Es hora de derribar el culto insensato y falaz que enaltece y glorifica al verano. El inevitable calor nada tiene contra el exhilarante frío, del cual escapamos fácilmente con un buen abrigo. Subestimado, desplazado, ignorado en las redes sociales –quizás porque nuestra piel, la protagonista de las fotos en bikini, se encuentra oculta bajo capas y más capas de ropa-, el invierno no es nada menos que la oveja negra de las estaciones, desentendido y desaprovechado. Playa versus montaña nevada, botas versus sandalias, fondue versus helado, son todas encuestas cuyos resultados –muy peleados- solo rectifican la simple hipótesis de esta nota: al invierno se lo puede disfrutar tanto o más que al verano. Porque solo a partir de julio se puede experimentar esa incomparable y exquisita sensación de llegar a casa y meterse en la cama calentita, disfrutar de una buena taza humeante, presenciar el atardecer a las seis de la tarde o sentarse junto a una cálida chimenea. Por eso, en MALEVA seleccionamos cinco situaciones para disfrutar del frío en la ciudad. Un coup d’état de la mano del invierno que derrocará, por fin, al monopolio de enero.
El rey de los placeres invernales: tomar algo junto a un fuego acogedor y adictivo. Son pocos los que tienen el lujo de poder disfrutar del calor que solo una chimenea puede dar en el living de sus casas. Por eso, existen cafés, restaurantes y bares con hogares y fogones que nos dan razones para salir a la calle, cuando ya no podemos encontrar la motivación por ningún otro lado. En Malloy’s Bar, el ya clásico del bajo de Martínez, el fogón viene en combo –junto a una increíble vista del río y la ciudad. En este bar de vibras playeras, también saben como disfrutar del frío. Simpáticas mesas afuera, deck de madera, luces que atraviesan cada espacio y una carta de tragos muy copada, solo superados por la atrapante fogata en el corazón de bar de costa. Brasas que crepitan y troncos a la vista, no se puede pedir más.
No hay mejor sensación que la de meterse bajo infinitas mantas en una noche fría. Más de uno no saldría de allí hasta septiembre –¿quién dijo que los humanos también hibernan?. Por suerte, también se puede estar cómodo, calentito y arropado, fuera de casa. En una tendencia iniciada hace ya unos años, bares y restaurantes con espacios al aire libre encontraron la solución perfecta para seguir disfrutando del sol o de las estrellas, incluso en las más bajas temperaturas. Mantas de lana, térmicas, tejidas a mano prometen almuerzos y cenas como en casa. En la terraza hitera de La Mar Cebichería -con ábboles gigantes y una mesa alrededor de uno- te esperan no solo con estufas, pero con mantas para no desaprovechar ni una noche despejada. Algo está claro: sus cebiches, tiraditos, piqueos limeños y makis se disfrutan todo el año sin importar la temperatura.
El chocolate caliente es, por definición, un antojo invernal –no por nada es la favorita en ciudades dedicadas al esquí. Mientras que el indiscutible favorito es el tan amado café, lo cierto es que a este último se lo toma durante todo el año. Pero es solo en un día gris, con no más de siete grados y una sensación térmica mucho menor que esa necesidad de tomarse una taza humeante, suculenta y espesa de chocolate arremete contra nuestro paladar. En Vasalissa, la chocolatería de autor con boutiques en toda la ciudad, tienen una carta de chocolates a la taza para todos los gustos: el tradicional, llamado “Chocolat chaud à l’ancienne”, uno “a la mexicana” con peperoncino, otro con menta y uno amargo para los que prefieren el cacao por sobre las opciones más dulces son las opciones. Además, tienen la opción de comprarlo en lata para prepararlo en casa –y tomarlo con Netflix enfrente, por supuesto.
Porque en la ciudad no tenemos simpáticos perros San Bernardo que lleven un pequeño barril de whisky, tenemos que salir a buscarlo nosotros. Nada menos que la bebida estrella del invierno, nos regala un ardiente calor en la garganta y pecho. A partir de julio, el mundo del whisky entra en temporada alta. En Wherever Bar, inaugurado en 2006 por dos amigos que después de un viaje por Irlanda se dieron cuenta de que no había un bar de whisky como los de allá en Buenos Aires, la barra cuenta con más de 200 botellas de whisky de todo tipo – entre escoceses como Century of Malts, Glendronach, Ballantines 30 años y Aberlour 12 años; americanos como Blantons; e irlandeses como Jameson 18 años, Bushmills 16 años y Powers. Un bar con clara impronta rockera, sillones de cuero negro tipo Chesterfield y whiskies que prometen hacer olvidar el frío y, quizás, las penas.
Nada de ensaladas por aquí. En MALEVA ya lo dijimos, al frío se lo combate con calorías -la “operación bikini” puede quedar para más adelante. Y, ¿qué más calórico y tentador que una buena fondue? Con una receta que se remonta a los Alpes suizos, se trata de uno de los platos francés más icónicos- y una pasión de multitudes. Si bien las más clásicas versiones se pueden encontrar en el Mercado de San Telmo, donde se destaca Je suis Raclette (Bolívar 790) con sus papas ahogadas en queso, no hay nada como la temporada de fondue en el restaurante del Palacio Duhau – Park Hyatt Buenos Aires. Con fusiones especialmente creadas por sus Chefs para cada temporada, este año la receta incluyó queso local Lincoln, con Gouda y queso blando Gruyere. Para degustar, pickles, papines y croutones con opciones de langostinos, jamón artesanal, vegetales y hasta entraña de Black Angus para acompañar. Queso, queso y más queso.