Ti Voglio in Love Buenos Aires
Por Anastasia García Pinto (fotos y texto)
Ok, Buenos Aires es una ciudad con características románticas, por su banda sonora tanguera, por sus calles con arquitectura clásica con esa pátina de descuido que suman al encanto “qué sé yo ¿Viste?” de Horacio Ferrer, por los árboles de cuadro impresionista como los jacarandás y hasta los empedrados y las vías muertas del tranvía . Esa no es la novedad. Además está llena de canciones inspiradas en pasiones porteñas. La última, de Benjamin Biolay: “autor de moi, sous leur nuque longue”. Lugares típicos para estar en pareja empezando por El Rosedal, Plaza Francia, Jardín Japonés y un etc largo y evidente.
Maleva propone entonces cuatro circuitos no tan obvios, más del romanticismo siglo XXI: una plaza secreta en Puerto Madero, un corredor de Barracas, las calles de Colegiales y el Bajo San Isidro. Desde ya, esta es una nota para abrir el juego y pasarles la posta, para que ustedes propongan sus vueltas por ahí mientras adentro laten con ese compañero o compañera.
Plaza secreta en Puerto Madero (Entre Trinidad Guevara, Victoria Ocampo, Juana Manso y el río – dique 4 – )
El barrio más joven y ribereño de la ciudad es un buen circuito romántico por la vista de los diques, por su esencia bastante peatonal, sus parques de diseño, el cuidado del espacio público, la posibilidad de hacer deportes en conjunto, entre otras razones. Un clásico de fotito de a dos y que se cruza de la mano es el Puente de la Mujer del español Santiago Calatrava y que representa a una pareja bailando tango. Ahora bien, la propuesta de Maleva es que se ingrese al barrio por ese puente pero que se doble a la izquierda y se camine hasta el dique 4, al lado de los espejos de agua, hasta la calle Trinidad Guevara. Se gira a la derecha, se hacen 20 metros y se baja por unas escaleritas hasta un «jardín escondido» en pleno Madero. Es una plazoleta seca que es un refugio urbano y que tiene una fuente – aún más escondida (desde la costanera no se la divisa) – con cascada, plantas autóctonas, peces chinos y de fondo, vista de las torres vidriadas del microcentro, la Casa Rosada y los mástiles de los veleros. Y hay un kiosco con mesas ideales para sentarse, bajar un cambio, y contemplar el entorno en pareja. Asimismo, el kiosco es gourmet, vende todo tipo de cervezas, vinos y espumantes importados.
Colegiales (la zona entre las vías del Tren Mitre, Álvarez Thomas, Elcano y Federico Lacroze)
Si hay un barrio que hoy emana una atmósfera tierna es Colegiales. Barrio todavía tranquilo. Al caminar por sus calles empedradas, salpicadas de ramas de árboles, se siente una energía especial.Ese lugar tiene encanto tal vez indescriptible con conceptos muy precisos. Algo mágico, sobre todo los fines de semana. Propuesta, caminar entre Virrey Loreto entre Conesa y Conde. Calma, cantito de pájaros, siseo del viento. Esquinas con casas de estilo clásico italianizante, de la primera mitad del siglo XX, algunas con balcones de Romeo y Julieta. No es casualidad que sea un punto de anclaje para las nuevas parejas jóvenes. El barrio lo tiene todo: está alejado del caos y es auténtico. Además hay unas opciones geniales de restós como la Prometida, en Delgado 1189 o Loreto (muy válidos su patiecito con ramada y sus tragos digestivos) en Virrey Loreto 2912. Dos otros tips que vuelven a Colegiales un lugar muy muy apto para caminar con novio, pareja, tercera cita: 1 – se instalaron algunas galerías de arte como Espacio Colegiales en Enrique Martínez 916 2 – muy linda la nueva bicisenda que pasa por esa misma calle y que conecta Palermo con Belgrano R.
Barracas, Boulevard Caseros y el influjo súper romántico de Felicitas Guerrero
El barrio de Barracas, entre la Boca y San Telmo, es un territorio en ebullición. Se puede «flanear (por flaneur)» por Montes de Oca y las calles que la cruzan, o recorrer al atardecer el muy porteño boulevard Caseros (en el límite con San Telmo y con dos restós muy recomendables con mesitas en la vereda, Club Social y Caseros ) y las calles en barranca que caen hacia el sur como Bolivar y Perú, que son algunas de las calles más bonitas y pintorescas de Baires. Ahora bien, sobre Barracas lo imprescindible es destacar – gran razón para incluirlo en esta lista – que tiene detrás una historia de amor trágica que lo inspira. Frente a la Plaza Colombia, está la Iglesia de Santa Felicitas (Isabel La Católica, entre Pinzón y Brandsen). La de Felicitas Guerrero (vecina de Barracas) fue tal vez la historia romántica que más marco a la sociedad porteña en el Siglo XIX. No se la puede resumir por acá, pero sí adelantar que la muchacha, considerada en aquel entonces «la mujer más linda de la república» murió por amor. Y dicen que las novias que se casen en el altar de la Iglesia que los padres de Felicitas construyeron para homenajearla también morirán por amor. Y sí, pero a pesar de esta leyenda, el lugar evoca una de las historias más apasionantes que se conocieron. Barracas se merece una caminata de enamorados.
El Bajo de San Isidro en bici hasta el desconocido rincón donde el Río Luján desemboca en el Plata
Hasta hace no tantos años, las manzanas entre el Río de la Plata y el Tren de la Costa eran un lugar bastante descuidado, azotado por las crecientes. Hoy son uno de los spots con más onda de la Zona Norte. La propuesta es llegar por la barranca de Alvear (en Martínez) y subir hacia el norte por la calle costanera Solís y luego Elcano. A la derecha, parques naturales al río con vegetación autóctona, para tirarse con mantita en el césped en pareja a tomar sol, después los clubes de Windsurf. Perú Beach, claro, pero menos conocidos son el Ombú y el Molino que tienen restós con mesitas fantásticos para comerse algo con una inmejorable vista del Plata. El Bajo tiene cincuenta talleres de arte, y es un polo gastronómico con varias opciones ideales para parejas como Sudeste (Tiscornia 962) o la Anita (Tiscornia 843). El Bajo es un barrio para recorrer en bici. Anoten este circuito poco difundido: agarrar desde Primera Junta yendo para el Río hasta la calle Bartolomé Mitre que pasa al lado de los clubes náuticos, de ahí al norte hasta Presidente Uriburu, se gira a la izquierda volviendo hacia el Tren de la Costa, se cruza la vía, y en Pedro de Mendoza (calle lindera a las vías) se encara para la zona de Beccar. A las seis cuadras, se dobla a la derecha en Ricardo Rojas, de nuevo se cruzan las vías y en Luis Piedra Buena – la calle con que se choca, al lado del dique – está la entrada a un caminito que da a la Costanera de Punta Chica, una de las plazas más – afortunadamente – ignoradas, con poca gente, y mejor cuidadas de toda la zona. Y con una ubicación de paisaje románticos como pocos en el área urbana: justo donde el Río Luján desemboca en el el Río de la Plata. Después de ver ahí cómo se pone el sol sobre el Delta (o hacer un pic nic) y antes de abandonar el Bajo, la última parada de a dos tiene que ser en la estación Punta Chica del Tren de la Costa en Arias 3698. Hay un café minimalista con un espíritu relajado hippie/chic (Bike and Coffe) y lo mejor de todo, el local del gran pastelero Mauricio Asta, donde se consiguen macarrons tops, que ellos invitarán a ellas.
Fotos San Isidro: Google Earth