LAS "BRASILEIDADES" QUE HACEN QUE LOS ARGENTINOS SEAMOS TAN FANS DE LAS PLAYAS BRASILEÑAS

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Los argentinos son fans declarados de las playas brasileñas y sus arenas blancas

 

LAS «BRASILEIDADES» QUE HACEN QUE LOS ARGENTINOS SEAMOS TAN FANS DE LAS PLAYAS BRASILEÑAS. POR ANDRÉS KILSTEIN.

¿Por qué los argentinos aman las playas brasileñas? ¿Por qué este año volvieron a cruzar la frontera cientos de miles de compatriotas (de hecho, uno de tres turistas en Brasil este enero 2015 fue argentino)? ¿Por qué al lado de un Maceió, un Morro de Sao Paulo o una Ilha Grande parecieran quedar pequeños los frondosos bosques de Cariló o las inmensas dunas de Cabo Polonio. Hay varias respuestas.

 «¿Por qué al lado de un Maceió, un Morro de Sao Paulo o una Ilha Grande parecieran quedar pequeños los frondosos bosques de Cariló o las inmensas dunas de Cabo Polonio. Hay varias respuestas.»

Quizá la mejor aproximación es que Brasil no tiene una única playa. Son 7500 kilómetros de costa arenosa y agua cálida, cada uno de los metros prestándose para una postal de esas que se consiguen en el aeropuerto. La costa del Brasil, ese gigante otrora imperial, avanza desde Santa Catarina (que los argentinos poblamos en abundancia porque se encuentra a tiro de auto o micro), pasando por Río de Janeiro (la única ciudad americana que fue capital de un país europeo, el Reino de Portugal) hasta el sertão, el desierto nordestino donde todas las comidas transpiran leche de coco y aceite de dendé. Con toda la variedad, es posible encontrar algunas brasileidades (una mezcla de Brasil y verdades) denominadores comunes de estos balnearios de sur a norte, que explican porque los argentinos somos tan fans de las arenas verdeamarelhas. 
 

1)    En la playa no se para de comer ni de tomar (entre queijos quentes y cocos abiertos a machete)

Sin título
La gente va sin almorzar, a pasar el día entero, total están las palmeras que regalan su sombra. Y mientras tanto, desfilan por enfrente tuyo impostergables manjares playeros, cuyos nombres el cerebro estimulado traduce rápidamente y que, de seguro, no es posible encontrar back in BA. El vendedor reposa sobre la arena una mandatoria heladera de telgopol y sobre ella, y con 2 o 3 elementos, elabora en unos segundos una suerte de finger food de sabor indescriptible. Como las sirenas de Ulises, nadie puede evitar sucumbir a estos manjares. El disfrute es tal que, como si se tratara de un ardid comercial, te conducen a esperar con ansiedad al vendedor siguiente o correr al anterior (que para el momento ya se encuentra a 1km de distancia).
Entre lo highlights playeros encontramos el queijo quente, que nuestra tradición italiana asimila a la provoletta, en pinchos, eso sí, y quizá más ahumado y con un sutil resabio carbónico. En segundo lugar la tapioca dulce o salada, un omelette con tapas de harina de mandioca que se rellena a gusto del comensal. Desde aquí se sugiere el relleno de camarao, que nos permitirá contemplar la abundancia con que usan ese ingrediente, casi como si el camarón cayese en cada precipitación. En el estado de Bahia es común encontrar paradores a la praia que ofrecen moqueca, el plato número uno de su gastronomía, consistente en mariscos o pescado en una salsa de leche de coco, aceite de dende y especias desconocidas, acompañado, como todo en Bahia, de arroz y farofa (su arroz es nuestro pan). Ojo con abusar de este plato que con 42 grados a la sombra, las probabilidades de que caiga pesado son altas.
Otro tip impostergable: la experiencia de elegir tu coco, aquél que te llama, y que te lo abran con un machete para alcanzar su perfume bebible e ir a disfrutarlo al mismísimo océano.
 

2) La geografía – senderos que te llevan a playas desiertas y «piscinas naturais» – parece sacada de una novela de piratas 

RODRIGO NOLTON
Para visitar la costa brasileña hay que nutrirse de un montón de palabras que definen accidentes del paisaje únicos e intraducibles. Con frecuencia te dirán que para acceder a una playa hay que hacer una trilha. ¿Y eso con que se come? Una trilha no es otra cosa que un sendero que se pierde entre la selva y que, luego de 1 o 2 horas de marcha, desemboca en una playa alejada. En muchas zonas donde la línea costera se quiebra, se discontinúa, estos caminos que atraviesan un manto verde son los únicos accesos habilitados para la paradisíaca playa. A cada paso, y con el bosque tropical rozando nuestras costillas, es inevitable imaginar que una amenaza de la naturaleza saldrá a nuestro encuentro. Esto nunca sucede y, en el peor de los casos, nos vemos enfrentados a mariposas o exóticos pájaros.
Las piscinas naturais son manifestaciones de la naturaleza dificil de explicar. Una entrada al mar que de alguna manera lo interrumpe, lo pone entre paréntesis. Los primeros 200 o 300 metros del océano reparados de las olas que se agitan en el fondo, mucho más atrás. Y en esta pileta natural se concentran corales y peces de colores, ahí nomás, en la superficie, demandándote un esfuerzo cercano a cero para verlos de cerca.
Finalmente hay que mencionar a las palmeras, presencia constante y reparadora en la playas brasileñas, mantos de sombra en las temperaturas más hostiles. Después de conocerlas y disfrutarlas volver a una playa que no las tenga es como retrornar al arenero.
 

3) Las bellas garotas juegan muy bien al fútbol (y te podés prender en un fútbol-volley con ellas)

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No es sorprendente que Brasil tenga uno de los mejores equipos de fútbol femenino. Sobre la arena las chicas despliegan su habilidad a la par de los varones. Verlas hacerlas jueguito, en muchos casos recortando sobre el espacio figuras esculturales, es un deleite para los ojos. Igualan o superan a los hombres y lo demuestran en esas disciplinas pseudo-futbolísticas a las que son tan afectos los brasileños: el fútbol-volley y ronda de pases sin que la pelota toque el suelo.
 

4) Los brasileños son muy simpáticos (pero ojo, para ocultar otros defectos)

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Esta es la teoría que elaboré en mis repetidas visitas. Los brasileños efectivamente son muy cordiales, te sonríen al conocerte, suelen ser calmos, les pedís una foto y te sacan cinco y te las muestran para ver si querés repetir alguna. Pero esta simpatía es una suerte de máscara para ocultar que en los balnearios brasileños la calidad del servicio y la atención es de mala para abajo. Te puede pasar que en una posada el encargado sea incapaz, luego de varios días de reclamo, de hacer que el agua de la ducha saliese caliente. A ellos no les importa porque se bañan con agua fría. Y ante cada nueva insistencia, la respuesta del joven era siempre una sonrisa grande, muy buena onda y carisma para ocultar su ineficiencia y baja capacidad de resolución de problemas “Fica tranquilo, fica tranquilo”. Los mozos son lentos y parece que viven en un mundo aparte, pero cuando finalmente llegan a tu mesa, te convencen con una enorme sonrisa y palabras dulces en portugués de que te sumerjas con ellos en el letargo tropical. Parece que así es la cosa.
 

5) La interminable variedad de frutas, de jugos y de licuados (que encima resultan ser energizantes, antioxidantes y anticonvulsionantes)

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Los brasileños tienen frutas tan extrañas en su forma y sabor que parecen salidas de Los supersónicos. ¿Son frutas del futuro? ¿O de un remoto pasado? ¿De dónde salieron? Esa diversidad merece ser homenajeada probando cada uno de los licuados que se ofrecen en la carta. ¡Son como 15! Lulo, no sé lo que es, pero que venga el lulo. Luego guayaba. Vamos después con una mezcla de pitanha y açaí que, ante tu desconocimiento, te presentan como energizante, antioxidante y anticonvulsionante. Es imperioso detenerse a observar con detenimiento una carambola: estoy seguro de que esa fruta no puede pertenecer al planeta Tierra, en algún viaje intergaláctico se tuvo que haber filtrado.
 

6) El sol baja pronto y eso te lleva a querer aprovechar más el día

Rodrigo Soldon
Para terminar, mucha atención en las playas del norte (el Morro, Pipas, Jericoacoara). Aunque resulte raro, la cercanía con el Ecuador, además de darte días excesivamente calurosos, hace a la postre que éstos sean muy cortos. En pleno enero, a las 18hs ya sos espectador de la puesta del sol. Esto te obliga, aunque contrario a tu voluntad más profunda, a poner el despertador y activar temprano para sacarle el mayor provecho a estos majestuosas paisajes.
Fotos: CC – Rodrigo Soldon – Rafael Álvarez – Gab Rocha – Ser Lunar