados Unidos antes de mudarse a la Casa Azul. La escena muestra a la protagonista cruzando un puente sobre una terraza para sorprender a Diego en su estudio y encontrarlo besando a Cristina Kahlo, la hermana de Frida. El lugar, que hoy funciona como museo, se puede visitar en el barrio de San Ángel en la Ciudad de México para entrar en contacto con la parte creativa, el momento de creación de Frida y Diego e imaginarlos pintando día y noche, teniendo momentos de inspiración. El espacio es súper interesante, con una arquitectura funcionalista donde el mínimo de gastos por el mínimo de esfuerzos es la premisa que sintetiza la obra. Se trata de dos casas independientes, la azul de Frida y la blanca de Diego, que están unidas por un puente sobre las terrazas. El proyecto fue un encargo de Diego al arquitecto Juan O’Gorman en 1931. Dobles alturas, simplicidad en las formas y pureza en la construcción.
Inaugurado en 1984, este parque de Coyoacán cuenta con una escultura de bronce en tamaño real de la artista realizada por el escultor Gabriel Ponzanelli. Es un espacio tranquilo, lleno de árboles, con juegos para niños, auqnue la actividad favorita sea treparse a la Frida, abrazarlas y sacarse fotos con ella. Un espacio tranquilo para hacer una pausa y pensar en su historia, carácter, obra y vida.