Un restaurante donde desde el vamos vas a pasarla bien. Porque cruzar la puerta es descubrir una casona con onda bohemia y playera – pero ese playero bien cool – que te recibe para una experiencia foodie. Un mix entre canchero y delicioso que se sumó al polo gastronómico del Puerto de Olivos, entre río y lanchas. Por dentro, un universo súper estético donde la madera, el cemento, el bamboo y las plantas nos invitan a viajar de Buenos Aires a la costa sin escalas.
Y entre tanta onda, la cocina de autor – cuyo chef es Luciano Losada – también es una invitación a sentarse. Tapas y bocadillos que fusionan la esencia de room service hotelera (para seguir a tono con el viaje), platos de sabores intensos – como ribs especiadas o polenta – y una barra de sushi en el primer piso que homenajea la cocina japonesa. Obvio, tomar algo en este genial espacio es un must, porque la carta de tragos de autor es una bomba. «El Abrigo», por ejemplo, con vodka, cordial eucalipto, almíbar ciruela, jugo de lima, menta, perfume de ciruela, canela y perfume flameado.
Ya lo sabemos, lo carnívoro retomó protagonismo en la city porteña y cada vez son más los espacios que le rinden homenaje. Por esto, entre árboles, enredaderas y olorcito a parrilla, Jaguel llegó el pasado 26 de julio con un concepto innovador. Se trata del primer patio parrillero de la ciudad. La idea es simple: mediante un mecanismo de self service, ordenás tu corte y lo retiras por la barra. Una especie de bar donde el acompañamiento son ensaladas gourmet que se adjudican una segunda barra en el espacio. ¿Para tomar? Vino, por supuesto.
El espacio acompaña – e intensifica – el nivel, porque como todo patio implica verde, y como todo lo que implica verde, es instagrameable. No se preocupen, en invierno está calefaccionado y protegido por toldos. Disfrutar de un escenario arbolado entre enredaderas y césped, con un rico plato de carne – mientras suena indie y rock– es posible. ¿Qué vas a poder probar? Para empezar, croquetas de morcilla rebozadas en panko con alioli, salsa criolla y limón. No se diga más. Los principales incluyen clásicos como entraña ($260) y opciones más alternativas, como la arañita ($220). Ah, todas las carnes se acompañan con papa aplastada, además de las opciones de ensalada (genial la de cous cous con damasco). Y si de carne entre panes se trata, un dato es que todos sus panificados son caseros. Razones para conocerlo hay, ¿no?
La comida es ciencia para muchos, y el helado es un capítulo aparte. Las heladerías tradicionales son parte del pasado y hoy, una nueva apertura implica un nuevo concepto. Así lo entendió Shock BA, que llegó hace menos de una semana a Zona Norte con la idea de enseñarte a ser sommelier heladero, y convertirse en la mejor heladería artesanal de Buenos Aires. Pequeño objetivo, ¿no?
Con semejante propósito, no se esperaba menos que una apertura con todo. “Combinamos materias primas de la mejor calidad, nacionales e internacionales”, explican. Pero, a esto, se le suma su Maestro Heladero, Ariel Seggeser, quien fue galardonado con menciones, premios y medallas de oro en concursos en Argentina y el mundo. Y la cosa no termina ahí. Las máquinas las trajeron directamente de, ni más ni menos, Italia, y el paso final en la producción – que le dio su nombre – es un shock térmico. La lista de gustos es larga, así que vas a poder elegir tranquilo: frutales, chocolates, cremas, dulce de leche, y una curiosidad: helado de expresso.