El 6 de enero, a las 11 de la mañana, salieron a la venta los tickets oficiales de Coachella. Nosotros, cuatro latinoamericanos que estudiamos en Stanford, esperábamos ansiosos este momento. Sabíamos que en menos de dos días se agotarían. Teníamos que movernos rápido. La excitación de la cuenta regresiva, los dedos que se trababan en el teclado y, finalmente, la satisfacción de asegurarnos nuestro lugar en uno de los festivales más importantes de nuestra era. Tickets VIP para el primer fin de semana, estadía en La Quinta Resort, vuelos a Palm Springs y… ¡Voilà! La cuenta regresiva (de la cuenta de la tarjeta mejor ni hablar). Desde la tranquilidad de Palo Alto, veíamos a lo lejos el 15, el 16 y el 17 de abril, sin sospechar que este countdown nos permitiría sumergirnos en el encanto de la anticipación. Fueron meses de familiarizanos con el line up y acomodar cada pieza de enorme rompecabezas musical.
«Obviamente, como con casi todo en este país, hay un acrónimo yanki para definir la sensación que uno siente casi permanentemente: FOMO (Fear Of Missing Out), es decir, miedo a perderse algo…»
Una de las ventajas de vivir relativamente cerca de Indio, California, es que las bandas que vienen al festival ofrecen shows en distintas ciudades antes y después de cada fin de semana. Para nosotros, Coachella empezó el jueves, con Parov Stelar en el mítico Fox Teathre de Oakland. Las trompetas y el encanto retro de estos austríacos fueron el perfecto inicio de esta experiencia cultural que cerramos el martes, con la dulzura y potencia de la escocesa Lauren Mayberry de Churches.
El viernes 15, durante el vuelo, revisamos nuevamente el line up y armamos un borrador de lo que sería cada día. Un trabajo minucioso, ya que eran más de 200 bandas a lo largo de tres días, con superposiciones en varios horarios. Obviamente, como con casi todo en este país, hay un acrónimo yanki para definir la sensación que uno siente casi permanentemente: FOMO (Fear Of Missing Out), es decir, miedo a perderse algo: tanta acción desarrollándose al mismo tiempo, seis escenarios, incontables carpas y más de 300.000 metros cuadrados por recorrer.
Ni bien llegamos al hotel, nos preparamos para nuestra primera jornada en el desierto. El primer flash fue el shuttle que nos llevó desde La Quinta hasta Indio. Sentados en la segunda fila, vimos pasar a los primeros avatares del fin de semana: mujeres de una belleza exuberante, salidas de videoclips, vestidas cual catálogo de Free People. Extraterrestres, como un amigo decidió llamarlas. La abundancia de estos aliens, tan bellas y tremendamente producidas, superó todo tipo de expectativas respecto al dress code. Un desfile constante, en el que tanto los flecos, como el blanco y negro, se impusieron como una tendencia indiscutida.
«Sentados en la segunda fila, vimos pasar a los primeros avatares del fin de semana: mujeres de una belleza exuberante, salidas de videoclips, vestidas cual catálogo de Free People. Extraterrestres, como un amigo decidió llamarlas.»
Si hay algo por lo que Coachella se caracteriza en estos días, es por ser la pasarela de la gente cool de Los Ángeles que aprovecha esta oportunidad para “poner toda la carne al asador”. Para muchos de ellos, la música es una excusa, ya que meramente buscan hacerse ver. Por esta razón, Coachella, que supo ser considerado una de las mecas de la música alternativa en sus inicios, ha recibido varias críticas en el último tiempo. Sin embargo, esta faceta comercial, no impide que uno pueda disfrutar intensamente de cada concierto y, a la vez, deleitarse con estas excentricidades.
«Después de un merecido descanso…llegando al final de la noche, nos preparamos para una de las estrellas indiscutidas de esta edición: LCD Soundistem, en lo que fue el enérgico regreso de estos talentosos neoyorquinos a los escenarios.»
Y ahora vamos al meollo del asunto. Una vez llegados al festival, la planificación de los detalles por parte de la organización se hizo evidente. Cada aspecto había sido contemplado y ejecutado impecablemente: desde la acreditación y el app con toda la información actualizada, hasta el VIP con cómodos sillones, una amplia barra y diferentes opciones gastronómicas. Una ingeniería de logística y operaciones que logró que más de 100.000 personas nunca fueran un obstáculo para circular.
«En un momento épico, en que la modelo Alessandra Ambrossio pasó frente a nuestras narices en el VIP, empezó el que sería nuestro último concierto. Calvin Harris fue el elegido para cerrar y dio la nota final, cuando, después de fuegos artificiales, invitó a Rihanna al escenario para un cierre inolvidable.»
Una vez dentro, vimos el final de Folas en el main stage, y nos enfilamos hacia el segundo escenario para deleitarnos con el encanto indie de The Kills, sacrificando Of Monsters and Men. Después de un atardecer inolvidable, nos sumergimos en el intenso mundo de Underworld. Las distancias se hacían sentir en nuestros pies cuando enfrentamos la primera superposición dolorosa: Parov Stelar con Savages, conciertos que alternamos ya que tocaban a dos escenarios de diferencia. De todas formas, las caminatas no se sufren mientras uno ve la luna y el sol al mismo tiempo, las gigantes esculturas, las imponentes montañas de roca o el entusiasmo de la gente moviéndose de un escenario al otro. Después de un merecido descanso en el VIP, llegando al final de la noche, nos preparamos para una de las estrellas indiscutidas de esta edición: LCD Soundistem, en lo que fue el enérgico regreso de estos talentosos neoyorquinos a los escenarios. El final del concierto fue el principio de una eterna caminata colectiva hacia los Shuttles, respirando el polvo del desierto, entusiasmados por todo lo que aún estaba por venir, extasiados y exhaustos al mismo tiempo.
«El sábado, después de una energizante almuerzo y unas horas de sol y pileta, partimos nuevamente hacia Indio. Ya nos sentíamos familiarizados con la rutina, lo que no impidió que el desfile del shuttle volviera a sorprendernos.»
El sábado, después de una energizante almuerzo y unas horas de sol y pileta, partimos nuevamente hacia Indio. Ya nos sentíamos familiarizados con la rutina, lo que no impidió que el desfile del shuttle volviera a sorprendernos. Arrancamos la jornada con una emocionante performance de Chvrches. Durante este y otros conciertos, se podía ver a varios haciendo uso del “Here Active Listening”, unos auriculares especiales conectados al teléfono que permiten, en vivo, adaptar el sonido a las preferencias del usuario, agregando ecualizadores y efectos especiales. Acto seguido, bailamos al ritmo de Disclosure y vibramos con las explosivas guitarras de Silversun Pickups.
Terminamos el día con uno de los regresos más esperados: Guns N’ Roses. Axl Rose, inmovilizado por una lesión en su pierna, emocionó a los fanáticos desde su trono de guitarras y, sobre el final, en un momento completamente inesperado, sorprendió con la incorporación del inconfundible sonido y los frenéticos saltos de Angus Yang. En el camino a casa, ya empezamos a sentir la melancolía de saber que sólo nos quedaba un día por delante y que se acercaba el momento de levantarnos de este sueño.
«Coachella es estímulos, es vibración, es energía, es derretirse para formar parte de un colectivo que elige este medio para expresarse. Es gritar hasta que te arda la garganta y caminar hasta que te quemen las piernas.»
El último día, era innegable el paso por el desierto de nuestros agotados cuerpos. Empezamos el día en el VIP viendo pasar al DJ Lee Foss cargando sus equipos mientras tomaba una cerveza, una imagen que uno sólo puede ver en Coachella. El show de Tokimonsta marcó el inicio de este domingo atípico, seguido por Edward Sharpe and The Magnetic Zeros y los inconfundibles hits de Major Lazer. Después de años de evitar el vivo, Sia, escondida tras su flequillo bicolor, deslumbró con las coreografías de sus bailarines, mientras su potente voz enloqueció a la audiencia. En un momento épico, en que la modelo Alessandra Ambrossio pasó frente a nuestras narices en el VIP, empezó el que sería nuestro último concierto. Calvin Harris fue el elegido para cerrar y dio la nota final, cuando, después de fuegos artificiales, invitó a Rihanna al escenario para un cierre inolvidable.
Coachella es estímulos, es vibración, es energía, es derretirse para formar parte de un colectivo que elige este medio para expresarse. Es gritar hasta que te arda la garganta y caminar hasta que te quemen las piernas. Es estirar cada segundo de tres días extraordinarios y prometer imprimir cada destello de esta magia en tu memoria. Veni, vidi, vici. Coachella ahora vive adentro nuestro.
Fotos: Pilar Pose y Coachella oficial e Instagram Alessandra Ambrossio