TOIA GREHAN: "EL COLOR ES LA MÁXIMA CONEXIÓN" / ENTREVISTA / POR LU BARTOLOMÉ

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Ya sea en Tres de Febrero o en Bristol, los murales de Toia cautivan siempre

TOIA GREHAN: «EL COLOR ES LA MÁXIMA CONEXIÓN» / ENTREVISTA / POR LU BARTOLOMÉ. 

Estudió Artes Visuales en el ISSA (Instituto Superior Santa Ana) y se incursionó en el mundo del muralismo de la mano de Martín Ron. Exploró distintos lenguajes partiendo siempre de la pintura. Es un alma libre que vive en constante expansión, admira el color y el mundo vegetal. Le gusta el contacto con la materia, la pintura, lo formal de la mancha. Expresa arte desde sus entrañas.
Ella es Toia Grehan, artista visual y muralista. Podés ver sus murales en el bar Cobarde en Recoleta, en Palermo, en la UBA de martínez y, en San Antonio de Areco. Ojo, si viajás podés admirar su huella en Bristol y Francia.
Del 28 de mayo al 14 de junio va a estar presentó su muestra ECOSFERA en el Honorable Consejo Deliberante (HCD) de San Isidro. Es su primera muestra individual de pintura, donde priman los Ecosistemas interactuando entre sí revelando un medio ambiente ilusorio que es no solo hábitat, sino el fundamento de la existencia.
¿Cómo arrancó todo?
Apenas terminé el secundario en San Antonio de Areco empecé a estudiar Artes Visuales en el ISSA. Era el año 2005. Yo venía de pintar para mí, no sabía nada de pintura. Pero tenía la necesidad de pintar. En el secundario hice un proyecto importante y me di cuenta que era lo que me gustaba. Como vivía en el interior no tenía la costumbre de ir a museos de arte. Mamá tenía unos libros de pintura que era lo que conocía, ella pintaba más como un hobby. En 2006 empecé a dar talleres para niños en Areco los fines de semana. Desde que empecé a pintar no paré de hacerlo.
¿Qué pensás de la palabra artista?
Creo que es una palabra que tiene mucho peso. Creo que no hay que darle tanta bola. Viene más del hacer, te dedicas a hacer arte entonces sos artista, no es un título que te ganaste por algún motivo.
¿Cuándo decidiste que querías dedicarte al arte?
Para mi fue al final del secundario por una cuestión del colegio que nos hacía hacer un proyecto artístico y arranqué de una pintando naturaleza. Desde una mirada espontanea y naif de lo que me salía. Empecé a pintar con acrílico, acuarela. En la facultad tuve más variedad porque no podía elegir tanto y además está bueno abrir el panorama. Pero cuando tuve que hacer un proyecto propio, volví a la naturaleza.
¿Qué es lo que te cautiva de la naturaleza?
Yo diría que es la forma, los ritmos vegetales, las tramas, la superposición. El tema de la vegetación en abundancia, la maraña de vegetación como un lugar donde te podés meter y estás solo rodeado por eso. Son como espacios, no es naturaleza muerta. Está vivo en movimiento. Y el tema a lo que me fue derivando que es en lo que estoy trabajando ahora es los ecosistemas: esos espacios donde todo está relacionado y vinculado, y desde el más mínimo detalle es necesario para toda la vida de un ecosistema. Un detalle que no te enterás que existe pero, si se cambia, destruye o altera lo demás. A partir de ahí empecé a pintar estos mundos que a la vez son partículas.
¿Tu arte siempre tiene un sentido para vos?
A veces le encuentro sentido a la vez que crece la obra. Pero a veces crece la obra y después uno le da el sentido o lo encuentra. A veces es tan visceral que no entendes de dónde viene o a donde va hasta que un día decís “¡eureka!”.
3+areco
 
¿Te ha pasado que en alguna muestra alguien le dio un sentido que no veías?
Sí. tal vez algo con lo que yo no me relaciono pero sí que le encuentre un sentido nada que ver. Jamás le diría “no, no es eso”. Es totalmente válido. Porque uno hace a la obra vivir, la pone en presencia del público y la idea es que en el momento que el público se encuentra con la obra la termina. Esa terminación es variable, depende de quién la vea, del momento de su vida, de su día. Puede salir cosas nada que ver. Por eso me enganché con los murales.
¿Cómo surgió lo de  los murales?
Surgió en 2015. Tres años antes, en el 2012, me invitaron a exponer en Jalea. Intervenía telas que ya estaban estampadas. Como una comparación entre lo industrial, producción en serie y lo artesanal-artístico. El mismo día que yo exponía pintaba en vivo Martín Ron. Ahí lo conocí pero no lo vi más. Tres años después Martín pone en Facebook que empezaba a dar un taller de muralismo en San Isidro. Así que me anoté.
¿Cuánto duró?
Duró un año. Hasta ese entonces nunca había pintado un mural. Casa Catedral estaba en construcción y nos daban dos habitaciones grandes. Éramos un montón, nos hicimos re amigos. Pintábamos las paredes, al principio en grupos. Hacíamos trabajos, después pintábamos las paredes de blanco y volvíamos a empezar. Mi primer mural fue ahí, en Casa Catedral.
Acrilico+y+acuarela+sobre+papel
 
¿Y cuál fue tu primer mural al mundo?
Uno en la calle Tomkinson. Con la invitación de Nacho Ávalos, fuimos con el curso para practicar. No me gusta nada (risas) aunque le tengo cariño. Pinté tramas de ramas con un pájaro. Y después nos invitaron a pintar de Greenpeace en Juan B. Justo. El tema era el Ártico. También un gran hito fue el mural en la UBA  Martínez que pintamos con los del taller. Mi primer mural sola grande fue para un pedido particular en una casa en San Isidro. En junio de 2016 me fui a Bristol a un festival que convoca a artistas de todos lados. Bristol es como la meca del arte callejero. Pinté en la pared de una escuela, lo hice en dos días fue un gran desafío.
¿Qué te motiva de pintar murales?
El tema de poner la obra en un lugar donde el que se encuentre con ella puede ser una persona que viene de cualquier lado y no necesariamente la está buscando. Entonces dejás la obra y sigue encontrando significados, encontrándose con su público. Yo estoy acá y frente a un mural en Tres de Febrero puede haber una persona flasheando. Y gente que no necesariamente quiso ir a una muestra. Porque cuando vas a una muestra o museo te programas “ahora voy a ver arte” y cambias el chip. En cambio cuando la obra te sorprende en un recorrido cotidiano creo que uno se vincula desde otro lado.
¿Qué se siente que gente de todo el mundo vea tu arte?
Me parece muy loco. La verdad que me emociona muchísimo poder compartir el arte que trasciende la persona ¿no? Más allá de yo quién sea, el arte es por sí solo. Y poder llegar a más gente de distintos lugares está buenísimo porque te amplía un montón el panorama. La verdad es que nunca me imaginé que iba a hacer murales y menos murales en el exterior. Además, le da un vuelo a la obra que hace que uno sea más consciente de lo que está transmitiendo.
¿Qué sentís cuando te cruzás con un mural tuyo?
El año pasado concreté a fin de año un proyecto que presenté a la Municipalidad de San Antonio de Areco para hacer un mural en una pared que tenía a la vista. Quería devolver algo a la comunidad. El proyecto tenía dos patas: uno era que estaba en un barrio municipal y otro que era un taller de murales  para niños del barrio para que ellos pinten. Lo hicimos en diciembre. Estuvo buenísimo. También el propósito era que la gente de la comunidad se apropie del espacio. (FOTO) Si paso cerca no lo veo pero sé que está. Y cuando pasa un tiempo y lo veo me vuelvo a sorprender.
¿Qué son para vos los colores?
Para mí el color es la máxima conexión, el elemento de comunicación más fuerte para apelar a lo inconciente del otro. Para mi el color es algo totalmente vinculado al mundo abstracto y que apela a tu mundo emocional, a tus recuerdos. Te mueve a un nivel emocional. Lo racional queda más en segundo plano. El color es la autopista de lo inconsciente. Yo trabajo mucho el color desde ese lado. Me gusta la escuela del expresionismo abstracto. Cuando vi una muestra de Rothko en Londres me emocioné hasta las lágrimas de ver la vibración del color. Él diseñó el ambiente para observar esas obras. A mi me interesa eso, jugar con las sutilezas, uso mucho las transparencias, los detalles. Desde lo formal mi mayor ocupación es el color.
¿Qué alimenta tu inspiración?
Viajar. Para mí es lo más importante. Desde viajes cortos hasta viajes más largos. El contacto directo con la naturaleza y con distintas culturas. Siempre busco salir de la ciudad, ir a los parques, ir a lugares alternativos. O un barrio que no sea del circuito turístico. Observar la forma en la que vive la gente.
¿Cómo definís tu arte?
Primero, el lenguaje que uso es la pintura. Mi trabajo es un constructivismo orgánico porque le doy mucho valor e importancia a lo formal, la composición, al color. Me importa que formalmente todo tenga un equilibrio. Pero a la vez es un constructivismo orgánico que tiene lo expresivo del color. El color es el protagonista. Y lo orgánico desde la forma que son las plantas, el mundo vegetal, los ciclos, los ritmos de la naturaleza. No trabajo de manera real en detalle las formas y volúmenes sino los ritmos y la sensación general de movimiento a través del color. Yo busco poder expresarme y mostrar mi mundo interno hoy. Eso está en transformación constante.
Fotos: gentileza Toia Grehan – Candy Grehan.