«ME APASIONO, LLORO Y CONSTRUYO TODO EL TIEMPO»: MIGUEL ANGEL SOLÁ / ENTREVISTA / POR CECILIA ESCOLA / FOTOS: AZUL ARIAS
La charla con Miguel Angel Solá fue extensa y rica. Primero en un salón del muy bello Hotel Clásico, en Palermo, con café y cantucci por medio. Después, ya fuera del marco de esta nota, la conversación se extendió en la calle. Solá habló bajo y pausado, sin urgencia y sin intención de ser complaciente. Contó su manera de ver y de disfrutar la vida. Se mostró lúcido, sensible, humano y con valores muy arraigados. Un hombre con un humor “raro”, según su propia definición. Un solitario. Un actor que le hubiese gustado ser panadero. Un enamorado que encontró el amor cuando quizás ya no lo esperaba. Un sobreviviente de varias tempestades. De todo eso y más habló con MALEVA.
Si no fueras conocido y tuvieras que presentarte. ¿Qué dirías de vos? ¿Qué te gustaría resaltar?
Hola, diría primero. Después, no sé para qué alguien querría saber cómo soy. Si lo primero que dijera sería eso, mis partes ideales, sería una persona rara, un megalómano. No sé, soy tranquilo. No tengo cargos de conciencia, no miento. Voy de frente, soy luchador. No me gusta forzar o bastardear al otro. Estoy conforme conmigo. Y tengo mucho humor, pero es muy difícil encontrarlo, porque es difícil de comprender. Es un humor raro.
«¿Yo tenía fama de tipo difícil? El mediocre siempre tiene miedo de lo desconocido y entonces inventa. ¿Por qué tenía esa fama? ¿Maté, robé, amenacé, lastimé, estafé a alguien? No. Eso me perjudicó, pero yo no puedo hacerme cargo de la ignorancia de los demás.»
¿Alguna manía u obsesión que puedas contar?
Cuando me siento mal por algo, que tiene que ver siempre con lo afectivo, me como las uñas.
Alguna vez te hicieron fama de tipo difícil. ¿Era una fama bien ganada?
El mediocre siempre tiene miedo de lo desconocido y entonces inventa. ¿Por qué tenía esa fama? ¿Maté, robé, amenacé, lastimé, estafé a alguien? No. Eso me perjudicó, pero yo no puedo hacerme cargo de la ignorancia de los demás.
¿Hacés o hiciste algún tipo de terapia?
Después de mi accidente (en 2006 fue arrastrado por una ola de cinco metros en la playa de Gran Canaria) necesité mucha terapia física y rehabilitación para aprender todo de nuevo: caminar, tocar, agarrar, controlar esfínteres. Una lesión medular te dispara todo. Yo te toco y pasan dos segundos y ahí siento que te estoy tocando. Tengo la sensibilidad retrasada.
¿Y psicoterapia?
Pedí ayuda en una ocasión. Pero eso de traer al consciente el inconsciente me perjudica para el trabajo intuitivo. Me aumenta la sed de racionalizar todo y no me gusta. Prefiero la intuición, que surja más rápido y mejor. Sí me encantaría hacer un trabajo con un filósofo.
«Podría haber sido panadero, que me encanta. Podría haberme dedicado más a la escritura, que me apasiona. Pero una vez que le sentí el gustito a actuar no pude dejarlo. Muchas veces digo para qué exponerme así si la mayoría no entiende lo que quiero contar.»
¿Te gusta planear o dejas que las cosas sucedan y vas viendo en el camino?
Voy viendo de acuerdo a lo que la vida me va presentando. Lo otro sería forzar las cosas.
En los últimos años tuviste que superar tres episodios graves (el accidente de 2006, un síncope que le ocasionó, por la caída, una grave herida en la cara y la rotura del manguito rotador del hombro que le provocó terribles dolores) ¿Descubriste una fortaleza que no sabías que tenías?
No, soy fuerte desde antes. Yo no sé lo que es trabajar sin dolor. Trabajo con cuatro protrusiones cervicales, pero no escatimo nada. Me contratan para hacer lo mejor posible una tarea y eso significa horas de prepararse para personalidades que no habitan en mí. Soy absolutamente fuerte, con todas las debilidades humanas. Me apasiono, lloro y construyo todo el tiempo.
¿Creés en el destino, en los astros?
Creo en todo, cómo me voy a privar de creer en algo, pero le doy importancia de acuerdo al momento. Supongo, presupongo, intuyo mucho. En muchos sentidos acerté y en muchos otros, me equivoqué. Quizás no desarrollé astucia, pero sí inteligencia.
«No soy muy gourmet. Ahora no cocino porque mi pareja, mi novia, mi mujer se ha decantado por una comida sana y entonces como lo que ella cocina.»
Solá está en Buenos Aires (vive en Madrid) desde el año pasado. Vino con su mujer – la actriz española Paula Cancio- y la hijita de ambos – Adriana (2)- para participar en “La Leona”, la tira protagonizada por Echarri y Duplá. Y, además, se dio el gusto de montar nuevamente “El diario de Adán y Eva”, una obra entrañable, estrenada aquí en 1995, que tuvo gran éxito en el país y en España. Esta vez, la coprotagonista es la misma Cancio, su pareja desde 2012. En escena son una dupla encantadora. En el teatro Apolo hasta fines de marzo y luego en gira nacional.
El ser actor estaba marcado en tu vida. Venís de una familia catalana con nueve generaciones de artistas. ¿No?
Sexta comprobada por fotos y las otras tres pertenecen al mito familiar. Igual, nunca se sabe. Podría haber sido panadero, que me encanta. Podría haberme dedicado más a la escritura, que me apasiona. Pero una vez que le sentí el gustito a actuar no pude dejarlo. Muchas veces digo para qué exponerme así si la mayoría no entiende lo que quiero contar. Y, además, no importa. En la resaca de realidad en la que estamos inmersos, la realidad virtual, lo que hago no lo toman en cuenta. Necesitan del éxito, de figurar, de apurarse para agotar los diez minutos. ¿Para qué se apuran tanto? Yo ya estoy de vuelta y no hay nada.
¿Y por qué te hubiese gustado ser panadero?
Porque es maravilloso darle de comer a los demás y el pan es lo más rico que hay.
«Me gusta mucho el sexo. Me gusta mucho escribir, las plantas, trabajar con la tierra. Antes corría, era un buen corredor, pero ya no puedo, y también me gustaba caminar, pero ahora me aburre.»
¿Sos buen gourmet?
No. Ahora no cocino porque mi pareja, mi novia, mi mujer se ha decantado por una comida sana y entonces como lo que ella cocina.
¿Y a vos qué te gusta comer?
Es una pregunta difícil de contestar. No pierdo el tiempo pensando en comida. A veces, una rica carne.
¿Para beber?
Agua y, a veces, jugo de pomelo. No tomo alcohol, no me gusta, sólo pruebo un poquito de tinto para brindar.
¿Qué cocinabas cuanto te tocaba cocinar?
De todo, cocinábamos juntos. Yo inventaba, porque no puedo copiar nada. Aprendo o escucho otra cosa de lo que me dicen o me muestran. Tengo pensamientos laterales sobre las cosas constantemente.
«Me encantaría descansar, tomarme veinte años sabáticos, tirarme en la arena o quedarme en el bosque y no pensar en nada. Me gusta la soledad, soy muy solitario, no soy un tipo social.»
¿Te interesa el pensamiento lateral?
No me interesa, me surge.
Y te permite apreciar la realidad desde otros puntos de vista.
Sí, la realidad es una partecita mínima de la verdad.
Llevás 46 años de profesión. ¿El mismo deseo, la misma pasión de siempre?
El deseo es hacerlo bien. Soy de los que no esperan el aplauso para irse del escenario. Agradezco el silencio, las risas, el placer que me observen desde la butaca, pero el aplauso es una convención. Mi tarea es envolver al espectador en una historia y que se vaya con ella, y mi trabajo termina con la última palabra o nota musical.
¿Qué significa para vos una nueva temporada de “El diario de Adán y Eva” y por qué Dalmacio Avena (un actor uruguayo) es el personaje más lindo que te tocó hacer?
Temporada número once. Es el más lindo porque lo hicimos con amor desde el comienzo. Tres amigos: Manuel (González Gil, director de la obra) Martín (Bianchedi, a cargo de la música) y yo nos juntamos para crear un juego y fue muy hermoso. Y ahora con Paula lo estoy gozando muchísimo. La veo crecer en el escenario todos los días. Es impresionante su capacidad para retener estímulos y devolverlos. Es muy libre la relación que tenemos en el escenario y, además, tuve la suerte de que debutara conmigo en teatro, en la obra Testosterona.
Además, están haciendo una obra muy conmovedora.
Sí, habla de la intensidad del amor, el recuerdo del amor físico, la alegría de haber estado juntos. La necesidad de seguir contándose la vida mientras están separados. La pena por no tocar ese ser que uno quiere. La amistad, la vejez.
«El ego diría: “No quiero renunciar a ser lo que fui, quiero tener el teatro lleno todo el tiempo”. Pero no es verdad. Lo escucho, pero no lo atiendo.»
Por otro lado, interpretas un empresario perverso y sin escrúpulos en La Leona.
Yo tengo juicios cuando hago personajes que no me gustan y tengo que hacer un trabajo para sacarme esos juicios de encima. Klaus es un despojo humano, no es una persona. Son seres que no deberían haber nacido y que le arruinan la vida a muchos. Es repugnante. Pero alguien tiene que encargarse de la tarea sucia de desnudarlos y esa tarea me la dan a mí.
¿Cómo medís el éxito y el fracaso hoy?
Yo llegué a hacer tres funciones diarias los sábados con 1200 personas por función y, ahora, con esta obra, a veces hay 100 personas en la platea. Mi goce y disfrute es el mismo. El ego diría: “No quiero renunciar a ser lo que fui, quiero tener el teatro lleno todo el tiempo”. Pero no es verdad. Lo escucho, pero no lo atiendo.
Todos los amores son diferentes. ¿Tu amor con Paula cómo es?
Está muy bueno. Esa es otra prueba de que soy fuerte. Ella tiene 31 años, es muy libre, muy inteligente y quiere comerse el mundo. Yo tengo 65, 34 más, y estoy más calmadito. Pero a la hora de encontrarnos saltan chispas.
Y tenés tres hijas.
Sí, María Luz (19) hace artes visuales, debutó conmigo en televisión y fue muy bonito. Es buena actriz, me encantaría que siguiera actuando. Cayetana (16) toca piano, guitarra y bajo, hace relatos de manga, dibuja muy bien y es una muy buena deportista. Ellas viven en España y las extraño mucho. Y Adriana (2) es un terremoto, no para nunca, juega muchísimo y es muy conversadora. Las tres son muy queridas para mí.
¿Qué te gusta hacer fuera del trabajo?
Me gusta mucho el sexo. Me gusta mucho escribir, las plantas, trabajar con la tierra. Antes corría, era un buen corredor, pero ya no puedo, y también me gustaba caminar, pero ahora me aburre.
¿Disfrutás la vida?
Sí, hay cosas que disfruto mucho y hay otras que me impiden disfrutar todo lo que quisiera. Me encantaría descansar, tomarme veinte años sabáticos, tirarme en la arena o quedarme en el bosque y no pensar en nada. Me gusta la soledad, soy muy solitario, no soy un tipo social. Pero ahora no puedo tomarme ese descanso. Espero algún día poder conquistar eso.