"NO CREO QUE UNA IMAGEN VALGA MÁS QUE MIL PALABRAS": SANTIAGO PORTER / ENTREVISTA / POR SOL DI VITO

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Santiago Porter, antes de la presentación de su libro en la galería ROLF
 

«NO CREO QUE UNA IMAGEN VALGA MÁS QUE MIL PALABRAS»: SANTIAGO PORTER / ENTREVISTA / POR SOL DI VITO (TEXTO Y FOTOS). 

Un puente que no va a ninguna parte, un camino que se agotó, un futuro que nunca fue. Esa es la imagen que protagoniza la portada de BRUMA, el último libro del reconocido fotógrafo Santiago Porter nacido a partir de una hipótesis más complicada de lo que parece: ¿existe una relación entre el aspecto de las cosas y su historia?.
“Esta obstinación por los restos brumosos de la Historia responde a algo que Santiago Porter parece buscar sin descanso, que confluye en Bruma pero que se esboza desde sus primeros proyectos como artista Sus fotografías siempre buscan hacer legible el mensaje central de los vestigios personales y privados, públicos y colectivos: nada ni nadie desaparece por completo, nada ni nadie puede devenir en ausencia total”, se lee en el ensayo de Paula Cortés Roca, el único texto en este libro de fotografías que no necesitan epígrafes. Un texto que salda la deuda creada por este mismo autor, que prefiere plantear interrogantes sin dar demasiadas explicaciones.
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En este proyecto iniciado allá en el 2005 y que cuenta con tres capítulos, encontramos edificios públicos cuyas historias son perceptibles en cada grieta y cada pliegue, monumentos cuya monumentalidad se acabó hace años, paisajes transformados por decisiones políticas o por el propio peso de la historia y las pinturas de Porter, en diálogo constante con las fotografías. “A mí lo que me interesa es como estos lugares se ven y la relación que se puede establecer entre estos lugares y lo que ahí ha sucedido”, explica.
Con una paleta de colores limitada y fotografías tomadas exclusivamente durante días nublados, Santiago Porter busca una imagen limpia, sin sombras ni altas luces, totalmente despojadas para obtener la expresión más franca del sujeto que retrata. Todas iguales, salvo aquel puente fotografiado durante un intenso atardecer rosa de un día que prometió ser gris y que convirtió a lo que parecía una foto fracasada –Porter había manejado 200km para conseguirla y decidió tomar la foto igual -, en la imagen de referencia de BRUMA.
En una charla con MALEVA, este fotógrafo que no improvisa – cada una de sus fotografías se encuentra totalmente calculada, el sujeto elegido y el método planeado con antelación – revela las razones detrás de BRUMA y reflexiona sobre la fotografía en los tiempos de Instagram.
 
¿Cómo nace Bruma, esta obsesión por monumentos obsoletos?
La idea surge con el primer capitulo, los edificios públicos, pero pronto me di cuenta que esta hipótesis  de trabajo, la relación entre el aspecto y la historia, todavía podía ser explorada de manera mas profunda. Ya venía pensando en la idea de cómo nosotros como sociedad, como país, nos hemos convertido en una suerte de constructor de ruinas, no ruinas como las de la Grecia antigua, no un reflejo de un momento brillante que se derrumbo por el tiempo. En nuestro caso, nosotros construimos ruinas, estas estructuras que ni bien las fabricamos ya no sirven para nada. Me di cuenta de que muchas veces los monumentos que se construyen con fines de condecorar, al final no sirven para nada porque nadie les presta atención y ni siquiera sabemos bien qué es lo que pretenden conmemorar. Su poder recae en que estos objetos, que surgieron en carne propia en los avatares de la historia, tienen la capacidad extraordinaria para evocar lo que les ha sucedido como reflejo de nuestra historia política reciente. Me parece que hay muchos indicios de muchas de las cosas que nosotros discutimos hoy que se vienen dando en discusiones sistemáticas desde hace muchísimo tiempo. Lo que este laburo pretende es funcionar como una prueba de que hay indicios de cosas que ya vienen sucediendo hace tiempo ahí afuera, simplemente que hay que prestarles atención.
¿Cuál es la razón detrás de la decisión de no incluir todo el material de investigación en el libro?
Como todos mis trabajos, Bruma mantiene una forma de hipótesis. Yo creo que en definitiva le corresponde al espectador establecer si esa hipótesis se comprueba o no. En ese sentido la fotografía es el lenguaje adecuado para plantear este tipo de propuesta. Las imágenes lo que plantean es una suerte de pregunta abierta que invita al espectador a observar detenidamente las características de estas imágenes para elaborar sus propias conclusiones, para completar el trabajo. Sin embargo, creo que la famosa frase “una imagen vale mas que mil palabras”, en realidad es un lugar común. Me parece que uno puede ir mas allá de esa formulación y ver que las palabras y las imágenes tienen cada una sus propias características, se complementan o se oponen. Yo soy muy cuidadoso cuando incluyo el texto en los trabajos. En el caso de Bruma, sentí que aun existiendo muchísimo texto atrás del laburo, la investigación y lo que me lleva a mi a hacer las fotos, no era necesario incluirla en la misma instancia que las imágenes. Era apostar por que las imágenes se la banquen por si solas.
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Contanos de tu veta de pintor ¿Qué es lo que te atrae de la pintura que no te da la fotografía?
Las pinturas son para mí una parte fundamental del proceso. Tanto Bruma como todos mis otros laburos, me han llevado mucho tiempo, un tiempo que no utilizo necesariamente fotografiando. Por el contrario, fotografío muy poco y de manera muy especifica cuando finalmente hay una imagen nueva que yo necesito incorporar. Todos esos tiempos de alguna manera se llenan con mi trabajo en el taller. Este incluye las pinturas, los cuadernos, los dibujos y los bocetos. Así como la fotografía para mi es un campo de mucha certeza -cuando voy a fotografiar se exactamente qué voy a fotografiar y cómo lo voy a hacer-, la pintura me propone todo lo contrario. Se trata de un espacio de incertidumbre absoluta. Y ese lugar de frustración, de incertidumbre, de lucha permanente contra algo que no queda como yo quiero que quede me resulta súper importante como parte del proceso, que es parte de una búsqueda de una imagen ideal que esté a la altura de la historia de lo que a este objeto le ha sucedido. Nunca lo había sacado del taller pero me pareció que este era el momento.
 
Esta es la primera vez que presentás esta faceta de tu arte ¿Te estás volcando a la pintura?
No, creo. Si tuviera mejores resultados tal vez si (se ríe). Pero me doy cuenta que al final de cuentas necesito la certeza, tener confianza en lo que en definitiva termina resultando, y yo siento que en ese sentido la pintura se me resiste y nunca termino de estar del todo seguro ni conforme con que es algo que vale la pena.
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Ahora que diste por finalizado este trabajo de tantos años. ¿Hacia dónde se dirige tu exploración? ¿Qué es lo que más te estimula a sacar una foto?
Te soy franco, no tengo idea. Ahora puedo dar por concluido este laburo pero no tengo claro que es lo que sigue. De hecho, me ha pasado con otros trabajos, cuando los termino empiezo a temer que no tenga mas nada para decir, que si tenía algo para decir era ya esté dicho. Una vez presentado el trabajo, se presenta una especie de abismo, un vacío donde no tengo claro si se me va a ocurrir algo.  Y si se me ocurre algo, se da muy de a poco porque yo se que después me va a llevar muchos años tener claro que eso que se está gestando vale la pena. Pero lo que no tengo es la pulsión por fotografiar todo el tiempo ni de andar con una cámara encima haciendo fotos como compulsivamente. Eso es algo que me tocó hacer cuando era joven durante todos mis años como reportero gráfico, pero ahora no siento esa necesidad.
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¿Por dónde pasa hoy el talento de un fotógrafo para diferenciarse en tiempos de redes sociales, cuando todos se convirtieron en «fotógrafos»?
Asistimos a una especia de gran democratización de la práctica de la fotografía. Es muy diferente hacer fotografía hoy de lo que era hace 30 años atrás, cuando yo empecé. Te demandaba un aprendizaje, una técnica sin cual era imposible fotografiar, porque básicamente las cosas salían mal. Hoy no hace falta. Se ha democratizado la práctica al punto en el que hoy podemos generar imágenes técnicamente correctas sin mayores conocimientos. Lo que no ha cambiado es qué hacemos con las fotografías, cuales son nuestras intenciones a la hora de generar imágenes. Es como la escritura: escribir, escribimos todos, todos tenemos esa capacidad pero no necesariamente todos escribimos con una intención expresiva, eso lo hacen los escritores, o los poetas. Todos fotografiamos, pero fotografiar lo que comemos para compartirlo en Facebook o en Instagram no necesariamente implica que estemos construyendo una suerte de discurso con intenciones artísticas o expresivas, simplemente lo hacemos porque esta dentro de nuestras posibilidades.