Una atmósfera muy trendy pero con esencia porteña
¿Quién dijo que un bodegón es mero sinónimo de rico y abundante? Hace poco más de un mes, la calle Cabrera coronaba su numerosa oferta carnívora con la apertura de Mengano (Cabrera 5172), un restaurante sin precedentes en la zona, que con técnicas de la alta cocina, logró transformar a los hitos gastronómicos de los clásicos bodegones, en auténticos platos de autor. Desde una milanesa de tira de asado y un semifreddo de arroz con leche (con vauquita casera incluída). Más una cava exclusiva que reúne etiquetas de diversas nacionalidades para un maridaje perfecto.
Tocar un timbre, atravesar la angosta puerta principal de madera y subir unos pocos escalones camino al centro del salón basta para percibir por qué hablamos de innovación cuando se va a Mengano. Ubicado entre Thames y Uriarte, el lugar más ecléctico de la cuadra reúne todo el estilo de un bistró neoyorquino con el toque único de los restaurantes porteños, en un menú donde los clásicos de bodegón se tranforman en platos para compartir y reversiones contemporáneas con sello propio.
Tocar un timbre, atravesar la angosta puerta principal de madera y subir unos pocos escalones camino al centro del salón basta para percibir por qué hablamos de innovación cuando se va a Mengano. Ubicado entre Thames y Uriarte, el lugar más ecléctico de la cuadra reúne todo el estilo de un bistró neoyorquino con el toque único de los restaurantes porteños.
En la intimidad de un espacio ideal para pocas parejas que salen en busca de un ambiente tan cool como relajado, una gran cava de madera a la vista funciona como el puntapie inicial de la noche, exponiendo no sólo las etiquetas de reconocidas fincas locales (como Bodega Michelini, Catena Zapata y Tomero Wines), sino también una selecta lista de vinos provenientes de distintas nacionalidades (desde la toscana Dievole, hasta la californiana Renwood) a precios accesibles, y en un salón exclusivo para ocho personas.
Para quien lo visitó, Mengano puede ser una experiencia culinaria de alto nivel, así como la mejor excusa para tomar unas copitas bien acompañado y degustar platos sabrosos en un bodegón de barrio. Para Facundo Kelemen, el chef de esta propuesta disruptiva- y más que seductora-, “si lo tuviera que definir, esto es un verdadero bodegón de tapas”. De su paso por las cocinas de varios de los mejores restaurantes de Nueva York galardonados con estrella Michelín, y de algunos de los lugares más top de la escena gastronómica de Buenos Aires (entre los que se encuentra Tegui), Kelemen incorporó todo el profesionalismo y las innovadoras técnicas de la grand cuisine al emprendimiento, priorizando una tendencia que considera clave en estos tiempos, y sobre todo en el mundo sibarita: platos para compartir, cocina a la vista y la reversión original de esos clásicos que a todos les gusta.
Para Facundo Kelemen, el chef de esta propuesta disruptiva- y más que seductora-, “si lo tuviera que definir, esto es un verdadero bodegón de tapas”. De su paso por las cocinas de varios de los mejores restaurantes de Nueva York galardonados con estrella Michelín, y de algunos de los lugares más top de la escena gastronómica de Buenos Aires (entre los que se encuentra Tegui), Kelemen incorporó todo el profesionalismo y las innovadoras técnicas de la gran cuisine.
Desde un revuelto de gramajo con cebolla caramelizada y queso de cabra, hasta unas croquetas de maíz en dos variantes, “las opciones que encontrarán en nuestra carta tienen una clara inspiración en la cocina tradicional de bodegón, pero preparadas de un modo que se escapan de lo convencional, y que resultan ideales para poner al medio de la mesa y tapear”, explica el chef. Con una atención esmerada de marco, la bienvenida parte con un exquisito chipá recién salido del horno, relleno de bechamel y queso fundido, elaborado por las manos mágicas de la pastelera de la casa. Luego, de la decena de preparaciones que se luce en el menú, el arranque ideal es sinónimo de su imperdible Tartare de cordero con dulce de membrillo y alcaparras, que servido en una impecable vajilla de barro, remata su potente sabor con una crujiente torta frita ($240). Deliciosos Niños envueltos rellenos de lentejas y ricota sobre caldo de hongos, manteca de almendras y pera ($200) le continúan, para sumar el toque veggie a los principales que no fallan: la Trucha a la sal con manzana verde, miso y bagna cauda ($520) (perfecta para los paladares más chic), y la vedette de la carta: la milanesa de tira de asado rebozada en panko con ensalada de verdes y un pure mixto conmovedor, compuesto de papa emulsionada con tuétano y calabaza con manteca negra ($490). Como broche de oro para el final: la irresistible reinterpretación de un arroz con leche a modo de semifreddo, combinado con una vauquita casera y aceite de naranjas ($210).
Después de todo, con copa de tinto en mano, música jazz de fondo y esféricas lámparas importadas colgando de un techo rústico, la escena de un banquete imperdible en una casona reformada del Palermo Viejo concluye con dos certezas: primero, que por algo siempre se vuelve a los bodegones, y segundo, que la alta gastronomía también puede ser casual y popular.