“PINTURAS”: ASÍ ES LA DIVERTIDA MUESTRA TRIDIMENSIONAL DE JULIO ALAN LEPEZ EN EL PALACIO DUHAU – PARK HYATT / POR SOL DI VITO

“JA!”
Así inicia el texto curatorial de la muestra “Pinturas”. Es que si hay una constante en las obras exhibidas hoy y hasta el 10 de julio en el Paseo de las Artes del Palacio Duhau – Park Hyatt Buenos Aires, es el humor. “Ante la pregunta usual de por qué no hago otra cosa que la figura humana, he aquí mi respuesta: porque es lo único cómico”, confiesa el artista Julio Alan Lepez citando al gran filósofo francés Henry Bergson. “Retratos + humor + juego”, esa es la definición – o intento de – que eligió este talento argentino (con más de diez muestras individuales en su currículum) para hablar de las piezas expuestas en aquel lujoso subsuelo del clásico palacio francés sobre la Avenida Alvear.
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Un diálogo entre el dibujo, la pintura y los objetos recolectados a lo largo de los años es la clave para crear cada una de estas obras, que en su etapa final – y en simples palabras – son nada menos que calculados collages. Una rueda, un alambre o un olvidado un pedazo de madera pueden ser los ingredientes que definan la historia que cuenta cada cuadro. Pilas de elementos descartados de esta índole juntan polvo en el taller de Lepez, esperando ansiosamente poder cumplir un fin artístico, cuando ya de nada sirven para el propósito que justificó su creación. “Cada tanto tengo que hacer una limpieza, hace poco tiré varias ruedas que sabía no iba a usar”, ríe este curioso coleccionista. En un proceso creativo muy particular, es a veces uno de estos artículos el puntapié inicial para una nueva creación. Otras veces, el catalizador es un título que resonaba hace tiempo dentro de la cabeza del artista y que no paró hasta poder materializarse en arte. “Fuga esta noche, pasa la voz” es uno de los favoritos del artista (tomado de un dibujo animado) en torno al cual creó una obra por mero capricho o enamoramiento con la frase.
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En esta amalgama de lenguajes que convergen, encontramos un simpático “autorretrato con máscara” o un pulpo con lámparas en sus tentáculos –y un botón para encenderlo y apagarlo. En todas sus obras, no solo son clave la tridimensionalidad y el juego de sombras que cada una crea (al estar colgadas separadas de la pared), sino también lo es la ilusión de interactividad. Casi todas dan ganas de tocarlas, jugar con ellas o ver si funcionan. “Soy carpintero, no ingeniero”, confiesa Lepez, que se divierte al tentar al espectador, pero se niega a crear mecanismos: teme que toda su energía creativa se consuma en ese trabajo. Porque al trabajar, la necesidad de sentirse absorbido, entretenido y de disfrutar lo que está haciendo, es esencial. Es simple: si no se divierte en la construcción, algo está haciendo mal. Y este factor lúdico se traduce en sus obras. Prueba de este principio artístico, es el trío de cuadros “Una noche en la ópera”, donde los personajes pierden sus cabezas –literalmente- mientras sus amados los lloran, con engranajes en la cara. “La parte cómica siempre tiene que estar”, asegura mientras contempla el emblemático Paseo, abierto al público de lunes a domingo, tanto desde su entrada por Avenida Alvear 1661 como por la de Posadas 1350.
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Y para concluir (como se inició) las propias palabras de Julio Alan Lepez, este incomparable artista/carpintero/comediante: “Y así llegamos al cierre, donde es costumbre dejar alguna confidencia, alguna reflexión final. Diré entonces que, como el humor me surge sin yo buscarlo, tal vez sea este rasgo, por qué no, mi mejor rasgo”.

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