Charla a fondo una tarde con un artista que sigue enamorando oídos y almas/Pitada: su nuevo disco, una apuesta por lo acústico y un experimento visual/¿Cómo le pegó la pandemia y por qué lo hizo reencontrarse a otro nivel con la naturaleza?/Canciones que envejecieron bien/El aprendizaje de cuando Spinetta salvó a un ratón (y otras anécdotas)/Data malevense: sus tres restaurantes preferidos
Entre Colegiales y una casa en el campo: con la pandemia, Emmanuel conectó como nunca con la naturaleza
«No queda otra que pelar espíritu»: entrevista MALEVA a Emmanuel Horvilleur. Por María Paz Moltedo.
Si hay algo que le sobra a Emmanuel, es espíritu. Sus canciones desde siempre desnudaron todo lo que tiene adentro: su romanticismo, su lado salvaje, su energía intensa pero al mismo tiempo calma, con un temple en el que pareciera que cuando canta, está en otro espacio, en otro tiempo, en un viaje. Viajó con Illya Kuryaki, con su alma gemela Dante Spinetta, desde los 90’s, con sonidos y trajes intergalácticos, funk, pop, hip hop, soul y un glam inimitable. Y en 2003 se lanzó como solista con Música y Delirio. Siempre volvió a nacer de modos diferentes, con nuevas búsquedas, pero la misma esencia. Hoy, con 46 años, enamora oídos y almas una vez más con Pitada, más que un disco un proyecto audiovisual, una especie de película que transporta a sus grandes himnos, con nuevas voces y colores, en un escenario supernatural, como su forma de vivir y transmitir su arte. MALEVA se conectó una tarde con él para charlar y descubrir un poco más de esta nueva fase de su vida.
¿Estas viviendo en el campo no? ¿Qué onda ese nuevo estilo de vida?
Voy y vengo, estoy a veces unos días ahí, y después estoy acá en Colegiales. La pandemia desde ya que tiene que ver, porque fue toda una situación, tener que estar tanto tiempo encerrados en nuestras casas; ahí fue tener la posibilidad de salir a caminar, o de estar en esa cosa más de naturaleza, más de campo. Yo de chico he ido a quintas y eso, pero esta es la vez que más he vivido esa situación de despertarte y ver la bruma, salir a caminar, ver animales. Es bastante desconecte, está buenísimo.
Y ahí mismo surgió la idea del proyecto Pitada, ¿cómo llegó esa idea a vos?
Sí, arranca la pandemia y estuvimos todos estos meses en mi casa, con Eva, mi novia, con Antonio, mi hijo, durante esos, no sé cuántos fueron, cuatro meses que no salimos de nuestras casas. Arrancó en marzo, ¿fue mucho más no? ¡Fue un montón!
Sí, era como el Día de la Marmota, todos los días eran iguales, no sabés si mucho o poco.
Si, fue un montón porque me acuerdo que el veranito duró bastante, me acuerdo en abril estar tocando la guitarra en remera en el balcón de mi casa. Día tras día, como vos decís, era la misma ceremonia, de ponerse a hacer gimnasia con una china en Internet.
«Voy y vengo del campo, uno días los paso allí y después estoy acá en Colegiales. La pandemia desde ya que tiene que ver, porque fue toda una situación…en el campo fue tener la posibilidad de salir a caminar, o de estar en esa cosa más de naturaleza, más de campo. Yo de chico he ido a quintas y eso, pero esta es la vez que más he vivido esa situación de despertarte y ver la bruma, salir a caminar, ver animales…»
Sí, terminás teniendo un vínculo con esos profesores desconocidos online.
Sí, el de yoga, te digo que me gusta bastante, hay un tipo que me gusta bastante. También algunas de meditación. Previo a la pandemia no hacía nada de eso. Entré en una cosa de necesidad, estaba muy ansioso, con el celular todo el tiempo, esperando no sé qué. Empecé a darme cuenta de eso y dije, “empecemos a accionar en busca de un poco más de sanidad mental”. Cuando se dio la posibilidad de empezar a salir volvimos a esta casa de campo, y Vino esa cosa de hacer versiones acústicas de las canciones mías que yo sentía que eran las más representativas. Todo eso fue creciendo, pensamos en dividirlo en escenas diferentes, invitados, lo hicimos y estamos muy contentos, porque podría haber sido parte de una fantasía y lo hicimos realidad.
Parece pensado desde ese lugar, medio onírico. Porque te transporta bastante.
¡Qué mejor piropo que ese para lo que hicimos! Sí, totalmente, en esa situación de que todos los días se nos parecían, todo era muy esquemático, el hecho de haber podido cortar con eso, y volver a hacer música; habíamos estado meses sin tocar en vivo y sin siquiera tocar juntos en un estudio. Esa emoción de tocar y estar juntos de nuevo haciendo lo que nos gusta es parte y se ve reflejada en el material.
Y hacer algo tan grupal, también fue algo nuevo para vos, después de tu música con Dante, ¿no?
Dentro de la situación de intimidad que tiene esto, yo sentía que las canciones se iban a ver enriquecidas por esos colores de esos artistas, iba a sumar a la paleta, y es buenísimo el aporte tanto de Bándalos (Chinos), como de Zoe (Gotusso), Chiara (Parravicini); esos colores tan lindos de las voces de las chicas y de Goyo (Degano). Me parece que sumaba.
«Un día tocando la guitarra bajo un árbol pensé, “qué bueno si tengo que hacer un show de streaming, hacerlo acá, en la naturaleza”. Me gustaba escuchar la naturaleza, cómo sonaba la guitarra con los pájaros, y se lo comenté a Qué Cálido, una productora audiovisual con la que ya veníamos haciendo cosas. Les gustó, empezamos a hacer crecer la idea en torno a eso…»
El hecho de reversionarte a vos mismo, ¿cómo fue volverte a escuchar tan diferente?
Cuando uno toca canciones que tienen 15 años, algunas inclusive más, que muestran y plasman un momento, esas canciones, muchas pibas de treinta años me dicen, “yo tenía quince y te iba a ver a Peteco en Lomas de Zamora”, y ahora son mujeres más grandes. Son canciones que acompañaron un momento que estuvo bueno para ellas. Es buenísimo poder reinterpretarlas, darles una nueva vida, y ver que no son canciones que envejecieron mal, sino que están bien. También esta cosa sin tanta producción y la voz más libre, está buenísimo; saqué todo esto de un lugar, les tuve que sacar un poco el polvo, pero estas piezas están buenísimas.
¿Algún momento épico de la grabación?
Hubo momentos muy lindos, «19» fue una grabación en la que pasó algo. Estábamos haciendo esa canción, tan emparentada con la participación de Gustavo (Cerati) en la original, y pasaron unos teros gritando en unos momentos de silencio en la canción; quedó increíble, fue como una presencia que vino y nos dijo, “sigan por ahí, van bien”. Y cuando terminó la versión, entramos como en un trance: terminamos en un momento, se apagaron las cámaras, hubo un silencio y de repente algo pasó y todos aplaudimos. Es la magia de la música, cuando sucede es muy flashero.
Hoy con 46 años, y una carrera tan larga, ¿qué momentos fueron así como hitos para vos?
Este es un momento importante, con Pitada y todo lo que se está por venir, porque también en estos momentos duros uno pela espíritu. No nos queda otra que pelar espíritu. Mi primer disco lo saqué en el año 1991. Fabrico Cuero, cumple 30 años hoy. Música y Delirio, mi primer disco solista también fue un disco en donde volví, me había separado hacía un tiempo de Kuryaki, después de haber estado diez años. En muchos aspectos Dante comandaba ciertas situaciones, desde lo técnico, desde ciertas cosas musicales, entonces yo tuve que buscar mucho. Porque uno puede hacer muchas canciones, pero también puede empezar a decidirse por qué parte mostrar de uno. En un momento de tener la cabeza tan abierta y en tantas direcciones, necesité unos años para hacer mi disco solista, y se me vino una cosa de volver a conocerme a mí mismo y a mi música, porque funcionábamos en forma muy simbiótica, muy en tándem, fue todo un nuevo recomenzar.
«19» fue una grabación en la que pasó algo. Estábamos haciendo esa canción, tan emparentada con la participación de Gustavo (Cerati) en la original, y pasaron unos teros gritando en unos momentos de silencio en la canción; quedó increíble, fue como una presencia que vino y nos dijo, “sigan por ahí, van bien”. Y cuando terminó la versión, entramos como en un trance…»
¿Por qué creés que elegiste la música en la vida?
Un poco me debe haber empujado a ser músico el ámbito en el que yo crecí, algún tipo de cuestión que tiene que ver con la expresión artística hubiera elegido. La música estaba cerca por Spinetta, con Dante antes de ser músicos teníamos nuestros cuadernos y nos gustaba escribir letras. Ahí arrancamos, de chicos, nos gustaba también bailar, dibujar. Se empezó a poner más serio cuando hicimos el primer disco de Illya Kuryaki, yo tenía quince y Dante tenía trece cuando lo empezamos a imaginar. Fue en el año 90’ clavado. A medida que iba haciendo discos iba aprendiendo a tocar la guitarra, a cantar, se fue aprendiendo en el camino.
Wikipedia dice que tu papá se fue a vivir a Europa cuando tenías un año y medio. ¿Cómo es ese vínculo?
Cuando yo tenía un año de vida se fue a vivir a París y lo volví a ver cuando yo tenía veinte años. Lo vi dos o tres veces, y justo hace tres años en la última gira que hicimos con Illya Kuryaki por Europa. No fue una relación que se cultivó, es un tipo que me dio el apellido, mis rasgos, y lamentablemente no mucho más. Pero bueno, acá se armo la cosa con otro papá.
Sí, se te armó una mega familia, rodeado de los Spinetta, los Martí. ¿Alguna foto mental de esa época?
Sí, se me vienen muchos momentos muy divertidos, compartíamos esa infancia medio en común todos en una quinta, durmiendo todos los hermanos en un cuarto, y jugando, haciendo que hacíamos canciones, expediciones. Meternos en un terreno ahí cerca, afanar manzanas, matar sapos, lamentablemente matamos muchos sapos de chicos. No había tanta conciencia del medio ambiente ni los animales. Y bueno, pelábamos la crueldad de los niños por ahí. Ahora veo un sapo, y lo agarro y lo llevo a otro lado para que no le pase nada. Me acuerdo una vez cuando era chico estábamos en una quinta y había un ratoncito en la pileta en un día invernal, y Spinetta lo vio al ratoncito y le hizo re mal, porque se estaba como medio ahogando; y se puso un piloto amarillo y se metió a la pileta a salvar al ratón. Fue un momento muy poético.
Qué lindo haber vivido esas escenas. Mucha inspiración.
No se me fueron nunca más.
De los mil shows y giras que tuviste, ¿algún momento que te haya quedado muy marcado?
Es un diario de ruta tremendo, arranqué a los 16 años y toqué por toda Latinoamérica, Argentina, imagínate, distintas épocas; hemos tocado en Colombia, en los 90’, en Paraguay, en Europa, Londres. El último show de Illya Kuryaki en la primera etapa fue en Londres, en un bar llamado Barbican Hall. Volver con Illya en la segunda etapa fue como una revancha en muchos aspectos.
«Tres lugares donde me gusta mucho salir a comer son Loreto (Virrey Loreto 2912 – Colegiales), porque es mi segunda casa, mi encuentro con amigos y vecinos. Rondinella, la Rondi (Av.Álvarez Thomas 12 – Colegiales), porque es un «classic». Y el Chango (Dr.Domingo Cabred 603) en Open Door, que es donde vivo en el campo, porque es un lugar bien casero…»
Pregunta gastronómica muy de disfrute «malevense» ¿tres lugares a donde te guste ir a comer?
Loreto (Virrey Loreto 2912 – Colegiales), porque es mi segunda casa, mi encuentro con amigos y vecinos. Rondinella, la Rondi (Av.Álvarez Thomas 12 – Colegiales), porque es un «classic». Y el Chango (Dr.Domingo Cabred 603) en Open Door, que es donde vivo en el campo, porque es un lugar bien casero.
¿Hay planes de tocar en vivo ahora con el nuevo proyecto?
Sí, amaría poder tocar Pitada para la gente, es un show que puede estar muy bueno en lugares no tan grandes y en un clima más íntimo donde pueda escuchar también a la gente cantar.
Pitada más que un disco es como una película. ¿Qué película sería?
Creo que sería como una especie de western latinoamericano, tendría como esas escenas largas, sin tanto tiempo, sin tanta tecnología, pero con bastante sentimiento.
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Fotos: son todas gentileza del equipo de prensa de Emmanuel Horvilleur y de Sony Music.