Reconocida históricamente por sus estancias, barrios cerrados y torneos de polo, Pilar se transformó, a un ritmo vertiginoso, en una zona que hoy es un peso pesado en gastronomía, diseño y recreación. Para esta nota, MALEVA la recorrió kilómetro por kilómetro para contarte cuáles son las mejores paradas que tenés que hacer.
La casa de la cerveza artesanal por definición. Si sos fanático de las maltas éste es tu lugar: Cork es dueña de una exquisita variedad de birras artesanales y de las India Pale Ales, mejores conocidas como IPA. Intensas, amargas y rojizas, son las reinas de la barra y las preferidas de los que buscan originalidad nacional. Las más populares son la Molotov Doble (la más potente que elaboran), la Black Elephant (una rareza por ser una de las pocas IPA negras del país) y la Monker (riquísima y aromática). Para acompañar la pinta los platos abundan: desde burgers caseras, pizzas y rabas hasta tacos mexicanos, buffalo wings y opciones vegetarianas. La terraza y el patio son ideales para disfrutar la naturaleza pura que rodea al bar, y donde están los mejores asientos para escuchar música en vivo. Bonus track: quedate atento a la Fanpage y no te pierdas la programación de arte independiente del Ciclo de Kultura Cork.
Abierto de lunes a domingo a partir de las 19:00 h.
Bueno, natural y saludable: esa es la premisa del almacén. Fiel a su espíritu verde, Good & Green es un espacio que ofrece gastronomía orgánica, vegetariana “con onda” y otras opciones para los paladares más clásicos. El menú es amplio y variado: hay wraps integrales , sándwiches de pan casero, ensaladas, pastas, risottos y pizzas; todo elaborado en la cocina abierta. El almacén también funciona como una tienda de diseño y decoración para la casa, con objetos tan lindos que tienta llevárselos como souvenirs. También se venden productos naturales de todo tipo: aceites esenciales, cremas para el cuerpo, velas, jabones y más. Tip: ir al mediodía y aprovechar la luz que se filtra por el enorme ventanal.
Podés ir cualquier día de la semana.
En el Km 44 de Pilar existe un predio de cuarenta mil metros cuadrados reservados solo para el placer de los ojos y la boca. Se trata de La Aldea, un espacio abierto y silvestre que reúne diferentes propuestas gastronómicas. Hay de todo: pizzas y empanadas (Romario), sabores Nikkei (Ceviche), alimentos naturales y orgánicos (Natural Trendy), tapas españolas (El Sabio de Castilla), parrilla y pastas (Mal de Amores), y café y helados (Dolce Maquiavelo). Pero hay más, porque el primer fin de semana de cada mes La Aldea explota: el recién inaugurado Mercado es una fiesta a todo trapo que incluye food trucks, puestos al paso con alimentos de productores locales, cata de vinos premium, delicatessen, clases de cocina y hasta espectáculos en vivo. Por si fuera poco, el despliegue foodie convive con la Feria, reconocida por los puestos de artistas y diseñadores que ofrecen sus obras y objetos deco. Sin dudas, La Aldea es un programa diez para deleitar los sentidos y respirar la naturaleza.
En una de las calles paralelas a la colectora está el café restó soñado de Silvina Max, una máquina del tiempo que teletransporta a la misma Francia. Todo lo que hay a la vista es inconfundiblemente una oda al romanticismo y encanto de París: la colección de tasas floreadas de porcelana, las lámparas de cristal, las mesitas de hierro en el patio y hasta el piano blanco. La carta funciona de día y tarde y ofrece exquisiteces dulces y saladas. Para almorzar, el mix de verdes con salmón y huevo es un manjar delicioso, solo superado por la fondue cuando lo pide el invierno. Para los paladares dulceros recomendamos el budín “Posdata” de café con chips de chocolate y el té de rosa mosqueta, jazmín y manzanilla. Guardá el secreto: en verano se habilita una pileta olímpica exclusiva para los clientes del complejo Concord.
Lunes a sábados de 9:00 a 19:00 h.
Platos abundantes y caseros que recuerdan a las recetas de la abuela. Así se autodefine San Remo, un restaurante de comida italiana que honra a su madre patria tanto en la ambientación como en el menú. Adentro todo es rojo, verde y blanco: una bandera cuelga de los postigos desgastados que cubren la pared, las mesas están cubiertas por manteles cuadriculados rojos y blancos, y las frases en italiano acentúan el espíritu mediterráneo que se respira. En invierno, lo mejor es reservar el rincón de paredes de piedra y disfrutar unos raviolones de ternera al lado del hogar. El verano, en cambio, obliga a pasarlo afuera y cerca de la barra de tragos. Consejo: no dejar de probar el antipasto de Portobello gratinados con coulis de parmesano rellenos de panceta, cebolla, morrón y hongos.
Abierto todos los días.
Aseguran que sus platos internacionales no tienen igual, e incluso, que intentan imitarlos. Referentes de la zona, Las Juanas se dedica hace casi cinco años a la cocina internacional. Sus propuestas incluyen pastas caseras, pescados, sushi gourmet y carnes, siendo el plato estrella el salmón grillado con salsa teriyaki y puré de calabaza gratinada. La madera patinada, el rojo y el turquesa que matizan el lugar le dan ese no-sé-qué que invita a relajarse y disfrutar de las reliquias vintage que hay alrededor. Esa nostalgia viene en forma de botellas de vidrio verde, publicidades viejas y espejos gastados que adornan cada recoveco. Recomendamos sentarse en el rincón bordó al lado de la salamandra y saborear una deliciosa copa de vino (la carta es completísima). Abierto de lunes a domingo.
Ubicado en el complejo Torres del Sol, Henry Lawson ofrece el perfecto recreo poslaboral y una locación perfecta para tener una cita o tomar algo entre amigos. Adentro es oscuro, apenas iluminado por las velas de cada mesita, y casi todo está revestido en madera. Las paredes verde inglés sostienen pósters de los Beatles, publicidades de otros tiempos y camisetas viejas de equipos que hacen juego con los banderines de clubes españoles. Los cócteles son excepcionales: pedir en la barra el London Fresh elaborado con albahaca, lima, ron malibú y soda, un acierto asegurado. También sirven cerveza artesanal Tabuss, una buena compañía para disfrutar los jueves de rock en vivo o los miércoles de stand up. Si hay hambre, probar la bondiola bañada en salsa barbacoa casera con batatas fritas.
Excepto los martes, abierto toda la semana.
En una casona colonial de fachada multicolor funciona Cornelio, el restó de Gastón Lusinian. Dueño y chef a la vez, se formó en Italia durante años y aprendió los secretos de la cocina mediterránea, especialidad de la casa. Entre las exquisiteces que elabora están los ravioles negros de salmón, el risotto de mar (generoso en mariscos) y el pie de arándonos tibio con crema pastelera. El interior es de ensueño: en sus ambientes coloridos predominan los muebles de madera, la cristalería y una inmensa colección de objetos antiguos que refuerzan el estilo ecléctico y pintoresco del lugar. Bajo los salones se esconde una completísima bodega, visita obligatoria del comensal según Gastón. Y afuera, entre callecitas internas y fuentes hay un patio adoquinado, una verdadera joyita que vale la pena aprovechar cuando el tiempo acompaña.
Abierto de jueves a domingo. Se recomienda reservar.
Fotos: gentileza lugares mencionados