Mendoza sigue defendiendo su lugar como destino gastronómico (y natural) único en el mundo/ Una bodega en Maipú te invita a comer literalmente dentro de su viñedo, y otra, en Agrelo, trae simpleza entre tanto menú por pasos/ Porque no todo es vino: la degustación perfecta de aceite de oliva, el nuevo proyecto de dos pesos pesados mendocinos.
Barro Cocina comparte predio con Chozos Resort en un paisaje que directamente es una postal.
Mendoza, tierra fértil de novedades: cuatro paradas – desde un almuerzo con un pie en el viñedo, hasta lo nuevo de Ale Vigil – que siguen dejando a la provincia bien arriba. Por Paula Bandera.
Mendoza es tierra fértil y no solo para las uvas, también para las novedades gastronómicas. Es que la provincia se convirtió en el destino obligado cuando se trata de comer y tomar hasta que el hígado proteste, y atiende a esa expectativa sumando nuevos restaurantes a su ya nutrida oferta. Aquí cuatro propuestas que abrieron entre 2024 y lo que va de 2025.
1) Mil Suelos Restaurante: comer y beber con un pie en el viñedo y otro en la bodega/ Videla Aranda 7000 – Maipú.
Mil Suelos fue una de las bodegas que cambió la manera en la que se entendía el vino en Argentina. Nació en 2009, como un proyecto chico de tres amigos –Alejandro “el colo” Sejanovich, Jeff Mausbach, y Jorge Crotta-; ya desde el nombre, sus creadores dejaron bien en claro que querían salir de la hegemonía de la madera para hacer pie en los viñedos y sus suelos.
Mil Suelos Restaurante marca con resaltador esos mil kilómetros que separan a Mendoza de Buenos Aires, acá el viñedo se vive con todos los sentidos, no se trata de admirarlo, como mero paisaje, desde la comodidad de la mesa, “la proximidad es impactante, literalmente se puede tocar mientras se almuerza, lo que genera una experiencia especial”, señala Verónica Mausbach, asesora de Hospitalidad de la bodega.
Tampoco hablamos de uvitas de adorno, el viñedo está productivo, así que durante los meses de mayor actividad, los comensales son testigos del trabajo que allí se realiza -poda, cosecha, etc.-. ¿Parece poco? El voyeurismo vínico sigue también con las tareas de bodega: los tanques de cemento están justo enfrente del restaurante, lo que permite ver a los enólogos y operarios en acción.
En cuanto a la propuesta gastronómica, acá manda la premisa de no enroscarse con sabores ni productos desafiantes, platos que reconfortan el paladar con un nivel de ejecución de alto nivel. Entre las entradas, se destacan los hongos al horno de barro con huevo poche y ricota casera y la provoleta con pesto de tomate deshidratado y chips de cebolla. Los principales salen de la parrilla y bajan al centro de la mesa, desde entraña y ojo de bife hasta paleta de cordero. El flan exige dejar lugar para el postre.
El precio marca otro highlight, amigable y con el valor del maridaje por separado. Se recomienda elegir la “Experiencia de Altura”, que armoniza el menú con las etiquetas que la bodega elabora en Salta y Jujuy, para explorar la versatilidad del vino argentino.
2) Bodega Comedor: estreno 2025 para comer y beber sin vueltas, a la carta y con propuesta para grupos/ Cobos 10196 – Agrelo, Luján de Cuyo.
Este restaurante marca uno de los primeros modelos 2025 del mapa gastronómico mendocino. Pero se trata de un estreno que corta la cinta roja con una mano experimentada, la del cocinero Alfredo Morales, propietario del restaurante sanjuanino Mesa 1, y conocedor profundo de la cocina indígena. Alfredo hace lo que él llama “cocina sincrética”, la cual “busca contar la historia de los sabores de la región, con influencias de la colonización y la llegada de italianos y españoles a la zona”.
La simpleza parece ser el paradigma que rige toda la propuesta, desde los platos hasta la ambientación del lugar: un salón despojado, gobernado por materiales nobles, con las obras de Marcos López en las paredes como único acento.
En materia de vinos, el proyecto también da pasos afianzados, ya que la bodega está en funcionamiento y pertenece a tres socios que provienen de ese mundo: Nicolás Garciarena, quien heredó la finca de sus abuelos; Matías Casagrande, ingeniero agrónomo, y Martín Rau, importador de vinos argentinos en Suiza. En el restaurante se pueden degustar las cuatro etiquetas que comercializan actualmente: Santos Paganos, El amor es más fuerte, Sin perder la ternura jamás y No se puede ser feliz en soledad; y también vinos de otros productores, como Marchiori & Barraud, Matías Riccitelli y Matías Etchart.
El sistema también se rige por el confort, la idea es que los comensales pidan a la carta, una bendición para el estómago y la billetera. También hay opción por pasos para grandes grupos. Y hay otro plus a destacar: las bodegas Ruca Malen, Susana Balbo y Chandon – tres básicos de Mendoza- se encuentran a menos de 10 minutos en auto, ideal para aprovechar el viaje y hacer más de un plan en un día.
3) Corazón de Lunlunta: Ale Vigil y Gabriel Guardia, cracks en los suyo, ahora haciendo del aceite de oliva un nuevo disfrute (con quesos y vinos en una cava espectacular)/ Franklin Villanueva 3826 – Maipú.
Basta con mencionar la palabra Mendoza para que una copa de vino -o muchas- aparezcan en la imaginación, pero lo cierto es que la provincia es cuna de un montón de productos naturales, entre ellos el aceite de oliva. Vale la pena, entonces, darle variedad al viaje y visitar una olivícola, como Corazón de Lunlunta.
Se trata del nuevo proyecto de dos pesos pesados: Alejandro Vigil, el enólogo más famoso del país; y Gabriel Guardia, premiado enólogo especializado en aceite de oliva y primer maestro aceitero de Latinoamérica. Socios de ese talante necesitaban un edificio a la altura de las circunstancias, y lo encontraron, un llamativo inmueble -cuyo diseño obtuvo el primer premio en el concurso Edificar 2004- que llevaba 14 años abandonado, desde la quiebra de la destilería que allí funcionaba.
El terreno tiene 2 hectáreas y en el futuro piensan desarrollar una destilería de whisky, un restaurante y un hotel. La visita comienza recorriendo el predio, luego la pequeña planta productora para conocer el proceso de extracción del aceite de oliva, y concluye, bien a lo mendocino, con degustación.
Y acá hay que ponerse detallista, no solo por la calidad de los productos que ofrecen, también por la sala en la que se desarrolla la experiencia: una cava radial con una mesa para grupos grandes y también pequeñas salas privadas que dan al espacio central. Y hay más: a través de una ventana ojo de buey se advierte una cava refinadora de quesos. La misma está a cargo de La Linqueñita, de Gustavo Schiavi, consagrado como el Mejor Productor de Quesos de todo el país en la feria Mappa. Hacia el otro costado, otra ventana muestra la cámara donde descansa la charcuterie que elabora Diego Cornejo.
Ya en la mesa, arranca la fiesta: la degustación incluye 3 aceites de oliva de calidad excepcional, un aceto único en el mercado y variedad de quesos y fiambres. En las copas, los vinos de Vigil se ocupan del encanto, el precio final de la degustación varía según la etiqueta elegida.
4) Barro Cocina: un festín culinario – desde un desayuno que es un espectáculo hasta una cena a la carta-, en un paisaje que no podés creer/ Dragonback Estate, RP86 – Ugarteche.
Mendoza palpita en el timeline de Instagram, siempre alguien anda por allá y alimenta el FOMO de los que scrollean desde el sillón de su casa. Y este 2025 no será la excepción; las fotos con botas texanas y copa en mano seguirán vigentes, ya que según el informe de tendencias que todos los años elabora Booking, un “38% de los argentinos está interesado en realizar una visita a un viñedo en su próximo viaje”. Un deseo que se agudiza con un escenario como el de Barro Cocina, restaurante de cara al Cordón del Plata y a las 820 hectáreas de viñedos de Dragonback Estate.
Ese paisaje alcanzaría para quitar el aliento, pero aquí se redobla la apuesta. Es que en el predio también funciona Chozos Resort, un complejo que contó con el asesoramiento del artista mendocino Sergio Roggerone, quien se inspiró en la herencia de la comunidad Huarpe y sus casas circulares. El cielo celeste se recorta con las cúpulas blancas de los chozos, de más de cuatro metros de altura; la laguna y los domos del Glam Camp -su otra opción de alojamiento- coronan esta postal.
Barro Cocina añade el festín culinario a ese paisaje; abre del desayuno a la cena, un diferencial en relación con otras propuestas de la zona, que solo funcionan en el horario de almuerzo. Los fuegos bailan al ritmo que marca el chef Diego Salvador, en sus palabras: “Una cocina libre, sencilla, unida a la estación del producto, que camina en la montaña”.
El desayuno es un espectáculo, vale la pena agarrar el auto y hacer un viaje de 45 minutos desde el centro de Mendoza para arrancar el día así. Desde quesos mendocinos hasta tortitas raspadas, pancakes, tostones y más. El mediodía marca la hora del menú family style; cuatro platos a elección, copas de vino y a disfrutar de una mesa extendida; de las pastas a las carnes braseadas, el hilo conductual de lo simple aúna la propuesta. La noche se sirve a la carta, algunos platos ganan en sofisticación sin perder la premisa madre de ser fáciles de disfrutar.
Si de vinos se trata, la carta ronda las 50 etiquetas y se destaca por dar relevancia a vinos jóvenes, de bajas graduaciones alcohólicas. Todo un sueño a un viaje de distancia.
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Las fotos: son todas gentileza de prensa de los lugares mencionados.