QUEREMOS HABLARLES DE OSCAR DE LA RENTA: UN ELEGANTE CON TODA LA ALEGRÍA DEL CARIBE

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Un muy joven De La Renta en sus primeros años como modisto

 

QUEREMOS HABLARLES DE OSCAR DE LA RENTA: UN ELEGANTE CON TODA LA ALEGRÍA DEL CARIBE / UN NOTABLE MALEVA / POR LUCAS GARÓFALO.

Oscar de la Renta vistió a las mujeres más influyentes del mundo –desde Jackie Kennedy hasta Taylor Swift– a lo largo de medio siglo de carrera. Los límites entre su vida y su obra eran difusos: para él, trabajo y placer eran la misma cosa. “Hay dos verdades en la vida”, dijo en un evento del Consejo de Diseñadores de Moda de América en 2006, semanas después de que le diagnosticaran un cáncer. “Una es que nacemos y la otra es que morimos, así que deberíamos ocuparnos de disfrutar al máximo cada día”. Falleció el mes pasado, a los 82 años. Y automáticamente se convirtió en un ícono.

«Para Oscar de la Renta, los límites entre su vida y su obra eran difusos: para él, trabajo y placer eran la misma cosa.»

Si es cierto que se muere como se vive, no quedan dudas de que la suya fue una vida plena: sus últimos días los pasó acompañado por su esposa Anette y los ocho perros de ambos en su fabulosa casa de campo en Kent, Connecticut, un lugar sagrado en donde el dominicano cultivaba su espíritu a través de la jardinería, apenas uno de sus tantos hobbies.
La imagen de un octogenario podando las plantas podría dar la errónea idea de que de la Renta estaba retirado, pero sucedía más bien lo contrario. Un mes antes de su muerte, sin ir más lejos, Oscar diseñó el vestido de novia que la abogada libanesa Amal Alamuddin lució en su boda con George Clooney. Era un hombre cargado de vitalidad que pensaba permanentemente en el futuro. ¿De qué otra manera podría haberse mantenido vigente durante tanto tiempo?

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Estrella del mundo fashion, querido por modelos, diseñadores y por referentes como Anna Wintour

«Una vez en Madrid, Oscar descubrió la vida nocturna, los cafés, las bailaoras de flamenco y algunas otras actividades en las que gastar los 125 dólares que sus padres le enviaban mensualmente.»

En la prehistoria de su carrera, de la Renta encontró su vocación de la misma manera que todo lo demás en su vida: dejándose llevar. Tenía 17 años cuando se fue de la República Dominicana para estudiar pintura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en España, una decisión que su familia acompañó. Una vez en Madrid, Oscar descubrió la vida nocturna, los cafés, las bailaoras de flamenco y algunas otras actividades en las que gastar los 125 dólares que sus padres le enviaban mensualmente. Conoció, por ejemplo, al sastre Luis López, que lo introdujo en el mundo de los trajes de chaqueta a medida. Era el comienzo de algo.
Para complementar sus ingresos, el entonces pintor empezó a hacer bocetos de ropa para casas de moda, diarios y revistas. Casualmente, uno de esos dibujos cayó en las manos de Francesca Lodge, la mujer del embajador de Estados Unidos en España, que automáticamente le encargó el diseño de un vestido para su hija. Poco después, Beatrice Lodge apareció en la tapa de la revista Life vestida por de la Renta, y fue un boom: semejante publicidad catapultó la carrera del dominicano, a tal punto que el legendario diseñador Cristóbal Balenciaga lo adoptó como su protegido.
Oscar tenía seis hermanas mayores. Quizás por eso era capaz de decodificar perfectamente la sensibilidad femenina. Su amiga Carolina Herrera lo describió como “un gran seductor”.

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Todos los que lo conocieron mencionan que la alegría era uno de sus rasgos más evidentes y apreciados (ser del Caribe no es en vano)

 

«Oscar tenía seis hermanas mayores. Quizás por eso era capaz de decodificar perfectamente la sensibilidad femenina. Su amiga Carolina Herrera lo describió como “un gran seductor”.

Pero antes de consagrarse en Estados Unidos, de la Renta tendría tiempo para cumplir otro de sus sueños: el de vivir en París. La ciudad de las luces era una tentación demasiado grande para un bohemio como Oscar, así que, en contra de la opinión de Balenciaga, una vez más se dejó llevar. Antonio del Castillo, en ese entonces responsable de la marca Lanvin, le ofreció un poco más de dinero que Christian Dior, y le preguntó si podía moldear y coser. “Obviamente le dije que sí, y quedamos en que empezaría dos semanas más tarde”, contó de la Renta. “Después fui a una escuela de moda y le pedí a la dueña que me enseñara el programa del año entero en dos semanas”.
 

«Oscar y su mujer Anette se encargaban de que todo el mundo estuviera cómodo. Entonces de repente el diseñador desaparecía, y cuando lo iban a buscar, lo encontraban… ¡jugando al dominó con sus empleados! «

Más allá de su éxito en Europa y Estados Unidos, el diseñador nunca renegó de su herencia latina. Al contrario. “Crecí en Santo Domingo, rodeado de flores, de fragancias y de mujeres muy femeninas”, solía decir. “Amo la música latina y la alegría que tenemos, y mi deseo de embellecer a la mujer y rodearla de colores es parte de esa herencia”. Como benefactor de su comunidad, fundó escuelas y orfanatos (así fue como adoptó a su hijo Moisés). Como promotor del turismo internacional, diseñó el espectacular hotel boutique Tortuga Bay en Punta Cana, inspirado por la rica cultura indígena del Caribe.

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En su casa de Punta Cana con su primera esposa, la editora de la Vogue francesa Françoise de Langlade

«Más allá de su éxito en Europa y Estados Unidos, el diseñador nunca renegó de su herencia latina. Al contrario. “Crecí en Santo Domingo, rodeado de flores, de fragancias y de mujeres muy femeninas”, solía decir. “Amo la música latina y la alegría que tenemos, y mi deseo de embellecer a la mujer y rodearla de colores es parte de esa herencia”.

 
Por supuesto que de la Renta tenía su propia casa en Punta Cana, construida a orillas del mar y camuflada en medio de la selva. Su formación en las bellas artes lo convertían en un maestro de la decoración, y su pasión por la jardinería le permitía transformar sus propiedades en lugares soñados. No es casualidad que las más diversas personalidades del mundo quisieran participar de las fiestas que Oscar organizaba, como el gran anfitrión que era. “Cuando entraba en la habitación, todo se iluminaba. Se la pasaba cantando y bailando”, recordó su amiga Anna Wintour, editora de la revista Vogue. Fue justamente en un evento de Vogue en Nueva York que el diseñador se dio el gusto de cantarle una serenata a Sarah Jessica Parker junto a un grupo de mariachis, en una demostración fiel de su carácter:

 

«No es casualidad que las más diversas personalidades del mundo quisieran participar de las fiestas que Oscar organizaba, como el gran anfitrión que era. “Cuando entraba en la habitación, todo se iluminaba. Se la pasaba cantando y bailando”, recordó su amiga Anna Wintour, editora de la revista Vogue.»

En sus fiestas, Oscar y su mujer Anette se encargaban de que todo el mundo estuviera cómodo. Entonces de repente el diseñador desaparecía, y cuando lo iban a buscar, lo encontraban… ¡jugando al dominó con sus empleados! “Era igual de feliz cenando con ricos y famosos que con su staff”, aseguró Wintour. Y así fue como forjó su estilo, entregándose a los placeres más simples de manera sofisticada. De la Renta era un romántico. En sus vestidos se filtraban la fragilidad y la sutileza, y sin embargo vistió a las mujeres más poderosas. “Estar a la moda significa vestirse de acuerdo a una tendencia del momento”, dijo alguna vez. “Pero tener estilo es otra cosa: es aprender a ser uno mismo”. Seguramente esa haya sido su enseñanza más importante.