Labán Pâtisserie, el local de Luz Ballestero, Monoblock en el Barrio Chino: entrevista a Marina Christe, la «diseñadora espacial» que cuenta historias a través de espacios con mucho color

Locales con una impronta indeleble que ya son parte de su portfolio/Sobre su doble vida: el cine y el diseño de escenografías en el mundo real/¿Cuáles son las preguntas detrás de cada proceso creativo que arranca?/Sus opiniones sobre la búsqueda de la identidad porteña ¿somos auténticos o copiamos lo que vemos afuera? ¿Por qué afirma que la combinación de colores es bizarra?

Marina fue la mente creativa detrás del diseño del nuevo local de Labán Pâtisserie, sobre la calle Charcas. 

Labán Pâtisserie, el local de Luz Ballestero, Monoblock en el Barrio Chino: entrevista a Marina Christe, la «diseñadora espacial» que cuenta historias a través de espacios urbanos con mucho color. Por Mariana Copland. Fotos: Marina González Mazza para MALEVA.

Diseñadora de espacios, trabaja en los campos de la arquitectura, el branding y la comunicación visual, con un fuerte enfoque en el diseño del color y la elección de los materiales. Si caminás por la ciudad y prestás atención, después de leer esta nota te va a resultar fácil reconocer sus obras: Labán Pâtisserieel nuevo local de Luz Ballestero, el local de Monoblock en el barrio chino. Cada uno, con su guía de color, cuando lo ves, lo sabés: “esta fue Marina”.

Me espera en la patisserie sobre la calle Charcas – la nueva sede que eligió Labán – y, antes de que pueda sorprenderme por encontrarme en una mágica caja verde, me dice que nunca le hacen entrevistas y que le copa la idea porque le da espacio a la reflexión. Estudiante y maestra del color, arquitecta del detalle de alguno de los spots más creativos de la ciudad, uno espera encontrarla en un overol monocromo que juegue con su caja verde. Pero no, Marina no es su trabajo. “Mi vida es una vida real. Mi trabajo es contar historias, no soy adicta al color en ese sentido”. 

«Me pasé 10 años diciendo que tengo dos vidas: una fue la del cine y la de directora de diseño de vestuario y después ésta, que es mi segunda vida. Pero en el último tiempo empecé a darme cuenta de que lo que hago, desde un nivel conceptual y narrativo, es construir historias a través del espacio. Según algunos colegas y arquitectos tengo una cosa un poco escenográfica en mis propuestas…»

Salida de la Generación X, trazó un camino de aventuras propio. Entendió que sus pasiones -el diseño, la producción, la pintura, el cine, la moda, la fotografía, la palabra – se reunían en la carrera de escenografía. Allá fue a absorber ese mundo que hoy le permite, justamente, crear escenas. En el medio hizo de todo. Pero el final estaba escrito: Marina cuenta historias a través de espacios.

Siempre hay algo por descubrir y lo que nos descubre esta mente inquieta es el concepto de CMF – Color Material Finish –, un área del diseño industrial que se centra en la identidad cromática, táctil y decorativa de productos y ambientes, y que es lo que, en definitiva, define su profesión.

El auge de Instagram, ese que hizo que todos salieran a intentar traducirse en imágenes, le abrió la primera puerta. Pero desde el juego del scroll, automáticamente dejó de armar producciones de redes sociales para transformar los espacios reales en el lenguaje de cada marca.  “Lo que me pasó fue que un par de clientes empezaron a decir ‘bueno, ¿qué tal si me haces el local?’ y yo no aceptaba porque no soy arquitecta ni interiorista. Pero me insistían y así fuimos construyendo el camino. Armé un local, salió bien y el dueño propuso continuar con la sucursal en Barcelona. Vino la pandemia, no pude viajar, y lo hicimos online, yo diseñando desde acá y un equipo que construía allá.” 

Diseño espacial: el arte de construir escenografías de película en el mundo real.

“Este espacio, Labán, que es un proyecto con 10 años, tenía que contar que Jaqui (la dueña, pastelera y alma máter de la patisserie) es Jaqui más allá de las referencias estilísticas. Creo que palabras como frescura, genuino, descontracturado, contemporáneo ayudaban a ir detrás de la materialidad y la paleta. El verde ya era parte de la marca, la cuestión era cómo transmitir los años de experiencia, de éxito, de fuerza. Y lo conseguimos…”

“Me pasé 10 años diciendo que tengo dos vidas: una fue la del cine y la de directora de diseño de vestuario y después ésta, que es mi segunda vida. Pero en el último tiempo empecé a darme cuenta de que lo que hago, desde un nivel conceptual y narrativo, es construir historias a través del espacio. Según algunos colegas y arquitectos tengo una cosa un poco escenográfica en mis propuestas. Yo no lo veo, me sale natural, no se me ocurren otras opciones.”

Es cierto, uno observa sus obras y se sumerge en un mundo escenográfico. Y aunque ella no acuse recibo de esto, sí asume que lo que más le divierte de sus creaciones es que cada proyecto es una película nueva al 100%. Sabe que cada obra es una historia que tiene que ser contada y que para eso la lógica creativa no tiene que apegarse a su gusto, sino a lo que el guión precisa. Por eso su trabajo más arduo es el conceptual. Las preguntas, a la hora de empezar, no tienen que ver con el diseño de interiores sino el mensaje, ¿qué quiero decir con esto que estoy craneando? El resto, el cuento, viene después. 

Estudiosa de Kobayashi, psicólogo japonés que investigó muchísimo sobre asociación de palabras y colores, Marina trabaja mano a mano con el lenguaje. “Este espacio, Labán, que es un proyecto con 10 años, tenía que contar que Jaqui (la dueña, pastelera y alma máter de la patisserie) es Jaqui, más allá de las referencias estilísticas. Creo que palabras como frescura, genuino, descontracturado, contemporáneo ayudaban a ir detrás de la materialidad y la paleta. El verde ya era parte de la marca, la cuestión era cómo transmitir los años de experiencia, de éxito, de fuerza. Y lo conseguimos”.

Se ríe cuando cuenta que hace un tiempo, investigando un poco este título de diseñadora de interiores, encontró en Europa una carrera que se llama Diseño Espacial y coincide en que su rol tiene que ver más con eso que con el interiorismo. Y es que diseñar espacios es un poco más abstracto, porque esta astronauta puede hacer desde un local de indumentaria hasta una muestra en el Recoleta: lo suyo es generar ese escenas, lograr una unidad en todo lo que construye al proyecto. Entonces la historia no la cuenta cuenta solo un espacio sino toda marca.

“El color es la oportunidad de unir todas las cosas que me gustan. Es una línea transversal que cruza todas las disciplinas que me interesan: desde la comunicación, lo visual y lo estético. Sobre todo para generar estos escenarios envolventes, no importa que sea rosa amarillo verde o azul. Importa la narrativa, la geometría, la historia que se está contando…”

Al escucharla, una de las preguntas que surgen de la curiosidad es; ¿dónde guardará sus referencias? Se confiesa una psicótica de las refes que son la mejor forma de mostrarle al cliente un lenguaje visual. ¿De dónde vienen? Del cine (pero no solo de Wes Anderson), del diseño gráfico y de artistas plásticos. 

¿Y el color como entra en esta historia? “El color es la oportunidad de unir todas las cosas que me gustan. Es una línea transversal que cruza todas las disciplinas que me interesan: desde la comunicación, lo visual, lo estético. Sobre todo para generar estos escenarios envolventes, no importa que sea rosa amarillo verde o azul. Importa la narrativa, la geometría, la historia que se está contando”.

Con varios años en el mercado, quienes la llaman ya saben que va a proponer algo disruptivo, desde lo honesto, lo crudo, con el convencimiento de un director de cine que, aunque trabaje con un equipo indispensable de mil personas, es quien dice la palabra correcta en el momento exacto.

La crónica porteña y el desafío de reencontrarnos con la verdadera «foto de Buenos Aires».

Inquieta como la descubrimos, resulta que Marina sale poco y se conmueve con lo simple. “Lo que hizo Orno me pareció súper lindo. Pero, al ser una caja azul también suena medio autorreferencial. Quizás algunas cantinas, algunos cafecitos porteños con sus azulejos me tocan más.”

Plantea que saliendo del nicho del diseño de la gastronomía y del arte, Buenos Aires le resulta un poco aburrida. “Los colores de esta ciudad para mí son el ladrillo y la teja, el amarillo bebé y el gris. Yo siento que esto es Buenos Aires y todos sus edificios son iguales. Ladrillo, amarillo, gris. Es fácil de ver que la ciudad creció exponencialmente en algún momento y cuando te subís a un piso alto todos los edificios que ves son iguales y los que no tienen ladrillo a la vista son amarillitos. No sé por qué, es muy bizarra esa combinación de colores”.

«Si me preguntás a mí cuál es el lugar que estéticamente más me copa te digo el Mercado de San Telmo, ahí es donde se ve el mix de lo que somos: esa es la foto de Instagram de Buenos Aires. Tenemos que mirarnos de vuelta, repensar y  generar una identidad resignificada, pero de lo que tenemos a nuestro alrededor, no todo el tiempo trayéndonos las ideas de afuera…”

Conectada con el mundo, entiende que el efecto de la globalización hace que Buenos Aires no tenga una identidad propia. Aquello que algunos ven como novedades, para ella es un ejercicio de robar estéticas urbanas ajenas, quizás más estadounidense. “En todo lo que es take away, hay una cosa del neón, de la chapa, de la materialidad, pero la arquitectura general no creo que esté yendo hacia ningún lado. No creo, en ese sentido, que vaya a cambiar el color de la ciudad”.

Seria y comprometida, sentencia que hay una cuestión de la identidad, que o bien se pierde o se reinventa. “No sabemos bien quiénes somos si nos sacan del tango y de la avenida Corrientes. Somos muy jóvenes todavía, tenemos que construir esa estética y los pilares de esa reivindicación se esconden, por ejemplo, en usar materiales típicos porteños. Ahora hay una movida en los cafés, de reciclar las baldosas rayaditas de las que se usaban en la vereda, para revestir paredes. Todo ese tipo de pequeñas cosas son nuestras, están sacadas de una vereda de Buenos Aires y no de Nueva York ni de Copenhague”.

Si los elementos de nuestra identidad están tan cerca, ¿qué es lo que falla? “Los diseñadores tenemos bastante rechazo a lo típico, a lo popular. Hay que agarrarse quizás de cosas que nos definen pero con las que estamos peleados; que nos identifican pero que descartamos porque no están en Pinterest. Si me preguntás a mí cuál es el lugar que estéticamente más me copa te digo el Mercado de San Telmo, ahí es donde se ve el mix de lo que somos: esa es la foto de Instagram de Buenos Aires. Tenemos que mirarnos de vuelta, repensar y  generar una identidad resignificada, pero de lo que tenemos a nuestro alrededor, no todo el tiempo trayéndonos las ideas de afuera”.

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En MALEVA hacemos fotos y coberturas en video con nuestros equipos MOTOROLA (Edge 40 Neo, Moto G84 5G y Moto G54 5G).