Repasamos sus últimos trabajos. Voley en cine y en la televisión Viudas e Hijas de Rock and Roll. Ambos con algo en común. Personajes rimbombantes, dotados de una particularidad extrema que los distingue entre sí. Cuesta creer que detrás de esas criaturas está ella, una persona con cierta timidez, que asegura no haber encontrado en la actuación un buen recurso para sacarse de encima la vergüenza. Quizá por eso añora ese impulso que tenía de chica, en sus primeras clases de teatro con seis años, donde todo era libertad absoluta. Es viernes, final de la semana, pero llega tranquila sin desbordar planes para los tres días ociosos que se aproximan. El encuentro con MALEVA se produce en el Pony Line del Hotel Four Seasons, almuerzo mediante. Simple en sus gustos, Violeta proyecta entusiasmo por pequeños placeres como viajar sin prisa, disfrutar de una comida clásica y de una buena charla con amigos. Un actriz de todos los colores que prefiere pintar su vida en presente.
Acabas de terminar tu último trabajo en la tira Viudas e Hijas del Rock and Roll. ¿Cómo vivís un ciclo que se cierra?
Estoy acostumbrada, pero es raro. Es como un mini duelo que te provoca angustia. Algunos compañeros hasta lloran en esas situaciones, pero en mi caso mi defensa es otra. Soy negadora, entonces siento que no está concluyendo definitivamente. Pienso que todavía queda algo más. Recién con el paso de los días me doy cuenta que se terminó.
¿Tuvo algo particular este trabajo?
Siempre que trabajo con la productora Underground hay ciertos patrones que se repiten. La paso muy bien, se genera un lindo grupo de actores donde todos son buenos y relajados. Poca histeria y divismo. Hay algo familiar de volver a trabajar ahí. Es una continuidad que viene desde La Lola, que volví a vivir en Graduados y ahora en Viudas. Además de haber tenido una respuesta muy linda del público en los tres casos.
«Cuando se cierra un ciclo profesional, como el final ahora de Viudas e Hijas de Rock and Roll, es como un mini duelo que te provoca angustia. Algunos compañeros hasta lloran en esas situaciones, pero en mi caso mi defensa es otra. Soy negadora…»
¿Actuar mucho en televisión hace que se te peguen ciertos ¨tics¨?
Sí. Por suerte entre una tira y la otra tengo la posibilidad de tener un espacio donde hago otras cosas como teatro o películas. Eso me lleva a un lugar de experimentación dentro de la actuación. Si solo estuviese en la televisión me produciría un buen entrenamiento, pero terminaría frivolizando mi laburo porque no hay mucho lugar para probar. Todo hay que resolverlo rápido y cuando solo haces eso terminás recurriendo a lo conocido y ahí se crea cierta repetición.
¿Cómo te relajás cuando no estás trabajando?
Disfruto de todo lo que sea franeleo. Me cuesta confesarlo, y lo hago con cierta vergüenza, pero por ejemplo todas las semanas voy a hacerme masajes. Es algo muy placentero para mi. También me gusta hacer cursos. Ahora estoy haciendo uno sobre Borges. Es difícil meterse en su literatura, pero cuando sos guiado podés entender su intertextualidad que es un juego dentro de sus escritos. Aparte también me gusta la vida social, estar con gente y compartir actividades. Puede ser desde ir a espectáculos hasta juntarnos a comer y charlar.
«Suelo comer carne y disfruto cuando pido un corte y viene acompañado de muchas cazuelas que complementan, y realzan, la comida principal. En el restaurante La Cabrera pido eso. Tal vez tenga que ver con que me fascina tener un poco de cada cosa y armar un plato de muchos elementos.»
¿Cocinás?
Sí, pero no soy sofisticada, ni gourmet. Me esfuerzo en que salga bien porque me da gusto comer. Voy por lo típico, lo clásico, aunque estaría bueno saber más. Alguna vez voy al Barrio Chino a comprar algo específico, pero soy muy sencilla. Para mí una milanesa con calabazas asadas y una tortilla de papas es un plato rico que me encanta.
¿Tenés algún circuito gastronómico preferido en Buenos Aires?
En Palermo hay de todo. Suelo comer carne y disfruto cuando pido un corte y viene acompañado de muchas cazuelas que complementan, y realzan, la comida principal. En el restaurante La Cabrera pido eso. Tal vez tenga que ver con que me fascina tener un poco de cada cosa y armar un plato de muchos elementos. Un poco lo que pasa en el día posterior a navidad o año nuevo donde mezclás, surge algo variado y abundante.
«Si comparo Buenos Aires con Nueva York, pienso que allá está bueno que todos se visten y hacen lo que quieren. Pero también esa indiferencia por el otro produce algo medio autómata. En los países más desarrollados la gente sale, va al lugar a donde tiene que ir y punto. Acá sucede lo contrario.»
Cuando viajás, ¿Cómo es tu ruta a seguir?
No hay mejor manera de usar el tiempo que haciendo nada, si es necesario me quedo detenida en un punto fijo. No me gustan los viajes donde hay que moverse a todos lados. Me estresa pasarme una tarde recorriendo museos o andando por muchos circuitos. Esas no son vacaciones para mí. Ahora me voy a Brasil y mi propósito es irme a la playa con un libro para poder leer frente al mar.
¿Preferís entonces escapar de las grandes ciudades en las vacaciones?
Hace un tiempo me fui a Nueva York con un ex novio. Me acuerdo que terminé llorando de lo cansada que estaba por seguir el ritmo acelerado de él. Igual fue una gran experiencia, pero me di cuenta que es una ciudad agotadora por un lado e increíble por el otro. Tiene mucha información visual y si estás haciendo cosas constantemente llegás al final del día saturada. Disfruté mucho caminando sin rumbo programado y descubriendo que todos los paisajes son tan conocidos que creía estar dentro de la historia del cine. Me recordó mucho a Woody Allen y a películas como Annie Hall o Manhattan.
«Creo que no sé lo que quiero, por eso está bueno preguntárselo todo el tiempo, ir viendo sobre la marcha para hacer el camino. Prefiero estar en contacto con el presente y punto. Mi búsqueda es pasarla bien y ser feliz.»
Si tuvieses que describir las calles neoyorkinas versus la vida en Buenos Aires, ¿En qué punto resultan antagónicas?
Allá está bueno que todos se visten y hacen lo que quieren. Pero también esa indiferencia por el otro produce algo medio autómata. En los países más desarrollados la gente sale, va al lugar a donde tiene que ir y punto. Acá sucede lo contrario. A veces resulta insoportable la mirada ajena y el hecho de estar siendo juzgado siempre por lo que hacés o te ponés. Pero eso que parece ser una crítica, es en verdad una sensación de que todo te puede pasar porque se producen intercambios. Salís a la calle y en el camino quizá te enamoras, discutís con alguien o surge un imprevisto.
¿Tenés algún fetiche que te traés de los viajes?
Me gustan los objetos. De Nueva York me vine con muchos libros de fotos y de París me traje un proyector de diapositivas y una cajita musical a cuerda. Si yo no viajo y mis amigos se van a un lugar que me interesa, me gusta que me traigan algo. Hace poco unos amigos se fueron a Japón y les encargué unos móviles de origami. Tengo un par en mi casa y son divinos.
¿Cómo armás tu estilo para ir a una fiesta o a un evento?
Soy clásica. Me gustan las ondas más osadas, pero en otros. Si lo uso yo, me siento disfrazada. Elijo la ropa que me pongo con criterio, pero no soy fanática, ni estoy súper pendiente. Como suelo ir a bastantes lugares por notas o presentaciones, siempre está bueno que te den cosas y poder estar distinta. En Argentina hay diseñadores y marcas muy lindas. Me encanta Jazmín Chebar, Las Pepas, Naima y Nous.
Supongamos que cerrás los ojos y tenés que verte de acá a unos años. ¿Qué es lo primero que se te aparece?
Me cuesta mucho. Creo que no sé lo que quiero, por eso está bueno preguntárselo todo el tiempo, ir viendo sobre la marcha para hacer el camino. Prefiero estar en contacto con el presente y punto. Mi búsqueda es pasarla bien y ser feliz.
Entonces vayamos a lo inmediato. ¿Cómo sería un buen cierre del día de hoy?
Juntarme con mis amigos, charlar y que podamos compartir una buena comida. Soy sibarita y si alrededor hay platos con cosas ricas, eso ya me produce una gran felicidad.