No tenemos la estadística oficial, pero en MALEVA estamos seguros de que una de cada tres salidas cambia de rumbo o se frustra por la angustia de tener que buscar estacionamiento en zonas desbordadas de autos. Cuando salís a comer o a tomar algo, buscás relajarte, bajarle un cambio al estrés cotidiano, y nada que atente más contra ese objetivo que tener que dar vueltas veinte minutos hasta encontrar un hueco, o tener que pagarle cuarenta pesos a un cuidacoches agresivo (e igual quedar a cinco cuadras), o el robo a mano armada que suele costar la hora en los estacionamientos de los polos gastronómicos, o tener que estacionar tan lejos que quedaste más cerca de tu casa que de tu destino. ¿O cuántos de nosotros nos da fiaca ir a las Cañitas – por dar un ejemplo – por razones como estas? Si cada tanto querés evitar estas secuencias de nervios con la baliza prendida, armamos una lista de posibles candidatos para tener en cuenta con la cédula verde en mano.
«No tenemos la estadística oficial, pero en MALEVA estamos seguros de que una de cada tres salidas cambia de rumbo o se frustra por la angustia de tener que buscar estacionamiento en zonas desbordadas de autos. Cuando salís a comer o a tomar algo, buscás relajarte, bajarle un cambio al estrés cotidiano, y nada que atente más contra ese objetivo que tener que dar vueltas veinte minutos hasta encontrar un hueco o estar dispuesto a que te asalten en un estacionamiento.»
Todo amante de Buenos Aires tendría que conocer lo agradable (y cómodo) que es el centro vacío. Y si quedarse en la zona laboral para el after office resulta agotador, visitarlo un sábado a la noche o un domingo al mediodía es un placer incomparable. Pablo Massey ofrece a pasos de Plaza de Mayo, Defensa 269, un brunch que dura hasta las ¡19 hs! y noches con música y menú completo jueves, viernes y sábado. Cuando las luces de las oficinas se apagan, las calles se vacían y abunda la salsa bearnesa.
“La Prome”, en Agustin Delgado 1189, ya es toda una institución en Colegiales en frente de la cada vez más linda Plaza San Miguel de Garicoits que ostenta spots para estacionar en todos sus laterales. Casi toda la clientela es de la zona, pero eso no quita que valga la pena viajar para visitarlo. Sobre todo si hay ganas de un almuerzo casero: Vivi Morelli lo garantiza en sus salones y patios con armarios de la abuela y vajilla clásica porteña. Para comer: platos simples y reconfortantes como su pastel de pollo y, de postre, su tarta de banana con dulce de leche. En la semana, anuncian “menús suculentos para los trabajadores”.
“Siempre estuvo claro que queríamos estar en la periferia de Palermo”, dice a Maleva Julieta Oriolo, chef y dueña de La Alacena que acaba de abrir en Gascón 1401, justo cuando Honduras se hace finita. Luego de crear cartas como la de BASA y Malvón y asesorar a Le Blé, se asoció con Mariana Bauzá, también con 15 años en el rubro, para abrir este café-bazar en el que la calidad supera la cantidad. Se puede visitar tanto para un desayuno entre semana para disfrutar sus croissants como para un almuerzo en el que las estrellas son los prensatti, sándwiches en pan casero prensados en una plancha de chapa de hierro y las ensaladas (no hay “hojas verdes” sino ingredientes más contundentes como queso feta y trigo). Ni Hollywood, ni Soho, acá sigue siendo Palermo Viejo y eso se nota en la calle. Es el último territorio palermitano que todavía no es un infierno para los autos. Eso sí, mejor que maneje alguien con dotes para la orientación porque Palermo al sur de Scalabrini Ortiz es un poco laberíntico cuando vas en auto.
Si bien en la semana es zona de oficinas (cada vez son más sobre Av. del Libertador), las nochecitas y los fines de semana en La Esperanza (Sucre 1302) son un buen escenario, sea para tragos en su terraza como para té en los sillones de su planta baja. En el medio entre el Barrio Chino y los restaurantes del bajo Belgrano (Sucre, Dandy y Cucina Paradiso, entre otros), esta esquina es una especie de oasis en una de las zonas más arboladas de la ciudad.
Puerto Madero podrá sonar como un territorio imposible para estacionar el auto un domingo al mediodía. Pero en la otra vera del río, “la nueva”, se puede caminar con tranquilidad y almorzar mirando la silueta de la ciudad sin tener que lidiar con el valet parking y con la paz de una zona de robos casi inexistentes. I Central Market tiene dos locaciones en la zona, una sobre el río en el Dique 4 (P. Dealessi esq M. Güemes) y otra en el Dique 3 (Bvd. A. Villaflor esq O. Cossettini). Para comer hay sándwiches, pizzas, ensaladas y platos más clásicos como carnes y pescados (recomendado su salmón con arroz yamaní). La clave es dejar lugar para el postre o llevarse de su mercadito algo para la hora del té.
Oporto Almacén, el mejor diseño de la ciudad en la tranquilidad de Núñez uno de los restaurantes más lindos de la ciudad no está en el corazón de Palermo Hollywood sino a varios kilómetros, en Núñez. Si preferís pasar de día, además de llegar relajado por lo fácil que fue dejar el auto a la vuelta, podés sentarte bajo el sol en su terraza. Hace pocos meses, comenzó a abrir de noche y ofrecer sus platos bien argentinos (donde no faltan las milanesas y los buñuelos de espinaca) en un ambiente sublime diseñado por Horacio Gallo. Eso sí: a designar conductor antes de salir de casa que Oporto además de bodegón high class es vinoteca.
El exquisito bar del apostol de las barras Federico Cuco, además de ofrecer una de las cartas de tragos más originales y logradas de la ciudad, tiene una ubicación muy amistosa para el auto. De hecho, es uno de sus grandes anzuelos: ir a Verne, si bien está en Palermo, no implica la locura para estacionar tanto en Hollywood como en Soho. De lunes a jueves es muy factible que se pueda estacionar en la cuadra de enfrente (la de la plaza) y sino al lado hay un estacionamiento enorme y sin ánimo de asaltantes (o sea, con precios sensatos). Nuestra recomendación: vayan un miércoles, estacionen a 15 metros, siéntense en uno de los elegantes silloncitos de cuero onda vintage y pídanse una degustación de cocktails franceses. A veces hay cuidacoches pero suelen ser educados y no exigen una tarifa fija.
Este bar de Villa Crespo, decano de la coctelería de alto nivel de Buenos Aires y pionero del fenómeno de los speakeasy porteños, no necesita presentación. Se sabe lo que es: una barra increíble, buena atención, dos salones (uno fumador y otro no) geniales y un ambiente distendido. Y, también, y como grandísimo activo: gran facilidad para estacionar. El “8” es el receptor de los que huyen de Palermo por la congestión de autos, trapitos, conitos y bocinazos. A veces lo de huir es literal y en el acto, cuando Palermo ya te saca y estás hace media hora dando vueltas, es un “chau me voy a 878”. Tan fácil como acelerar por Thames y listo, santo remedio. Los martes, miércoles y hasta algunos jueves, no es un milagro encontrar lugar directamente en la puerta o enfrente. Adentro vale la pena, no solo en los cocktails sino también por su impecable carta de vinos (con una sommelier lista para asesorar con la mejor onda). ¡Y qué rico uno de los risottos del 878 en una de estas noches frías de invierno!