Durante mucho tiempo, los blancos fueron considerados “vinos para mujeres” o para “no bebedores”. Sin embargo, en los últimos años –por suerte– este pensamiento vetusto cambió y de la mano de jóvenes curiosos las bodegas se animaron a apostar por este nuevo consumidor desprejuiciado y atrevido.
Los blancos están copando las salidas nocturnas y está bien que así sea: La frappera sobre la mesa de un bar o en la barra de un boliche garpa. Para continuar con esta tendencia que viene en alza, en MALEVA decidimos armar una pequeña guía de seis blancos que se animaron a romper los esquemas y modernizar la frescura.
Los vinos de Matías Michelini se caracterizan por su frescura y bajo alcohol. Su método para lograrlo es cosechar las uvas antes del punto de madurez tradicional, motivo por el cual se ha ganado el apodo de “el Verde”. Verdes cobardes es un corte (una mezcla de varietales) con base de Sauvignon Blanc y Semillón, que completa con Chardonnay y Viognier. Es muy diferente a todo. En boca es bien directo, donde predomina el frescor, la acidez y la vivacidad. Si bien suelen recomendarlo para acompañar mariscos o sushi, es un vino tan refrescante que es capaz de bancarse un buen pastel de papa bien caliente y picante.
Juan Carlos Muñoz es el Wine Maker de Viña Las Perdices, una pequeña bodega mendocina que se caracteriza por la continua innovación en la producción de sus vinos. En estos años de bodega, Muñoz nos acostumbró a casi un lanzamiento por año, con lo cual cuenta un portfolio de más de treinta etiquetas diferentes.
Este Sauvignon Blanc Fumé tiene la característica de haber sido criado durante seis meses en barrica de roble francés, algo poco común en esta cepa blanca. Este tipo de producción fue desarrollado por el productor californiano Robert Mondavi: pionero en este estilo y quien denominó a su vino “fumé blanc”.
Donald debería actualizar su canción porque con «las olas y el viento” ya no alcanza: ahora a Mar del Plata hay que agregarle vinos. COSTA & PAMPA es el emprendimiento vitivinícola de Bodega Trapiche en Chapadmalal, liderado por su gran enólogo Daniel Pi. La bodega mendocina se animó a dejar atrás la cordillera para producir vinos a tan sólo 6 kilómetros del mar. En esta búsqueda de la innovación, Daniel Pi pasó varios años investigando qué cepa era la que mejor se adaptaba a la zona. Así fue como sorprendió a todos con las vedettes de la bodega: los blancos. Entre los preferidos de quien escribe, el Riesling es sin dudas el que representa lo más diferente a lo que el paladar argentino está acostumbrado. Para descubrir.
Hablar de Susana Balbo es nombrar a una de las “grosas” de la enología argentina. Sus vinos tienen una característica muy significativa y llevan su firma bien clara: son productos que a ella le gustan, tanto hacer como beber. Una de las singularidades de este vino es que el torrontés con el cual está elaborado no proviene de Salta (como sospecharía la mayoría), sino que es del Valle de Uco mendocino, lo cual ya es un diferencial importante. Otra de las curiosidades de este vino blanco es que se trata de un blend en partes iguales de Torrontés, Semillon y Sauvignon Blanc. Pero la audacia de Balbo no se detiene ahí, sino que también tuvo un paso de cuatro meses por barrica francesa, lo cual le aporta ese color más amarillo y no tan claro.
No se trata de las cualidades de un hombre soñado, sino del estilo de este vino de la centenaria bodega Goyenechea. En los últimos años, la quinta generación se puso al mando de la Bodega sanrafaelina y así fue como estos jóvenes impulsaron un resurgimiento de la marca con vinos pensados para el nuevo consumidor, pero… ¡sin descuidar la tradición de la familia!
Este vino dulce está hecho con uvas Sauvignon Blanc cosechadas casi pasas y con paso por barrica de Roble francés, lo que lo hace un producto casi licoroso e ideal para acompañar cualquier postre. Desde su botella también se puede observar esa combinación de juventud y tradición: es una partida limitada de 2650 unidades en tamaño de 500 ml, pero con el nombre “Lorenza”, en honor a la abuela.
Ideal para una primera cita, de esas que se sabe cuándo empiezan, pero no cuándo (ni dónde) terminan. Ya desde antes del descorche su nombre invita al juego de seducción: decir que la elección es en su honor ya nos hace sumar algún puntito extra. Es innegable que una frappera adorna la mesa de forma elegante. La Linda Viognier es un blanco ligero, simple y sabroso. En boca es directo, fácil de beber y que muchas veces no nos da tiempo a ni apoyar la copa que ya nos da ganas de volver a sentir ese gusto en boca. Recomendación extra: que las copas nunca queden vacías, ni la de uno ni la de la compañía.
Foto: CC Barn Images