“¿Te molesta si dibujo mientras charlamos?”. Milo Lockett está pintando en el anexo que adquirió hace poco para su Espacio de Arte, a treinta metros de la esquina de Cabrera y Humboldt, un local grande con altillo y una vidriera que deja ver todo lo que pasa adentro. Por ahora es su taller, pero la idea es que se convierta en la Escuela Milo Lockett. Convida a este cronista y al fotógrafo de Maleva un whisky y sigue dibujando con marcadores en una tela grande, repleta de sus personajes.
Milo es sociable, charla, busca complicidad. Le gusta pasarla bien, y también trabajar. Mucho. Anoche pintó en su casa hasta la seis de la mañana. Y en las dos primeras semanas que estuvo de vacaciones tuvo una idea, improvisó un taller y pintó más de 62 cuadros. Fuma mucho, gesticula, agita las manos, se revuelve el pelo, es híper activo. Hace dos años que se instaló en Buenos Aires, desde que está en pareja con Luciana Vernet —su tercera esposa, también artista—, con quien tuvo un hijo hace unos meses, Gerónimo. Y tiene otra hija de 16 años, Olivia, de su primer matrimonio. A Resistencia vuelve una vez por semana.
Mucho tiempo elegiste vivir en ResistenciaElegí vivir allá siempre. Me cuesta mucho adaptarme a Buenos Aires porque es una ciudad muy áspera. Hay días que extraño mucho.
¿Por qué elegiste Palermo para tu Espacio de Arte?Encontré este lugar en la esquina de Humboldt y Cabrera, me hizo acordar mucho al barrio, sigo siendo de barrio. Conservo muchas cosas de provinciano, que son graciosas. En Recoleta, donde vivo, saludo al diarero, a los porteros, me gusta que el mozo me llame por mi nombre.
«Siento que marco tendencia, que parece soberbio, pero siento eso. Que le abrí la puerta a un montón de artistas y personas al mundo del arte. No había una referencia, no había un referente. Yo soy un referente. Entonces al convertirme en uno, ya no soy un infiltrado. Antes me costaba mucho decirlo.»
¿Por qué un espacio de arte abierto?Tengo otra cosa en la cabeza, otro formato de artista. Me voy adaptando a lo que sucede. Soy un tipo que está haciendo cosas todo el tiempo y me equivoco mucho. No encontré un lugar en el sistema del arte, entonces armé mi propio mundo. Me gusta disponer de mi tiempo, no esperar la aprobación o el momento que me tendría que tocar. Se puede tomar como rebeldía.
¿Te sentís un infiltrado en el mundo del arte?
No. Siento que marco tendencia, que parece soberbio, pero siento eso. Que le abrí la puerta a un montón de artistas y personas al mundo del arte. No había una referencia, no había un referente. Yo soy un referente. Entonces al convertirme en uno, ya no soy un infiltrado. Antes me costaba mucho decirlo. Si lo sacás de contexto me arruinás. Mentira (se ríe). No me arruina nada. Todo lo que no te mata te fortalece.
Tenés una agenda ajustada, ¿cuándo pintás?No soy un riguroso del horario, sino que me adapto a mi propio ritmo, que va cambiando. Me cuesta mucho decir que no. Tengo un grave problema con eso. Quiero hacer todo. El tiempo me parece fundamental. Hoy vivimos un mundo demasiado rápido, muy inmediato y muy exitista. Entonces, me cuesta mucho perderme algo. Todo lo que puedo accionar, lo acciono.¿Hay algo del Chaco en tus pinturas?Siempre. Creo que lo que me hace tan contemporáneo es que a muchos les cuesta creer que mi obra haya salido del Chaco. En 2008, cuando viajé a Estados Unidos, les costaba creer que no vivía en una capital, sino en una provincia. Y cuando revisaban la paleta, el tipo de obra, no encontraban un paralelismo con lo que viví. Sin embargo, les interesaba cómo tomaba elementos, simbologías, que pertenecían a las urbes. Haber estado aislado estimuló mi creatividad, y la obra llegó y tuvo otra pregnancia, otra aceptación.
«El trabajo de un artista está terminado cuando el cuadro está colgado en la casa de alguien que lo compró y vos vivís del arte. Atiendo a mi marchand y a un periodista. Me reparto entre la vida familiar y laboral. Pero no se puede ser un artista exitoso durmiendo en tu casa. Sólo trascienden los artistas que trabajaron muchas horas por día.»
¿Siempre pintaste esos personajes en tus cuadros?Toda mi vida hice esto, ahora aggiornado. Por ahí la obra se pone más pictórica, oscura, sufrida, y por momentos más alegre, tierna, dulce. Estoy contento con lo que hago, soy feliz cuando pinto, investigo mucho, hay todo un proceso, trabajo con la pintura sucia, con poco color, con mucho barniz, descompongo el barniz y lo voy tiñendo de a poco. Me gustan los recortados, las cosas de madera. Ahora estoy muy abocado a la pintura, me gustan los marcadores, con las fibras resumo mucho mi tiempo y mi yo. (Dibuja un “yo” sobre la tela y le hace líneas alrededor, como si fuese un sol, el centro del universo). ¡Qué lindo! Estoy con la autoestima alta.¿Cuidás tu imagen?No tengo ningún prejuicio. Si hay algo que me trajo hasta acá, fue ser soberbio con el trabajo. Ser trabajador me ayudó mucho. Al artista le cuesta mucho trabajar, piensa que cuando le va un poco bien, ya está. Producir, trabajar y sostenerlo. El trabajo de un artista no es solamente pintar un cuadro. El trabajo de un artista está terminado cuando el cuadro está colgado en la casa de alguien que lo compró y vos vivís del arte. Atiendo a mi marchand y a un periodista. Me reparto entre la vida familiar y laboral. Pero no se puede ser un artista exitoso durmiendo en tu casa. Sólo trascienden los artistas que trabajaron muchas horas por día. Y hasta el último día de su vida. El ejemplo más común es Picasso. Yo pinto unos 2 mil cuadros al año y me gustan cuatro, diez, cien. Pero produzco. Y le voy buscando la vuelta y me voy reinventando sobre mi obra.¿Te gusta dar entrevistas? Sos una persona muy solicitada.Sí, cuando alguien se interesa por mi vida o cómo trabajo me da mucha alegría. Soy muy agradecido.