Casa Cavia: barra chic, al aire libre y con muy digna carta de tragos
Las temperaturas porteñas ya están incitándonos a buscar cafés, restaurantes y bares con espacios aterrazados, patios, jardines o mesas en la vereda. Es la época ideal para sentarse a cielo abierto: en poco tiempo vamos a preferir la frescura del aire acondicionado. En la categoría de lugares sin techo, algunos se destacan por ofrecer asientos singulares junto a una barra, ya sea para tomar un trago, pedir unas tapas o para almorzar en compañía de la brisa primaveral. En esta nota, una pequeña selección a lo MALEVA de barras al sol, a la sombra de algún árbol, en galerías o en terrazas con vistas panorámicas.
Esta casona de 1927, ideada por un arquitecto noruego, es siempre un hallazgo: pocos lugares en Buenos Aires tienen el encanto de Casa Cavia, que recuerda a la Belle Époque pero innova en cada rincón. En su jardín interno, con una fuente espejada y un paisaje bien verde alrededor, está la barra de mármol donde se pueden pedir tragos del bartender Lucas López Dávalos -inspirados en escritores- y tentempiés como tablas de queso a la plancha relleno de hierbas aromáticas con chutney de tomates o mollejas con curry verde.
Casi da vértigo: en el segundo piso de la cervecería Buller, ya un clásico en la zona del Cementerio de la Recoleta, desde este año se puede acceder a una imponente terraza que tiene una barra pegada a la pared de la fachada. O sea: en esa ubicación, mirás al frente y estás prácticamente en una cita con gran parte de la ciudad de Buenos Aires, que se puede apreciar de forma panorámica. El menú es tradicional: birra artesanal y platos calóricos, como hamburguesas, sándwiches y panchos.
Desde su apertura en 2015, el restaurante de Gastón Acurio -aquí comandado por el gran cocinero Anthony Vázquez- apostó fuerte a la terraza en planta baja: tiene casi el doble de cubiertos que el salón y está presidido por una hermosa barra, perfecta para almorzar al resguardo de enormes plátanos y palmeras. Hay que reservar con mucha anticipación, pero vale la pena no sólo por la centenaria edificación (data de 1920 y pico) sino por su excelente carta de tiraditos, ceviches, causas, sándwiches, arroces y otras maravillas peruanas.
Con la llegada de la primavera también llega la apertura anual de uno de los bares más llamativos de Buenos Aires. Está en el piso 13 del Hotel Pulitzer, en pleno centro, y, desde hace años, se inaugura con los primeros calores de la temporada. En un espacio rectangular y alargado, con una barra extensa y una vista impresionante, se pueden comer interesantes tapas y más interesantes tragos despachados in situ. Con frecuencia hay eventos en horario after office y entrada la noche, con DJs y música en vivo.
Hizo su nombre en Microcentro y, en marzo de 2017, Burger Mood extendió su influencia hacia Palermo, donde abrió un local con una terraza tremenda. Puede albergar a 100 personas entre mesas altas, bajas, individuales, comunitarias y, claro, una pintoresca barra con lucecitas, banquetas de madera y hierro, todas las opciones del menú -muy recomendada la hamburguesa oriental Bastermood- y canillas de cerveza artesanal al alcance de la mano, con 5 estilos rotativos.
Toda la elegancia que Fervor ganó con sus años de buen servicio, decoración conservadora y ubicación privilegiada en una de las mejores zonas de Recoleta, halló su contrapeso el verano pasado en la terraza inaugurada en la segunda planta del restaurante. Madera, plantas, lámparas fabriles y una coqueta barra minimalista dan un marco relajado a los platos de carne a las brasas (hay cortes madurados), pescados traídos de Mar del Plata y otras opciones que no suelen defraudar.
Desde la barra no se ven las estrellas, pero sí se puede aprovechar la brisa cálida de estos tiempos y, en todo caso, caminar unos pocos pasos para unirse a las multitudes reunidas en el terreno abierto de Dársena. El bar, que este mes cumple un año de vida, terminó de delimitar un polo gastronómico en el Palermo del otro lado de Scalabrini Ortiz (y que en MALEVA denominamos #PalermoScalabrini, acompañado por Nola, Desarmadero y Cervelar, entre otros) con su estética de parque industrial, con containers, pallets y estructuras de hierro. Buen lugar para ir de a grupos o en una cita distendida.
El concepto es un gol: un corredor ancho y destechado, donde caben la barra, la gente y las plantas, con opción de deslizar un toldo en temporada invernal y de lluvias. Primero Soria y luego Festival, de los mismos dueños, aplicaron esta idea y sumaron una impronta fundamental: buena onda, buenos tragos, buenos precios, buena música. En sus barras uno se puede acodar de pie o buscar una banqueta milagrosa en un espacio que casi siempre está abarrotado, pero a la vez siempre es cómodo. Ambos son infalibles para ir con amigos antes de otro plan o para quedarse hasta el cierre.
Para poder acceder habitualmente hace falta abonar una membresía anual, pero el concepto no tiene desperdicio. The Clubhouse es una casona en las entrañas de Palermo que de afuera no dice nada y adentro lo esconde todo: livings acogedores, mesas para reuniones y cenas, suites aterrazadas, cocina abierta todo el día y un jardín con pileta que es un placer en cualquier momento del año. Junto al pasto, el celeste magnético del agua y las enredaderas de los muros, hay una barra en punta que es atracción principal en eventos privados, pool parties, clases de coctelería y horas de vermú (…para los que tienen libre acceso). Cada tanto se abren las puertas a la comunidad, ofreciendo una buena oportunidad para conocer las instalaciones. Las distintas membresías -individuales, para parejas, para menores o mayores de 30 años- se pueden investigar en su web.