¿Cómo es – con testimonio en primera persona – viajar en Europa en la «nueva normalidad»? Tapabocas en el avión, formulario sanitario y todo digital/El destino: una isla fabulosa de las Baleares/Una visita a la casa taller de Joan Miró, trekking por calas y playas secretas, ruinas romanas y el mejor lugar para ver el atardecer/Además: ¿qué cafecito y hotel son imperdibles?
La cala Dos Moros con el sensacional turquesa de sus aguas
Maleva en Mallorca: ¿cómo es volver a viajar en Europa y tres planazos en esta isla magnífica del Mediterráneo? Por Caro Cerimedo desde Mallorca (texto y fotos)
Nunca me fue tan fácil tomar un avión. Ya había hecho el check in online la noche anterior, y salí de casa con el boarding pass electrónico en el teléfono. Te tiro la primera de viajar en la nueva normalidad: ¡no te quedes sin batería! Y menos, sin celular. Si antes la tendencia era des-co-nec-tar, hoy viajás conectado para tener menos contacto. Todo sucede desde el móvil en la era del turismo pos Coronavirus. Me pasó que se me rompió el cargador un domingo, en un pueblito de Mallorca, y si a la mañana siguiente tenés que tomarte un barco o un avión: ¡oh my god! Se eliminaron todos los tickets papel y tampoco podrías dirigirte al counter de tu proveedor para salir de esta: muchas oficinas están cerradas como medida preventiva anti-Covid. Otra a tener en cuenta al empacar: algunas compañías, como Vueling, te hacen facturar el equipaje de mano sin cargo por seguridad sanitaria (y también ofrecen un cambio de fecha gratuito en los vuelos por la pandemia). Se me cayeron todos los anillos: con tanto alcohol en gel está bueno ir sin accesorios.
Por suerte, había salido de casa con el celular al 100%. Las calles, con poco tránsito, me la hicieron fácil para llegar al aeropuerto de Barcelona. La entrada al Prat fue aún más fluida, ya que hoy son solo los pasajeros los que pueden ingresar a la terminal ¡¿Cómo no se nos ocurrió antes esta genialidad?! Muchas tiendas estaban cerradas. En todo el recinto hay que respetar las señalizaciones sobre la circulación. También distancia de un metro y medio para hacer la fila de embarque. Dentro del avión, todo me resultó como siempre, salvo la obligatoriedad del tapabocas. Y el nuevo anuncio de seguridad: en caso de despresurización de la cabina, antes de ponerse la máscara de oxígeno, recuerde que debe remover el tapabocas.
«El verano europeo con Coronavirus es así: el que quiere viajar lo hace con la responsabilidad de estar a tono con la situación pandémica. Si venís desde otro país de la Comunidad Europea, para entrar a España, debés cumplimentar tu Formulario de Control Sanitario (FCS) y entregar el QR en el Control de Sanidad Exterior. También puede que te tomen la temperatura con una cámara termográfica…»
El viaje es super corto, por lo que la «mascareta» no fue una imposible. Y es que el verano europeo con Coronavirus es así: el que quiere viajar lo hace con la responsabilidad de estar a tono con la situación pandémica. Si venís desde otro país de la Comunidad Europea, para entrar a España, debés cumplimentar tu Formulario de Control Sanitario (FCS) y entregar el QR en el Control de Sanidad Exterior. También puede que te tomen la temperatura con una cámara termográfica.
Pero esta temporada, los turistas extranjeros son minoría. El dato que publicó el diario El País muestra la situación: en junio de 2019 llegaron a España nueve millones de turistas; en junio 2020, 200.000 o un 97,7% menos. En su verano más atípico, el segundo país más visitado del mundo (antes del Coronavirus) se reorganiza para responder a la demanda del público de cercanías y a los nuevos móviles del turista pos-confinamiento. Elegimos 3 experiencias del verano balear para reconectar con la naturaleza y la cultura. Un recorrido de calas y el alucinante patrimonio histórico y artístico de la isla.
1) Mallorca & Miró: estar en su taller es sentir la creación
Me fui directo del aeropuerto de Palma a la Fundación Miró Mallorca para hacer una visita guiada que me voló la cabeza. Pocos lugares ofrecen la posibilidad de adentrarse, con tanta autenticidad, en el entorno cotidiano y creativo de un genio de la talla de Joan Miró. Justo hace unos días, en una casa de subastas de Londres, la policía localizó un grabado de Joan Miró extraviado (la obra había sido vendida por un coleccionista a un ciudadano de Reino Unido que nunca la recibió).
Miró se asentó en Son Abrines en 1956, cuando tras varios largos años de viajes cumplió su profundo deseo de toda la vida: construir su estudio soñado, diseñado por su amigo Josep Lluís Sert. “Aquí lo que tenemos es un conjunto de maravillas arquitectónicas, obras fantásticas del artista Joan Miró y sus talleres”, me cuenta Núria Sureda Berná. “Cuando él llegó a Cala Mayor había solo un hotel, esta era una costa natural. Miró era muy arraigado a la tierra, le encantaba ir a la playa a dibujar”, continúa la responsable de Comunicación que hace más de 30 años trabaja en el museo. “Imagínate que hasta he conocido a la mujer de Joan Miró”.
«La inventiva del artista y de su esposa Pilar Juncosa está en el multiespacio, que ofrece sensaciones estéticas y vista al mar que alguna vez lo inspiró, aunque hoy el contexto esté más urbanizado. Más tarde adquirió Son Boter, una lindera casa rural del siglo XVIII que sería su segundo atelier. “La luz de Mallorca está impregnada de pura poesía…No es casual, nada gratuito, que yo me haya venido a vivir y a trabajar aquí. Es la llamada de la tierra…»
Ellos vivían aquí. “Él era taciturno, siempre estaba en tensión, porque lo único que le interesaba era la creación. Innovar. Ella fue clave en la vida de Joan Miró, lo supo entender.” Y además fue quien tras la muerte del artista decidió la construcción de un nuevo edificio para albergar y enseñar su obra.
La inventiva del artista y de su esposa Pilar Juncosa está en el multiespacio, que ofrece sensaciones estéticas y vista al mar que alguna vez lo inspiró, aunque hoy el contexto esté más urbanizado. Más tarde adquirió Son Boter, una lindera casa rural del siglo XVIII que sería su segundo atelier. “La luz de Mallorca está impregnada de pura poesía…No es casual, nada gratuito, que yo me haya venido a vivir y a trabajar aquí. Es la llamada de la tierra. La siento desde que tenía dos o tres años y me enviaban a pasar la navidad con mis abuelos. El Mediterráneo.”
Las casi tres décadas de expansión, introspección y experimentación que Miró vivenció en este santuario se sienten. La magia está ahí, como si esta mañana hubiera estado creando. Como si las múltiples telas que veo fueran pintura fresca. “Joan Miró nunca trabajaba en una obra, trabajaba en varias”, revela Núria, y este ambiente fabuloso lo muestra. “Algunas están terminadas, otras no. A veces subía y se fijaba desde esta pasarela, desde arriba tenía otra visión.”
“Él no coleccionaba cuadros, tenía una pinacoteca: una colección de objetos que lo influían. Si te fijas en ellos son primitivos, rústicos. Le gustaba el arte popular mallorquí. Si iba a un restaurante, le sobraba un poco de pan y le agradaba la forma, se lo traía. Su mujer alucinaba. Era muy estrambótico.”
Miró no hablaba de este sitio como un retiro, sino un jardín que trabajó con dedicación y cosechó con pinturas, esculturas, obra gráfica, dibujos y cerámicas.
Un paseo íntimo por su universo y sus emociones. Hasta conocí una sala reservada que solo se enseña en visitas privadas: la “habitación Roja”, donde el artista venía a reflexionar, con fotos de sus padres, su merchant y su amigo de Picasso. Decorada con marionetas catalanas, tiene una gran terraza, porque “le gustaba mucho salir al exterior”.
No me puedo ir sin preguntar: ¿Qué cambió en la fundación con el Coronavirus? “Desde luego que con el confinamiento cerramos, y después costó mucho arrancar. Ahora hay movimiento, estamos recibiendo visitantes”. El público principal del museo es el francés, y después los ingleses. Hoy, en cambio, están viniendo muchos españoles, este verano sobre todo. Más medidas de higiene, control de aforo y sentido de circulación. Por el momento, la cafetería no está funcionando. El Gift Shop está abierto. Y la posibilidad de un tête à tête con obras maestras también.
Para un alojamiento a tono con tanto arte, OD Port Portals combina buena ubicación con servicio y diseño. Moderno y vanguardista, su estilo mediteraneo actual es la segunda piel de un edificio recuperado que además hoy es energéticamente eficiente. Con vistas a la montaña y al mar. Sky bar.
El café, en Arabay Coffee. Un micro tostador en manos de jóvenes emprendedores de Mallorca, con coffee academy y catas incluidas. Sus cafés de especialidad son seleccionados sin intermediarios en las fincas en origen, repartidas por todo el mundo.
2) Psicobloc y trekking en las playas más vírgenes de la isla
Dejé la capital mallorquina en busca de calas secretas. Lo que más me gusta en los viajes es caminar hasta playas inaccesibles. Estamos en el sur de la isla, en el municipio de Manacor, conocido mundialmente por su nativo Rafa Nadal. El acceso a Cala Varques está poco señalizado, la clave es una pequeña puerta de rejas sobre la carretera que va de Porto Cristo a Porto Colom. Si vas a pasar el día, hay que llevarse todo porque no hay servicios. Y zapatillas: para llegar hasta las aguas turquesas cristalinas hay casi dos km a pie. Si continuamos caminando por la costa hacia la izquierda, damos con un puente natural de roca. Galerías y cuevas. Bosques de pinos alfombran acantilados, que son perfectos para saltar (como un trampolín al mediterráneo). O para practicar el psicobloc: escalada sobre el agua. Hay de todo para hacer y vivir el paisaje impresionante. Verano 2020 es disfrutar de estos enclaves con menos turistas.
Rumbeo al sur, por más playas solitarias. Cala Pi, a 17 kilómetros de Llucmajor, está protegida por dos acantilados que además forman plataformas naturales para sentarse a meditar. Si atravesamos la playa y pasamos por delante de las casetas de pescadores, después de la última podemos girar a la derecha para tomar el sendero que asciende el acantilado y darle más aventura. Aves migratorias y arbustos aromáticos. ¿Lo mejor de Cala Pi? Arena fina, ambiente relajado y el vecino conjunto talayótico de Capocorb, un Monumento Histórico-Artístico Nacional que habla de la prehistoria y de estos pobladores que procedían del mediterráneo oriental y se instalaron en la isla alrededor del siglo XIV a. C.
¿El must del verano isleño 2020? Para señalizar las parcelas en las playas más naturales, la que va es buscar cañas del entorno y usarlas para delimitar la porción de arena, asegurando la distancia de seguridad entre pareo y pareo.
3) Domingo en Alcudia: ruinas romanas y mercadillo local + atardecer en La Tramuntana
Las ruinas de Pollensa, con teatro y foro incluidos, componen el yacimiento arqueológico de la época romana más importante de Mallorca (fundado en el año 123 antes de Cristo, este punto es parte de la historia del imperio en el Mediterráneo). A pocos pasos, las murallas medievales del casco antiguo de Alcudia, cerca de la Iglesia, ofrecen las mejores panorámicas y una caminata en altura. El domingo es día de mercado y todo se llena de colores, con buen ambiente y terraceo. Souvenirs foodies, ¡todos! Desde gin con hierbas de la isla al exclusivo vino de Mallorca, cerámicas y textiles naturales de onda mediterránea divinos.
Aprovecho que estamos en esta comarca para enfilar hacia la Serra de Tramuntana, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco. En las laderas de la cadena montañosa paralela a la costa noroccidental de Mallorca emerge el paisaje cultural. La agricultura milenaria transformó el terreno en una red articulada de gestión del agua entre parcelas de origen feudal y cultivos en terraza. Un patchwork de picos, valles, campos, huertos, pueblitos, torres, faros, monasterios y miradores. El point para el atardecer: Cabo de Formentor.
Agradecimiento de MALEVA: al trato súper amable y dedicado que recibimos durante toda la visita guiada en Fundación Miró Mallorca
Fotos: Caro Cerimedo (@playrum ) y Unsplash
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