Escribo desde Buenos Aires con imágenes y sonidos nuevos en la memoria. Hace unos días visité ese enorme reservorio natural de 25 mil metros cuadrados que son los Esteros del Iberá: el segundo humedal más grande del mundo, pura belleza del litoral. Iberá significa agua que brilla en guaraní. El canal que desemboca en la laguna Valle, y que recorrí en barco, estuvo enmarcado por alfombras de juncos y camalotes en flor, conocidos como jacintos de agua. A lo largo de este camino nos encontramos con yacarés que posaron sigilosos como estatuas, carpinchos que avanzaban despacio en familia y distintos tipos de aves: garzas americanas, jacanas y jabirús. El estero es un sistema que tiene ríos, lagunas, vegetación flotante. Y hay muchas especies más: la boa curiyú, el zorro gris y el ciervo de los pantanos, entre otras.
El deck flotante del hotel Puerto Valle nos esperó con un pic-nic con frutas, mbeyú (una tortilla muy similar al chipá) y mates correntinos que cebaron Ezequiel y Emilio, los guías que lograron desplegar sus conocimientos y amabilidad en cada momento. Ellos nos mencionaron, entre muchas cosas, a Douglas Tompkins, el ecologista estadounidense, también fundador de la marca The North Face, que fue propietario de estas tierras, que trabajó en su conservación y las donó al Estado argentino. Tompkins vivió obsesionado por crear parques nacionales para la preservación del ecosistema y ya existe el proyecto de ley para que 150 mil hectáreas de los esteros sean declaradas parque nacional. Esto va a implicar la reintroducción de especies extinguidas por la caza como el yaguareté y el oso hormiguero, entre otras.
«Mientras caminamos por un sendero a través de la selva (que está protegida por el sistema de parques nacionales), mariposas de distintos tamaños y colores dibujan espirales en el aire y se posan sobre las plantas. Veo, en lo alto de un árbol, una familia de monos carayá moviéndose y haciéndose notar…»
La llegada a Puerto Valle es un paseo desde el principio: hay que atravesar un túnel de cañas que conduce a la casona y las cabañas, que están enmarcadas por un parque lleno de árboles y flores, a orillas del imponente Río Paraná. A los pies de la casona donde está la recepción, la cocina y el living, hay un fogón encendido rodeado de sillones y mantas, y unas botellas de vino recién descorchadas que nos esperan después del viaje.
El casco histórico de la estancia está convertido en seis habitaciones, y además hay cabañas de lujo. Mi habitación es la número 10, en una cabaña moderna y minimalista. Cada detalle dentro de la habitación es especial: desde un set de mate correntino hasta un ventilador de palas de mimbre con estilo tailandés y una terraza propia con sillones con vista al río. El entorno de por sí ya es soñado, sí, pero la cama es tan cómoda que amerita un descanso intenso y profundo.
«A los pies de la casona donde está la recepción, la cocina y el living, hay un fogón encendido rodeado de sillones y mantas, y unas botellas de vino recién descorchadas que nos esperan después del viaje.»
A la mañana día siguiente, los jardines de la estancia, copados de árboles y canteros, son estimulantes y me dan ganas de salir a recorrer. Me aventuro en los senderos y me encuentro con tesoros botánicos: orquídeas que florecen de los árboles, anacardiáceas y otras familias de flores. Hay una huerta donde se cosechan los frutos y vegetales para la cocina del hotel. Uno de los detalles exquisitos de la huerta es la cosecha de vainilla de Madagascar.
El chef ejecutivo de Puerto Valle es Guido Tassi y la jefa de cocina es Romina Pozzebon. Ellos revalorizan los sabores y los ingredientes de la región y trabajan con ese objetivo. Por eso, la mandioca, la pesca de río como el pacú y el surubí, la carne de yacaré y preparaciones típicas como el chipá, la sopa paraguaya y el mbeyú son protagonistas en su cocina.
También hay detalles exquisitos en las mesas de almuerzo y de desayuno en Puerto Valle: los quesos de Mauricio Couli, producidos por él en Neuquén y seleccionados especialmente para el hotel.
«El chef ejecutivo de Puerto Valle es Guido Tassi y la jefa de cocina es Romina Pozzebon. Ellos revalorizan los sabores y los ingredientes de la región y trabajan con ese objetivo. Por eso, la mandioca, la pesca de río como el pacú y el surubí, la carne de yacaré y preparaciones típicas como el chipá, la sopa paraguaya y el mbeyú.»
En el establecimiento de Puerto Valle, que fue fundado en 1868 por Bernardino Valle, las tierras que formaban parte de la estancia antigua hoy están destinadas a la producción sustentable, precisamente a la industria forestal y ganadera, así como también al criadero de caimanes Yacaré Porá.
Puerto Valle Hotel es un universo exclusivo a orillas del Paraná donde conviven la atmósfera tropical y la sofisticación. Cada detalle está finamente cuidado y el principal objetivo del lugar es que los huéspedes se conecten con la naturaleza y se encuentren con las maravillas del nordeste argentino. Es por esto que no hay televisor en las habitaciones y, si llueve, se ofrecen bastidores y acrílicos para dejarse inspirar por el entorno y dejar una huella artística en el lugar.
Es cierto, son menos de dos horas de vuelo desde Buenos Aires, pero llegar y entregarse a este lugar, se siente como estar en un mundo aparte.
«No hay televisor en las habitaciones y, si llueve, se ofrecen bastidores y acrílicos para dejarse inspirar por el entorno y dejar una huella artística en el lugar…»
Mientras caminamos por un sendero que fue trazado por los mismos creadores del establecimiento a través de la selva (que está protegida por el sistema de parques nacionales), mariposas de distintos tamaños y colores dibujan espirales en el aire y se posan sobre las plantas. Veo, en lo alto de un árbol, una familia de monos carayá moviéndose y haciéndose notar por sus aullidos: esta especie marca territorio y aúlla desde las copas de los árboles. Después de una hora de caminata en la que esquivamos ramas y trepamos algunos troncos, llegamos a otro de los decks con sillas de tronco que Puerto Valle tiene distribuidos alrededor del establecimiento. Un rayo de sol se cuela a través de los árboles y nos entregamos a los propios sonidos selváticos: ranas, pájaros y, claro, los monos carayá.
BONUS TRACK:
Las actividades que también se ofrecen en Puerto Valle son: cabalgatas, salidas en biciclieta, salidas de pesca deportiva, avistaje de aves, paseos en lancha y canoeing por río Paraná.
http://www.puertovalle.com.ar/
¿CÓMO LLEGAR?
Una opción más que interesante es volar a Puerto Iguazú por LATAM (cuentan con treinta frecuencias semanales) y llegar a Iberá recorriendo la bella costa misionera. https://www.latam.com/es_ar/
Fotos: gentileza Puerto Valle, GPBA, Candela Ini