Una terraza, un jardín o un simple tablón, alcanzan para reunir a la gente querida y tomar un buen vino. La típica temperatura primaveral, esa que hechiza el aire, ya está entre nosotros; y las noches se transforman en una invitación a disfrutar con amigos o amores, potenciales o de larga data: lo importante son las ganas de querer disfrutar. Francamente, hay pocas cosas tan lindas como tomarse un rico vino con buena compañía. Y más en esas noches primaverales en las que, al igual que en los grandes vinos, las palabras comienzan a abrirse, circulando con el tiempo más expresivas y directas. No se sabe si se dicen grandes cosas, o si es que se perciben de otra manera, pero lo cierto es que los efectos no se hacen esperar y las risas comienzan a regar las conversaciones.
«En este punto, ir por los rosados y blancos primaverales puede ser una opción, también sabemos que un buen Malbec no falla, pero ya no sería tan novedosa la propuesta, teniendo en cuenta que la primavera es tiempo de cambios y la Argentina un país vitivinícola que se diversifica día a día: aprovechen la aventura para probar otras cepas.»
La hora de elegir el vino se nos presenta como el momento de decidir qué camino guiará nuestro andar. Por más que la idea nos parezca seductora – y hasta diría que confortable cuando la elección nos representa una carga – la sugerencia es que no dejemos que sea la fortuna quien decida.
En este punto, ir por los rosados y blancos primaverales puede ser una opción, también sabemos que un buen Malbec no falla, pero ya no sería tan novedosa la propuesta, teniendo en cuenta que la primavera es tiempo de cambios y la Argentina un país vitivinícola que se diversifica día a día: aprovechen la aventura para probar otras cepas.
La primera sugerencia es la cepa Tempranillo, nombre que recibe por su característica maduración temprana. Es la estrella indiscutida de los vinos españoles, quienes trajeron esta uva en el proceso de colonización. Si bien inicialmente era considerada una variedad de uva de bajo “status” – usada solamente en vinos comunes – , hoy en nuestro país se utiliza para la elaboración de vinos de calidad. Su gruesa piel le da a los vinos un intenso color; y gracias a las condiciones climáticas de nuestro país, nos es posible degustar vinos frescos y elegantes. Les proponemos comenzar con bodegas tales como Zuccardi, Tempus Alba o Altocedro, siempre teniendo en cuenta que la uva es tan sólo una pieza del complejo rompecabezas que la bodega deberá armar con las direcciones del enólogo.
«Hoy en nuestro país el Tempranillo se utiliza para la elaboración de vinos de calidad. Su gruesa piel le da a los vinos un intenso color; y gracias a las condiciones climáticas de nuestro país, nos es posible degustar vinos frescos y elegantes.»
La segunda opción es la de una cepa que tiene mucho para contar: la Bonarda. Ampliamente cultivada en la Argentina – la segunda después de Malbec – se destaca por dar origen a vinos de buen color, acidez vibrante, taninos suaves y poco alcohólicos, cualidades que la convierten en una excelente opción para pasar una noche descontracturada. Llegada a la Argentina con los primeros inmigrantes europeos, esta cepa se adaptó perfectamente a las condiciones locales, ayudada por el hecho ser bastante resistente a enfermedades. Alguien dijo una vez que no hay nada como un rico Bonarda para animar el alma. Lamdrid o Passionate Wine son bodegas que, cada una con un estilo bien diferente, nos ofrecen ricos ejemplares. También el Alamos Bonarda es muy válido.
Y por último les voy a nombrar la cepa Pinot Noir, de creciente difusión en nuestro país. Su piel es la más fina de las tintas, característica que imprime en los vinos un cuerpo ligero y un carácter delicado: ideales para quienes prefieran notas sutiles – personalmente a este sommelier le gusta tomar estos vinos más frescos que otros tintos –. Si bien se dice que alcanzan su mejor expresión en el sur argentino podemos encontrar extraordinarios exponentes de Pinots Noirs en otras zonas. Les proponemos probarlas de la mano de bodegas como Chacra y Alfredo Roca; ambas con uvas de origen patagónico, que nos revelan aromas frutales, terrosos y refrescantes. Una muy buena opción mendocina es el Mariflor Pinot Noir, con el estilo del francés Michel Rolland.
«Los Bonardas, con taninos suaves, son perfectos para noches descontracturadas. Alguien dijo una vez que no hay nada como un rico Bonarda para animar el alma.»
Comenzamos esta nota hablando de las reuniones con seres queridos, los nuevos y los de siempre; con el vino pasa lo mismo: los que nos gustan y no fallan, y las novedades que esperan por ser descubiertas; que en realidad ya estaban ahí desde antes con nosotros, sin perder calidad ni vigencia. Ojalá nunca perdamos la capacidad de sumar siempre nuevos placeres de esos que le dan al presente nuevos tintes para seguir celebrando. ¡Salud!
Fotos: CC-Francois Peladaud-Alain Kesser