Instalado en Madrid y con un perfil bajo absoluto, su carrera como actor no para de crecer: del teatro, a las películas independientes, a producciones cada vez más importantes y series/En esta nota, una conversación íntima y relajada/¿Por qué dice que no entiende «a la fama»? ¿Extraña algo de Argentina? ¿Cuáles fueron sus descubrimientos de cuarentena?/Además: la búsqueda para salir de los roles introvertidos
Justo antes de la cuarentena, consiguió depto en Madrid junto a su novia Cala Zavaleta
«Me encantaría seguir siendo anónimo»: entrevista a Juan Grandinetti. Por María Paz Moltedo.
Juan Grandinetti tiene un apellido reconocido en el mundo de la actuación, y un recorrido por el teatro y el cine que crece cada vez más. Pero aún en un momento de despegue de su carrera como actor, a sus 29 años, instalado en Madrid junto a Cala Zavaleta, prefiere ser un desconocido. Esa simpleza y espontaneidad con la que se mueve, despierta curiosidad. Pasó por personajes entrañables como el chico correntino tierno que cantaba payadas en la obra La Pilarcita, saltó a Toc Toc, filmó películas independientes como Pinamar, y entre 2019 y este año, dio el gran salto al empezar a filmar películas como La Maldición del Guapo, Ni Héroe ni Traidor, Contando Ovejas, Giro de Ases, y la serie española Hombres de Paco. Una tarde, MALEVA se conectó con él para hablar por videollamada y teletransportarse un poco a su departamento europeo en Madrid, y a su nueva vida.
Qué buen cuadro que tenés atrás – en la videollamada, se ve en la pared de fondo, un cuadro con líneas de colores que genera una imagen de dos personas entrelazadas –.
¿Te gusta? Tiene un efecto piola -apaga las luces y prende unas lucecitas que lo iluminan-. Es de una amiga de mi hermana que lo pintó con el novio, y Cala, mi novia, que vive conmigo, se lo compró.
¿Qué te llevó a irte a vivir a Madrid?
Yo el año pasado quería venirme un tiempo a España, y me salió filmar una peli, La maldición del guapo, y me quedé unos tres, cuatro meses. Un día en Barcelona voy a visitar a mi hermana a su casa, ella vive con Casiana Flores Pirán, la que hizo el cuadro, y con una tal Mara y un tal Tito. Yo estaba re de vacaciones, y un día llego y estaba Cala. Fuimos a una inauguración de un bar de unos amigos en común, después a tomar unas birras. Se empezaron a ir todos, y quedamos solos; a partir de ahí convivimos cuatro días en lo de mi hermana, y ambos teníamos el mismo plan: vivir en Madrid. Lo loco es que nunca nos habíamos visto, es un flash. Yo venía de otra relación, medio odiado con el amor, pensaba “siempre que está todo bien, después está todo mal”; me había ido a Berlín, joda total, no importaba nada. Y después apareció ella.
¿Qué fue lo más divertido que viviste de noche en Berlín, en ese viaje previo?
Hubo una noche que terminó durando 28 horas. Hubo boliches, bares, casas, de todo. Intentamos ir a ese boliche que es imposible entrar, el Berghain, abre de viernes a lunes, no cierra nunca. Nos dijeron, “les conviene ir todos de negro”, “les conviene ir el sábado a las tres de la tarde porque hay menos fila”. Y llegamos y había una fila de tres horas y media. En la última media hora se larga a llover torrencial; llegamos a la puerta estaba el patova ahí. Nos habían dicho, “te conviene mirarlo fijo”, o “te conviene no mirarlo, como diciendo, me chupa un huevo si entro o no” y el chabón nos mira un segundo y se da vuelta: no nos deja entrar. Así que tuvimos que ir a un plan B. Fueron 28 horas, contando estas tres horas y media de fiasco.
Ahora son las diez y media de la noche allá en Madrid. ¿Cómo fue tu día?
Me desperté a las 12 am, hicimos una especie de brunch con Cala, y de ahí nos fuimos a buscar unas sillas a lo de una amiga que se va a vivir a Berlín. Llegamos y estaba Benito -muestra un perro de porcelana-, y nos lo quedamos. Si querés te hago el tour por el depto -Se lleva la cámara y muestra cada rincón mientras habla-. Este depto lo conseguimos una semana antes de que arranque la cuarentena. Cala pinta, hay varios cuadros de ella. ¡Mirá el baño, es lo más! – un baño todo verde, con azulejos verdes -. Hoy también fuimos a un bar bien español, yo tenía muchas ganas de comer ostras, y después fuimos a lo de la novia de mi viejo que es madrileña, Pastora Vega.
«Elegí Madrid para vivir. Acá pasa algo como de una liberación de las preocupaciones, una cuestión de calidad de vida; uno puede disfrutar mucho las cosas, sin la necesidad de estar haciendo cuentas todo el tiempo. Mis viejos se separaron cuando yo tenia dos años, y mi vieja, que es española, se quedó en Argentina hasta que cumplí 17, y de ahí ya se volvió. Entonces yo siempre viajaba, mínimo una vez por año a España. Es un lugar nuevo, pero que conozco…»
¿Qué te gusta y qué no te gusta de vivir allá, en comparación con Buenos Aires?
Creo que una de las cosas que me hizo decidir venirme a vivir es que en Barcelona está toda mi familia: mi vieja, tres hermanas, tres sobrinas, primos, tíos; me encanta para vivir de vacaciones, pero como ciudad me parece un caos. Entonces elegí Madrid. Acá pasa algo como de una liberación de las preocupaciones, una cuestión de calidad de vida; uno puede disfrutar mucho las cosas, sin la necesidad de estar haciendo cuentas todo el tiempo. Mis viejos se separaron cuando yo tenia dos años, y mi vieja, que es española, se quedó en Argentina hasta que cumplí 17, y de ahí ya se volvió. Entonces yo siempre viajaba, mínimo una vez por año a España. Es un lugar nuevo, pero que conozco. En Buenos Aires estaba un poco estancado, desmotivado, sentía que no podía arrancar para ningún lado. Al agarrarnos la cuarentena, siento que esta es la casa donde viví toda mi vida, después de estar tres meses encerrados. Además nos hicimos muchos amigos españoles. El hijo de Pastora, John, nos incluyó en su grupo. Yo los cuento como un grupo de amigos; creo que ahora pasa algo interesante cuando conocés a alguien a esta edad: al toque decís, “sí” o “no”.
¿Cómo es trabajar en co producciones españolas y argentinas? ¿Qué estás aprendiendo de trabajar allá?
El año pasado filmé La maldición del guapo, que era coproducción, y me daba esa sensación de que el clima del rodaje es muy parecido; y hay como una admiración mutua, porque cada uno se ceba con el otro, particularmente tuve una experiencia con Gonzalo De Castro, el protagonista de la peli, me llevé muy bien con él. Ahora estoy filmando una serie para televisión, Los hombres de Paco, es española y tengo que hacer el acento castellano. Es una serie que se hizo hace como diez años, y ahora filman una nueva temporada. -Entra en la pantalla el gato- Este es mi gato, Bacán. Da la patita -Muestra la hazaña del gato- Para filmar ahora, hay muchos protocolos muy heavies, está todo el equipo con el barbijo todo el día. Es todo muy medido: entra uno, sale uno, desinfectan. El foquista entra, toma el foco, y no puede estar el actor en la prueba de cámara, o el vestuarista acomodando al actor. Y nos hacen pruebas todas las semanas, porque si da positivo uno, se corta todo.
«A mí me cuesta mucho enojarme, para que me enoje, no sé qué tiene que pasar. Siempre tengo empatía, está buenísimo pero a veces uno se pudre por dentro y no está bueno. Iba a filmar y pensaba “uh, hoy tengo que pelearme un montón, y gritar” pero después la satisfacción de sentir que lo podía hacer fue genial…»
¿Podés registrar que situación te hizo pensar, “quiero actuar”?
Sí, una temporada en Mar del Plata, mi viejo estaba haciendo la obra Ella en mi cabeza, no sé muy bien qué fue, pero esa obra me gustaba mucho, me hacia reír mucho. Cuando mi vieja se va a vivir a Barcelona, empiezo a vivir con mi viejo, y a mí me re costó esa adaptación, porque ellos no tienen nada que ver en cuanto a convivencia, y yo era el menor de mi vieja, súper malcriado; mi viejo al toque me dio dos sopapos, como diciendo “la vida no es así”. A mí me vino re bien porque yo sería probablemente un pelotudo, un insoportable, soberbio de mierda; Esa transición me vino muy bien, llegué a amigarme con mi viejo, y a entender lo que él quería para mí. Al tiempo empecé a estudiar con Julio Chavez.
¿Cómo eras como alumno?
Mi profesora era Luz Palazón. Si bien me gustaba, no iba tanto a las clases, me pegaba un par de faltazos, y ella me dejó ser, fue super buena onda. Fue muy contendora, la primera vez que pasé estaba muy nervioso; fue una escena muy bizarra, en la que una se tiraba al piso y tenía convulsiones, y yo entre los nervios y todo me empecé a alejar. En la devolución dije “me van a cagar a pedos”, y fue muy buena Luz en ese aspecto, me dijo, “lo que te surja está bien”. Fue entender que podía dejarme llevar por lo espontáneo o por lo que me despierte una situación. No sé si hubiese seguido si no hubiese sido así.
¿Qué personajes de los que interpretaste sentís que te enseñaron más?
Actuar en la obra La Pilarcita fue uno. Y este año acá, en Madrid, después de la cuarentena, en julio filmé Contando Ovejas, que se estrena no sé cuándo, es una coproducción. Me tocó hacer un personaje muy alejado del registro que yo tengo, siempre caigo un poco en lo mismo: personaje calladito, introspectivo. Acá era un dealer argentino que vivía en un edificio donde se cagaba a palos con todo el mundo. Y me hizo sacar cosas que me cuestan un montón. A mí me cuesta mucho enojarme, para que me enoje, no sé qué tiene que pasar. Siempre tengo empatía, está buenísimo pero a veces uno se pudre por dentro y no está bueno. Iba a filmar y pensaba “uh, hoy tengo que pelearme un montón, y gritar” pero después la satisfacción de sentir que lo podía hacer fue genial.
Con respecto a Ni héroe ni traidor, la película estrenada en CINEAR, relacionada con la Guerra de Malvinas, ¿qué enfoque distinto sentís que tiene?
Hubo una parte muy interesante del relato, porque cuenta lo previo a la guerra; un grupo de amigos que eran convocados, y tiene que ver con cómo atraviesa esta noticia la familia, los personajes, y la sociedad.
«Yo siempre me sentí bastante anónimo, me sigo sintiendo así, y me encantaría seguir siendo anónimo. No entiendo, ni vivo, ni siento la fama, porque no me pasa. Capaz con esta serie sí, porque acá la vio mucha gente y están esperando la vuelta, pero al andar con barbijo… No sé, esos programas destinados para hablar de la gente, no los entiendo…»
¿Los fines de semana aprovechan para viajar a lugares cerca?
Metimos viajes a Barcelona, ahora pasa algo muy bueno post pandemia: cuando vas, no hay nadie, de repente ver la playa, la Barceloneta, que siempre es un quilombo, vacía, es un goce espectacular. Domingo diez am las ramblas vacías. Y después fuimos a San Pol de Mar, a la playa, y fue espectacular, menos gente todavía. La comida acá me encanta, pero tampoco vivimos comiendo eso. Hacerlo yo, no sé; compramos un libro de recetas de tapas para indagar un poco por ahí a ver si podemos hacer unas cositas nuevas, sino es ir a un bar y tomarte una birra y comerte unos mejillones, o unas patatas bravas. Durante la cuarentena cocinamos mucho carne, pescado, verduras, guisos. Los mariscos me encantan. La comida de Argentina, hay mucho que también está acá; tenemos el Mercadona a cien metros y venden entraña por ejemplo. Yo nunca fui muy amante del asado en general, el dulce de leche sí, me parece lo máximo.
¿Descubrimientos que hayas tenido en esta cuarentena?
Que me gusta escribir. Empecé un curso con María Marull, y me encanta, es muy difícil pero se puede. Me di cuenta que no sé si quiero actuar toda la vida, entonces la escritura es como algo nuevo. Otra, que me encanta estar en mi casa, lo sabía pero ahora lo súper confirmo. Que tengo mucha mas paciencia de la que pensaba. También descubrí que me estaba dejando mucho de lado; en el ritmo en el que vivimos, siempre hay cosas para hacer, está esa imposición de que tenés que hacer cosas. Acá hubo un parate que me hizo ver, lo bien que estoy sin ver a gente todos los días y estando todos los días en mi casa.
Y la fama, ahora que estas empezando a estar en varios proyectos, ¿te asusta, te interesa, te divierte?
Yo siempre me sentí bastante anónimo, me sigo sintiendo así, y me encantaría seguir siendo anónimo. No entiendo, ni vivo, ni siento la fama, porque no me pasa. Capaz con esta serie sí, porque acá la vio mucha gente y están esperando la vuelta, pero al andar con barbijo… No sé, esos programas destinados para hablar de la gente, no los entiendo, además, está como demasiado normalizado juzgar sobre lo que hace la gente. Se genera una verdad absoluta sobre algo, y me parece muy heavy cómo eso domina la agenda de los temas.
Fotos: gentileza Juan Grandinetti Unsplash