Pura sencillez. Cuesta creer que la mujer en el bar, que come ensalada de naranjas y toma un té, es una estrella internacional. Viste sencilla y no lleva maquillaje. Es muy cordial y agradable, habla en voz baja y no tiene palabras ni gestos de diva. Casi pasa inadvertida.
Justo ella que brilló en Buenos Aires, Londres, Madrid y Broadway; que encarnó a Eva Perón y a Edith Piaf, entre otros protagónicos memorables; que ganó el prestigioso Lawrence Olivier a la mejor actriz de teatro musical en el Reino Unido, entre otros premios, y que cosechó críticas estupendas y el apoyo incondicional del público.
Sí, ella, la que, siendo tan pequeña, se agiganta en el escenario. Basta verla en acción.“Elena Roger (41) es una forma de luz. Sus ojos ven lo que nadie ve”, escribió Eduardo Alvarez Tuñón. Cuánta razón. Su mirada es limpia, profunda, infinita.
Pronto tendrá que prepararse para subir a escena. Lovemusik – el musical que protagoniza junto a Esteban Meloni, con dirección de Jonathan Butterell, en el Paseo La Plaza- cuenta la apasionada y tormentosa relación de los artistas Lotte Lenya y Kurt Weill, en la primera mitad del siglo XX, entre Berlín, París, Hollywood y Nueva York. Y, además, la colaboración artística entre Weill y Bertolt Brecht. Por supuesto, Elena es Lotte, una mujer de la calle devenida en actriz. Otro trabajo para el aplauso.
Antes de la función, conversa con MALEVA en una charla que no tiene desperdicio. Es interesante escucharla. Su visión del amor, la pareja, la profesión, el éxito, el consumo, la ecología, entre otros temas, resulta atractivo y la aleja de cualquier estereotipo.
«Artista se hace también. Me pone muy loca cuando alguien dice: “No servís para actuar, bailar o dibujar”. Cada uno tiene que encontrar su espacio. Todos podemos ser artistas si nos conectamos. Ojalá todos fuéramos artistas y pudiéramos elevar el espíritu y vibrar y dejar que suceda.»
Me gustó una frase tuya. “Artista es aquel que dice lo que quiere decir, el que muestra su verdad”. ¿Vos qué querés contar? ¿Cuál es tu verdad?
A mí me encanta la música, bailar, actuar, transmitir, pero no siempre quiero contar lo mismo. Lovemusik me interesó porque habla del amor libre, en aquella época, y ahora también hay una tendencia a eso. Con el elenco lo hablamos y tratamos en los ensayos. ¿Qué es amar? ¿Qué significa ser honestos? Mi personaje dice: “Somos honestos o no somos nada”. Cuántas relaciones conocemos que no son así y cuánta hipocresía hay en las relaciones. ¿Eso es amor realmente? O el amor es ser totalmente sincero y no poseer ni ser poseído, sino querer que el otro sea feliz y ser feliz uno también.
Y te interesó contar eso en este momento.
Sí, muchísimo. Fue lo que más me enganchó de la obra. Y, además, entrar en el mundo de Brecht, de Weill, de Lotte Lenya, que no conocía. Cuando leí la obra me pareció lo indicado para contar. Pero no siempre se trata de algo transcendente. A veces, también me gusta experimentar, hacer algo que después pueda llevarme a otra cosa. Siempre un paso sigue al otro.
«Nunca pensé en quedarme a vivir afuera. En Londres quise hacer una pequeña carrera y lo logré. En Buenos Aires estoy muy cómoda, llena de mis seres queridos, puedo hacer un montón de cosas, me siento admirada y que tengo un lugar como artista…además, nunca me interesó eso de irme de mi país a buscar trabajo.»
Te gusta salir de la zona de confort y asumir desafíos.
Sí, mucho, me gustan los desafíos. Es lo que más me gusta, si no siento que no me pasa nada. Un desafío que me permita crecer como artista y como persona.
De hecho, decís que no querés tener límites.
No me gusta pensar que algo no lo puedo hacer. Creo en el esfuerzo y en el trabajo para lograrlo. Yo primero fui bailarina y, al principio, era como un juego, pero después empecé a querer lo que otras lograban. Entonces, me entrenaba con más rigurosidad. Un día pasé de la segunda fila a la primera, porque empecé a sentirlo, a conectarme con el universo, con esa fuerza que te inspira. Y fue trabajando que me pasó. Nunca pensé que no tenía las condiciones, pero todo lo que logré fue con esfuerzo.
Entonces, artista se nace y se hace.
Sí, artista se hace también. Me pone muy loca cuando alguien dice: “No servís para actuar, bailar o dibujar”. Cada uno tiene que encontrar su espacio. Todos podemos ser artistas si nos conectamos. Ojalá todos fuéramos artistas y pudiéramos elevar el espíritu y vibrar y dejar que suceda. ¿Quién dice que el arte es más o menos bello? Esos son criterios. Si sale de lo profundo, seguro algo va a decir. Por eso digo que no hay límites. Depende la tenacidad que tengas.
A pesar de tus logros, tan importantes, del éxito y el reconocimiento, sos una persona sencilla, con los pies en la tierra, cero diva ¿Cómo hacés?
Siempre me pareció importante no creérmela. No me gusta cuando la gente pone a los artistas en un lugar superior. Nadie es superior a nadie. Siempre intenté bajar esa imagen. Me gusta demostrar que no soy superior por subirme a un escenario. Sigo siendo quién soy y no me preocupo por ponerme tacos y estar bella o maquillada para que vean una estrella. Eso no me importa. Lo que tienen que ver lindo es lo que pasa en el escenario, lo que yo quiero hacer. Después, soy una persona común, normal. Nada especial.
Quizás el yoga y la meditación influyeron en esta manera de ver la vida.
Creo que viene con mi esencia, pero también influyó el haber vivido afuera con mucha soledad y tiempo para pensar. Ahí entendí quién soy, profundicé y sellé una manera de ser.
«Sigo siendo quién soy y no me preocupo por ponerme tacos y estar bella o maquillada para que vean una estrella. Eso no me importa.»
¿Fue difícil vivir y trabajar en Londres y Nueva York?
Fue mucha exigencia, algo nuevo para mí, seis funciones por semana durante un año. A veces, estaba cansada, no tenía quién me cocinara, no comía muy bien, extrañaba a mi familia. Y el sentirme sola – aunque conocía gente y había amigos – a veces, era genial, y, otras, no tanto. El idioma, también. Igual, fue una re buena experiencia, de mucho crecimiento.
Seguro tuviste oportunidad de quedarte y continuar tu carrera desde allí. ¿Por qué elegiste vivir en Buenos Aires?
Nunca pensé en quedarme a vivir afuera. En Londres quise hacer una pequeña carrera y lo logré. Haber ganado ese premio tan famoso (Lawrence Olivier) fue lo máximo que un artista puede alcanzar, más siendo extranjera. En Buenos Aires estoy muy cómoda, llena de mis seres queridos, puedo hacer un montón de cosas, me siento admirada y que tengo un lugar como artista. Quizás si no hubiese estado en pareja me hubiese quedado en Broadway a ver qué más pasaba. Después quise formar una familia, tuve a mi hija, y la vida fue para otro lado. Hice un montón, pero quedarme a vivir en el exterior a pelearla no me interesaba. Además, nunca me interesó irme de mi país a buscar trabajo.
¿Cómo medís el éxito? ¿Te considerás exitosa?
Afortunada. Trabajé mucho y también tuve oportunidades que no todo el mundo tiene y, como había estudiado y trabajado un montón, pude abordarlas bien.
Muchos nos preguntamos cómo, siendo tan pequeña, te transformás en un gigante en el escenario.
Quizás es la conexión interna. Empiezo a viajar, subirme a un escenario es un viaje. Yo me lo creo y la gente se lo cree.
«Estamos construyendo (con su marido Mariano Torres) nuestra casa sustentable en Barracas. La estructura tiene material ecológico, las paredes internas van a estar hechas con botellas, va a haber recolección y reutilización del agua, paneles solares, pisos de linóleum y una huerta.»
¿Qué te espera en la segunda mitad del año?
Voy a grabar canciones de Piazzola con el grupo Escalandrum y en octubre nos presentamos en El Coliseo y, quizás, hagamos una gira por el país. También me gustaría hacer presentaciones con mi banda.
Una faceta de Elena Roger, que quizás no todos conocen, es su militancia a favor de la ecología, que comparte con su pareja, el actor Mariano Torre. Juntos crearon la Fundación Nat (Naturaleza Aplicada a la Tecnología); impulsaron la construcción de Nave Tierra – la primera casa autosustentable de América Latina, en Ushuaia – y produjeron un documental ad hoc que presentaron en el Green Film Fest. Además, ella cantó en la cubierta del barco Esperanza, de Greenpeace, e impulsó el uso de papeles de bosques protegidos para los programas de mano de Lovemusik, que certificó con un sello suizo, entre otras acciones.
¿Cómo te impactó la maternidad?
Me encanta ser madre (su hija se llama Bahía y tiene dos años), es un flash. A veces me pregunto si no tendría que dejar todo y dedicarme sólo a ser madre. Pero también mi trabajo es un motor, me gusta, y está bueno para mí.
Hace un rato hablabas del amor libre. ¿Cómo es tu amor con Mariano?
Es así: libre, puro, nos complementamos muy bien. Somos muy sinceros, honestos , hablamos todo. Una vez, hace un montón, discutimos y nos fuimos a dormir enojados, y nunca más nos pasó eso, no nos gustó para nada. Hace siete años que estamos juntos y hay mucha armonía y mucho amor.
Los dos son vegetarianos. ¿Qué les gusta comer?
Sí, el arroz con lentejas es nuestro plato principal. Hacemos guisos de lentejas, de quinoa, empanadas de quinoa, niños envueltos con hojas de parra y soja texturizada, algo de pastas. También consumimos muchas verduras y frutas. Todo orgánico, en lo posible. Y no comemos lácteos, sólo huevos. Tampoco somos dulceros, pero nos gusta el chocolate amargo. La otra vez fuimos a una feria vegana en Barracas y conseguimos un queso de castañas de cajú y un chorizo cantipalo, pero de tomates secos, riquísimos. Tuvimos que volver a comprar.
¿Cómo llevan a la práctica la militancia ecologista en el día a día?
Dividimos la basura y lo que se puede reciclar lo llevamos a un punto verde que tenemos cerca. Hacemos compost con la basura orgánica. Somos muy cuidadosos con el agua y usamos bicarbonato y jabón blanco para lavar la ropa. Además, estamos construyendo nuestra casa sustentable en Barracas. La estructura tiene material ecológico, las paredes internas van a estar hechas con botellas, va a haber recolección y reutilización del agua, paneles solares, pisos de linóleum y una huerta.
Supongo que no debés ser muy consumista.
No me gusta. Es muy difícil que me veas en un shopping. A veces no tengo un zapato para ponerme y no me queda otra que salir a comprar. Pero en general uso la ropa un montón de años. Cuando salgo a la calle no miro vidrieras, y si veo algo que me parece lindo pienso ciento cincuenta mil veces: “Para qué”. Ya pasé la etapa de comprar, me abruma, no puedo. Además, la moda, lo que se usa, las marcas, todo eso tiende a la separación de la gente. Me pone nerviosa. Prefiero consumir libros o música.
Tampoco te maquillás.
No, salvo para el teatro. No me veo bella maquillada ni me parece necesario. Además, muchos cosméticos se testean en animales, y no estoy de acuerdo, y se genera más basura y polución. Tampoco uso cremas, sólo cuando tengo la piel muy deshidratada. Prefiero ir a cara lavada y cuidar el cuerpo desde adentro. Yo no soy una imagen ni siento que tenga que vivir de mi imagen.
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