¿Por qué para Paige, cronista norteamericana viviendo en Buenos Aires, la navidad en Argentina es absolutamente infumable?/Desde la comida (que considera asquerosa) hasta un clima pegajoso que nos hace peores personas/Además: nuestros tíos grotescos que se disfrazan de Papá Noel y un día 25 lamentable (y encerrados con el aire acondicionado a menos trece, si no se corta la luz)/Una reflexión descarnada donde se salva algo importante: el afecto entre argentinos.
A quién se le ocurre celebrar navidad con cuarenta grados (y con todas las piletas ocupadas), se pregunta con ironía la autora de la nota.
My friend, date cuenta: «Argentina es el mejor país, hasta que llegan las fiestas y la pifian mal…». Por Paige Nichols para MALEVA.
No hay dudas, Argentina hace muchas cosas bien: el vino, el fútbol, la histeria. Sin embargo, lamento informarles que la pifian mal cuando de las fiestas se trata. De hecho, me atrevo a decir que es el peor momento del año (sí, peor que cuando llega la tormenta de Santa Rosa). Vivo en Buenos Aires desde hace trece años, pero nunca me acostumbré a pasar la Navidad acá. Sin los villancicos, sin los típicos sweaters temáticos, sin soñar con la posibilidad de que haya nieve: me convertí en una Grinch que preferiría hibernar hasta el 6 de enero.
¿Por qué las Fiestas son infumables en Argentina? Empecemos por el clima, que nos hace peores personas. ¿A quién se le ocurrió festejar Navidad con 40 grados y 120% de humedad? ¿En qué mundo se cree que hay dignidad en eso? En serio, que alguien me lo explique porque es una de las cosas más delirantes que me tocaron vivir. Papá Noel tiene su casa en el Polo Norte. Según Google, está a 13,788.19 km de la Argentina. Hagan las cuentas.
No hay nada peor que querer llegar bien para la foto familiar y al rato darte cuenta que se te derritió todo el maquillaje y que ahora parecés un personaje de una peli de terror. Le mandamos un besito a la elegante camisa blanca de tu viejo, que de repente está empapada y se volvió transparente debido al nivel de chivo que está manejando.
Encima, ningún aire acondicionado puede con la combinación de calor veraniego y drama familiar, lo que puede resultar en una tormenta perfecta de miseria y sufrimiento. Ya tenemos suficientes problemas con la inflación, la grieta, y los que le hacen bullying al nene que hace las tortas en Twitter. No busquemos más rollo, ¿dale?
La pièce de résistance: el inminente miedo de que se te corte la luz. Nos pasó hace unos años atrás, y sí, tuvimos que tirar absolutamente toda la comida que habíamos preparado para el 24. Aprendí que para el año siguiente había que pedirle a Papá Noel un balde de Rivotril con anticipación.
Sigamos con la comida. Acá me van a odiar, ya lo sé. Al calor extremo, le sumás la comida más asquerosa imaginable y ahí tenés la típica mesa navideña argentina. ¿No me creés? A las pruebas me remito: platos monocolor, bañados en mayonesa. Tal vez haya una pobre ensalada que consiste en tres hojas amarillentas de lechuga sin gracia, pero tampoco cuentes con eso.
Además de platos mega retro – pavo con ananá (¡y cerezas marrasquino!) -, camarones nadando en salsa golf, tomate relleno, ensalada Waldorf. Todo me daba al principio una especie de ternura, hasta el momento que tenés que comer estos platos. Ni me hables del pionono o la torre de panqueques. Una mezcla de texturas y sabores tan bizarra que debería ser estudiada por científicos del MIT.
Al menos todo eso se sirve frío, digamos, pero es difícil tener ganas cuando todo parece haber salido de un libro de cocina del año 1965. Nos vendría bien un aggiornamento. ¿Qué opinan?
Si tu familia hace asado para Nochebuena, son todos psicópatas. ¿Cómo vas a pretender que alguien esté cuidando el fuego durante horas y horas, soportando el calor y la suciedad mientras ustedes se sacan selfies al lado de la pileta? Así no, mis amores. Así, no.
«Entendí el poder absoluto del brainwashing la primera vez que dije que el vitel toné me parecía un asco y saltaron 44 millones de argentinos a atacarme al unísono. Seguramente me saquen el DNI o me echen del país, pero defenderé mi opinión hasta la muerte. No intenten convencerme, si son los mismos que usaban las Nike Air Rift allá por el 2007 y creían que eran cool…»
Entendí el poder absoluto del brainwashing la primera vez que dije que el vitel toné me parecía un asco y saltaron 44 millones de argentinos a atacarme al unísono. Seguramente me saquen el DNI o me echen del país, pero defenderé mi opinión hasta la muerte. No intenten convencerme, si son los mismos que usaban las Nike Air Rift allá por el 2007 y creían que eran cool.
¿Y la forma de intercambiar los regalos? Nada dice «Felices Fiestas» como un regalo que ni siquiera está envuelto. O sea, viene en una bolsa del local donde fue comprado, y con suerte le pusieron un moñito o algo “festivo.” Ni siquiera te dan la chance de adivinar qué podría ser o de dónde es. Media pila.
Además, cuando sos grande, casi siempre te dan algo únicamente para cumplir, y pretenden que vayas al shopping (una pesadilla, seamos honestos) para cambiarlo “por algo que te guste más.” ¿Cuándo dejaremos de hacer regalos por compromiso?
Ahora, cuando se hacen las 12 todos se ponen en modo desquiciado y abren absolutamente todo en menos de 30 segundos. ¡No lo entiendo! Tal vez aparezca algún tío panzón disfrazado de Papa Noel (tan bizarro que ni sé por dónde empezar) para entretener a los más chicos, pero se pierde en el caos general del momento.
El día después. Y así como si nada hubiera pasado, ya está. Christmas is over, baby. El 25 no te queda nada más por hacer, y si no tenés pileta estás condenado a morir agobiado de calor en tu departamento de Capital mientras absolutamente todo está cerrado, e intentás dejar el aire en menos diecinueve para sentir algo de fresco mientras hacés otro re-watch de Mi Pobre Angelito. Se me ocurren pocas cosas más deprimentes, y lo sé porque ya lo hice durante una década.
Si te querés colar en la pile de algún amigo, imposible, pues están ocupados con sus familias comiendo sobras e insolándose. Por lo menos en el hemisferio norte se hace de noche a las 16 hs y si no salís de tu casa nadie te culpa, pues hace frío y está todo muy gris.
Tal vez mi perspectiva sea demasiado cínica, negativa, reductiva. Si pensás que me vendría bien calmarme un poco, tenés razón.
Es que extraño. Extraño la anticipación de irme a dormir el 24, sabiendo que a la mañana siguiente bajaba al living para ver los regalitos. Extraño el olor a pino que invadía la casa gracias al enorme árbol que decorábamos con mis viejos. Extraño tener a mi familia y otros seres queridos cerca.
Al final del día, una Navidad perfecta no tiene que ver con el invierno, el menú perfecto, o los regalos soñados. Se trata de rodearnos de la gente que amamos, la gente que nos ama. Entonces, en ese sentido, y como siempre, Argentina la tiene clarísima.
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Sobre la autora de la columna: Paige es de Washington DC y vive en Buenos Aires desde el 2008. Es amante de los perros, la garnacha, y el helado de menta granizada. Cuando no está recorriendo la ciudad en búsqueda de algo rico para comer, se encuentra debajo de la mesa del comedor grabando sus podcasts «Bad Information» y «Finanzas con Sentido Común.»
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Fotos: Gentileza Unsplash (PH Eugene Zhyvchik y Annie Hat, la foto de Paige es de Catalina Bartolomé).