¿Por qué los millennials y la generación Z están empezando a darle la espalda a la conexión digital «24/72»? La presión por contar una historia perfecta en las redes sociales/»No podemos disfrutar ni de un recital»/Desde talleres de lectura hasta un nuevo boom por las actividades al aire libre y las cámaras con rollo: nuevas modas de la reacción.
Los sub 30 están en una encrucijada digital, afirma la autora de la nota quien también es parte de esa generación. Foto: gentileza Unsplash (PH Inspa Makers).
«No puedo disfrutar ni de un recital» / Rebeldes digitales: los sub 30 que rechazan la alienación a las pantallas / ¿Con qué nuevas modas las reemplazan? Por Cami Gómez.
En un rincón de nuestra mente hay una época en la que el tiempo parecía avanzar un poco más despacio, una era donde las conexiones eran más auténticas y las experiencias más tangibles. La revolución tecnológica nos regaló comodidades inimaginables, pero también dejó una generación – la de los que tenemos menos de treinta -, en medio de una encrucijada digital.
En un mundo cada vez más interconectado, los millennials y los de la generación Z nos encontramos sumergidos en un dilema tecnológico constante. Con los celulares y las computadoras robando nuestro tiempo «24/7» nos embarcamos en un viaje virtual sin antecedentes. Pero ¿qué hay detrás de la pantalla? A medida que la sociedad avanza hacia la plena digitalización, surge una preocupación creciente: los efectos negativos del uso excesivo de dispositivos y redes sociales.
Desde la punta de nuestros pulgares hasta la cima de nuestra conciencia, el mundo digital nos rodea, y es hora de hablar de pros y contras. ¿Están listos para navegar en este océano sin naufragar en la ansiedad?
“Cuando voy a un recital me la paso grabando y sacando fotos, pero siento que no disfruto el momento. A la vez quiero tener esos recuerdos y me termina pesando más no tener nada después”, dice Laureano de 24 años…»
Generación Swipe, generación ansiosa.
Las pantallas de nuestros celulares son como ventanas mágicas que nos conectan con amigos, nos hacen reír con memes y nos mantienen al tanto de las últimas tendencias. Sin embargo, no podemos ignorar los efectos de adicción y estrés que provocan. Ir de una red a otra puede dejarnos agotados y ansiosos, como si estuviéramos en una carrera sin fin por likes y retweets.
Muchas veces el uso extremo puede debilitar o distanciar el contacto del ser humano con la realidad y con las interacciones físicas, dejando en un primer plano el contacto con la realidad virtual.
“Esta distancia con el mundo real, a largo plazo, puede ser un factor de riesgo en la salud mental de las personas, podría influir en el desarrollo de ciertos trastornos o patologías como la ansiedad o la fobia social. A su vez, puede provocar baja autoestima, depresión o contribuir a la creación de creencias limitantes sobre uno mismo”, comentó la Licenciada en Psicología Ángeles Srur.
“Yo cerré Instagram porque estaba muy pendiente, no lo podía soltar, y mi hija me veía usarlo todo el tiempo. Capaz estaba amamantando y en vez de vivir ese momento de conexión plena, miraba las redes. Sentí que el uso excesivo nos afectaba a las dos”, le revela a MALEVA Tamara, de 27 años.
Cada selfie es un esfuerzo (por mostrar una vida perfecta).
Los jóvenes sub 30 enfrentamos una presión constante por crear y mantener una presencia en línea atractiva. Cada selfie, publicación e historia se convierte en un acto de auto representación. Este esfuerzo incesante por mostrar solo los aspectos positivos de la vida puede llevar a la autenticidad perdida y a una sensación de aislamiento.
Por eso, es muy importante tener en cuenta que las redes también son formadoras de opinión. A partir de ellas construimos creencias de nosotros mismos, de los demás, del mundo que nos rodea, de lo que es la belleza y de muchas cosas más. Por lo cual, debemos empezar a verlas como una gran fuente de alimentación para nuestra mente.
Sobre esto Ángeles opinó que: “siempre se intenta mostrar una especie de vida ‘perfecta’, buscando la aprobación de los demás, lo que conlleva a un ocultamiento de lo que consideramos ‘imperfecto’, provocando un rechazo a uno mismo y a nuestra propia vida imperfectamente perfecta”.
“Es tremendo tener que estar constantemente actualizado. El recorrido por las redes no tiene fin. En mi caso siempre hago el mismo viaje: entro primero a Instagram, después Twitter y por último TikTok. Y siento que nunca termino de ver todo”, razona Tomás, 29 años…»
La obsesión por los seguidores y los jóvenes que deciden cerrar sus redes sociales.
Hay que reconocer la oportunidad que nos brinda la tecnología de conectarnos con personas de diferentes culturas y rincones del planeta. Esta conectividad global abrió puertas a nuevas amistades, oportunidades y perspectivas que anteriormente parecían inalcanzables. Compartir momentos especiales es genial, pero cuando se convierte en una obsesión por obtener más seguidores, podríamos perder el objetivo real: la conexión humana.
“Yo cerré Instagram porque estaba muy pendiente, no lo podía soltar, y mi hija me veía usarlo todo el tiempo. Capaz estaba amamantando y en vez de vivir ese momento de conexión plena, miraba las redes. Sentí que el uso excesivo nos afectaba a las dos”, le revela a MALEVA Tamara, de 27 años.
“Cuando voy a un recital me la paso grabando y sacando fotos, pero siento que no disfruto el momento. A la vez quiero tener esos recuerdos y me termina pesando más no tener nada después”, dice Laureano de 24 años.
La tecnología nos conecta con amigos, familiares y comunidades en todo el mundo. Pero, ¿a qué costo? Estamos conectados digitalmente pero aislados emocionalmente. Las notificaciones, tanto en los dispositivos móviles como en las aplicaciones, pueden ser una espada de doble filo. Aunque nos mantienen al tanto de las últimas noticias y eventos, también pueden generar un constante estado de alerta.
“En mi caso que trabajo con redes, siento que nunca termino de trabajar, porque mi laburo y mi tiempo de ocio son las redes”, plantea Agustina, 26 años.
“Es tremendo tener que estar constantemente actualizado. El recorrido por las redes no tiene fin. En mi caso siempre hago el mismo viaje: entro primero a Instagram, después Twitter y por último TikTok. Y siento que nunca termino de ver todo”, razona Tomás, 29 años.
Volver al pasado
¿Significa esto que debemos tirar nuestros dispositivos por la borda y vivir desconectados? Obviamente no. La clave está en equilibrar. “No hay que pelearnos con esta gran herramienta, simplemente hay que medir el tiempo que le destinamos y revisar el para qué lo utilizamos, con qué objetivo y cuál es el contenido que consumimos”, recomendó la Licenciada.
La reacción sub 30: desde clubes de lectura hasta el nuevo auge de las cámaras con rollo.
A veces la nostalgia de volver al pasado puede ser una buena aliada. Muchos estamos buscando formas de desconectarnos de la pantalla a través de prácticas que se creían olvidadas. El arte, el deporte, la literatura y las actividades al aire libre son algunas de las maneras que encontramos para volver a conectarnos con nosotros mismos y encontrar ese famoso equilibrio.
«Lo artístico también tomó protagonismo. El dibujo, la pintura y la artesanía se convirtieron en pasatiempos populares para nuestras generaciones. Esto se ve reflejado en la nueva moda que combina cerámica y gastronomía, son eventos que permiten explorar la creatividad sin prejuicios, conocer gente nueva y divertirse mientras saboreas un rico vino, gin o plato principal…»
Un ejemplo claro son los clubes de lectura virtuales que ofrecen la oportunidad de discutir libros en línea, pero a la vez los miembros eligen reunirse en persona para intercambiar ideas, pensamientos y disfrutar de una conversación cara a cara.
Lo artístico también tomó protagonismo. El dibujo, la pintura y la artesanía se convirtieron en pasatiempos populares para nuestras generaciones. Esto se ve reflejado en la nueva moda que combina cerámica y gastronomía, son eventos que permiten explorar la creatividad sin prejuicios, conocer gente nueva y divertirse mientras saboreas un rico vino, gin o plato principal.
La conexión con el cuerpo y lo espiritual no se quedan atrás. No hay mejor manera que alejarse de la tecnología que haciendo yoga o pilates. Las plazas y los parques se llenan de jóvenes en búsqueda de este estilo de prácticas que permiten ejercitar el cuerpo y la mente.
A pesar de que la tecnología crece a pasos agigantados, la estética vintage está más vigente que nunca. El resurgimiento de las cámaras analógicas lo refleja a la perfección. Los jóvenes las utilizamos para dejar plasmados momentos vividos, pero no solo lo hacemos por moda, también se trata de una búsqueda de autenticidad, creatividad y desconexión digital.
La revolución sigue avanzando y nuestra relación con la tecnología también debe evolucionar. Lo ideal es reflexionar sobre su uso y encontrar un punto medio entre las maravillas de la era digital y el cuidado de nuestra salud mental. En un mundo lleno de distracciones, encontrar el equilibrio puede ser el mejor regalo que nos demos a nosotros mismos.
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Foto destacada: gentileza Unsplash (PH Akshar Dave).