Entre una narrativa de pequeñas historias, donde la naturaleza se toca con tramas más oscuras y existenciales, el arte de Marcelo Canevari (h) es de los más potentes de la nueva generación de pintores argentinos/Conversamos con él de todo en su nuevo taller de La Boca/El trabajo de artista en pareja, el precio de la obra y la inteligencia artificial.
Marcelo en el nuevo taller de La Boca, que comparte junto a su pareja, la también artista Ornella Pocetti.
«Lo que más me gusta es estar en el borde del misterio…»: entrevista al artista Marcelo Canevari. Por Azul Zorraquin para MALEVA (texto y fotos).
El artista recibió a MALEVA en su flamante y nuevo taller en La Boca, a pocos días de inaugurar su muestra colectiva “Festín” en la galería Barrakesh. Criado bajo el ala de Marcelo Canevari, su padre, un ilustrador célebre de la flora y la fauna argentina, Marce tomó elementos de la naturaleza y el realismo y trazó su propia identidad bulliciosa. Si bien en sus obras suelen suceder muchas escenas en simultáneo, hoy el artista está transitando una etapa mucho más silenciosa “post mortem”, tras la partida de su maestro.
¿Cómo fue la transición a este nuevo taller?
Originalmente, yo pintaba con mi viejo. Después él se enfermó y en pandemia con Orne (NDM: su pareja es la artista Ornella Pocetti) nos armamos un taller en casa. Y algo que iba a ser temporal de golpe se volvió permanente, y empezó a quedarnos chico. Los dos hacemos obra grande, y en momentos de muestra, teníamos la casa estallada de pinturas por todas partes (se ríe).
Un cambio rotundo venir acá…
Si, encontramos este lugar en venta pero no llegábamos con la plata. La dueña vio nuestros nombres, nos buscó y me volvió a escribir a los dos meses “¿Porqué no me dijiste que eran pintores? ¡Me encanta lo que hacen!”, y terminamos arreglando una gran parte de la compra, por obra. A nivel simbólico es increíble, y nos cambió la vida.
«Los fantasmas aparecieron con el ataque (de un loco en la calle) como una especie de representación, pero también como una mezcla entre el paso del tiempo y la muerte pero no literal, sino más cotidiana. Hay una pintura que se llama “Nuestro último campamento”, donde pinté a mi hermano y a su ex novia, en una carpa, y es la idea de esa pareja que se está por separar… La muerte de lo cotidiano. Todo el tiempo las cosas se van terminando…»
Antes pintabas con tu viejo, ahora pintás con Orne, tu pareja. ¿Es muy necesaria la compañía a la hora de crear?
Si, porque nos ayudamos mutuamente. Si no te sale una pincelada, le pido ayuda, y está bueno porque a veces es una pavada; estás trabado y no te sale pero en un segundo el otro lo resuelve. Además, la pintura puede ser muy solitaria… Atravesás muchos estados. Salís de un chispazo que te hace arrancar y en el proceso tenés momentos de crisis en los que dudás de lo que estás haciendo. Está bueno tener a alguien que te diga “seguí por ahí”. Hay momentos que son duros, sos vos mirando la pintura, con tus pensamientos… ¡Incluso trabajando juntos es solitario!
Tu obra y la de Orne, además, dialogan muy bien…
Si, pero también tenemos algo diferente; ella va mucho más al choque en la obra. Sus figuras son mucho más fuertes en su presencia. Lo mío tiene algo más inocente, y quizás al mirar con cierto detenimiento, encontrás cierta oscuridad. Pero la puerta de entrada es más amigable. Lo oscuro está diluido en mi obra.
En tus pinturas hay muchas narrativas conviviendo en una misma obra… ¿Cómo las pensás?
Muchas veces pienso una narrativa general, que quizás no es tan evidente, y empiezo a pensar pequeñas historias dentro de esa idea genérica. Micro historias.
¿Por ejemplo?
La obra “El Carnaval de las Moscas”, por ejemplo, gira alrededor de un entierro, y las historias están vinculadas con la muerte de diferentes formas. Hay una situación carnavalesca alrededor de la idea de la muerte… Entonces hay un ataúd, lo mas claro, y después un nene que los mira y que pinta unas moscas, como otra forma de muerte. Después hay otros chicos que tienen un halo mas inocente, pero están con sus arcos y flechas y acaban de cazar un cisne. También están descubriendo la muerte. Y así, cada una de las pequeñas cosas habla sobre lo mismo.
«Con Orne (Pocetti) nos ayudamos mutuamente. Si no te sale una pincelada, le pido ayuda, y está bueno porque a veces es una pavada; estás trabado y no te sale pero en un segundo el otro lo resuelve. Además, la pintura puede ser muy solitaria… Atravesás muchos estados. Salís de un chispazo que te hace arrancar y en el proceso tenés momentos de crisis en los que dudás de lo que estás haciendo…»
¿Siempre te obsesionó la muerte? Es una temática recurrente en tu obra.
Si, siempre me atrajo. Más aún después de un episodio que viví. Me pasó una vez con Orne que estábamos caminando por la calle, y nos atacó un loco. Me cagó a piñas. Tuvimos una noche de recorrer hospitales, yo necesitaba atención y estaba todo cerrado porque era 25 de mayo y encima no tenía obra social. No me atendían y sentía que me estaba por morir. Sabía que no, pero físicamente sentía muchísimo dolor. Desde ahí quedó medio instalada la temática…
Y después, falleció tu viejo…
Sí, en un momento se enfermó y empezó a estar muy presente la temática porque la enfermedad avanzaba, y nosotros siempre pintábamos juntos. De hecho, hay algo de las pinturas que tienen muchos personajes, que las hacía en juego con él, pintando a cuatro manos. Después mi viejo falleció y desde ahí, las últimas pinturas son mucho más silenciosas. Empecé a hacer unas pinturas en las que hay una única situación, o nada. Hay algo del silencio post mortem que por lo menos ahora, me lleva a otro clima.
¿Él te formó?
A mi me gustaba pintar y él era pintor, pero se dedicaba a cosas más técnicas. Trabajaba retratando la flora y la fauna argentina, y cuando me propuso trabajar con él, recibí una gran formación. Pintar así te exige mucho… Más allá del detalle, tenés que ver la anatomía, el volumen, muchas cosas para tener en cuenta. Mi viejo era muy exigente, quería que quede lo mas preciso posible. Me formó de una forma muy realista, técnica, y eso me re sirvió, pero yo me tomo un montón de licencias. No pinto hiperralismo.
«Lo que más me gusta es estar en el borde del misterio. Si revelás de más, y pensamos todos lo mismo, se desarma. Me gusta que la gente me haga preguntas porque quiere decir que hasta cierto punto conecta con el relato y quiere saber más. ¡Pero también me gusta que no sepan más!…»
¿Qué significan los fantasmas en tu obra?
Aparecieron con el ataque, como una especie de representación, pero también como una mezcla entre el paso del tiempo y la muerte pero no literal, sino más cotidiana. Hay una pintura que se llama “Nuestro último campamento”, donde pinté a mi hermano y a su ex novia, en una carpa, y es la idea de esa pareja que se está por separar… La muerte de lo cotidiano. Todo el tiempo las cosas se van terminando. Y también hay algo de la naturaleza como escenario del paso del tiempo, que convive muy bien.
La naturaleza también es bastante protagonista en tu obra…
Si, hay algo de la inmensidad que me atrae. En mis pinturas la naturaleza es el personaje protagonista, porque en relación al resto de los personajes, es mucho más imponente.
¿Te gusta que cada uno cree su relato a partir de una obra?
Sí. Lo que más me gusta es estar en el borde del misterio. Si revelás de más, y pensamos todos lo mismo, se desarma. Me gusta que la gente me haga preguntas porque quiere decir que hasta cierto punto conecta con el relato y quiere saber más. ¡Pero también me gusta que no sepan más!
¿Tenés un lugar específico al que volvés para inspirarte?
Pienso mucho en la selva misionera. Cuando era chico, mi viejo trabajaba en parques nacionales y viajaba un montón, y mi destino preferido era la selva. Tiene una intensidad, una carga… La vida y la muerte conviviendo. Hay árboles y plantas en exceso.
¿Cómo le ponés precio a la obra?
Es difícil. En el mundo del arte no podés tener mucho ajuste de precios… Tenés que ser bastante frío cuando los ponés, porque te desregula mucho. Ya sabés que una pintura de X tamaño por más de que te encante, tiene que estar cerca de cierto precio… Si te vas para arriba, el tema es que después no podés bajar. Porque cuando comprás obra ya sabés que estás invirtiendo y que los precios tienen que aumentar.
¿Qué pensás sobre la Inteligencia Artificial para la creación artística?
Es una herramienta que uso y me interesa. Yo creo que hoy en día el valor en casi todo, es la personalidad. Los pintores que más me interesan, tienen una identidad que reconozco. Hay algunos que técnicamente no me copan, pero hay algo único en lo que hacen que es lo que les da valor. Lo que veo hasta hoy con la IA es que todo se ve muy parecido. Yo creo que igual hay gente que va a encontrarle la vuelta, y hacer algo personal, como el artista Tomás García, que logra tener personalidad con la IA. El resto, estilo dragón medieval de Game of Thrones, lo siento medio lavado… no por desmerecerla, pero es una herramienta que tenés que usar muy bien para destacarte y encontrar tu propia voz.