Gallo Negro: el bar más cool del DOHO
Alejados de los barrios más top, tienen estilo propio, cartas exclusivas y uno hasta requiere sí o sí de una reserva previa. Son coordenadas clave para disfrutar de deliciosas comidas con diversos toques que los vuelven únicos: desde una enorme parrilla en Liniers hasta un bodegón en Villa del Parque, premiado por preparar la mejor milanesa de toda la Capital Federal, un moderno bar en Villa Urquiza (¡el DOHO señores!), una coqueta esquina de Boedo con comida casera y un intrigante restaurante de cocina coreana en Bajo Flores. MALEVA te presenta cinco coordenadas lejos de las zonas más cool de la Ciudad que no te podés perder.
Bola de lomo, ocho huevos, leche, agua, ajo, perejil, mostaza, sal, pimienta y, finalmente, pan rallado y a la freidora. Puede ser acompañada con una buena cantidad de panceta, queso, cebolla y huevos fritos (¡por semana cocinan más de 800 huevos fritos!), la clásica napolitana con fritas o la gigante que incluye seis gustos y tiene barbacoa, morrones, hongos, cheddar y roquefort. Las milanesas de El Antojo no sólo son gigantes, sino que además son deliciosas: la auténtica mezcla perfecta entre colores, sabores y, por supuesto, tamaño.
El Antojo es un clásico bodegón que nació como parrilla a fines de la década de 1990 y que el año pasado fue seleccionado como el restaurante que ofrece las mejores milanesas de toda la Capital Federal. Ubicado a una cuadra de la estación de Villa del Parque, era un restaurante de perfil bajo, habitual entre los vecinos, aunque desde hace un año se llena todos los días con un centenar de comensales que buscan degustar la mejor milanesa de la Ciudad. Su extensa carta ofrece otras exquisiteces, desde cortes de carne hasta unas rabas a la provenzal que son un verdadero manjar.
Un árbol de parra en la puerta y una calle tranquila, entre aromas mendocinos, picadas exquisitas y pizzas de campo componen un ambiente especial. Casi como si se tratara de un restaurante de pueblo pero en pleno corazón de Boedo, Pan y Teatro es una propuesta familiar con platos elaborados y una presentación que jamás defrauda, en un clima tranquilo que transforma a esta casona en el lugar ideal para una cita o una cena con amigos.
Abundantes picadas, deliciosas empanadas, pasteles de papa, exclusivas ensaladas y hasta un conejo al vino blanco cocinado a la cacerola son algunas de las exquisiteces que ofrece el variado menú, que al tratarse de un restaurante de familia mendocina, no podía dejar de tener una buena carta de vinos y espumantes, aunque también buenas cervezas. Además, tiene una docena de postres y una particularidad: también se pueden comprar productos regionales de Mendoza, desde dulces de alcayota o batata, hasta aceitunas, aceites de oliva y salsas naturales.
El Gallo Negro está lejos de Palermo, pero es uno de los representantes de un nuevo circuito cool en la ciudad: el del moderno Donado Holmberg, el «Doho», entre Villa Urquiza y Belgrano R.
Con un menú de hamburguesas, pinchos, cervezas artesanales, vinos y tragos que nunca falla, Gallo Negro es el punto ideal para ir a cenar con amigos, mucho más ahora que se acercan las noches de calor. Abre todos los días desde las 18 hasta las 2 de la mañana y los fines de semana se puede ir a comer y disfrutar unas buenas birras desde el mediodía.
Quizás de todas las opciones esta sea la más llamativa: Una canción coreana es un coqueto restaurante que hace honor a su nombre y está completamente alejado de las propuestas porteñas más cool. Es un verdadero secreto que ofrece platos típicos de la cocina coreana, desde empanadas al vapor con relleno de carne de cerdo hasta el bulgogui (una rica carne cortada en tiritas muy condimentada, con vegetales y fideos), o el Bossam, una carne de cerdo al repollo picante.
Se trata de un lugar muy especial, que abre todos los días de 12 a 23 (excepto los domingos, que cierra a las 22), por lo que se aconseja ir con tiempo y muy dispuesto a dejarse llevar por la historia de un país que poco a poco fue teniendo cada vez más presencia gastronómica en Buenos Aires.
Casi al final de la Capital Federal hay un paraíso de la carne muy bien escondido. El Ferroviario era el histórico buffet del club de los trabajadores ferroviarios, un lugar al que sólo iban a comer los socios pero que un día abrieron sus puertas al resto del público y lejos estuvieron de defraudar: con un salón enorme – para unas 300 personas – es necesario hacer una reserva sí o sí para poder ir a comer, e incluso hay tandas con horarios fijos que se deben respetar a rajatabla.
Como en toda parrilla, la carta es variada, desde deliciosas entradas con jamón crudo y ensalada rusa y empanadas de carne fritas hasta cordero, costillitas de cerdo y cortes tradicionales como asado y vacío que nunca fallan. Cuenta con una extensa carta de vinos ideales para acompañar la carne, y la bella particularidad de las parrillas tradicionales: platos abundantes, buena variedad y sabores bien definidos.