La otra cara del pop: Pop Brasil en el Malba

Entre colores vibrantes y consignas de rebeldía, Pop Brasil llega al Malba para reescribir la historia desde el sur de esta vanguardia cuyos íconos supieron ser las latas de sopa. Una muestra que convierte el esplendor en crítica y el arte en un gesto de resistencia.

Sin título (1964), de Mira Schendel, expuesta en el Malba

La otra cara del pop: Pop Brasil en el Malba. Por Candelaria Penido para MALEVA.

En los años sesenta y setenta, mientras el pop norteamericano convertía latas de sopa en íconos, en Brasil los artistas pintaban las cicatrices de un país con los mismos colores brillantes. Ironía, deseo y protesta convivían en una misma pincelada. 

Se trata de Pop Brasil, la nueva exposición del Malba, con más de 120 obras del acervo de la Pinacoteca de San Pablo y de las colecciones Roger Wright, Malba y Constantini. Un recorrido que funciona como retrato de una generación y muestra cómo creadores jóvenes y experimentales dieron vida a la nueva figuración brasileña, haciendo de la calle, el cuerpo y el consumo territorios de resistencia.

Claudio Tozzi, Pollyana Quintella, Rodrigo Moura y Yuri Quevedo, curadores de la muestra

«Un recorrido que funciona como retrato de una generación y muestra cómo creadores jóvenes y experimentales dieron vida a la nueva figuración brasileña, haciendo de la calle, el cuerpo y el consumo territorios de resistencia».

En plena dictadura militar, entre la opresión y la censura, una generación de artistas —entre ellos Anna Bella Geiger, Antônio Dias, Claudio Tozzi, Hélio Oiticica, Mira Schendel, Rubens Gerchman, Wanda Pimentel y Wesley Duke Lee—, decidió mirar a su alrededor: las calles, las publicidades, los cuerpos, los sonidos de la ciudad. En vez de escapar de la cultura de masas, la usaron para subvertirla.

Hoy, esas obras llegan a Buenos Aires en un momento en que la relación entre arte y política vuelve a interpelar a toda la región. “Es muy especial cómo, en la contemporaneidad, estas piezas proponen una nueva lectura de nuestros significados”, reflexionó Yuri Quevedo, uno de sus curadores.

Entrar a la sala de exhibición es sumergirse en una atmósfera polifónica con palabras que gritan desde la pared, rostros desesperados, videos de personas bailando en la calle. Labios, ojos, fragmentos de publicidades se mezclan con cómics y caricaturas. Es la versión brasileña del pop art de Andy Warhol o Roy Lichtenstein. Pero, ¿cómo se piensa esta vanguardia artística desde el sur del continente, donde no reina la industrialización sino el subdesarrollo y la represión militar?

«Entrar a la sala de exhibición es sumergirse en una atmósfera polifónica con palabras que gritan desde la pared, rostros desesperados, videos de personas bailando en la calle. Labios, ojos, fragmentos de publicidades se mezclan con cómics y caricaturas».

“Es un arte que se interesa por el imaginario popular pero, principalmente es un arte político. También aboga por las nuevas búsquedas de materiales y procedimientos” definió Pollyana Quintella, una de sus curadoras en una conversación con MALEVA. “Son trabajos que tratan a la imagen de forma política. Es la otra cara del pop norteamericano”, nos confirmó Quevedo.

Organizada en núcleos temáticos que recorren momentos clave de la historia brasileña, Pop Brasil revela pequeñas narrativas escondidas entre los trabajos expuestos. Como la de A bela Lindonéia —la Gioconda del suburbio—, donde Rubens Gerchman transforma una noticia policial en un retrato melancólico: una mujer anónima, enmarcada por un espejo kitsch, se vuelve emblema de una sociedad urbana y desigual. 

«Organizada en núcleos temáticos que recorren momentos clave de la historia brasileña, Pop Brasil revela pequeñas narrativas escondidas entre los trabajos expuestos. Como la de A bela Lindonéia la Gioconda del suburbio—, donde Rubens Gerchman transforma una noticia policial en un retrato melancólico».

O las pinturas aparentemente silenciosas de Wanda Pimentel. Artista que, entre varios, cuestionó los patrones de género, familia y sexualidad, proponiendo otras formas de existir y convivir. En su Serie Involucramiento, presenta composiciones lineales meticulosas y a la vez caóticas de interiores donde mujeres exploran sus deseos. “Fragmentos de cuerpos, sin identidad de mujeres habitando el tedio doméstico”, comentó la curadora. 

Los lenguajes —videos, instalaciones, pinturas, fotografías— se combinan y su multiplicidad aligera el recorrido. Este culmina con una explosión de banderas que cuelgan sobre el pasillo final: son las del histórico Happening de Banderas. Una acción colectiva: una fiesta que bajo la apariencia de celebración escondía una protesta y terminó marcando a toda una generación. “Desde ese momento se entiende que el rol del arte también es expandir la conciencia social —reflexionó Quintella durante el recorrido—. Este el gran final.”

Entre las banderas más emblemáticas se encuentra la de Hélio Oiticica con la inscripción “Seja marginal, seja herói”. Inspirada en la vida y muerte de un amigo asesinado por la policía, la pieza se convirtió en un ícono de la contracultura brasileña: un manifiesto en tela que reivindica al cuerpo disidente, al artista y al marginado como símbolos de libertad. En el contexto de la exhibición, esa frase vibra con nueva fuerza: una consigna que todavía resuena en toda América Latina.

Pop Brasil no se mira: se atraviesa. Entre el ruido y el color, la exposición del Malba revela que el pop en el sur fue mucho más que brillo: fue una forma de decir “estamos vivos”. Un recordatorio de que, incluso bajo la represión, el arte latinoamericano encontró la forma de seguir bailando.

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Fotos: Cortesía Malba.

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