Nathalia armó un refugio para los amantes de la joyería, del diseño y los oficios con alma. Desarrolló su marca Crude, su escuela de joyería y su casa estudio que llamó Maison Crude, donde hace encuentros de todo tipo. ¿Cómo es su más reciente cápsula «Perpetuo»?
Con un café propio, taller, escuela y showroom, Maison Crude, en la calle Costa Rica de Palermo es un universo donde todo huele a arte.
«Mis piezas no necesitan gritar…»: con Nathalia Peralta, creadora de la marca de joyería Crude, en su «maison» de Palermo (entre comunidad, oficio, y filosofía). Por María Comand. Fotos: Alexis García Sánchez para MALEVA.
La luz de la mañana entra oblicua sobre la mesa de Crude. Entre sopletes, tornos, alicates, martillos, metales y mesas de trabajo, aparece Nathalia, una artista ecuatoriana sensible hasta el hueso, que diseña, produce, da clases y genera comunidad. Se acerca con un look especial: una camisa dada vuelta, bermudas arriba de pantalones y todas sus joyas en juego. Porque sí, su estado creativo lo aplica a todo lo que tiene a mano.
Nathalia armó un refugio para los amantes de la joyería, del diseño y los oficios con alma. Desarrolló su marca Crude, su escuela de joyería y su casa estudio que llamó Maison Crude, donde hace encuentros de todo tipo.
Crear una marca independiente implica ensayo, error y constancia. Ella no evita la dureza del camino emprendedor, pero su mirada es siempre constructiva. “Hay que tener estómago”, reconoce. Para ella, el secreto es el hábito: todos los días, un poco. Así se ejercita el músculo creativo, así se arma un ecosistema de este estilo.
«La luz de la mañana entra oblicua sobre la mesa de Crude. Entre sopletes, tornos, alicates, martillos, metales y mesas de trabajo, aparece Nathalia, una artista ecuatoriana sensible hasta el hueso, que diseña, produce, da clases y genera comunidad. Se acerca con un look especial: una camisa dada vuelta, bermudas arriba de pantalones y todas sus joyas en juego. Porque sí, su estado creativo lo aplica a todo lo que tiene a mano…»
“Crude existió desde el minuto uno que empecé a hacer bisutería, a mis 14 años. Desde ese momento empecé a vender. El salto hacia lo que se ve hoy fue en 2012, cuando decidí que esto no iba a ser solo una maletita vendiendo puerta a puerta, sino una marca”, cuenta. Ese año formalizó Crude, aunque ya llevaba años moldeando piezas desde la adolescencia. “Empecé a construir porque tengo una curiosidad enorme por crear: todo el tiempo estoy viendo qué puedo hacer con las manos, qué puedo imaginar y cómo traer lo que imagino a la realidad”, admite.
Hace más de trece años que inauguró su marca en redes sociales y siguió por renderizar un monoambiente porteño hasta transformarlo en showroom y taller. El espacio no tardó en desbordar: esperaba diez alumnas y terminó con cincuenta. Esa fue la señal de que no iba a ser un proyecto pequeño.
Cómo creó el multiverso Crude.
Nathalia aprendió los secretos de la orfebrería en su país natal. “Muchas de las cosas que aprendí en cuanto a diseño y técnicas fueron en Ecuador. Orfebres me abrieron las puertas de sus talleres y me enseñaron con una mano increíble. Todo eso lo traslado hoy a mis clases y a la marca”, cuenta.
Con esas raíces, llegó a Argentina, donde descubrió su pulso. “Encontré en Buenos Aires una ciudad que va a mi ritmo.” Llegó por recomendación de una amiga y, si bien regresó a Ecuador, supo que acá estaba su lugar. “Para mí es una ciudad que lo tiene todo, nunca para de brindarte cosas”, sostiene. Tal es así que, casi por casualidad, encontró una de las últimas casonas antiguas que quedan por Palermo para inaugurar La Maison Crude. Un punto de encuentro, un espacio de experimentación donde no sólo se expone su marca y se aprende a soldar: también se cultiva la paciencia, el oficio y la seguridad de ver algo propio tomar forma.
Ese es el corazón de La Maison, un refugio creativo donde conviven la técnica y la filosofía del oficio. “Acá vienen personas que son economistas, abogados, contadores. Profesionales de rubros distintos que, una o dos veces por semana, deciden dedicarse a crear joyería. Y ahí tengo la oportunidad de charlar con ellos y transmitir mi forma de ver el acto de crear. Todos quieren que salga rápido y bien, terminarlo ya. Pero para mí es un ejercicio diario. Así sea poquito o mucho, hay que dedicarle tiempo. Sería mentira decir que es fácil, hay que tener aguante, y hasta disfrutar de la incertidumbre. No existe emprendedor sin incertidumbre”.
Y agrega: “La primera pieza que hagas va a ser parecida a algo que ya existe. La tercera, un poco menos. Para llegar a algo propio hay que ejercitar el músculo hasta que un día decís: ‘listo, estoy creando algo mío’. Eso es lo que intento con mi marca. En su momento habré creado una calavera que ya existía en el mercado. Pero con la práctica apareció mi propio lenguaje. Y eso es lo que busco transmitir a quienes llegan acá: darles herramientas, técnicas, creativas y comerciales, para que puedan hacer aparecer su arte”, concluye. La Maison Crude se fue poblando de voces y de historias de alumnos y clientes. Tiene un costado íntimo tan importante como el resultado técnico.
Arte que se lleva puesto.
«Una tensión entre lo orgánico y lo geométrico atraviesa sus colecciones. Es lo que vuelve a cada pieza reconocible, un sello inconfundible: “Hay abiertos muchos mundos dentro de mí al momento de crear, pero la visión sobre qué quiero y adónde voy con Crude la tengo clara”, afirma Nathalia…»
Hablar de Crude es hablar de lujo, pero no del que ostenta. “Es una pieza que no tiene que estar gritando, pero ya sabés que es mía. Es una pieza que tiene sentido llevarla puesta. Porque entendés de dónde viene, cómo se construyó y qué material tiene para garantizar su eternidad”, sostiene.
Nathalia asume una búsqueda constante por conectar con lo único: “No uso piezas de consumo masivo. Si no la tengo, la transformo. Busco consumir diseño de autor, porque estar portando arte es un lujo directamente”, asume.
Una tensión entre lo orgánico y lo geométrico atraviesa sus colecciones. Es lo que vuelve a cada pieza reconocible, un sello inconfundible: “Hay abiertos muchos mundos dentro de mí al momento de crear, pero la visión sobre qué quiero y adónde voy con Crude la tengo clara”, afirma Nathalia.
Reconoce que la identidad de la marca está íntimamente ligada a la suya. “Me permito jugar con eso. Hoy creo que está totalmente clara la bajada de las dualidades que conviven dentro de mis mundos: una sensibilidad extrema por lo natural y lo orgánico, y, al mismo tiempo, una parte muy estructurada que viene de la arquitectura y las líneas rectas.” Su último lanzamiento “Perpetuo” anuncia: una cápsula que nace del fuego. Con la forma de un corazón en material de vidrio, propone una vuelta a lo femenino y lo literal, una aleación de fuerza y vulnerabilidad. Acá el juego es así: convertir las piezas en objetos poéticos, capaces de transmitir tanto sensibilidad como poder.
«Su último lanzamiento “Perpetuo” anuncia: una cápsula que nace del fuego. Con la forma de un corazón en material de vidrio, propone una vuelta a lo femenino y lo literal, una aleación de fuerza y vulnerabilidad. Acá el juego es así: convertir las piezas en objetos poéticos, capaces de transmitir tanto sensibilidad como poder…»
Cuando se le pregunta qué quiere dejarle al mundo, responde con humor: “Creo que es hora de que el mundo me deje algo a mí.” Y enseguida matiza: “Quiero dejar el mensaje de que se puede crear algo desde cero y sostenerlo en el tiempo. Vivo en Argentina, un país donde el contexto social y económico no es el mejor ni para emprender. Y, aún así, llevo todos estos años sosteniendo lo que tengo y siempre apuntando para adelante. Entonces no me fijo en qué falta, sino en qué puedo aportar”, explica.
En lo personal, dice no convivir con el miedo. “Soy bastante de aceptar lo que es. Con miedo no se llega siendo inmigrante a donde uno está. Si algo me preocupa es no llegar a disfrutar todo lo que hago en compañía de mi familia”, reflexiona.
Y al final, lo resume todo en una confesión que es también un manifiesto: “Tengo ganas de crear siempre, a veces me gustaría apagar un poco ese motor – confiesa entre risas -. Pero son las mismas ganas que me dan de salir a correr cuando hay buen clima o de nadar cuando el agua está calientita. Para mí, crear es un must: no recuerdo la última vez que no lo hice.”
En la constancia diaria, Nathalia encontró no sólo una marca sino un lenguaje propio. Crude es joyería de autor, sí, pero también comunidad, oficio y filosofía. En cada pieza, ese lujo – hecho a mano como una escultura, con tiempo, sentido y materiales nobles -, es lo que se vuelve arte para llevar puesto. Eso es Crude.
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