Eleonora Molina recuerda una frase que le dijeron alguna vez: “el arte te elige”. Así lo sintió desde chica, cuando visitaba las casas de parientes y amigos de sus padres en busca de cuadros. Más tarde, aunque su familia no quiso, estudió Licenciatura en Artes Visuales en Mendoza, de donde es oriunda.
Ya en aquellos años de estudio empezó a florecer su perfil de gestora: siendo presidenta del Centro de Estudiantes cuestionó los contenidos de la carrera y reunió fondos para llevar docentes de Buenos Aires a Mendoza. “Siempre fui de armas tomar y no me conformo con lo que hay. La comodidad no me gusta, es una telaraña que te envuelve sin darte cuenta, por eso le escapo y busco cambiar”, confiesa.
En esa búsqueda, luego de recibirse, se instaló en Buenos Aires e incursionó en distintos trabajos relacionados al arte, incluso en la docencia; hasta que en el 2008 fundó su primera galería, Sapo, dedicada exclusivamente al dibujo. Pero en 2012 nuevamente viró de rumbo y abrió las puertas de su segunda galería, Schlifka Molina, junto a un socio.
Siempre apostando a más y con el entusiasmo que la caracteriza para emprender nuevos proyectos, desde septiembre del año pasado es directora de la galería Miranda Bosch, una empresa que asocia arte y real estate. Ubicada en un petit hotel en el barrio de Recoleta, el espacio de la galería es una obra de arte en sí misma: dos plantas con techos de doble altura, salas luminosas y reformas que respetaron el estilo arquitectónico de 1900.
Con ella se presentó en la última edición de arteBA y muy pronto inaugurarán otro espacio de real estate y arte en pleno Palermo. Entre algunos de los artistas que exponen su obra en la galería se encuentran Aili Chen, Cristina Schiavi, Matías Ercole, Agustín Sirai, Elisa Strada y José Pedro Godoy. Incluso, varios de ellos la acompañan desde los tiempos de Sapo.
¿Alguna vez pensaste en ser artista o siempre supiste que tu tarea estaba en la gestión?
Por más que sea galerista me considero artista, porque creo que tengo esa sensibilidad propia de los artistas que me sirve mucho al momento de ver sus obras. Esa sensibilidad la desarrollé a través del cuerpo de obra que es una galería, en la cual los artistas arman un conjunto que se lee y donde cada galería tiene una forma propia. Mi primera galería, Sapo, era sobre dibujo experimental y emergente; y cuando tuvo que cambiar para insertarse en el mercado no lo acepté. Con Schlifka-Molina la primera intención era ser una galería con artistas extranjeros; pero a los dos meses de su apertura apareció el cepo y tuvimos que cambiar el perfil.
¿Y cómo surge Miranda Bosch Gallery?
Los socios de Miranda Bosch empezaron a exhibir obras en su oficina y la gente no entendía si era una inmobiliaria o una galería. Entonces me propusieron armar una vidriera distinta todos los meses con artistas de la galería Schlifka-Molina, como un servicio para el barrio. Cuando sumaron el espacio actual, hicimos lo mismo en la gran vidriera y de pronto tomamos toda la planta baja, hasta que me propusieron abrir el departamento de Arte para darle contenido a su marca. Me gustó el desafío de empezar a vincular mi experiencia curatorial con el mercado, porque a veces las galerías son demasiado románticas, como me pasó con Sapo que tuvo una magia divina.
“Siempre fui de armas tomar y no me conformo con lo que hay. La comodidad no me gusta, es una telaraña que te envuelve sin darte cuenta, por eso le escapo y busco cambiar…”
¿Real estate y arte hacen una buena conjunción?
En el mundo esas dos disciplinas van de la mano. Sotheby´s y Christie´s empezaron subastando obras de arte inmobiliario, iban a los castillos y vendían los cuadros o las alfombras. Después se dieron cuenta que también podían rematar el castillo y coparon el mercado inmobiliario. Es un matrimonio perfecto, el que compra una propiedad puede querer comprar una obra de arte. En el caso de Miranda Bosch, ambos departamentos se complementan muy bien, pero el real estate no interviene en mis decisiones, tengo total vía libre. A veces la gente que los contacta por una vivienda también quiere vender o tasar obras y nosotros hacemos una asesoría gratis.
Y si en vez de vender, quiere comprar una obra, ¿qué recomendación le das?
No pensar en la inversión sino en que esa obra lo haga feliz. Si todo lo vemos como inversión, no nos queda resto para la imaginación y la mística. Cuando comprás una obra de arte, desafiás tus propios preconceptos de pensar que es algo exclusivo para gente con mucho dinero, te llevás una pieza única de creación nacional y ayudás a un artista. Siempre recomiendo comprar obras de artistas vivos; porque si ya no está, el beneficio es para un inversor.
«En el mundo, las galerías son el último eslabón a donde llega un artista, porque primero va a la universidad, hace una residencia, realiza muestras en centros culturales, en el exterior y en museos; y finalmente las galerías lo toman y lo comercializan. Acá es al revés.»
En el manifiesto de Miranda Bosch Gallery hablás del espacio de la galería como elemento conceptual y no como espacio contenedor.
Exacto, la galería no es un espacio que lo llenamos de muestras, sino un espacio conceptual al que tengo que completar. Los nuevos modos de exhibición demandan otros estándares: antes colgábamos los cuadros, pero hoy el espacio tiene un sentido conceptual y está resignificado. En realidad no es más un espacio sino un territorio que está enfocado hacia un cierto lugar, y que tiene identidad, política y perspectiva. En ese sentido, aunque no haya obras, no es un espacio vacío, porque tiene sus objetivos.
¿Qué función creés que cumple una galería en la sociedad?
Principalmente, una galería debe producir pensamiento y reflexión; y debe ser un lugar donde se discuta la actualidad desde la imagen. En segundo lugar, debe intentar que los artistas puedan vivir de su trabajo, ya que hoy nuestro país no tiene demasiados museos que sostengan el arte contemporáneo. Por ejemplo, el Centro Cultural Recoleta sube y baja, el Museo de Arte Moderno estuvo cerrado durante diez años, el MALBA decidió hacer muestras internacionales; por eso las galerías son muy necesarias.
«Real Estate y arte van de la mano, en el mundo es así. Sotheby´s y Christie´s empezaron subastando obras de arte inmobiliario…»
Entonces, ¿a nuestro país le falta crecer en materia de arte contemporáneo?
Yo creo que sí. En el mundo, las galerías son el último eslabón a donde llega un artista, porque primero va a la universidad, hace una residencia, realiza muestras en centros culturales, en el exterior y en museos; y finalmente las galerías lo toman y lo comercializan. Acá es al revés: el artista empieza en la galería e ingresa aún inmaduro al mercado. Por eso, en la galería trato de tener artistas emergentes, es decir que el mercado todavía no reconoció, y algún maestro que es el que sostiene a los talentos jóvenes. Además, es muy interesante cuando se encuentran artistas de distintas generaciones dentro de un mismo grupo y se retroalimentan.
¿Y cuál es tu criterio de selección de artistas?
Antes un artista me tenía que conmover, pero ahora además tengo que ver su profesionalismo, su honestidad, su solidaridad con los compañeros; y saber si tiene un proyecto para con su obra, estándares para trabajar y si se ha marcado el arte como un camino. Por eso me gusta mucho visitar sus talleres para conocerlos. Ahora estoy incorporando algunos artistas sub 30, porque cada vez más los artistas empiezan a tener una muy buena producción a una edad muy temprana.
«Creo, sin ser localista, que el arte latinoamericano es de los más interesantes, porque es muy personal. Si ves un artista en Alemania, en Londres o en Estados Unidos tiene algunos ejes que podés diferenciar, pero ya es global. En cambio el arte latinoamericano sigue teniendo huellas más regionales, como el de India o el de Asia.»
Después de haber visto artistas de todo el mundo, ¿qué país te sigue sorprendiendo?
Ahora hay un boom en el mundo entero con el arte de India, tal como hace unos años Europa descubrió que existían artistas africanos muy buenos. Pero creo, sin ser localista, que el arte latinoamericano es de los más interesantes, porque es muy personal. Si ves un artista en Alemania, en Londres o en Estados Unidos tiene algunos ejes que podés diferenciar, pero ya es global. En cambio el arte latinoamericano sigue teniendo huellas más regionales, como el de India o el de Asia. Creo que en los países emergentes y de la periferia, el arte sigue siendo un recreo para el alma y un retrato de nuestra sociedad.
A pesar de tus nuevos proyectos, siempre tratás de mantener el primero, Sapo, ¿por qué?
Sapo es independiente y es despuntar el vicio del arte por el arte. El dibujo siempre fue considerado una disciplina menor en el arte. Sin embargo, para mí el dibujo es el lugar de honestidad del artista, porque ahí tiene la reducción más grande para expresarse: solo una línea y el plano. Es como cantar a cappella.