Tatuajes, motos brillantes como diamantes, pollo frito y chicas en shorts denim matadores, un combo que estamos acostumbrados a ver en la pantalla (generalmente ubicado en algún desierto texano), pero que cobró vida hace más de dos años en Buenos Aires gracias a Rock n’Drive. La jornada, que combina bandas de rock en vivo con motos y autos de colección, se celebró el último domingo en el Óvalo del Circuito KDT de la Costanera.
El escenario, lejos de parecerse al de uno de los festivales de música que recibimos varias veces año, resultó masivo pero acogedor a la vez. Ruidoso, gracias a las guitarras y los rugidos de los autos, pero amigable, porque los castillos inflables y las carpas para ver el show ayudaban. Además, el carácter semi cerrado del estadio daba esa sensación de estar aislados de la ciudad de la que apenas se llegaban a ver algunos edificios cercanos.
La idea de sus creadores, Pablo Paoliello y Mariano Balcarce, fue unir al mundo de los fierros y el rock que tanto tienen que ver, en el día del auto por excelencia. Sobre todo para los que tienen un chiche que no se merece ser usado para tareas cotidianas y busca el reconocimiento de sus pares: Rock n’Drive es el lugar.
La convocatoria empezó a las 14:00 y cerró pasadas las 22:00hs cuando las lucecitas de los puestos de comida ya estaban encendidas hace rato. La hora pico fue alrededor de las 18:00hs, momento en el cual las “bikes” de mil colores llegaban en grupo, anunciando su presencia desde Figueroa Alcorta y el sol empezaba a caer detrás de las gradas del óvalo que funcionaba de tribuna.
«Tatuajes, motos brillantes como diamantes, pollo frito y chicas en shorts denim matadores, un combo que estamos acostumbrados a ver en la pantalla (generalmente ubicado en algún desierto texano), pero que cobró vida hace más de dos años en Buenos Aires gracias a Rock n’Drive.»
Entre los clásicos motoqueros y los hipsters de turno se cruzaban niños ansiosos por subirse al toro mecánico y bloggeras de moda que después juntaron “Me Gusta» y comentarios curiosos del estilo “¿dónde es esto?” en sus cuentas de Instagram. Los que sabían de fierros caminaban admirados y destacando el detalle y, los que no, podían entretenerse con la vista tomando helado o probándose ropa a tono, entre botas de Hony Tonk y camperas de Herencia Argentina.
Mientras sonaban bandas estilo Guns n’Roses se podían comprar desde cascos a gafas de sol, pasando por pinturas de El Padrino y latitas de cerveza (miles y miles que resultaban agua bendita en quizás uno de los últimos domingos calurosos del verano).
«Entre los clásicos motoqueros y los hipsters de turno se cruzaban niños ansiosos por subirse al toro mecánico y bloggeras de moda que después juntaron “Me Gusta» y comentarios curiosos del estilo “¿dónde es esto?” en sus cuentas de Instagram. Los que sabían de fierros caminaban admirados y destacando el detalle.»
Los food trucks también sumaron a la experiencia y se convirtieron en la zona de refugio para los que no querían ni acercarse mucho al escenario ni meterse en el laberinto de fierros impecables. Pizza finita, hamburguesas, sándwiches deli, helados (de palito y cremosos) y pollo frito picante se comieron en bancos hechos de paja en mesas bajitas cubiertas por carpas. Más de uno vestido de cuero y con los brazos cubiertos de tinta se sentó al sol derribando estereotipos mientras lo rodeaban guirnaldas de colores.
Lo que empezó con 300 personas en 2012, este año reunió a 8.000 y provocó que los creadores empiecen a pensar en grande. Mariano Balcarce, uno de ellos, le contó a Maleva: “explotó, cubrió nuestras expectativas y queremos ir por más”. Para fin de 2015 prometen una edición con artistas extranjeros y producción a gran escala. ¿Buenos Aires, sos vos?