Si bien no es Palermo, donde las aperturas se suceden por decenas en pocos metros, lo cierto es que para el ojo entrenado, en Recoleta el último tiempo ha traído muchas novedades. Aunque territorio de restaurantes clásicos y de gran vigencia, hay nuevos aires dando vuelta por las calles de esta zona de la ciudad. A continuación, un punteo de los locales nuevos y aquellos que se han renovado, todos abiertos para catar el nuevo perfil gourmet que se va delineando en el barrio.
Justo antes de que Libertad comience su descenso hacia Libertador, Oda (Libertad 1360) abre sus puertas en un pequeño pero cálido espacio. Nacido primero en Punta del Este, su fin es el de unir un estudio de interiorismo con la posibilidad de tomar un buen café y probar alguno de sus platos o delicias de pastelería. Sin grandes ambiciones culinarias (“no son platos sofisticados sino simples, ricos y sanos”, cuentan), sin embargo se convierten en un punto elegante gracias a su ambientación, plena de géneros y objetos y lámparas de diseño. A pasos del polo de decoración que constituye la calle Arenales, Oda resulta una gran propuesta en la que relajarse los mediodías, probando quizás su ensalada de salmón (con lechuga, rúcula, tomates secos, queso brie, el huevo Oda y semillas) y culminando el momento con la Lemon Cake, una torta helada de limón que se roba muchos elogios.
De las aperturas más nuevas, este espacio tuvo en vilo a muchos de los vecinos más tradicionales del barrio. Es que hace 30 años que en la esquina de Montevideo y Juncal existe este café, y cuando cerró sus puertas por algunos meses, muchos supusieron lo peor. Pero quienes estaban detrás del proyecto eran los mismos dueños de siempre, que eligieron remontarse a sus orígenes y hacer honor al tostadero de café que también poseen, para reabrir bajo el nombre “Bogotá” y aggiornarse en público y estilo. Así, y aunque el famoso mural de Marta Minujín sigue estando (y de hecho ella le dio unos retoques), el predominio de la madera, una mesa comunal, más luminosidad que nunca y una barra que conquista a los más jóvenes son algunas de las novedades que acompañan una carta fresca, con hincapié en sándwiches y ensaladas y tentadoras limonadas. Abierto de la mañana a la noche (cuando cambia el menú y llegan los manteles blancos y los tragos), a este café la reapertura no solo no le ha quitado el público de siempre, sino que le ha valido todo un espectro de edades nuevas.
Precisamente al lado del ya mencionado Oda, otro local suple en calidad lo pequeño del espacio. En su tercera sucursal -las otras están en Palermo y San Isidro-, Convite (Libertad 1356) sigue deleitando con platos de recetas tradicionales combinadas con tendencias, tal cual aplican en el servicio de catering que también proveen. Con almuerzos potentes y pastelería casera, mediodías y tardes son sus momentos de mayor auge, en los que convergen oficinistas, estudiantes y madres en un alto entre búsquedas de colegio, todos atraídos por el mostrador rebosante con las propuestas del día a la vista. Con ambientación moderna y cálida a la vez y servicio eficiente, desde marzo se han convertido en una de las opciones diurnas predilectas del barrio.
En el siempre mágico Pasaje del Correo, Harturo (Vicente López 1661) nació con una misión difícil: ubicarse en el local que antiguamente supo contener al bellísimo (y riquísimo) Sirop. Pero aunque compleja, la tarea le resultó ideal para demostrarse a la altura. Porque Harturo fue primero un local de decoración sobre la calle Arenales (que sigue existiendo), y con ese mismo expertise y gracia sus dueños se dedicaron a decorarlo y diseñar su carta. Y mientras en lo primero crearon un espacio con una calidez y un estilo de muebles con los que no es difícil sentirse en una casa distinguida, en lo segundo la cocina de autor se destaca con platos como la bondiola de cerdo con manzanas, batatas y cebollas asadas en reducción de oporto y mostaza de dijon o la pesca del día con risotto de cebada, alioli de perejil y ajos asados, entre varios otros que alternan sabores clásicos con preparaciones sofisticadas. Y conforme suba la temperatura, sus mesas afuera serán uno de los hits recoletianos más requeridos.
De los mismos dueños de Panini y a la vuelta del ya típico local de Callao y Libertador, The Food Truck Store (Callao 2092) es como el hermano más canchero y joven. Innovador en su propuesta de, en pleno auge de los food trucks, incorporar uno permanente dentro del espacio, lleva un año seduciendo con su menú de comida callejera y al paso (sándwiches, hamburguesas, ensaladas, rabas, nachos, langostinos, etc.). “Hace dos años comencé a rotar el food truck de Panini por eventos privados y ferias. Vi que era una moda fuerte, y como la ley aún no permite estar en la vía pública, se me ocurrió este formato”, describe Rodolfo Cámara. El resultado fue un local muy versátil, con gente que come al paso y otros (varios) que se sientan a disfrutar del clima reinante, muy distendido y amigable. “Acá vas a comer de mucha mejor calidad pero al mismo precio que en las cadenas de fast food”, agrega Cámara, que asegura que si bien tiene concurrencia a todas horas, de miércoles a sábado a la noche se vuelve un especial punto de reunión.
Tampoco nuevo en el barrio, sin embargo Fervor (Posadas 1519) y su excelente cocina a las brasas suma esta temporada una novedad que también cotizará alto: una muy amplia terraza, con espacio al aire libre y techado, ideal para los mediodías de primavera y las noches de verano. En plan de descontracturar quizás la estética interior, más tradicional, este espacio se presenta joven y fresco, e invita con una gran barra de mármol, luces y plantas colgantes, mesas y también sillones. Todo está dado para sentarse con algún buen trago y esperar por platos como las setas a las brasas, los ravioles de ternera con tomate y albahaca, la clasiquísima parrillada de mar o alguna de sus muchas versiones de carne y pesca. Aunque siempre lleno, es probable que este nuevo agregado le provea a Fervor de más público que nunca.
Hit absoluto del 2015, las hamburgueserías siguen su cruzada en el 2016, y Recoleta también cuenta con algunos espacios tentadores en el rubro. Entre ellos, uno de los más recientes es la nueva sucursal de Mi Barrio (Guido 1936). Reconocida por sus platos con nombres de, justamente, barrios de la ciudad, proponen 13 hamburguesas 100% de carne vacuna (aunque hay versiones de pollo y vegetales) y fresco pan casero. La homónima de esta zona, por caso, se presenta con 170 gramos de carne, rúcula, brie, cebolla caramelizada y “barrionesa” de aceto. De estética simple pero canchera, es un lugar ideal para juntarse con amigos y explorar las diferentes opciones, acompañamientos (recomendamos las papas fritas “Mi Barrio”, con queso cheddar y panceta crocante) y, si les queda lugar, también alguna de las cuatro variantes de la chocotorta como postre. Y como bonus track, ofrecen una cerveza artesanal propia y todos los días hay happy hour.
Lejos de ser novedad, sino más bien un clásico total del barrio, Sottovoce (Libertador 1098) sin embargo presenta renovaciones esta temporada. Aunque se mantiene centrado en su ambientación a plena boisserie y arañas, con sus mozos impecables (y muy atentos) y sus manteles blancos siempre impolutos, los más fieles reconocerán de inmediato varios cambios en la carta. En tanto la versión más invernal sumó opciones como gnocchi de sémola con jamón, crema, tomate y queso gratinados o riñones de ternera all’Emiliana, entre otros, fue la introducción de un ingrediente lo que amplió la oferta. Las exquisitas trufas se sumaron a esta cocina en versiones como tagliatelle con huevo poche y trufas negras y tortelloni con trufas negras. Una gran excusa para seguir volviendo.