Muchas personas dicen (incluso con ánimo de queja) que Punta del Este es una sucursal de Argentina. Alcanza con observar la marea de patentes argentas en la céntrica Gorlero para comprobar cuán cierta es la afirmación. Obviamente, PDE no es una opción satisfactoria para el turista convencido de que viajar es conocer gente distinta. ¿Entonces dónde conectarse con una Uruguay más auténtica? Aunque se diga que los uruguayos son nuestros hermanos menores y su cultura es igual a la nuestra, las diferencias son enormes para el ojo entrenado. Y todas estas diferencias, todo este concentrado de uruguayidad, es posible de ser hallado en las playas de Rocha.
«Aunque se diga que los uruguayos son nuestros hermanos menores y su cultura es igual a la nuestra, las diferencias son enormes para el ojo entrenado. Y todas estas diferencias, todo este concentrado de uruguayidad, es posible de ser hallado en las playas de Rocha.»
El departamento más oriental de la ya oriental República del Uruguay, lindante con Río Grande do Sul (de la que toma cosas prestadas) y embebida de cultura afro-rioplatense: Rocha, Uruguay, la línea costera, según estadísticas, con la mayor densidad de barcos hundidos y encallados del mundo; la única región del Río de la Plata donde los nativos oscilan entre el tuteo y el voseo sin motivo aparente. Espacio que se ha convertido con el tiempo en un catálogo de balnearios de todos los colores: desde las más agrestes como Cabo Polonio y Valizas, hasta los más urbanizados como La Paloma o Punta del Diablo; desde destinos surfers como La Pedrera, hasta los más mochileros como Santa Teresa.
Pero lo que más valoro de Rocha es la posibilidad de acercarte a esa forma que tienen los uruguayos de vivir la playa y que es imposible de captar en lugares como PDE, José Ignacio o La Barra. A continuación, Maleva les cuenta sobre 10 cosas típicamente uruguayas que los argentinos podemos disfrutar en Rocha.
Tener de vecino a Brasil, ese monstruo otrora imperial, deja su marca. La influencia brasilera se hace presente en pequeños detalles que muchas veces pasan desapercibidos. El que más valoro es el Baurú, comida al paso de Rio Grande do Sul que en los carritos rochenses incluso rivaliza en popularidad con el Chivito al plato. El Baurú es una albondiga gigante de carne picada servida en pan tortuga (así le dicen al pan de hamburguesa, el que entregan tostado), con queso derretido, huevo frito, arvejas, choclo, tomate y lechuga. Como toque final, un poco de molho de ají, que le da el sabor definitivamente brasileño. La caipirinha abunda en Rocha y a la noche se convierte en la bebida número uno junto con la chela (cerveza).
Al visitante de un balneario rochense no se le escapará esta experiencia: se acerca un guitarrista callejero a las mesas exteriores del bar, luz tenue de las velas en improvisados recipientes de plástico. El artista empieza a arrojar los primeros acordes y el público entusiasmado acompaña golpeando las copas con cucharas o tenedores. Y lo que producen es un ritmo consensuado, conocido por todos, mamado desde la cuna: la clave del candombe. Ta, ta…tarata. Todos los uruguayos están emparentados de alguna manera con este ritmo afro, bien porque lo bailan, lo cantan o se curten los dedos en los cueros de los tres percutores característicos: el piano, el repique y el chico. Es una buena oportunidad para acercarse a la cultura afro-rioplatense que, del lado argentino del charco, tiene dimensiones más modestas.
«Tener de vecino a Brasil, ese monstruo otrora imperial, deja su marca. La influencia brasilera se hace presente en pequeños detalles que muchas veces pasan desapercibidos. El que más valoro es el Baurú, comida al paso de Rio Grande do Sul que en los carritos rochenses incluso rivaliza en popularidad con el Chivito al plato. También la Caipirinha abunda en Rocha.»
Siete de la tarde. Ese momento en que el sol no se siente, la playa comienza a vaciarse y despunta el espíritu deportivo por el terreno arenoso antes repleto de sombrillas y reposeras. En una buena quincena no puede faltar un picado internacional que reúna, además de uruguayos, a argentinos, brasileros y cordobeses(¿no son una nación aparte?). Los locales dividen los equipos fácilmente: de un lado “los bolsos” (hinchas de Nacional, por el bolsillo característico de su casaca), del otro “los carboneros” (seguidores de Peñarol). Por supuesto, en tierra charrúa hay que acostumbrarse y adoptar sus expresiones: “hay cuadro” sería un equivalente a nuestro “hay equipo” cuando un conjunto espera afuera a ganador. “Te lleva”, es una forma de advertirle al compañero que lo vienen a marcar. Y si te mandan de “golero”, te vieron de madera y te quieren en el arco.
Otra costumbre quizá venida desde Brasil: todos los balnearios tienen dos astas de madera para colgar la red de voley. Y quienes no se animan a practicarlo en la ciudad, se entregan en la lejanía de las vacaciones. Una modalidad inequívocamente rochense: cuando se arma un equipo y éste quiere su turno para entrar a jugar, como son varios los que esperan, se pone en la fila atando la remera del capitán a la soga sostén de la red. Allí se acumulan en orden y la remera más cercana al asta es la del próximo equipo que ingresa.
«Los uruguayos juegan al Truco como nosotros. Pero su juego guarda tanto parecido con el nuestro como el que existe entre el ajedrez y las damas. Para los charrúas, poseedores de un Truco sofisticado y complejo, nuestro Truco es una guerra, es decir, una competencia pavota.»
En idioma italiano se llama de esta manera a las palabras traicioneras que pareciera que significan una cosa cuando significan algo distinto. Por ejemplo, “salire” no significa “salir” sino “subir”. En el léxico charrúa está lleno de falsos amigos. La caravana, por ejemplo, no es una expedición comercial sino la forma en que llaman a los aritos de la oreja; su caldera es nuestra pava; sus bizcochos son nuestras facturas; un refuerzo no es un estímulo suplementario sino la forma en que llaman al sándwich, pero no a cualquier sándwich sino al que contiene fiambre y queso; el water no es la voz inglesa para agua sino su manera de nombrar al inodoro; el agua jane no es una exótica infusión de sándalos y jengibre sino el nombre comercial vuelto genérico de la lavandina. ¡Hay que llevarse un cuaderno y anotarlas a medida que surjan; al cabo de dos semanas se reúnen como cincuenta!
«Al visitante de un balneario rochense no se le escapará esta experiencia: se acerca un guitarrista callejero a las mesas exteriores del bar, el artista empieza a arrojar los primeros acordes y el público entusiasmado acompaña golpeando las copas con cucharas o tenedores. Y lo que producen es un ritmo consensuado, conocido por todos, mamado desde la cuna: la clave del candombe. Ta, ta…tarata.»
Si hay algo que caracteriza a la gastronomía rochense es que casi todo puede ser servido en sándwich. Tal es así que han abandonado la palabra sándwich y las comidas al paso tienen la potencialidad de ser “al plato” o “al pan”. Se puede pedir un chivito al plato o al pan, una hamburguesa al plato o al pan, una suprema al plato o al pan, e incluso el filet de pescado puede ser al plato o al pan. Tip: los orientales están obsesionados con las cosas “al pan” y no entienden el concepto de “sándwich de milanesa”; para ellos el sándwich es lo mismo que el refuerzo, es decir, exclusivamente de fiambre y queso. Si querés un sándwich de milanesa pedí una milanesa al pan.
«Una cosa que sabe cualquier turista experimentado es que, en el terreno de la sensualidad, los argentinos corren con ventaja. Esto es así porque los varones uruguayos vienen medio tímidos. Las chicas charrúas, por su parte, tienen fama de ser menos histéricas que las argentinas y tener pocos pruritos. Esta combinación, más la flexibilidad propia de las vacaciones, ofrece condiciones únicas para el visitante argentino.»
Una cosa que sabe cualquier turista experimentado es que, en el terreno de la sensualidad, los argentinos corren con ventaja. Esto es así porque los varones uruguayos vienen medio tímidos. Las chicas charrúas, por su parte, tienen fama de ser menos histéricas que las argentinas y tener pocos pruritos. Esta combinación, más la flexibilidad propia de las vacaciones, ofrece condiciones únicas para el visitante argentino que quiere ganar.
Los uruguayos juegan al Truco como nosotros. Pero su juego guarda tanto parecido con el nuestro como el que existe entre el ajedrez y las damas. Para los charrúas, poseedores de un Truco sofisticado y complejo, nuestro Truco es una guerra, es decir, una competencia pavota a ver quién tiene la carta más alta. Sus reglas autóctonas incluyen, entre otras cosas, la “muestra”, una carta tapada que al ser descubierta modifica el valor relativo de toda la jerarquía de naipes. He intentado aprender el Truco uruguayo varias veces, pero, de entreverado, nunca estuve ni cerca.
Entre esas cosas que hallás en Rocha y difícilmente encuentres en otro rincón del planeta quisiera mencionar el Siri, un cangrejo de gran tamaño que abunda en la desembocadura del arroyo Valizas y que se ofrece en todos los restaurantes rochenses que sirvan pescado y mariscos. Este artrópodo está tan difundido que entre los sabores más populares de empanadas se encuentra la rellena de Siri. Otro producto típicamente rochense es la Grapamiel, un licor de miel muy dulce y relativamente espeso que abona la felicidad de las noches frescas, ventosas y poco iluminadas en este confín del mundo.
«Otro producto típicamente rochense es la Grapamiel, un licor de miel muy dulce y relativamente espeso que abona la felicidad de las noches frescas, ventosas y poco iluminadas en este confín del mundo.»
Y cuando uno ya se insoló y se cansó de tantas horas de playa, qué mejor idea que irse de compras al Chuy, esa zona fronteriza que ofrece artículos electrónicos, ropa y calzado a precios de outlet. Por supuesto, el Chuy ya no es lo que era en la década del ’90, cuando uno se llevaba Walkmans de primera marca de a cinco unidades, tan barato que los encontraba. De cualquier manera, es una opción para salir en algún momento de paseo y que demuestra la enorme variedad de experiencias que ofrece Rocha.
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